Porque Sufrimos Según La Biblia?

Porque Sufrimos Según La Biblia
LO QUE DICE LA BIBLIA: – La Biblia dice con toda claridad que Dios no hace sufrir a nadie. Por esa razón, cuando atravesamos situaciones difíciles sería un error decir: “Dios me está poniendo a prueba”. ¿Por qué? Porque “con cosas malas Dios no puede ser sometido a prueba, ni somete a prueba él mismo a nadie” ( Santiago 1:13 ).

  • En otras palabras, Dios nunca nos envía los problemas, que tanto dolor nos producen.
  • Eso sería una injusticia; sin embargo, “es inconcebible que Dios haga lo malo” ( Job 34:10, Nueva Versión Internacional ).
  • Entonces, si Dios no es el culpable, ¿qué o quién lo es? Aunque es triste decirlo, a menudo sufrimos por culpa de otras personas ( Eclesiastés 8:9 ).

También sufrimos por lo que la Biblia llama “el suceso imprevisto”, es decir, las cosas malas que nos pasan por estar en el lugar y en el momento equivocados ( Eclesiastés 9:11 ). Pero el principal responsable es “el gobernante de este mundo”, Satanás el Diablo, pues las Escrituras dicen que “el mundo entero” está bajo su poder ( Juan 12:31; 1 Juan 5:19 ).
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¿Cuál es la causa del sufrimiento?

El origen del sufrimiento es una cuestión puramente económica, el desgaste de los recursos aporta la sensación de sufrir, pero si al organismo le cuesta más energía de la que dispone a corto plazo resolver un problema, notifica al cerebro que la situación es inmediatamente inviable con la sensación de dolor.
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¿Qué es el sufrimiento en la Biblia?

SUFRIMIENTO v. Adversidad, Angustia, Calamidad, Dolor, Malo, Miseria, Padecimiento, Tribulación Neh 9:32 no sea tenido en poco, todo el s que 1Pe 1:11 anunciaba, s de Cristo, y las glorias Ver “Dolor”, “Penitencia”, “Mortificación”, “Cruz”. Diccionario Bí­blico Cristiano Dr.J.

  1. Dominguez http://biblia.com/diccionario/ Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano El hombre fue creado y puesto en un estado de felicidad en el †¢Edén.
  2. La †¢caí­da introduce la gran distorsión en la historia humana, que comienza a padecer la muerte, la enfermedad, las dificultades y, en términos generales, las consecuencias del pecado.

Las palabras †œmaldita†, †œenemistad†, †œherirás†, †œdolores†, †œespinas y cardos†, †œsudor†, que Dios utiliza al condenar a †¢Adán, †¢Eva y la †¢serpiente (Gen 3:14-19), son ilustrativas de lo que sucederí­a. Desde entonces, en la mente de los hombres el s.

se relaciona con el pecado, con las faltas cometidas ante Dios. Y desde cierto punto de vista, tienen razón, porque todo s. es causado por el pecado en alguna de sus manifestaciones. Sucede, sin embargo, que los s. especí­ficos que una persona soporta no tienen que ver necesariamente con algún pecado especí­fico que ella cometiera, porque pueden ser el fruto de la herencia genética, el pecado que todos traemos al nacer.

Esto puede tomar la forma de una enfermedad, un dolor, una dificultad, etcétera. Pablo habla a Timoteo, diciéndole: †œLos pecados de algunos hombres se hacen patentes antes que ellos vengan a juicio, mas a otros se les descubren después† (1Ti 5:24). En otros casos, el s.

es el producto directo de uno o varios pecados especí­ficamente cometidos por la persona (†œSufre tú el castigo de tu lujuria y de tus abominaciones, dice Jehovᆝ ). Dios, que es especialista en hacer bienes de los males, utiliza el s. con un propósito santo y bueno. Esto es, lo permite hasta los lí­mites que cree necesarios a fin de que quien lo padece consiga algún bien de carácter espiritual.

El libro de †¢Job trata, precisamente, del tema del s. del justo, que es probado por diversas dificultades. De eso escribió Pedro: †œ tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe sea hallada en alabanza† (1Pe 1:6-7).

  1. Cristiano, entonces, sabe que pasará necesariamente por diversos s.
  2. El Señor Jesús dijo: †œEn el mundo tendréis aflicción† (Jua 16:33).
  3. Pablo exhortaba a los cristianos de Listra, Iconio y Antioquí­a, diciéndoles: †œEs necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios† (Hch 14:22).

( †¢Tribulación). ejemplo por excelencia del uso del s. como medio para un fin santo es, por supuesto, la cruz de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, quien †œpadeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios† (1Pe 3:18).

Œél sufrió la cruz, menospreciando el oprobio† (Heb 12:2). La primera epí­stola de Pedro trata de aconsejar a los cristianos sobre su comportamiento en medio del s. Lo importante es que †œninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por entrometerse en lo ajeno; pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello† (1Pe 4:15-16).

Advierte también que el s. o la persecución no son cosas que los creyentes deban buscar por sí­ mismos. Ya el Señor Jesús habí­a enseñado a orar: †œNo nos metas en tentación, mas lí­branos del mal† (Mat 6:13). Pedro señala que los s. deben padecerse si †œson la voluntad de Dios†, en tales casos, los que los sufren deben encomendar †œsus almas al fiel Creador† y hacer el bien.

  1. Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano Dolor fí­sico o psicológico, incluso moral y espiritual, que es natural a la condición humana por la naturaleza contingente del hombre.
  2. El sufrimiento es inevitable en la existencia terrena, pero no debe ser mitificado ni como castigo por el pecado original ni como regalo divino para obtener la purificación del pecado.

En cuanto al sufrimiento natural debe ser mirado como un hecho natural, al igual que lo es la respiración o el cansancio por el trabajo. Y en cuanto al sufrimiento espiritual o pena por no llegar a mejor situación ante Dios, también debe considerarse como signo de inteligencia y de bondad.

  • En ambos casos, el sufrimiento debe ser ofrecido a Dios, en referencia al que Cristo también experimentó en su vida y en su pasión. Y para llegar a esta actitud de ofrenda, el cristiano debe ser educado adecuadamente con actitudes humanas y espirituales adecuadas:
  • – resignación ante los dolores sin renuncia a la necesidad y deber de evitarlos;
  • – paciencia ante los dolores corporales o morales que no pueden ser evitados;
  • – compasión ante los que sufren y aportación de consuelo a los mismos;
  • – ofrecimiento a Dios cuando el dolor llega o se resiste a desaparecer aceptando la voluntad divina.

Todo se halla unido al ejemplo del mismo Jesús, que en el Huerto de Getsemaní­ decí­a: “Padre, si es posible que pase de mi este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya.” (Lc.22.42). La Iglesia lo entendió siempre así­ y lo recomendó con insistencia.

  1. Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
  2. Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
  3. (v. cruz, dolor, sacrificio)
  4. (ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)
  5. Fuente: Diccionario de Evangelización

(-> pasión, muerte, Job). Forma parte de la condición actual del hombre, como indica ya Gn 3,19: “con sudor comerás hasta que mueras”. El tema del sufrimiento está en el centro del más enigmático y denso de los libros de la Biblia (Job*), y de otros libros apócrifos (1 Henoc*) y deuterocanónicos (como el libro de la Sabidurí­a). Del sufrimiento o pasión de Jesús tratan los cuatro evangelios*. La Biblia no ha elaborado una visión ascética ni moralista del sufrimiento del hombre, sino que lo ha integrado dentro de la experiencia de solidaridad y comunicación personal, en la lí­nea de la revelación de Dios y de la pasión de Jesús. Desde esa base podemos evocar algunos de los pasajes más significativos del Nuevo Testamento. (1) El sufrimiento del Siervo* de Yahvé. El eunuco de la reina de Etiopí­a vuelve de Jerusalén, adonde ha venido para adorar a Dios, y va leyendo un texto de la Escritura que dice: “Como oveja al matadero fue llevado, y como cordero mudo delante del que lo trasquila, así­ no abrió su boca. En su humillación, se le negó justicia; pero su generación, ¿quién la contará? Porque su vida es quitada de la tierra” (Hch 8,3233). Este es el tema básico de la catcquesis cristiana: el hecho de que Jesús, Mesí­as del reino de Dios, ha tenido que sufrir. Así­ lo proclama el Jesús histórico de Mc 8,31 par: “Era necesario que el Hijo del Hombre padeciera”. Así­ lo repite el ángel de la tumba vací­a y el mismo Jesús pascual de Lucas (cf. Lc 24,7.26.44.46): “era necesario que Cristo padeciera”. Esta es la nueva clave de la interpretación cristiana de la Biblia: ella no es Libro de Ley, sino libro que anuncia y expone el sufrimiento pascual de la vida, un sufrimiento creador, que vincula a los hombres con Jesús, haciendo que ellos sean capaces de vivir en esperanza. (2) El sufrimiento de la madre mesiánica. Simeón, el justo israelita, espera la llegada del Mesí­as y, teniéndole en brazos, declara a la madre su sentido y camino: “Este está puesto para caí­da y levantamiento de muchos en Israel y para señal de contradicción, para que sean descubiertos los pensamientos de muchos corazones. Y a ti misma una espada te traspasará el alma” (Lc 2,3435). Esta es la espada del dolor mesiánico, que la madre de Jesús y todos los cristianos tienen que asumir. Es la espada del dolor de la fe, que va dividiendo el alma de los fieles, para purificarla. La espada de la división social que Jesús va creando, la espada de una vida que sólo puede ser amor (hacerse amor) entregándose al servicio de los demás. (3) Sufrimiento ministerial. El autor de la carta a los Colosenses, tomando el nombre de Pablo, interpreta la misión cristiana como un sufrimiento creador. “Ahora me alegro por mis padecimientos en favor vuestro, completando en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia, de la cual fui hecho ministro conforme a la administración de Dios que me fue dada para beneficio vuestro, a fin de culminar la Palabra de Dios, el misterio que ha estado oculto desde los siglos y generaciones, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, a quienes Dios quiso hacer saber cuáles son las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo en vosotros, esperanza de la gloria” (Col 1,24-28). El Pablo histórico habí­a evocado con crudeza la debilidad y padecimientos del misionero, vinculado a la cruz del Cristo (cf.2 Cor 10-12). Pero sólo Colosenses ha sistematizado el tema, mostrando que el ministro del Evangelio no es un liturgo del mundo sagrado, que ratifica el orden divino de la realidad, como han supuesto las religiones de la naturaleza y después hará el neoplatonismo cristiano, sino alguien que sabe sufrir con Jesús, no para sacralizar este cosmos, sino para transformarlo con su entrega. De esa forma queda integrado en la pasión de Cristo, a favor de la Iglesia (de los gentiles). Cf.J.M. ASURMENDI, Job. Experiencia del mal, experiencia de Dios, Verbo Divino, Estella 2001; J.R. BUSTO, El sufrimiento, ¿roca del ateí­smo o ámbito de la revelación divina?, Comillas, Madrid 1998; F. DE LA CALLE, Respuesta bí­blica al dolor de los hombres, Fax, Madrid 1974; G. GUTIERREZ, Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente. Una reflexión sobre el libro de Job, Sí­gueme, Salamanca 1988.

  • PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007
  • Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra
  • /Mal/ Dolor
  • P Rossano – G. Ravasi – A, Girlanda, Nuevo Diccionario de Teologí­a Bí­blica, San Pablo, Madrid 1990
  • Fuente: Nuevo Diccionario de Teología Bíblica

El sufrimiento consiste en un sentimiento de pérdida, daño o carencia, sea fí­sico o espiritual. A todos los niveles de la existencia humana constituye un problema religioso, en la medida en que obliga al que sufre a plantearse varias cuestiones: ¿Cómo escapar del sufrimiento? ¿Por qué se originó el sufrimiento? Esta última pregunta pretende evitar una repetición del sufrimiento y simultáneamente abre perspectivas más amplias sobre el significado de la existencia dolorosa.

Algunas religiones, como el /hinduismo y el /budismo, surgieron del esfuerzo por vencer el sufrimiento: porque el sufrimiento está enraizado en el deseo, el deseo tiene que ser eliminado. La felicidad, o nirvana, consiste en la supresión de la conciencia individual o, alternativamente, en su expansión dentro de una conciencia universal, porque la individualidad o la oposición que resulta de la individualidad dan lugar al deseo.

Normalmente la conciencia individual está relegada al reino de las apariencias, o máyil, que tiene que ser superada por una penetración transformante en la última realidad del ser y la consecuente destrucción de la conciencia individual. En Occidente el estoicismo enfatizó de manera parecida 9a unidad del cosmos -sin postular un monismo radicale intentó superar el dolor mediante una “visión más amplia” de la armoní­a equilibrada del universo, cuya unidad en la pluralidad podí­a identificarse con la divinidad.

  • Semejante modo de ver se suponí­a que suprimí­a el deseo individual y daba lugar a un apacible sentimiento de gozo.
  • De manera más radical, la secta americana de la “Ciencia cristiana” niega la realidad del sufrimiento y la enfermedad, considerándolos meras ilusiones que deben ser superadas mediante la meditación.

Tales soluciones, sin embargo, no consiguen explicar la existencia del sufrimiento manifiesto; aun cuando el status ontológico del sufrimiento sea la no existencia, la conciencia finita sufre realmente su engaño, y no queda explicado cómo tal apariencia dolorosa, una variación del no ser metafí­sico, llegó a existir y sigue subsistiendo.

  • Tanto para el politeí­smo como para el dualismo ético metafí­sico, por ejemplo, el zoroastrismo y el maniqueí­smo, la tensión y el sufrimiento estructuran la realidad.
  • Aunque se anima a los hombres a luchar por la virtud -a menudo los rituales de iniciación prescriben soportar el dolor valientemente-, el politeí­smo amenaza con someter la existencia humana a la arbitrariedad de deidades en conflicto, mientras que ni éste ni ningún otro dualismo explican adecuadamente la unidad metafí­sica de la existencia; en tanto que la moralidad está basada en el ser, esta falta de unidad amenaza con el caos moral.

A medida que Israel avanzaba del henoteí­smo al extraordinario monoteí­smo del Déutero-lsaí­as, el problema del sufrimiento humano se hací­a cada vez más intenso. Israel reconoció su elección en la alianza, que prometí­a bendiciones o maldiciones materiales como dignas recompensas por la fidelidad a los mandamientos o por la infidelidad (Dt 28-30).

  1. Pero por mucho que la sencilla norma del bien recompensado y del mal castigado (p.ej., Sal 1,23; Prov 22,4) pudiera ser válida para pequeñas comunidades estables, la experiencia demostraba que esta norma simple de justicia no siempre bastaba. Por.
  2. Eso la recompensa y el castigo fueron a veces proyectados en el futuro (Sal 10; 13; 22; 37) y dieron otras razones del sufrimiento.

Dios empleaba los sufrimientos como medicina para lle, var a Israel y a los individuos al buen sentido y a la obediencia (Am 4; Os 6,1-6; 11.; Is 63,9-16). Después de la conversión, el sufrimiento podrí­a purificar al pecador convertido (Sal 38; Zac 13,8s).

  • Por otra parte, se sabí­a que Dios habí­a probado a.
  • Abrahán y a los judí­os para recompensarles por su fidelidad (Gén 22; Dt 8,16; Ex 20,20; Sal 81).
  • A veces la prometida recompensa parecí­a posponerse demasiado, o la cantidad de sufrimientos desproporcionada con el pecado cometido (Sal 13,Is; 35,17; Jer 12,4).

Algunos justos apelaban a una experiencia casi mí­stica de la presencia de Dios (Sal 73; 16,5-11), y Job relacionaba los sufrimientos del inocente con el misterio de Dios, que no sólo creó las maravillas del universo (38s), sino que también tení­a poder sobre Behemot y Leviatán, sí­mbolos del mal cósmico (40s).

Sin embargo, apelar al misterio no responde a las preguntas racionales, y la maravilla poética de Job no hace más que repetirse antes de transformarse ella misma en la piadosa, aunque escéptica, sabidurí­a del Qohélet. Aparentemente, los sufrimientos inmerecidos se explicaban también por el antiguo sentido de unidad comunitaria, o “personalidad corporativa”, percepción ésta de la realidad social á través de la cual el individuo se entendí­a como un miembro representativo o.

constitutivo de su grupo. Para bien o para mal, los hombres comparten el mutuo destino, las maldiciones de Dios que se extienden a tres y cuatro generaciones por la ofensa de uno, mientras que sus bendiciones continúan durante mil generaciones (Ex 20,5; Dt 5,9).

  • Dentro de esta perspectiva, el pecado de Adán y Eva afectó a sus descendientes (Gén 3,16-19).
  • Pero si todos deben sufrir por el pecado de una persona, también a la inversa, uno, puclle sufrir por los pecados de todos, cómo testifican los cantos del siervo (especialmente Is 53,4-12).
  • Trascendiendo la responsabilidad colectiva, el siervo de Yhwh recibió la inmortalidad personal como recompensa por sus sufrimientos inocentes, vicarios (Is 53,10-12).

Esta solución de vida después de la muerte fue desarrollada en la literatura profética y sapiencial tardí­as (Dan 12,2s; Sab 3,1-12; 5). El peligro que está al acecho en la apelación a una recompensa en el más allá se reveló en la teologí­a rabí­nica-posterior, que explica los sufrimientos del justo en términos de purificación divina de sus pecadillos, de modo que su recompensa después de la muerte fuera pura; a la inversa, los pecadores prosperaban aquí­ para que los méritos de sus pocas obras buenas no exigieran una mitigación de su futuro castigo.

Así­ se invirtió la norma fundamental de la alianza: el bien recompensado, el mal castigado en esta vida. Entonces, si toda justicia y valores duraderos son trasladados de este mundo al próximo, la creación no puede dar ya el conocimiento de Dios, y amenaza el ateí­smo o el gnosticismo. La protesta atea contra Dios se ha hecho más poderosa en nuestros tiempos, precisamente porque el cristianismo ha proclamado un Dios que cuida de cada individuo (Mt 10,2831) y en su amor benéfico “hace salir el sol sobre buenos y malos y hace llover sobre justos e injustos” (Mt 5,45).

¿Cómo, preguntan muchos, puede ser Dios un padre amoroso si permite que tantos niños inocentes sufran horriblemente? Ante la situación de inocentes que sufren, los teólogos protestantes han acentuado la imposibilidad de cualquier tipo de teologí­a natural y la absoluta necesidad de la fe como don divino para descifrar cualquier sentido de la vida.

Algunos han desarrollado una teologí­a dinámica, por lo cual Dios está implicado en el devenir del universo y sufre con él.J. Moltmann veí­a a Dios sufriendo la muerte de Jesús por causa de su amorosa unión de voluntades; E. Jüngel interpretó la muerte de Jesús como una parte constitutiva del acontecimiento de Dios, que, aunque permaneciendo Dios, ha entrado en el devenir histórico para conquistar la muerte y el pecado sufriéndolos.

Por conmovedores que puedan ser estos intentos de hacer a Dios menos inmune al sufrimiento humano, no aciertan a explicar el significado del sufrimiento humano, y van más allá del misterio de Job sólo acrecentando nuestro asombro al proyectar los sufrimientos en Dios.

  • El hecho de que Dios sufra no disminuye los sufrimientos humanos; ciertamente, su sufrimiento puede aumentar los sufrimientos de aquellos que le aman.
  • Antes de examinar la respuesta más adecuada al dilema del sufrimiento ofrecida por el NT tal como es interpretado en.la tradición católica, algunas reflexiones preliminares pueden circunscribir con más-exactitud.

el tema. Como ya se ha observado, el sufrimiento debe ser reconocido como una realidad, incluso si es la “realidad de una apariencia”, y cualquier recurso inmediato a Dios para una recompensa celestial corre el riesgo de destruir el conocimiento de Dios a través del mundo.

El sufrimiento parece casi inevitable para un ser corporal, ya que la materialidad implica divisibilidad, limitación y posibles colisiones. Para excluir completamente la posibilidad del sufrimiento corporal el hombre tendrí­a que haber sido creado sin un cuerpo. Pero incluso para los espí­ritus puros sigue siendo posible el dolor en tanto que son limitados, y sujetos por ello, en uno u otro grado, a la libertad de otros.

La “personalidad corporativa” marca la existencia finita, y esto mucho más en la visión cristiana, donde los hombres, creados a imagen del Dios que es amor, son llamados a amar a sus semejantes; rehusar reconocer este lazo implica un pecado, así­ como una negación de la realidad finita en su naturaleza interrelacionada.

  • Efectivamente, si los hombres fueran considerados sólo individuos, responsable cada uno sólo de sí­ mismo, no existirí­a solidaridad que permitiera a los ateos protestar contra Dios en nombre de los “inocentes que sufren”.
  • Además, la percepción de la limitación implica el reconocimiento de una cierta carencia de plenitud, que engendra el deseo y el dolor de la insatisfacción.

Finalmente, para obviar toda posibilidad de sufrir, el hombre individual tendrí­a al menos que reducir a todos los demás seres libres al estado de autómatas o convertirse en el Dios infinito. Así­, detrás del deseo de evitar todo sufrimiento puede estar al acecho el pecado original de desear ser como Dios (Gén 3,5.22).

Dado el sufrimiento y la finitud del hombre, este mundo no puede ser el mejor o el peor de todos los mundos posibles. Porque todo lo que es limitado puede ser superado. En cuanto finitos, los sufrimientos humanos no pueden ser males absolutos; por el contrario, pueden ser relativizados no sólo por el que los percibe, cuya actitud influye en su percepción, sino también mediante la referencia a una realidad más grande o a una finalidad más amplia.

Así­, los sufrimientos a menudo sirven de aviso contra males mayores o están vinculados a una disciplina necesaria del cuerpo y del alma que permite el crecimiento. Los músculos se estiran y las células se dividen para desarrollar una fuerza mayor. A la inversa, la vida fácil bajo un mango enerva y debilita.

El adagio griego “Zeus añade sabidurí­a al sufrimiento” (EsQutt,o, Agamenón, 177s) ha sido glosado por L. Bloy: “Hay lugares en nuestros corazones que no existen todaví­a y donde el sufrimiento entra para que existan”. Además, los sufrimientos sirven de justo castigo por el pecado, llaman a los hombres a la conversión, ayudan a destruir el egoí­smo y abren a los hombres a la compasión y a la colaboración.

El sufrimiento por algo que es justo revela al hombre el sentido de su existencia y contribuye a una adecuada estimación de su propio valor. Ciertamente, si el sufrimiento fuera imposible, la vida se verí­a privada de todo desafí­o y aventura. Hacer una pirueta en lo más alto del Empire State serí­a tan arriesgado como sonarse las narices.

  • Si alguien intentara escapar del aburrimiento de una existencia así­, su intento de suicidio se verí­a frustrado, puesto que no podrí­a hacerse daño.
  • Ni siquiera la muerte, anticipada en el sufrimiento, es un mal absoluto.
  • Porque en un mundo de tremendo sufrimiento o de monotoní­a absoluta, la muerte serí­a una liberación.

En cualquier mundo de placer y gozo, la vida sin la muerte acabarí­a, en última instancia, en el declive de la maravilla, en la pérdida de los poderes espirituales y en la monotoní­a. Como reconocí­a Shakespeare, la condición humana mortal hace a menudo mucho más preciosos los valores: “Comprende esto, lo que hace tu amor más fuerte, / es amar bien lo que has de dejar en breve” (soneto 73).

Por más ineludiblemente ligado a la existencia humana, y a pesar de los muchos beneficios que pueda ocasionar, el sufrimiento jamás puede ser explicado plenamente. Exigir tal explicación serí­a exigir lo irracional y lo imposible por varias razones. Primera, porque el sufrimiento es siempre individual -la “masa de sufrimientos humanos” es una abstracción-, y el individuo como tal no puede ser explicado (individuum est ineffabile).

Segunda, porque los sufrimientos son percibidos como injustos -el meollo del “problema del sufrimiento”-; cualquier explicación es imposible. Porque una explicación exige una causa, que implica una necesidad; de ahí­ que si se explicara, la injusticia serí­a necesaria, y un universo inmoral serí­a un absurdo.

  1. De modo semejante, la moralidad, puesto que apela a la libertad, no puede ser reducida a una necesidad racional.
  2. La moralidad parece implicar también el sufrimiento.
  3. No sólo existe a menudo una tensión entre el placer y el deber en nuestro mundo caí­do, sino que también el verdadero grito por la justicia ante el reconocimiento de su ausencia implica dolor.

Quizá el dolor del autosacrificio deba ser incluido en la moralidad, para que una recompensa inmediata por las buenas acciones no reduzca la moralidad a una forma más elevada de egoí­smo. Sólo cuando se exige un sacrificio son apreciados con propiedad los valores morales.

  • Las reflexiones precedentes debieran impedir cualquier fácil rechazo de la existencia de Dios por el hecho de existir el sufrimiento.
  • Efectivamente, negar la existencia de Dios ni resolverí­a ni aliviarí­a el problema del sufrimiento.
  • Los sufrimientos siguen existiendo.
  • Si Dios no existe, el hombre pierde toda esperanza de una solución a su enigma real y teórico.

Además, si sólo existe este mundo de injusticia, no hay lugar a una recompensa para todos los actos buenos y malos, y la justicia se convierte en una mera construcción humana y en una ilusión. En última instancia, la justicia no puede ser impersonal, porque las intenciones, así­ como las acciones de los hombres, deben ser juzgadas y recompensadas sólo un ser omnisciente, omnipotente, puede cumplir tal justicia.

  1. Una observación final concierne a la supuesta inocencia de los niños.
  2. Como han observado muchos desde Agustí­n hasta,Freud, los niños son egoí­stas, a,menudo vengativos, pequeños brutos cuyos.hábitos tienen que ser corregidos a medida que maduran.
  3. Además, la teologí­a católica sostiene que después del pecado de Adán sólo Cristo y su madre estuvieron absolutamente libres de pecado, y ambos se sacrificaron libremente a sí­ mismos por los pecadores.

Ciertamente, sólo Cristo es Hijo de Dios por naturaleza; todos los demás nos convertimos en hijos adoptivos de Dios por la fe en Jesús (Gál 4,1-7; Jn 1,14s). Dios envió el Espí­ritu de su Hijo a los corazones de los cristianos para que griten “Abba, Padre” (Gál 4,6; Rom $,15).

  • Puesto que Jesús enseñó a sus discí­pulos a llamar a Dios Padre, los cristianos deben usar esa denominación en el sentido que Jesús querí­a.
  • Pera Jesús, de forma explí­cita, se confió a sí­ mismo a su Abba y su Padre en Getsémaní­ y en la cruz (Mc 14,36; Lc 23, 46).
  • San Pablo vio el’amor paternal de Dios revelado en que él no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos; en lo sucesivo nada, no importa lo cruel u horrendo que sea, puede separar a los creyentes del amor de Dios en Cristo (Rom 8,28-39).

Una vez que el pecado hizo astillas la unidad original de la humanidad, el mundo se convirtió en un lugar ambiguo, en el que la existencia de un Dios de amor podí­a ser puesta en duda. Por eso, para dar un signo de amor y reconstituir la unidad de la humanidad, el Hijo eterno se hizo hombre.

  1. Esta entrada del amor en el mundo de pecado inició un conflicto que condujo a la muerte de Jesús.
  2. Esta muerte reveló plenamente el significado de su vida de amor autosacrificial.
  3. Porque, aunque condenado a muerte por pecadores, Jesús simultáneamente se ofreció a sí­ mismo libremente a su Padre y por los pecadores.
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Como penetración total de la naturaleza humana por la libertad personal divina, la muerte de Jesús simultáneamente significó la conquista del amor sobre la muerte y el pecado, victoria que se manifestó escatológicamente en la resurrección. En adelante las heridas de los sufrimientos de Cristo sirven como trofeos de su victoria, y los cristianos tienen que ser transformados en la muerte de Jesús, crucificados para el mundo, para compartir la vida del resucitado, que es salvación (Rom 6,1-11; Gá1.2,19; 6,14; Jn 3,3-8; 5,24; IJn 3,14).

  1. Como en el AT, la justicia de Dios reina soberana, pero ahora el énfasis ha sido trasladado a su gratuidad, que justifica.
  2. Dios recompensará al justo y castigará al malo para toda la eternidad, pero la norma del juicio es Cristo (Mt 25,32ss).
  3. Además, puesto que el tiempo escatológico ha irrumpido ya (Mc 1,15; Jn 5,24s; Gál 4,4), la salvación está presente en el mundo en la unión de amor que es el cuerpo de Cristo.

La incorporación del individuo a la koinonia de la Iglesia da un nuevo sentido a su sufrimiento. Son una parte de los sufrimientos de Cristo lo que se desborda sobre él (2Cor 1,5; Flp 3,10); sirven también para “completar lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia” (Col 1,24).

Del mismo modo que la infinitud de Dios no excluye a las criaturas, tampoco su omnipotencia destruye la libertad humana, sino que ambas constituyen su condición de posibilidad, así­ los sufrimientos de Cristo, suficientes en sí­ mismos para salvar a todos, abren el camino a la contribución del hombre en el amor para la obra de salvación.

La personalidad corporativa es revitalizada en la Iglesia, y el sufrimiento encuentra su sentido más profundo. Además, implicando una llamada a la conversión, una purificación de hábitos pecaminosos o una prueba de fidelidad que va implí­cita en el verdadero ejercicio de la libertad, el sufrimiento se convierte ahora en una invitación a unirse a la obra redentora de Cristo y en una posibilidad de participar más profundamente en su amor autosacrificial.

En este amor el creyente participa también en la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, es decir, la vida eterna. La presencia continua de Dios en la historia ha revelado así­ el misterio de amor que, por caminos no soñados por Job, ha dominado las fuerzas del mal, conquistándolas al sufrirlas.

El amor autosacrificial de Dios también destruye la autojustificación humana y protesta contra el pecado de Adán. Una vez que el aplastante amor de Cristo es aceptado, el plan original de amor de Dios, que abarca a todos y cada uno para bien y para mal, puede ser aceptado sin recriminación, porque donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia (Rom 5,12-21); la ley de solidaridad, que sobrepasa a la justicia retributiva, trabaja ahora para la salvación del hombre.

Así­, a través del misterio del amor redentor de Cristo no sólo son sintetizadas todas las explicaciones del sufrimiento ofrecidas en el AT, sino que también el sufrimiento, la escoria de la experiencia humana que otras religiones intentan eludir o mitigar, ha sido transformado en un medio de amor creciente.

La victoria de Cristo sobre la cruz ha otorgado a los cristianos el poder de afirmar y de dar gracias a Dios por las tristezas y tribulaciones, que realizan su cada vez más grande semejanza con Cristo, así­ como por los gozos y las cosas agradables de la vida.

  • En Cristo, la destrozada unidad de la existencia es restaurada y hallada muy buena.
  • Aunque este modo redentor de entender el sufrimiento ha estado implantado largo tiempo en la tradición católica halló una expresión especialmente apta en la devoción al sagrado corazón de Jesús.
  • Esta devoción al corazón traspasado de Cristo, como sí­mbolo de su amor, que llama a los hombres a unirse a su obra de redención, ha sido recomendada a los fieles por muchos papas después de las revelaciones mí­sticas hechas a santa Margarita Marí­a de Alacoque en Paray-le-Monial, en Francia, durante el siglo xvii.

BIBL.: FLICK M., SJ, y ALZEGHY Z., SJ, ll Mistero della Croce, Queriniana, Brescia 1978; FRAINE J. de, SJ, Adam el son lignage, Desclée de Brouwer Parí­s 1959; JOURNET C., Le Mal, Desclée de Brouwer, Parí­s 1961 ; JONGEL E., Dios como misterio del mundo, Salamanca 1984; MCDERMOTTJ., SJ, Sofferenza umana nella Bibbia, Dehoniane, Roma 1990; ID, The Biblical Doctrine ofkoinonia, en “BZ” 19 (1975) 66-77; 219-233; ID, ll Senso della sofferenza, en “La Civiltá Cattolica” 137 (1986) 112-126; MOLTMANN J., El Dios crucificado, la cruz de Cristo como base y crí­tica de toda teologí­a cristiana, Sí­gueme, Salamanca 1975.J.M.

  1. LATOURELLE – FISICHELLA, Diccionario de Teologí­a Fundamental, Paulinas, Madrid, 1992
  2. Fuente: Nuevo Diccionario de Teología Fundamental
  3. / Mal/Dolor
  4. Fuente: Diccionario Católico de Teología Bíblica

“Me complazco en las aflicciones, en las angustias” (2Cor 12,10) osa escribir Pablo a los convertidos de Corinto. El cristiano no es un estoico que cante “la majestad de los sufrimientos humanos”, sino discí­pulo del “jefe de nuestra fe” que “en lugar del gozo que se le proponí­a soportó la cruz” (Heb 12,2).

El cristiano mira todo sufrimiento a través de Jesucristo; en Moisés “que estimó el oprobio de Cristo como una riqueza superior a los tesoros de Egipto” (Heb 11,26) reconoce la ‘pasión del Señor. ¿Pero qué significados tiene el sufrimiento en Cristo? ¿Cómo el sufrimiento, tan frecuentemente *maldición en el AT, se convierte en *bienaventuranza en el NT? ¿Cómopuede Pablo “sobreabundar de gozo en todas las tribulaciones” (2Cor 7, 4; cf.8,2)? ¿Será la fe insensibilidad o exaltación enfermiza? AT.I.

Lo SERIO DEL SUFRIMIENTO. La Biblia toma en serio el sufrimiento; no lo minimiza, lo compadece profundamente y ve en él un mal que no debiera haber.1. Los gritos del sufrimiento. Lutos, derrotas y *calamidades hacen que se eleve en la Escritura un inmenso concierto de gritos y de quejas.

  1. Es tan frecuente el gemido en ella que dio origen a un género literario propio, la lamentación.
  2. Las más de las veces estos gritos se elevan a Dios.
  3. Cierto, el pueblo grita ante el faraón para obtener pan (Gén 41,55), y los profetas gritan contra los tiranos.
  4. Pero los esclavos de Egipto gritan a Dios (Ex 1,23s), los hijos de Israel gritan a Yahveh (14,10; Jue 3,9) y los salmos están llenos de estos gritos de aflicción.

Esta letaní­a del sufrimiento se prolonga hasta el “gran clamor y hasta las lágrimas” de Cristo ante la muerte (Heb 5,7).2. El juicio pronunciado sobre el sufrimiento responde a esta rebelión de la sensibilidad: el sufrimiento es un mal que no debiera ser.

Desde luego, se sabe que es universal: “El hombre nacido de la mujer tiene una vida breve repleta de miserias” (Job 14,1; cf. Eclo 40,1-9), pero uno no se re-signa a ello. Se sostiene que *sabidurí­a y salud van de la mano (Prov 3,8; 4,22; 14,30), que la salud es un beneficio de Dios (Eclo 34,20) por razón del cual se le alaba (Eclo 17, 27) y se le pide (Job 5,8; 8,5ss; Sal 107,19).

Diversos salmos son oraciones de *enfermos que piden la curación (Sal 6; 38; 41; 88). La Biblia no es dolorista; hace el elogio del médico (Eclo 38); aguarda la era mesiánica como un tiempo de curación (Is 33,24) y de resurrección (26,19; 29,18; 61,2).

  1. La curación es una de las obras de Yahveh (19,22; 57,18) y del *Mesí­as (53,4s).
  2. La serpiente de bronce (Núm 21,6-9) ¿no viene a ser una figura del Mesí­as (Jn 3,14)? II.
  3. EL ESCíNDALO DEL SUFRIMIENTO.
  4. La Biblia, profundamente sensible al sufrimiento, no puede, como tantas religiones en torno a ella, recurrir para explicarlo a querellas entre los diferentes dioses o a soluciones dualistas.

Cierto que para los exilados de Babilonia, abrumados por sus *calamidades “inmensas como el mar” (Lam 2,13), era muy grande la tentación de creer que Yahveh habí­a sido vencido por uno más fuerte; sin embargo, los profetas, para defender al verdadero Dios, no piensan en excusarlo, sino en sostener que el sufrimiento no se le escapa: “Yo hago la luz y creo las tinieblas, yo hago la felicidad y provoco la desgracia” (Is 45,7; cf.63,3-6).

  1. La tradición israelita no abandonará jamás el atrevido principio formulado por Amós: “¿Sucede alguna desgracia en una ciudad sin que Dios sea su autor?” (Am 3,6; cf.
  2. Ex 8,12-28; Is 7,18).
  3. Pero esta intransigencia desencadena reacciones tremendas: ” ¡No hay Dios!” (Sal 10,4; 14,1) concluye el impí­o ante el mal del mundo, o sólo un Dios “incapaz de conocimiento” (73,11); y la mujer de Job, consecuente: “¡Maldice a Dios!” (Job 2,9).

Sin duda se sabe distinguir en el sufrimiento lo que comporta alguna explicación. Las heridas pueden ser producidas por agentes naturales (Gén 34,25; Jos 5,8; 2Sa 4,4), los achaques de la vejez son normales (Gén 27,1; 48,10). Hay en el universo poderes malignos, hostiles al hombre, los de la *maldición y de *Satá El *pecado acarrea la desgracia (Prov 13,8; Is 3,11; Eclo 7,1), y se tiende a descubrir una falta como origen de toda desgracia (Gén 12,17s; 42, 21; Jos 7,6-13): tal es la convicción de los amigos de Job.

Como fuente de la desgracia que pesa sobre el mundo hay que señalar el primer pecado (Gén 3,14-19). Sin embargo, ninguno de estos agentes, ni la naturaleza, ni el azar (Ex 21,13), ni la funesta fecundidad del pecado, ni la maldición (Gén 3, 14; 2Sa 16,5) ni Satán mismo se sus-traen al poder de Dios, de modo que fatalmente resulta implicado Dios.

Los profetas no pueden comprender la felicidad de los impí­os y la des-gracia de los justos (Jer 12,1-6; Hab 1,13; 3,14-18), y los justos perseguidos se creen forzosamente olvidados (Sal 13,2; 31,13; 44,10-18). Job en-tabla un *proceso contra Dios y le intima a explicarse (Job 13,22; 23,7).

  1. III. EL MISTERIO DEL SUFRIMIENTO.
  2. Profetas y sabios, deshechos por el sufrimiento, pero sostenidos por su *fe, entran progresivamente “en el *misterio” (Sal 73,17).
  3. Descubren el valor purificador del sufrimiento, como el del *fuego que separa el metal de sus escorias (Jer, 9,6; Sal 65,10), su valor *educativo, el de una corrección paterna (Dt 8,5; Prov 3,11s; 2Par 32,26.31), y acaban por ver en la prontitud del *castigo un como efecto de la benevolencia divina (2Mac 6,12-17; 7,31-38).

Aprenden a acoger en el sufrimiento la *revelación de un *designio divino que nos confunde (Job 42,1-6; cf.38,2). Antes que Job, José lo reconocí­a delante de sus hermanos (Gén 50,20). Semejante designio puede explicar la *muerte prematura del sabio, preservado así­ de pecar (Sab 4,17-20).

  • En este sentido el AT conoce ya una *bienaventurada de la mujer *estéril y del eunuco (Sab 3,13s).
  • El sufrimiento, incluido por la fe en el *designio de Dios, viene a ser una *prueba de alto valor que Dios reserva a los *servidores de quienes está orgulloso, *Abraham (Gén 22), Job (1,11; 2,5), Tobí­as (Tob 12,13) para enseñarles lo que vale Dios y lo que se puede sufrir por él.

Así­ Jeremí­as pasa de la rebelión a una nueva conversión (Jer 15,10-19). Finalmente, el sufrimiento tiene valor de intercesión y de *redención. Este valor aparece en la figura de *Moisés, en su oración dolorosa (Ex 17,11ss; Núm 11,1s) y en el sacrificio que ofrece de su vida para salvar a un pueblo culpable (32,30-33).

  1. No obstante, Moisés y los profetas más probados por el sufrimiento, como Jeremí­as (Jer 8,18.21; 11,19; 15,18), no son sino figuras del siervo de Yahveh.
  2. El *siervo conoce el sufrimiento bajo sus formas más tremendas, más escandalosas.
  3. Ejerció sobre él todos sus estragos, lo desfiguró, ‘hasta el punto de no provocar ya ni siquiera compasión, sino horror y desprecio (Is 52,14s; 53,3); no es en él un accidente, un momento trágico, sino su existencia cotidiana y su signo distintivo: “hombre de dolores” (53,3); parece no poder explicarse sino por una falta monstruosa y por un *castigo ejemplar del Dios *santo (53,4).

En realidad hay falta, y de proporciones increí­bles, pero no precisa-mente en él: en nosotros, en todos nosotros (53,6). El es inocente, lo cual es el colmo del *escándalo. Ahora bien, ahí­ está precisamente el *misterio, “el logro del designio de Dios” (53,10).

Inocente, “intercede por los pecadores” (53,12) ofreciendo a Dios no sólo la súplica del corazón, sino “su propia vida en expiación” (53,10), dejándose confundir entre los pecadores (53,12) para tomar sobre sí­ sus faltas. De este modo el escándalo supremo se convierte en la maravilla inaudita, en la “revelación del brazo de Yahveh” (53,1).

Todo el sufrimiento y todo el pecado del mundo se han concentra-do en él y, por haber él cargado con ellos en la obediencia, obtiene paratodos la *paz y la curación (53,5), el fin de nuestros sufrimientos. NT.I. JESÚS Y EL SUFRIMIENTO DE LOS HOMBRES. Jesús no puede ser testigo de un sufrimiento sin quedar profundamente conmovido, con una misericordia divina (Mt 9,36; 14,14; 15,32; Lc 7,13; 15,20); si hubiese estado allá, no habrí­a muerto Lázaro : Marta y Marí­a se lo repiten (Jn 11,21.32) y él mismo lo habí­a dado a entender a los doce (11,14).

  • Pero entonces, ante una emoción tan evidente – “¡cómo le amaba!” – ¿cómo explicar este escándalo?, “¿no podí­a hacer que este hombre no muriera?” (11,36s).1.
  • Jesucristo, vencedor del sufrimiento.
  • Las curaciones y las resurrecciones son signos de su misión mesiánica (Mt 11,4; cf.
  • Le 4,18s), preludios de la *victoria definitiva.

En los *milagros realizados por los doce ve Jesús la derrota de *Satán (Le 10,19). Cumple la profecí­a del *siervo “cargado con nuestras *enfermedades” (Is 53,4) curándolas todas (Mt 8,17). A sus discí­pulos les da el poder de curar en su *nombre (Me 15,17), y la curación del tullido de la Puerta Hermosa testimonia la seguridad de la Iglesia naciente en este sentido (Act 3,1-10).2.

Jesucristo dignifica el sufrimiento. Sin embargo, Jesús no suprime en el mundo ni la *muerte, que él ha ve-nido, no obstante, a “reducir a la impotencia” (Heb 3,14) ni el sufrimiento. Si bien se niega a establecer un nexo sistemático entre la *enferme-dad o el accidente y el *pecado (Le 13,2ss; Jn 9,3), deja, sin embargo, que la *maldición del Edén produzca sus *frutos.

Es que él es capaz de cambiarlos en gozo; Jesús no suprime el sufrimiento, pero lo *consuela (Mt 5,5); no suprime las lágrimas, únicamente enjuga algunas a su paso (Lc 7,13), en signo del *gozo que unirá a Dios y a sus hijos el dí­a en que “enjugue las lágrimas de todos los rostros” (Is 25,8; Ap 7,17; 21, 4).

  1. El sufrimiento puede ser una *bienaventuranza, pues prepara para acoger el reino, permite “revelar las obras de Dios” (Jn 9,3), “la gloria de Dios” y la “del Hijo de Dios” (11,4). II.
  2. LOS SUFRIMIENTOS DEL HIJO DEL HOMBRE.
  3. A pesar del *escándalo de Pedro y de sus discí­pulos, Jesús les repite que “el Hijo del hombre debe sufrir mucho” (Mc 8,31; 9,31; 10, 33 p).

Mucho antes de la pasión Jesús “tiene familiaridad con el sufrimiento” (Is 53,3); sufre a causa de la multitud “incrédula y perversa” (Mt 17,17) como “engendros de ví­boras” (Mt 12,34; 23,33), por ser desechado por los suyos (Jn 1,11). Llora delante de *Jerusalén (Le 19, 41; cf.

  1. Mt 23,37); se “turba” al re-cuerdo de la pasión (Jn 12,27).
  2. Su sufrimiento resulta entonces una aflicción mortal, una “agoní­a”, un combate en medio de la angustia y del miedo (Mc 14,33s; Lc 22,44).
  3. La pasión concentra todo el sufrimiento humano posible, desde la traición hasta el abandono por Dios (Mt 27, 46).

Pero prueba en forma decisiva el amor de Cristo a su Padre (Jn 14, 30) y a sus amigos (15,13), es la revelación de su *gloria de Hijo (Jn 17,1; 12,31s), reúne en torno a él “en la *unidad a los hijos de Dios dispersos” (11,52), le hace capaz “de socorrer a los que se ven probados” (Heb 2,18) y de identificarse con todos los que sufren (Mt 25,35.40).

III. Los SUFRIMIENTOS DE LOS DISCí­PULOS, Una ilusión amenaza a los cristianos con la victoria de pascua: se acabó la muerte, se acabó el sufrimiento; corren peligro de ver vacilar su fe, debido a las realidades trágicas de la existencia (cf. lTes 4,13). La *resurrección no deroga las enseñanzas del Evangelio, sino que las confirma.

El mensaje de las *bienaventuranzas, la exigencia de la *cruz cotidiana (Le 9,23) revisten toda su urgencia a la luz del destino del Señor. Si a su propia madre no se le ahorró el dolor (Lc 2,35), si el Maestro “para entrar en su gloria” (Le 24,26) pasó tribulaciones y *persecuciones, los discí­pulos han de seguir el mismo *camino (Jn 15,20; Mt 10,24), y la era mesiánica es un tiempo de tribulaciones (Mt 24,8; Act,14,22; ITim 4,1).1.

Sufrir con Cristo. Así­ como, si el cristiano vive, “no es ya quien vive, sino que Cristo vive en ” (Gál 2,20), así­ también los sufrimientos del cristiano son “los sufrimientos de Cristo en ” (2Cor 1, 5). El cristiano pertenece a Cristo por su cuerpo mismo y el sufrimiento configura con Cristo (Flp 3,10).

Así­ como Cristo, “con ser el Hijo, aprendió por sus padecimientos la obediencia” (Heb 5,8), del mismo modo es preciso que nosotros “corramos al combate que se nos ofrece, puestos los ojos en el autor y consumador de nuestra fe que so-portó la cruz” (Heb 12,1s).

  1. Cristo, que se hizo solidario de los que sufren, deja a los suyos la misma ley (ICor 12,26; Rom 12,15; 2Cor 1,7).2.
  2. Para ser glorificados con Cristo.
  3. Si “sufrimos con él”, es “para ser también glorificados con él” (Rom 8,17); “si llevamos en nuestro cuerpo siempre y en todas partes los sufrimientos de muerte de Jesús”, es “a fin de que la *vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo” (2Cor 4,10).

“El favor de Dios que se nos ha otorgado es no sólo creer en Cristo, sino sufrir por él” (Flp 1,29). Del sufrimiento sobrellevado con Cristo no solamente nace “el peso eterno de *gloria preparado por encima de toda medida” (2Cor 4,17) más allá de la muerte, sino también, ya desde ahora, el *gozo.

  • -> Calamidades – Consolación – Cruz – Prueba – Enfermedad – Maldición – Mártir – Muerte – Paciencia – Persecución – Tristeza – Visita.
  • LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teologí­a Bí­blica, Herder, Barcelona, 2001
  • Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas

En la Biblia se considera que el sufrimiento es un intruso en este mundo creado. La creación “era buena en gran manera” inicialmente (Gn.1.31). Cuando entró el pecado, entró también el sufrimiento en forma de conflicto, dolor, corrupción, tráfago y muerte (Gn.3.15–19).

En los nuevos cielos y tierra el sufrimiento ha sido abolido finalmente (Ap.21.4; Is.65.17ss). La obra de Cristo consiste en librar al hombre del sufrimiento, la corrupción y la muerte (Ro.8.21; 1 Co.15.26), como también del pecado (Mt.1.21). Si bien se considera que Satanás tiene poder para hacer sufrir al hombre (2 Co.12.7; Job 1.12; 2.6), sufren solamente en la mano de Dios, y es Dios quien controla y manda el sufrimiento (Am.3.6; Is.45.7; Mt.26.39; Hch.2.23).

El peso del sufrimiento siempre ha sido sentido profundamente por el pueblo de Dios (Gn.47.9; 2 S.14.14). Su presencia a menudo constituía un problema, ya que se consideraba que era enviado por Dios (Sal.39.9), y por ende tenía que vincularse con el hecho del amor y la justicia de Dios (Sal.73), Por consiguiente, en medio del sufrimiento el hombre estaba obligado a decidir en qué medida podía vivir por fe, y resistir la exigencia de una explicación racional.

El problema no era tan agudo en momentos en que el sentido de solidaridad dentro de la comunidad era fuerte, y el individuo, como miembro responsable de su tribu o familia en todas las circunstancias, podía aceptar el juicio y el sufrimiento que recaía sobre su pueblo como su propia responsabilidad (Jos.7).

Pero el problema se hacía más urgente cuando se destacaba la relación responsable de cada individuo para con Dios (Jer.31.29; Ez.18.2–4). La fe verdadera, en lucha con el problema y la carga del sufrimiento no requiere una justificación inmediata y completa de parte de Dios.

Puede esperar en la oscuridad (Hab.2.2–4). Encuentra en la realidad de la presencia y la bondad de Dios un factor más decisivo en la situación actual que, incluso, la amargura del dolor (Sal.73.21–23), y está dispuesto a contraponer a la forma distorsionada de las cosas presentes el nuevo orden perfecto de las cosas en el reino de Dios, del que ya ha recibido un anticipo (Sal.73.24–26; Ro.8.18; 2 Co.4.16–18).

Pero el hombre de fe no es insensible al carácter desconcertante del problema. El libro de Job lo muestra experimentando en grado extremo la amargura y la perplejidad del sufrimiento que no tiene explicación, negándose a aceptar teorías racionales que someten los caminos de Dios al simple cálculo humano, perdiendo temporariamente el equilibrio, pero capaz finalmente de recuperarse y, en última instancia, mediante una sobrecogedora visión de Dios mismo, alcanzando una certidumbre en la que puede triunfar sobre todas sus dificultades aun cuando todavía no pueda, y sabe que jamás podrá, proporcionar una explicación racional para todas las circunstancias por las que se atraviesa en esta vida.

Por lo tanto, si bien se afirma que tales soluciones son inadecuadas cuando se aplican en forma generalizada, algunas veces, no obstante, se dan razones concretas y aceptables para ciertos casos de sufrimiento (cf. Sal.37), y aparecen varias líneas de pensamiento sobre el problema que convergen. El sufrimiento puede ser resultado del pecado (Os.8.7; Lc.13.1–5; Gá.6.8), tanto para el individuo (Sal.1) como para la comunidad y la nación (Am.1–2).

A veces puede considerarse como castigo administrado por Dios, o como castigo destinado a corregir la conducta de su pueblo (Pr.3.12; Jue.2.22–3.6), o un medio por el cual los hombres son probados o purificados (Sal.66.10; Stg.1.3, 12; 1 P.1.7; Ro.5.3) o acercados a Dios para entrar en una nueva relación de dependencia y comunión (Sal.119.67; Ro.8.35–37).

  1. Por ello el sufrimiento puede ser para bien (Ro.8.28ss), o puede tener el efecto opuesto (Mt.13.21).
  2. Al dar testimonio de los sufrimientos del Mesías venidero (1 P.1.10–12) los escritores del AT aprenden que Dios puede dar nuevo significado al sufrimiento.
  3. Su propia experiencia al servir a Dios en sus propósitos redentores para con Israel les enseñó que el amor de Dios tiene que ocuparse de compartir la aflicción y la vergüenza de aquellos a quienes estaba procurando redimir, como también de soportar sus reproches (Os.1–3; Jer.9.1–2; 20.7–10; Is.63.9).

Por lo tanto su verdadero Siervo, que cumplirá perfectamente su voluntad redentora, será un Siervo sufriente, Dicho sufrimiento no surgirá solamente como resultado de la fidelidad a Dios en el cumplimiento de su vocación, sino que ha de constituir la vocación misma que debe cumplir (Is.53).

  1. Un nuevo significado y un nuevo propósito vicarios aparecen ahora en ese sufrimiento de carácter único, en el que un solo ser ha de sufrir en lugar de todos, a la vez que como representante de todos.
  2. El sufrimiento puede adquirir nuevo significado para los que son miembros del cuerpo de Cristo.
  3. Pueden compartir los sufrimientos de Cristo (2 Co.1.5ss; Mr.10.39; Ro.8.17), y considerarse comprometidos en una carrera o vocación de sufrimiento (Fil 1.29; 1 P.4.1–2), ya que los miembros del cuerpo deben identificarse con la Cabeza en este sentido (Fil.3.10; Ro.8.29) como también con respecto a su gloria.

Cualquiera sea la forma que adopte el sufrimiento del cristiano se lo puede considerar como una cruz que se puede llevar al seguir a Cristo por el camino de su cruz (Mt.16.24; Ro.8.28–29). Este sufrimiento es, en efecto, el camino inevitable que conduce a la resurrección y la gloria (Ro.8.18; He.12.1–2; Mt.5.10; 2 Co.4.17s).

  1. El medio para entrar en el reino de Dios es la tribulación (Hch.14.22; Jn.16.21).
  2. La llegada de la nueva era está precedida por dolores de parto en la tierra, los que la iglesia comparte en forma decisiva (Mt.24.21–22; Ap.12.1–2, 13–17; cf., p.
  3. Ej., Dn.12.1; Mi.4.9–10; 5.2–4).
  4. Dado que los sufrimientos de Cristo son suficientes en sí mismos para dejar libres a todos los hombres (Is.53.4–6; He.10.14), es enteramente por gracia, y de ningún modo por necesidad, el que se pueda considerar que los sufrimientos en los que su pueblo participa con él completan lo que falta de sus aflicciones (Col.1.24), y que proporcionan comunión en su sufrimiento vicario y redentor.

Bibliografía. °C.S. Lewis, El problema del dolor, 1977; M. Buber, La hora de Job, 1970; D. Solle, Sufrimiento, 1978; P. Young, Dónde está Dios cuando se sufre, 1980; B. Gartner, “Sufrimiento”, °DTNT, t(t). IV, pp.236–245; G. von Rad, Teología del Antiguo Testamento, 1978, t(t).

I, pp.486–491; J. Scharbert, “Dolor”, Conceptos fundamentales de teología, 1967, t(t). I, pp.461–470.A.S. Peake, The Problem of Suffering in the Old Testament, 1904; S.R. Driver y G.B. Gray, Job, ICC, 1921; ERE ; C.S. Lewis, The Problem of Pain, 1940; H.E. Hopkins, The Mystery of Suffering, 1959; W. Eichrodt, Man in the Old Testament, 1951; H.H.

Rowley, Submission in Suffering, 1951; J. Scharbert y J. Schmidt, “Suffering”, en EBT, 3, 1970, pp.890–897; J. Bowker, The Problem of Suffering in the World Religions, 1970; B. Gartner, NIDNTT 3, pp.719–726.  R.S.W.  Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion.
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¿Qué parte de la Biblia habla del sufrimiento?

La Nación / ¿Por qué Dios permite el sufrimiento?

Pr. Emilio Agüero Esgaib [email protected] twitter: @emilioaguero – http://www.emilioaguero.com/

Dios es un Dios de promesas y bendiciones para con aquellos que confían en Él. De esas promesas está saturada la Biblia. Dios ama, bendice, provee, sana, libera, salva, trae plenitud, protege. Todo eso dice la Biblia y todo eso es verdad. Sin embargo, sufrimos.

  1. ¿Por qué? Muchos creen que es contradictorio que un Dios de amor permita el sufrimiento.
  2. Sin embargo, la Biblia también es muy clara en que, por distintos motivos y a veces misteriosos, ajenos a nuestro entendimiento y solo explicables en la soberanía y la providencia de Dios, los creyentes tienen que sufrir.

La Biblia no esconde esa realidad. Podemos ver a lo largo de todas las escrituras cómo hombres y mujeres piadosos, amantes de Dios y de una fe férrea han sufrido. Es más, creo que ni uno se salva de pasar por penurias. Tal vez el libro más antiguo de las escrituras, el de Job, ya afirma que “el hombre nacido de mujer es corto de días y hastiado de sinsabores” (Job 14.1).

Jesús nunca manipuló a sus seguidores presentándoles una vida lejos de las aflicciones. Él dijo en Juan 16.33: “Les he dicho todo lo anterior para que en mí tengan paz. Aquí en el mundo tendrán muchas pruebas y tristezas; pero anímense, porque yo he vencido al mundo”. Pero, ¿es realmente necesario el sufrimiento? Tenemos que creer y entender de manera profunda la promesa del Señor de que “todo ayuda a bien a los que aman al Señor” (Ro 8.28), y que todo en la vida del creyente tiene un propósito de santificación, purificación y dependencia profunda hacia nuestro Dios.

La Biblia nos muestra varios motivos por los cuales Dios permite el sufrimiento en sus hijos y cómo utiliza esas circunstancias para acercarnos a Él. Estas circunstancias con su gracia nos ayudan a confiar y tener paz en su Soberanía. Encontramos que el apóstol Pablo sufrió una tribulación física, una enfermedad, y con oración y ayuno pidió a Dios lo librase de esa aflicción y Dios le dijo sencillamente: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en tu debilidad” (2 Co.12.9).

  • Osea, el poder de Dios adquiere más relevancia en nuestra humillación y dependencia que cuando nos sentimos fuertes y autosuficientes.
  • Tenemos que entender aún que el motivo básico del sufrimiento es el pecado.
  • Estamos en un mundo caído y este seguirá así hasta la redención plena, que se dará en el futuro.
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Por lo tanto, el sufrimiento, la enfermedad, la traición, la injusticia, el dolor y la muerte seguirán siendo parte de esta humanidad. Podemos estar de acuerdo con eso o no, pero es lo que la Biblia dice y la realidad lo confirma. Estos son algunos, pero de seguro no todos los motivos por los cuales Dios permite el sufrimiento en sus hijos.1) Dios utiliza el sufrimiento para pulirnos, perfeccionarnos y fortalecernos.

También esto hace que por medio del sufrimiento evitemos el pecado. Salmos 66.10-12 y Hebreos 2.10.2) El sufrimiento permite que la vida de Cristo, que estuvo llena de sufrimientos pero así también de victorias, se manifieste en nosotros (2 Corintios 4.7-11). También este pasaje nos enseña que lo mejor en la vida cristiana no es la ausencia de dolor sino el parecernos más a Cristo.3) El sufrimiento doblega el orgullo humano y nos hace humildes y dependientes de Dios.

El mayor obstáculo para creer, crecer y santificarnos es el orgullo, y la tribulación lo derrota (2 Co 12.7-9).4) El sufrimiento en la vida de un verdadero cristiano le hace tener la misma actitud de Cristo, o sea, forma su carácter a un carácter santo, manso, humilde y lleno de gracia (Filipenses 2.1-11).
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¿Cómo hacer para dejar de sufrir?

Para dejar de sufrir, tengo que explorar, arriesgar en cosas nuevas, proyectar nuevas ideas, descubrir un mundo diferente Para dejar de sufrir, tengo que superar la pereza, ponerme a andar aunque no tenga fuerzas, ponerme de pie, salir a la calle, esforzarme y sacar fuerzas de dónde ‘parece’ que no las hay
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¿Qué dice Pablo sobre el sufrimiento?

Porque Sufrimos Según La Biblia «El dolor es inherente a la misma existencia de un mundo en el que las almas pueden encontrarse».C.S. Lewis Se quiera o no, el dolor o sufrimiento forma parte de las fibras de la vida misma y ha estado presente, desde sus inicios, tanto en la reflexión como en la experiencia cristiana.

Por lo tanto, es un tema que podemos abordar o que debemos reflexionar profunda y bíblicamente. Al leer la segunda misiva de Pablo a la iglesia de Dios en Corinto (1:1), no se puede negar que uno de sus principales argumentos es el tema del sufrimiento; de hecho, lo da por sentado desde los primeros versículos.

La misma invocación de 1:3 será la llave para poder entender las diferentes analogías, ejemplos y comparaciones que hará el Apóstol sobre dicho tema: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación ».

  1. El sufrimiento en 2 de Corintios Existen por lo menos dos pasajes en la carta que instruyen sobre el sufrimiento (1:3-11 y 11:21b-30).
  2. Con respecto al primero, con la declaración presente en el v.3, Pablo «apremia a todos los corazones doloridos y angustiados que busquen su fortaleza en Dios».
  3. Es posible que el término «misericordia» se refiera a la preocupación compasiva de Dios hacia sus hijos.

Además, la consolación en este contexto apunta a la seguridad de que Dios no está en contra de los que sufren, sino para ellos. Parece claro que el Apóstol busca afirmar el carácter de Dios en su mensaje. Muchas veces en momentos de angustia el que sufre puede sentirse abandonado por Dios, pero Pablo ataca esta idea al recordar que Dios está por y para el que sufre, ya que él es compasivo y consolador.

  • Una segunda verdad presente en este párrafo es el propósito terapéutico de los que son objeto de consolación: « consolar a los que están en toda aflicción, por medio de la consolación con que somos consolados por Dios» (1:4).
  • Aquellos que son receptores del consuelo divino tienen la tarea de ser agentes de consolación a los que sufren aflicciones.

En este sentido, «la iglesia tiene la divina encomienda de convertirse en fiel modelo del amor de Dios en el mundo y a favor del mundo. En esto consiste el significado y la permanencia de la afirmación de que la iglesia, como comunidad intermedia clave, está llamada a ser la comunidad sanadora por excelencia».

Lo expuesto en 2 Co 1:8-11 presenta los conceptos, quizás, más paradójicos del sufrimiento: la confianza y la esperanza. Pablo mismo se pone como ejemplo al mencionar su experiencia en Asia. Recuerda que lo que experimentó fue más allá de sus propias fuerzas, pero reconoce que lo vivido ha tenido como propósito el confiar en Dios (1:9).

Esta confianza es tan plena que el Apóstol sabe que el poder de Dios es incluso sobre la muerte. Para Pablo los sufrimientos, que en algunos casos lo han sobrepasado, le han llevado a experimentar consuelo, ser de consuelo, tener confianza y esperanza en el Dios que incluso resucita a los muertos. Porque Sufrimos Según La Biblia En 2 Co 11:21b-30, Pablo expone a sus lectores una lista de sufrimientos y peligros que ha experimentado. Esta lista no es nada sutil: pasa desde golpes con palos hasta naufragios. Sin embargo, en ningún momento se queja de esto. De hecho, en otra de sus cartas confiesa que ha aprendido a vivir en abundancia o escasez, y a contentarse cualquiera sea su situación (Fil 4:11-12).

Es decir, los sufrimientos de Pablo han sido didácticos en su vida. La enseñanza que ha aprendido es su dependencia de Dios. En momentos de crisis, el dolor o sufrimiento se vuelven exponenciales. Las preguntas no tienen respuestas, los problemas no tienen solución y no hay luz al final del camino. Pero en medio de todo esto Pablo hace un llamado difícil de asimilar, pero más difícil de ignorar: dependencia de Dios.

La dependencia no se da en un vacío, se da en el conocer al Dios de la historia. En el pasado Pablo experimentó la bondadosa mano de Dios en medio de situaciones inimaginables, y es por eso que ahora, con toda autoridad, invita a sus lectores a depender del Dios compasivo y consolador.
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¿Que nos enseña Jesús sobre el sufrimiento humano?

El sufrimiento de Jesús, para poder entenderlo, hay que encuadrarlo en su alegría de vivir – En Jesús, tanto el sentimiento de alegría como de dolor parten de la experiencia de Dios, El dolor es un dolor aceptado como parte de nuestro acercamiento a Dios y no como fruto de culpa o castigo por el mal.

Jesús acepta el dolor desde la fe, como algo que debe ser vencido. Jesús ve el dolor como parte de la sensibilidad en el amor, como forma de sintonía y capacidad de respuesta ante el dolor o necesidad ajenos. El dolor de Jesús es una apertura hacia y ante el dolor ajeno que lo potencia e impulsa a aliviar el dolor de los demás.

Nosotros, en cambio, muchas veces vemos el dolor como castigo, como algo ajeno a nuestra naturaleza y por ello nos paraliza, nos quita capacidad de amar, de gozar y de interesarnos por los demás. No estamos ni queremos estar familiarizados con él; nos hacemos insensibles.

  • La realidad de la vida nos hace experimentar que solo el que sabe sufrir es el que sabe vivir y amar.
  • El sufrimiento de Jesús, para poder entenderlo, hay que encuadrarlo en su alegría de vivir : su anuncio de la “buena nueva”, sus encuentros con la gente llenos de esperanza,
  • En él comprendemos que solo tienen capacidad de alegrarse verdaderamente los que son también capaces de asumir el sufrimiento,

Muchas veces el precio que tenemos que pagar por evitar a toda costa el dolor es la insensibilidad frente a todo lo que vale la pena en la vida. No es por casualidad que allí donde nuestro mundo es más hedonista, donde se evita el dolor a toda costa, en los países más desarrollados, se dan el hastío, la angustia y aun la desesperación y el suicidio.

No podemos seguir desarrollando esa sensibilidad puramente epidérmica del hombre posmoderno, cultivando un cristianismo sin interioridad ni experiencia profunda donde el individuo pueda refugiarse de la dureza e indiferencia de nuestro sistema, encerrándose en una fe privada, individualista y sentimentalista.

El único criterio de verificación de nuestro ser cristiano y humano es nuestro amor concreto y real a los demás, con las consecuencias que eso implica. Como nos lo señala muy firmemente el evangelio de Juan: “quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (I Jn.4, 20).

  1. Si algo nos va a pedir y aun exigir este siglo XXI que comienza, es la capacidad de conmovernos frente a la desdicha ajena, el gesto de acogida y comprensión ante el dolor del otro.
  2. Será necesario aquel principio de misericordia que rigió toda la vida de Jesús y que lo llevaba a que se le “conmovieran las entrañas” ante el dolor ajeno, y que a su vez lo señala y pone como modelo en la parábola del “Buen Samaritano”, en la cual queda expresada la actitud humana por excelencia.

Solo cuando nos sintamos identificados con todo hombre, sea cual sea su condición, cuando lo valoremos y respetemos más allá de su nacionalidad, religión, raza, condición humana o género, habremos entendido lo que es ser humano, nuestra propia humanidad.
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¿Qué sentido le da Jesús al sufrimiento humano?

Es Jesús mismo el que es curado y socorrido en el que cayó en manos de bandidos. El sentido del sufrimiento es hacer el bien con el sufrimiento y hacer el bien al que sufre. ‘No nos está permitido ´pasar de largo´, con indiferencia, sino que debemos ´pararnos´ junto a él’ (Juan Pablo II, 1984: 26).
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¿Qué dice Dios de los que sufren?

“He Aquí Tenemos Por Bienaventurados a los Que Sufren” Las Escrituras nos dicen que es esencial perseverar hasta el fin. “Por tanto, si sois obedientes a los mandamientos, y perseveráis hasta el fin, seréis salvos en el postrer “Sé paciente en las aflicciones, porque tendrás muchas; pero sopórtalas, pues he aquí, estoy contigo hasta el fin de tus días” (D.

  • Y C.24:8).
  • He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren” (Santiago 5:11).
  • Los profetas de todas las épocas nos enseñan verdaderos ejemplos de fe al demostrar su valentía mientras soportan problemas y tribulaciones para poder cumplir la voluntad de Dios.
  • El ejemplo más grande proviene de la vida de nuestro Salvador y Redentor, Jesucristo.

Mientras sufría en la cruz sobre el Calvario, sintió la soledad del albedrío cuando suplicó a Su Padre Celestial: “¿Por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46). El Salvador del mundo fue dejado solo por Su Padre para que llevara a cabo, por propia voluntad y decisión, un acto de albedrío que le permitió completar Su misión expiatoria.

Jesús sabía bien quién era Él: el Hijo de Dios; sabía cuál era su propósito: llevar a cabo la voluntad del Padre mediante la Expiación; su perspectiva era eterna: “llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (Moisés 1:39).El Señor bien podría haber llamado a legiones de ángeles para que lo rescataran de la cruz, pero con fidelidad perseveró hasta el fin y completó el propósito para el cual había sido enviado a la tierra, confiriendo así bendiciones eternas a todos aquellos que habrían de experimentar la vida terrenal.Me emociona profundamente que, cada vez que el Padre presentaba a Su Hijo a los profetas de todas las dispensaciones, declaraba: “Este es mi hijo amado, en el cual tengo complacencia” (2 Pedro 1:17), o “He aquí a mi hijo amado en quien he glorificado mi nombre” (3 Nefi 11:7)

En nuestra dispensación, el profeta José Smith soportó toda clase de oposición y aflicciones para llevar a cabo el deseo de nuestro Padre Celestial: la restauración de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. José fue atormentado y perseguido por multitudes enfurecidas; con paciencia soportó la pobreza, las acusaciones ofensivas y los actos desconsiderados; su gente fue forzada a escapar de una población a otra y de un estado a otro; lo cubrieron de brea y de plumas; lo acusaron falsamente y lo encarcelaron.

  • Hallándose en la prisión de Liberty, en Misuri, abrumado con sentimientos de profunda emoción al ver que sus propias tribulaciones y los problemas que sufrían los santos parecían ser interminables, José oró diciendo: “Oh Dios, ¿en dónde estás?.
  • Sí, oh Señor, ¿hasta cuándo sufrirán estas injurias y opresiones ilícitas, antes que tu corazón se ablande y tus entrañas se llenen de compasión por ellos?” (D y C 121:1, 3).

Y entonces le fue dicho: “Hijo mío, paz a tu alma; tu adversidad y tus aflicciones no serán más que por un breve momento” (D. y C.121:7). José sabía que si llegaba a detenerse en esta gran obra, sus tribulaciones terrenales probablemente se calmarían; pero no podía hacer eso porque sabía bien quién era él, sabia por que propósito había sido enviado a la tierra, y quería obedecer la voluntad de Dios.

  1. Los pioneros que abandonaron sus hogares en Nauvoo, Illinois y en otros lugares para atravesar las grandes llanuras y establecerse en el Valle del Lago Salado, sabían quiénes eran: eran miembros de la Iglesia del Señor recién restaurada en la tierra.
  2. Sabían que su propósito y su objetivo no solamente era encontrar Sión sino establecerla.

Y porque lo sabían, estaban dispuestos a soportar toda clase de dificultades para realizarlo. Durante el año pasado me he sentido profundamente conmovido por aquellos que comprenden esta doctrina. Con fe han sabido soportar en su vida contradicciones, problemas y tribulaciones; y al hacerlo, no sólo fueron fortalecidos personalmente por esa experiencia, sino que con su ejemplo fortalecieron a quienes les rodean.

  • Una joven mujer escribió acerca de las lecciones que ha podido aprender en su lucha por recuperarse después de un accidente automovilístico que le causó graves heridas en la cabeza.
  • No sabía cuán fuerte era yo hasta llegada la primavera de 1996.
  • Los incidentes de cierta tarde cambiaron completamente mis esperanzas con respecto a mis estudios.

En un momento me hallaba encaminada hacia mi futuro como cualquier otra alumna de secundaria, y al minuto siguiente mi vida ya no era normal. Me encontré de pronto tratando de fortalecerme a mí misma de una manera que nunca había imaginado Estaba ahora en camino, no hacia el aprender, sino hacia el aprender de nuevo Tuve que aprender a comer de nuevo; el tragar la comida que tenía en la boca era una ardua tarea que tuve que aprender de nuevo.

  1. De la cama pasé a una silla de ruedas para luego ponerme de pie y aprender de nuevo a caminar; todo en un período de cinco meses Este año pasado he logrado aprender muchas grandes verdades a raíz de mis varias dificultades.
  2. Las oraciones son realmente contestadas; el ayuno es un verdadero poder en mi familia; el amor me ha mantenido con vida he aprendido cosas nuevas en cuanto a mi misma; he aprendido a saber lo que puedo tolerar A través de todo esto he aprendido que soy mucho más fuerte de lo que suponía.

He aprendido que, si uno necesita ayuda, está bien que la pida; todos tenemos nuestras limitaciones, fortalezas y debilidades Todo conocimiento es provechoso para mí. Tal como un pichoncito que acaba de salir del cascarón, estoy aprendiendo a volar de nuevo” (Carta de Elizabeth Merkley).

Con frecuencia no sabemos lo que somos capaces de soportar hasta que no pasamos la prueba de nuestra fe. El Señor también nos ha enseñado que jamás seremos probados más de lo que podamos resistir (véase 1 Corintios 10:13). En 1968, el corredor de maratón John Stephen Akhwari representó a Tanzania en una competición internacional.

“Poco después de una hora de que el hubo cruzado la meta, John Stephen Akhwari se aproximó al estadio el último en completar la jornada., una voz le alentaba desde adentro para que siguiera, y así lo hizo. Más tarde alguien escribió: ‘Hoy día hemos visto a un joven corredor africano que simboliza lo mejor en espíritu humano, una actuación que le da significado a la palabra valentía’.

Para algunos la única recompensa es la personal. el conocimiento de que terminaron lo que se habían propuesto” (The Last African Runner, Olympiad Series, escrito, dirigido y producido por Bud Greenspan, Cappy Productions, 1976, videocasete). Cuando le preguntaron por qué había terminado una carrera que jamás podría ganar, Akhwari respondió “Mi país no me envió a 5.000 millas de distancia para que comenzara la carrera, sino para que la terminara”.

El sabía quién era: un atleta que representaba la nación de Tanzania, sabía cuál era su propósito; completar la carrera. Sabía que tenía que perseverar hasta el fin para poder regresar con honor a su tierra natal. Nuestra misión en la vida es muy similar.

  1. No nos envió nuestro Padre sólo para nacer; se nos envió a perseverar y a regresar a El con honor.
  2. Nuestra residencia en el mundo es parte de nuestra prueba terrenal.
  3. El desafío está en vivir en el mundo y no participar de sus tentaciones, las cuales nos alejarán de nuestros objetivos espirituales.
  4. Cuando nos abandonamos y nos entregamos a las artimañas del adversario, podemos perder mucho más que nuestra propia alma.

Nuestra rendición podría causar la pérdida de las almas que nos respetan en esta generación. Nuestra capitulación a las tentaciones podría afectar a los hijos y a las familias de futuras generaciones. La Iglesia no se establece en una generación. El sólido progreso de la Iglesia se va estableciendo a través de tres o cuatro generaciones de fieles santos.

El traspaso de la fortaleza de la fe para perseverar hasta el fin de una generación a la otra es un don divino de inmensurables bendiciones para nuestros descendientes. Asimismo, no podemos, por nosotros mismos, perseverar hasta el fin. Es importante que nos ayudemos al levantarnos y fortalecernos mutuamente.

Las Escrituras nos enseñan que es necesario que haya una oposición en todas las cosas (véase 2 Nefi 2:11). No es cuestión de si estamos listos para las pruebas; sino de cuándo habremos de estarlo. Debemos prepararnos para encarar las pruebas que se nos presenten sin previo aviso.

Los requisitos básicos para perseverar hasta el fin incluyen el saber quiénes somos: hijos de Dios con el deseo de regresar a Su presencia después de esta vida terrenal; entender cuál es el propósito de la vida: perseverar hasta el fin y alcanzar la vida eterna; y vivir en obediencia con el de se o y la de terminación de soportar todas las cosas: tener una comprensión eterna.

La comprensión de lo eterno nos permite vencer toda oposición en nuestro estado temporal y, finalmente, obtener las recompensas prometidas y las bendiciones de la vida eterna. Si somos pacientes en nuestras aflicciones, las soportamos debidamente y confiamos en el Señor para aprender las lecciones de la vida terrenal, el Señor estará con nosotros para fortalecernos hasta el fin de nuestros días; “el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Marcos 13;13) y regresara con honor a nuestro Padre Celestial.

  • Aprendemos a perseverar hasta el fin al aprender a cumplir con nuestras responsabilidades actuales, y simplemente al continuar haciéndolo por el resto de nuestra vida.
  • No podemos esperar que habremos de aprender a ser perseverantes en años venideros si hoy en día estamos desarrollando el hábito de darnos por vencidos cuando las cosas se tornan difíciles.

El perseverar hasta el no se relaciona con todos los mandamientos de Dios. El Señor ha llamado a hombres jóvenes para que sean misioneros. A los misioneros no se les envía sólo para que vayan a despedirlos sus amigos y sus familias; son llamados a servir una misión honorable y entonces regresar con honor a sus hogares.

Para hacerlo, saben quiénes son: misioneros de la Iglesia del Señor; conocen su propósito encontrar y enseñar a aquellos que han sido preparados para recibir el Evangelio de Jesucristo y ayudar en el establecimiento de Su Iglesia; desarrollan la paciencia al vencer los problemas y las tribulaciones que por seguro les sobrevendrán; son suficientemente humildes para aprender nuevas aptitudes y tienen la determinación de perseverar hasta el fin.

No importa lo que un misionero sacrifique para ir a una misión, debe ser obediente durante ella para recibir las bendiciones que por derecho le corresponden. Algunos podrán decir: “¿Cómo puedo ser misionero y perseverar hasta el fin? Soy tímido por naturaleza, me pongo nervioso y tartamudeo cuando hablo con gente extraña”, o “Tengo dificultades para aprender y las charles serán muy difíciles para mí”.

El Señor no promete que nos librará de nuestros impedimentos cuando seamos misioneros, pero al hacer el esfuerzo adicional requerido, vamos desarrollando nuestra capacidad para superar nuestras imperfecciones; y necesitaremos esa capacidad a través de toda la vida en cuanto a nuestras relaciones con los demás, en nuestro trabajo y con nuestras familias.

Todos tenemos que aprender a controlar algunas cosas; unas son más evidentes que otras. Cuando servimos como misioneros y nos olvidamos de nosotros mismos para llevar a cabo la obra del Señor y ayudar a los demás, se presenta la oportunidad de progresar y madurar enormemente.

  1. Cuando un joven élder deja atrás la comodidad de la familia y los amigos, y aprende a desempeñar sus aptitudes en el mundo, se convierte en un hombre y cultiva una mayor fe en que el Señor ha de guiarlo.
  2. Un misionero hace frente a muchos problemas que nunca tuvo que enfrentar anteriormente.
  3. El rendir el mejor esfuerzo posible no será suficiente para cumplir su llamamiento.

Perseverar requiere que mañana nos esforcemos más de lo que lo hicimos hoy al adquirir los dones adicionales que el Señor nos confiere. Es necesario tener fe para escuchar al Señor y a los líderes de la misión a fin de aprender a realizar todo aquello para lo cual se llama a los misioneros.

Por supuesto que es algo difícil. Es por tal razón que se trata de un don tan especial y por que produce tan grandes recompensas. Debemos reconocer quiénes somos y determinar cuál es nuestro propósito primordial. Entonces debemos decidir superar cualquier obstáculo con la gran determinación de perseverar hasta el fin.

Cuando aceptamos un llamamiento, tenemos que pensar: “Aprenderé a llevar a cabo esta tarea por todos los medios honorables y hacerlo a la manera del Señor. Estudiaré, haré preguntas, investigaré y oraré. Tengo el potencial para seguir aprendiendo. Y no habré cumplido hasta que haya completado mi asignación”.

Eso es perseverar hasta el fin: hacer las cosas hasta completarlas. La perseverancia consiste en mucho más que simplemente sobrevivir y esperar hasta el fin de nuestros días. Perseverar hasta el fin requiere tener mucha fe. En el Jardín de Getsemaní, Jesús “se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mateo 26:39).

Se requiere gran fe y valentía para orar a nuestro Padre Celestial, “no sea como yo quiero, sino como tú”. La fe para creer en el Señor y perseverar hasta el fin produce gran fortaleza. Algunos dicen que si tenemos suficiente fe a veces podemos cambiar las circunstancias que provocan nuestros problemas y tribulaciones.

¿Debemos acaso emplear nuestra fe para cambiar las circunstancias o más bien para soportarlas? Las oraciones fervientes pueden ofrecerse para cambiar o atenuar los acontecimientos en nuestra vida, pero no debemos olvidar que, al finalizar cada una de nuestras oraciones, debemos hacerlo con el entendimiento de “hágase tu voluntad” (Mateo 26:42).

La fe en el Señor incluye confianza en Él. La fe para perseverar se basa en aceptar la voluntad del Señor y en las lecciones que aprendemos en cada uno de los acontecimientos de nuestra vida. Al depositar nuestra fe en el Señor y centrar nuestra atención en la eternidad, seremos bendecidos con la capacidad para aceptar toda prueba que se nos presente, porque sabemos que la vida terrenal es solamente temporal; y si perseveramos debidamente, el Señor nos ha prometido: “Y si guardas mis mandamientos y perseveras hasta el fin, tendrás la vida eterna, que es el mayor de todos los dones de Dios” (D.

y C.14:7), Como personas, no sabemos cuándo tendrá lugar el fin de la vida terrenal. Necesitamos desarrollar la capacidad para perseverar y completar nuestras responsabilidades actuales, no importa cuán difíciles sean los días futuros. Ruego que podamos decir como Pablo dijo a Timoteo: “He peleado la buena batalla, he acabado carrera, he guardado fe” (2 Timoteo 4:7).

“He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren” (Santiago 5:11). No hay nada que tengamos que soportar que Jesús no comprenda y Él espera que nos dirijamos a nuestro Padre Celestial en oración. Testifico que si somos obedientes y diligentes, se dará respuesta a nuestras oraciones, nuestros problemas disminuirán, nuestros temores se disiparán, seremos iluminados, se disiparán las tinieblas de la desesperación y estaremos más cerca del Señor y sentiremos Su amor y el consuelo del Espíritu Santo.
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¿Que nos enseña el sufrimiento?

Cuál es el papel del sufrimiento en nuestra vidas (y cómo aprender a afrontarlo) Tal Ben-Shahar es profesor de Psicología Positiva en Harvard, la asignatura que cuenta, desde hace años, con más solicitudes de inscripción por parte de los estudiantes de la prestigiosa universidad.

En su libro La búsqueda de la felicidad (Alienta), el psicólogo repasa las últimas novedades de su campo de estudio, ofreciendo un completo manual para alcanzar el bienestar. En su opinión, la búsqueda de la perfección es el principal motivo de nuestra infelicidad. Como él dice: “O aprendemos a fallar o fallamos al aprender”.

Y para lograr esto, debemos también prepararnos para superar el sufrimiento, un tema en el que Ben-Shahar se detiene en este extracto del libro. «El sufrimiento profundo, indecible, bien puede ser llamado bautismo, regeneración, iniciación a una nueva condición».

George Eliot Mi esperanza, cuando inicié el proceso de conversión al optimalismo, era erradicar el dolor, la tristeza, la ansiedad y el sufrimiento de mi vida. Mi objetivo, evidentemente, venía dictado por mi perfeccionismo. Deseaba ver la luz, encontrarme bien —descubrir un lugar en mi interior en el que siempre estuviera contento independientemente de lo que ocurriera fuera—.

No lo encontré. Lo que sí descubrí, sin embargo, fue que el sufrimiento aportaba algunos beneficios y, en consecuencia, reconocí la importancia de aceptarlo. Si bien la búsqueda del placer y la evasión del dolor forman parte de nuestra naturaleza, la cultura juega un papel fundamental en cómo nos enfrentamos al sufrimiento.

Uno de los beneficios más significativos del sufrimiento se encuentra en que genera un profundo respeto por la realidad Si bien todavía tengo que convencerme de que se puede alcanzar un estado de gloria o nirvana, lo cierto es que se puede aprender mucho de la forma de ver la vida de los budistas, con su impermanencia e imperfecciones, sus defectos y sus desengaños. El monje tibetano Khenchen Konchog Gyaltshen Rinpoch e enumera cuatro beneficios del sufrimiento: sabiduría, resistencia, compasión y un profundo respeto de la realidad.

La sabiduría emerge de la experiencia del sufrimiento. Cuando las cosas van bien, raramente nos detenemos a cuestionarnos sobre nuestras vidas y nuestras dificultades. Una situación difícil, sin embargo, suele obligarnos a salir de nuestro estado inconsciente, haciéndonos reflexionar sobre nuestras experiencias.

Para poder ver en profundidad, para poder desarrollar lo que el rey Salomón llamaba un corazón sabio, tenemos que ser capaces de capear el temporal. Nietzsche, un hombre muy sabio, concluyó que lo que no nos mata, nos hace más fuertes. El sufrimiento puede hacernos más resistentes, más capaces de superar las dificultades.

Del mismo modo que un músculo, para fortalecerse, tiene que sufrir, nuestras emociones, para vigorizarse, también deben soportar cierto grado de sufrimiento. Helen Keller, que tuvo una vida con muchos sufrimientos y también muchas alegrías, dijo: «El carácter no puede desarrollarse cuando hay tranquilidad y todo es fácil.

Sólo pasando por la experiencia de la prueba y por el sufrimiento se puede fortalecer el alma, clarificar la visión, inspirar la ambición y alcanzar el éxito». Todo el mundo pasa por malos momentos alguna vez, y darnos permiso para sentir esta emoción universal nos conecta con una red de compasión de la que pasamos a formar parte.

El diccionario define compasión como «un profundo conocimiento del sufrimiento de otra persona acompañado del deseo de aliviarlo», pero sólo podremos obtener un profundo conocimiento del sufrimiento de los demás si hemos sufrido nosotros mismos. Un conocimiento teórico del sufrimiento tiene tan poco sentido como una descripción teórica del color azul para una persona ciega.

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Para conocer, hay que experimentar. Como dice el pastor Fritz Williams : «El sufrimiento y la felicidad nos enseñan, si les dejamos, a dar el paso a la empatía, que nos transporta al alma y al corazón de otra persona. En estos momentos transparentes, descubrimos las alegrías y las penas de la otra persona y nos preocupamos por sus problemas como si fueran nuestros problemas».

Uno de los beneficios más significativos del sufrimiento se encuentra en que genera un profundo respeto por la realidad. Si bien una experiencia feliz nos conecta con el ámbito de posibilidades infinitas, una experiencia dolorosa nos recuerda nuestras limitaciones.

  • Cuando, a pesar de todos nuestros esfuerzos, las cosas no van como esperábamos, hemos de tener la humildad de aceptar las limitaciones que algunas veces no advertimos cuando estamos volando muy alto.
  • Me parece más que simbólico el hecho de que cuando estamos en éxtasis, miramos hacia arriba, hacia el cielo, hacía el infinito, y que cuando estamos pasándolo muy mal, tendemos a mirar hacia abajo, hacia el suelo, hacia lo finito.

Rabbi Bunim de Pshischa afirma que todos deberíamos llevar dos papelitos en el bolsillo: uno de ellos con la frase del Talmud «El mundo fue creado por causa de mí», y el otro con las palabras del Génesis «No soy más que polvo y ceniza». Una buena salud mental está comprendida entre ambos mensajes, entre la humildad y la arrogancia.

  • Del mismo modo que la síntesis entre la humildad y la arrogancia favorece la salud mental, la combinación de éxtasis y agonía establece una relación saludable con la realidad.
  • El éxtasis me hace sentir invencible; me produce la sensación de que soy el dueño de mi destino, de que creo mi propia realidad.

Sin embargo, la agonía me rinde vulnerable y pequeño; me hace creer que dependo de mis circunstancias y tengo poco control sobre mi realidad. El éxtasis sólo genera una arrogancia desprendida; el sufrimiento sólo engendra resignación. Las dificultades de la vida nos acercan al medio dorado de Aristóteles.
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¿Qué es el verdadero sufrimiento?

La ilimitada totalidad de sentido – La cuestión sobre el sentido del sufrimiento es específicamente bíblica. Presupone la fe en una ilimitada totalidad de sentido, la fe en que el universo en su conjunto descansa dentro de un contexto de sentido. Sólo desde ahí tiene sentido preguntar sobre el sentido del sufrimiento.

  1. Tal pregunta se plantea ante todo allí donde se cree en un Dios omnipotente y bueno, es decir, allí donde, por tanto, es posible preguntar: «¿cómo se armoniza ese hecho con la existencia de sufrimiento en el mundo?».
  2. En Homero no se plantea la pregunta sobre el sentido del sufrimiento.
  3. Los héroes homéricos viven todos dentro de una cierta tristeza.

Saben que estarán sobre la tierra sólo un corto tiempo, y que luego deben bajar al Hades, donde les aguarda un oscuro destino. A ninguno de ellos se le ocurre preguntar qué sentido tiene todo aquello. Es la «necesidad», contra la cual tampoco los dioses pueden nada.

  • Sólo donde se acepta y se cree en un sentido universal, como sucede en la religión bíblica, llega a ser planteada como tal la pregunta sobre el sufrimiento.
  • Aparece como pregunta sobre la justificación de Dios (es decir, como justificación del obrar de Dios), pero no entendida en el sentido de que si Dios quisiera podría evitar cualquier sufrimiento (es decir, no poniendo en Dios la causa del sufrimiento).

Hay muchos que piensan que Dios podría haber hecho también una tierra de jauja (Schlaraffenland). Pero la pregunta entonces es si ése sería un mundo más deseable. Podemos fácilmente explicarnos que el obrar humano supone una naturaleza independiente del hombre.

  • Para poder obrar debemos contar con una tal fiable naturaleza.
  • Además (la pregunta sobre el sentido del sufrimiento) presupone el hecho real de que vivimos en un mundo que nos es común, en el que seguimos los más divergentes fines; y que existe un mundo externo al hombre que es indiferente respecto a los gustos de cada cual y que, por eso, le opone resistencia.

La idea de una tierra de Jauja carece de sentido. No carece, sin embargo, de él la idea de una naturaleza que armonice por completo con los fines de la praxis humana. Pero de hecho tenemos que tratar con otra naturaleza distinta, emancipada de la praxis humana.

Aunque hay en ella, ciertamente, una razonable coordinación, integración, utilidad y belleza, todas esas cosas son sólo como ciertos vestigios de sentido dentro de un conjunto que no es verdadera totalidad, sino un mar de indiferencia formado por partículas que sólo giran alrededor de su propia reproducción.

Un símbolo de esa desintegración, es decir, de esa falta de sentido, es la tumoración cancerosa, la emancipación de las células. La desintegración, la falta de sentido, es experimentada como sufrimiento. El Nuevo Testamento, en la Pasión de Cristo, nos sitúa de manera extrema ante la dolorosa experiencia de la falta de sentido: «Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» También esto, en efecto, es un rol dentro de un drama.

  • Jesús reza un versículo de un salmo, y representa el papel del siervo sufriente de Dios del Antiguo Testamento.
  • Pero el papel debe ser representado comprometiendo la entera existencia, y eso significa que quien lo representa debe perder de vista el conjunto del guión.
  • El sentido del papel es la experiencia de la falta de sentido.

No cabe ver en esa historia de la Pasión ningún vestigio del heroísmo estoico. La Pasión de Jesús está descrita expresamente como algo que se hace contra su voluntad. A ella pertenece el ruego que dice: «haz que este cáliz pase de mí». Si nos preguntamos por el sentido cristiano del sufrimiento, debemos considerar cómo es interpretada la Pasión de Jesús en el Nuevo Testamento.

  • Hay en él dos pasajes centrales que ofrecen esa interpretación, uno del apóstol Pablo, quien afirma que Jesús se hizo «obediente hasta la muerte», y otro de la Epístola a los Hebreos, en el que de manera aún más fuerte se dice que «aprendió a obedecer a través del sufrimiento».
  • ¿Qué significa esto? En esos pasajes se presupone claramente que los hombres en su conjunto viven en un estado que no es el normal.

El sufrimiento se manifiesta como el reverso pasivo del mal, que ha sido causado por la desobediencia. Pero también como el único medio para suprimir el mal, precisamente a través de una experiencia adecuada a él. El mal atrae el sufrimiento, y con ello su propio juicio.

Lo finito, que se pavonea de ser el centro de todo –y eso se llama desobediencia–, nada puede hacer para llegar a ser verdaderamente Dios. Su pretensión ilusoria se quiebra y su verdad pasa a ser el sufrimiento. Pero en la verdad no puede existir el mal. El mal es esencialmente mentira. La autoafirmación propia del mal consiste sobre todo en separar mi propio mundo de experiencia del de los demás, de manera que el sufrimiento esté en los otros y en mí las ventajas.

Esa situación de asimetría, de alienación, sólo puede ser cambiada si la curvatio in seipsum, la curvatura propia del mal sobre uno mismo, se rompe; es decir, si dicha situación es contemplada desde un punto de vista exterior y, de esa manera, puede ser experimentado su absurdo como sufrimiento.

Sólo así torna el mal a la obediencia. El cristianismo enseña que todos nos encontramos en una situación como la descrita. La doctrina cristiana sobre el pecado original no dice sino que todos vivimos en un contexto general de culpa, en el que todos entran a formar parte cuando comienzan a pertenecer a la sociedad humana.

La Psicología demuestra que, en una familia, por ejemplo, pueden existir situaciones neuróticas tales que, quien entre a formar parte de esa familia padecerá un tic, reproducirá la situación. Cada uno de nosotros está implicado ya desde niño en un inevitable contexto de culpa en el que se hace también culpable.
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¿Por que sufro?

Sufrimos la vida porque no hemos entendido demasiado nada, el sufrimiento es ignorancia, el sufrimiento es debilidad emocional, el sufrimiento en definitiva es la forma en que el cuerpo te está avisando de que debes ponerte las pilas y empezar a trabajar a mejorar tu gestión emocional.

¿Quién es el responsable de tu vida? ¿Quién es el responsable de tu paz? ¿Tú? ¿O lo que ocurre fuera de ti? Estás sufriendo porque eres un débil emocional. Si las cosas te van bien estás contento y si te van mal te sientes un desgraciado y deberías saber que eres una hoja en el viento. ¿Quiénes quieres ser? ¿Un árbol firme o una hoja al viento? De ti depende.

La mayoría de nosotros solemos mirar siempre hacia afuera a la hora de sentirse bien o sentirse mal. Si la vida nos sonríe, estamos contentos, si la vida no nos lleva lo que nosotros queremos estamos tristes y eso nos lleva a que no nos hagamos responsables de lo que sentimos cuando nos ocurre algo sino que hacemos responsable a otros oa la vida misma, incluso a nosotros mismos de nuestras desgracias y nos culpamos.

Y al hacerlo entramos en la culpa, en la queja, en la retirada, en la lamentación, en el odio, en el rencor, en el remordimiento y en el más absurdo de los sufrimientos. «Los demás son los responsables de mis desgracias» «No soy feliz por culpa de lo que me ha hecho el otro». Estos son sólo algunos de los ejemplos de cómo viven estas personas una vida en la que traspasan la responsabilidad de todo lo que les ocurre a los demás.

Estar constantemente mirando hacia afuera es el secreto para sufrir siempre.
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¿Cuándo otra persona te hace sufrir es porque sufre profundamente?

‘ Cuando otra persona te hace sufrir es porque sufre profundamente dentro de sí, y su sufrimiento se está extendiendo. esa persona no necesita ningún castigo, lo que necesita es ayuda.’
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¿Cuál es la diferencia entre el dolor y el sufrimiento?

Diferencia entre dolor y sufrimiento A lo largo de la historia de la humanidad, el hombre ha intentado evitar a toda costa el dolor y el sufrimiento buscando el placer y huir de aquello que lo lastime y haga daño, y lógicamente resulta natural esta premisa, ya que nadie está dispuesto a padecer y sufrir.

  • Sin embargo, entender la diferencia entre dolor y sufrimiento y comprender que serán nuestros compañeros toda la vida, es de vital importancia ya que al manejar cada una de estas experiencias nos enfrentarán al cambio y crecimiento, experiencias en sí, únicas pero distintas.
  • El dolor es una vivencia identificable, tangible.

Es un fenómeno concreto que está presente de manera real para quien lo padece. Cada uno de nosotros aprende el significado de la palabra “dolor” a través de la experiencia personal, originado por diferentes causas. El dolor es un aprendizaje personal, una sensación, que evoca una emoción, que es molesto y desagradable.

Por el contrario, el sufrimiento se ubica y se alimenta en un tiempo y espacio distintos al momento presente. Generalmente sufrimos por lo ya ocurrido o por lo que creemos que ocurrirá en un futuro, también se sufre por la manera en que la vida es interpretada por cada quien, distorsionando muchas veces la realidad.

En este caso, el sufrimiento siempre es alimentado por los pensamientos y emociones, es, a diferencia del dolor, subjetivo. Ambos, dolor y sufrimiento son los pilares para iniciar el alivio, la aceptación y la cura. Frente a ambos no se lucha, se aceptan mediante un proceso psicológico y espiritual, ya que no pueden ser eliminados del todo. Instituto Mexicano de Tanatología Ciudad de México, CP 03100 [email protected] www.tanatologia.org.mx Teléfono: (55) 55360071
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¿Cómo afecta el sufrimiento a una persona?

2. Expresión emocional del dolor – Como vemos, vivir el dolor de modo constante genera diversos problemas en el cerebro, lo que, a su vez, afecta a la con la que enfrentamos los siguientes retos. De acuerdo a esto, el sufrimiento persistente se presenta como un lastre para abordar los desafíos que estén por venir e, incluso, como una limitación para disfrutar de aquello que sí es positivo a nuestro alrededor.

  • Por ello, si de alguna forma, podemos liberarnos, hagámoslo.
  • Si alguien nos hace daño, reaccionemos.
  • Si alguna preocupación nos oprime, analicemos qué alternativas existen para manejarla.
  • Además, en todo este proceso expresar las emociones que sentimos nos servirá como una válvula para “soltarlas” y darles un espacio durante un tiempo.

Así que, desahógate con lágrimas, grita si lo necesitas. Barajemos la opción de explorar cuáles son las posibilidades a nuestro alcance o de, pero no la de seguir acumulando sufrimiento como si de una condición perpetua e inmutable se tratara. Descubre:
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¿Cómo se manifiesta el sufrimiento?

La ilimitada totalidad de sentido – La cuestión sobre el sentido del sufrimiento es específicamente bíblica. Presupone la fe en una ilimitada totalidad de sentido, la fe en que el universo en su conjunto descansa dentro de un contexto de sentido. Sólo desde ahí tiene sentido preguntar sobre el sentido del sufrimiento.

Tal pregunta se plantea ante todo allí donde se cree en un Dios omnipotente y bueno, es decir, allí donde, por tanto, es posible preguntar: «¿cómo se armoniza ese hecho con la existencia de sufrimiento en el mundo?». En Homero no se plantea la pregunta sobre el sentido del sufrimiento. Los héroes homéricos viven todos dentro de una cierta tristeza.

Saben que estarán sobre la tierra sólo un corto tiempo, y que luego deben bajar al Hades, donde les aguarda un oscuro destino. A ninguno de ellos se le ocurre preguntar qué sentido tiene todo aquello. Es la «necesidad», contra la cual tampoco los dioses pueden nada.

  1. Sólo donde se acepta y se cree en un sentido universal, como sucede en la religión bíblica, llega a ser planteada como tal la pregunta sobre el sufrimiento.
  2. Aparece como pregunta sobre la justificación de Dios (es decir, como justificación del obrar de Dios), pero no entendida en el sentido de que si Dios quisiera podría evitar cualquier sufrimiento (es decir, no poniendo en Dios la causa del sufrimiento).

Hay muchos que piensan que Dios podría haber hecho también una tierra de jauja (Schlaraffenland). Pero la pregunta entonces es si ése sería un mundo más deseable. Podemos fácilmente explicarnos que el obrar humano supone una naturaleza independiente del hombre.

Para poder obrar debemos contar con una tal fiable naturaleza. Además (la pregunta sobre el sentido del sufrimiento) presupone el hecho real de que vivimos en un mundo que nos es común, en el que seguimos los más divergentes fines; y que existe un mundo externo al hombre que es indiferente respecto a los gustos de cada cual y que, por eso, le opone resistencia.

La idea de una tierra de Jauja carece de sentido. No carece, sin embargo, de él la idea de una naturaleza que armonice por completo con los fines de la praxis humana. Pero de hecho tenemos que tratar con otra naturaleza distinta, emancipada de la praxis humana.

Aunque hay en ella, ciertamente, una razonable coordinación, integración, utilidad y belleza, todas esas cosas son sólo como ciertos vestigios de sentido dentro de un conjunto que no es verdadera totalidad, sino un mar de indiferencia formado por partículas que sólo giran alrededor de su propia reproducción.

Un símbolo de esa desintegración, es decir, de esa falta de sentido, es la tumoración cancerosa, la emancipación de las células. La desintegración, la falta de sentido, es experimentada como sufrimiento. El Nuevo Testamento, en la Pasión de Cristo, nos sitúa de manera extrema ante la dolorosa experiencia de la falta de sentido: «Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» También esto, en efecto, es un rol dentro de un drama.

Jesús reza un versículo de un salmo, y representa el papel del siervo sufriente de Dios del Antiguo Testamento. Pero el papel debe ser representado comprometiendo la entera existencia, y eso significa que quien lo representa debe perder de vista el conjunto del guión. El sentido del papel es la experiencia de la falta de sentido.

No cabe ver en esa historia de la Pasión ningún vestigio del heroísmo estoico. La Pasión de Jesús está descrita expresamente como algo que se hace contra su voluntad. A ella pertenece el ruego que dice: «haz que este cáliz pase de mí». Si nos preguntamos por el sentido cristiano del sufrimiento, debemos considerar cómo es interpretada la Pasión de Jesús en el Nuevo Testamento.

  1. Hay en él dos pasajes centrales que ofrecen esa interpretación, uno del apóstol Pablo, quien afirma que Jesús se hizo «obediente hasta la muerte», y otro de la Epístola a los Hebreos, en el que de manera aún más fuerte se dice que «aprendió a obedecer a través del sufrimiento».
  2. ¿Qué significa esto? En esos pasajes se presupone claramente que los hombres en su conjunto viven en un estado que no es el normal.

El sufrimiento se manifiesta como el reverso pasivo del mal, que ha sido causado por la desobediencia. Pero también como el único medio para suprimir el mal, precisamente a través de una experiencia adecuada a él. El mal atrae el sufrimiento, y con ello su propio juicio.

  1. Lo finito, que se pavonea de ser el centro de todo –y eso se llama desobediencia–, nada puede hacer para llegar a ser verdaderamente Dios.
  2. Su pretensión ilusoria se quiebra y su verdad pasa a ser el sufrimiento.
  3. Pero en la verdad no puede existir el mal.
  4. El mal es esencialmente mentira.
  5. La autoafirmación propia del mal consiste sobre todo en separar mi propio mundo de experiencia del de los demás, de manera que el sufrimiento esté en los otros y en mí las ventajas.

Esa situación de asimetría, de alienación, sólo puede ser cambiada si la curvatio in seipsum, la curvatura propia del mal sobre uno mismo, se rompe; es decir, si dicha situación es contemplada desde un punto de vista exterior y, de esa manera, puede ser experimentado su absurdo como sufrimiento.

Sólo así torna el mal a la obediencia. El cristianismo enseña que todos nos encontramos en una situación como la descrita. La doctrina cristiana sobre el pecado original no dice sino que todos vivimos en un contexto general de culpa, en el que todos entran a formar parte cuando comienzan a pertenecer a la sociedad humana.

La Psicología demuestra que, en una familia, por ejemplo, pueden existir situaciones neuróticas tales que, quien entre a formar parte de esa familia padecerá un tic, reproducirá la situación. Cada uno de nosotros está implicado ya desde niño en un inevitable contexto de culpa en el que se hace también culpable.
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¿Cuáles son los tipos de sufrimiento?

Qué tipos de sufrimiento existen Desazón, amargura, desesperación, todos ellos son distintos tipos de sufrimientos humanos, El hecho de sufrir tiñe nuestra vida de y oscuridad. No obstante, no todos los sufrimientos son idénticos, existen diferentes tipos de sufrimiento. Porque Sufrimos Según La Biblia Fuente: Pixabay/
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¿Qué función tiene el sufrimiento?

Saltar al contenido La función del sufrimiento Por Borja Vilaseca Sufrir es completamente inútil. Tan solo engorda el victimismo y el afán de culpa del ego. Sin embargo, la saturación de sufrimiento nos motiva a salir de nuestra zona de comodidad para iniciar un proceso de cambio.

  • Al vivir limitados por nuestros miedos y carencias, al entrar en la edad adulta solemos marginar nuestros sueños, construyendo una vida siguiendo las directrices establecidas por el statu quo,
  • Y como resultado, nos vamos alejando de nuestra verdadera esencia, convirtiéndonos en alguien que no somos y cosechando interminables problemas y frustraciones.

De ahí que exista la creencia generalizada de que «la desconexión es lo normal» y que «lo raro es ser feliz». Eso sí, aunque pueda parecer lo mismo, hay una enorme diferencia entre existir y estar vivo, Muchos seres humanos han tenido que estar a punto de morir para comprenderlo.

No en vano, la «zona de comodidad» en la que muchos nos hemos instalado se caracteriza por llevar una existencia alienada, monótona y gris, en la que nos sentimos seguros, pero no satisfechos. Y puesto que nuestro nivel de malestar es inferior a nuestro miedo al cambio, solemos acomodarnos y resignarnos.

De esta manera posponemos indefinidamente tomar medidas alternativas orientadas a convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos. Lo último que queremos es complicarnos la vida. Llegado el caso, seguramente tampoco sabríamos qué hacer. Y al carecer de una brújula interior que nos indique nuestro propio camino, solemos escondernos tras una máscara del agrado de los demás, entrando en una rueda que nos va atrapando y de la que nos es muy difícil salir.

Eso sí, por más que nos hayamos acostumbrado, el sufrimiento no es nuestra verdadera naturaleza. Por eso tarde o temprano llega un día en que el sinsentido y el vacío devienen insoportables. Sólo entonces nos atrevemos a cambiar. Llegados a este punto, es importante diferenciar el dolor del sufrimiento.

Más que nada porque el dolor suele ser una experiencia física que aparece como resultado de una acción determinada, como por ejemplo que nos demos un golpe contra una mesa, nos cortemos con un cuchillo o que de pronto nos duela el estómago por haber comido demasiado.

De hecho, su función es la de protegernos, advirtiéndonos de que estamos dañando a nuestro cuerpo. Si no existiera el dolor, podríamos lesionarnos e incluso destruirnos sin darnos cuenta. Por medio de su molesta presencia tomamos consciencia de la importancia de cuidar mejor nuestra salud física. Por dolor también nos referimos al poso que dejan los conflictos emocionales en nuestro corazón.

Es decir, a las consecuencias fisiológicas que tienen los chupitos de cianuro que nos tomamos cada vez que discutimos (ira), nos lamentamos (tristeza) o nos pre-ocupamos (miedo). Así es como de forma inconsciente vamos acumulando una bola de malestar en nuestro interior.

  • Y por más que lo neguemos y lo rechacemos, el dolor forma parte de la vida.
  • No hay manera de escapar de él.
  • TODO EL SUFRIMIENTO ESTÁ EN LA MENTE “Ni tu peor enemigo puede hacerte tanto daño como tus propios pensamientos” Buda El sufrimiento es otra cosa.
  • Se trata de una experiencia mental que creamos por medio de nuestros pensamientos cuando no aceptamos lo que nos sucede.

Por ejemplo, frente al dolor que sentimos al darnos un golpe contra una mesa o cuando nos duele el estómago, el sufrimiento sólo aparece en el caso de que adoptemos una actitud victimista, quejándonos o lamentándonos por lo que nos ha ocurrido. Así, el sufrimiento no tiene nada que ver con lo que nos pasa, sino con la interpretación que hacemos de los hechos en sí.

  • Lo cierto es que nada ni nadie tiene el poder de herirnos emocionalmente sin nuestro consentimiento.
  • Es imposible.
  • Sólo nosotros –por medio de nuestros pensamientos– podemos hacernos daño frente a personas conflictivas y situaciones adversas.
  • Al aceptar que somos la única causa de nuestro sufrimiento, podemos decidir dejar de autoperturbarnos, tomando las riendas de nuestro diálogo interno.

Si bien en un primer momento no podemos controlar ni cambiar nuestras circunstancias, siempre podemos aprender a modificar la forma en que nos afectan, cambiando nuestra manera de mirarlas y de interpretarlas. Esta es la razón por la que Buda afirmó que «el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional».

  • Y entonces, ¿qué función cumple el sufrimiento en nuestra existencia? Por un lado, es completamente inútil.
  • Imaginemos que nuestra pareja decide finalizar nuestra relación sentimental.
  • O que nuestra empresa rescinde nuestro contrato laboral.
  • Frente a este tipo de circunstancias solemos pensar de forma negativa y destructiva.

Principalmente porque son situaciones que atentan contra de nuestros deseos, necesidades, aspiraciones y expectativas. Sin embargo, por más que nos quejemos y protestemos, esta actitud victimista no sirve para nada. No promueve ningún cambio constructivo.

  1. Por más que suframos, seguiremos sin pareja y sin empleo.
  2. De hecho, en ocasiones sufrimos para llamar la atención de los demás o de la vida, creyendo –al igual que cuando éramos niños– que así conseguiremos arreglar las cosas.
  3. MOTOR DE CAMBIO Y TRANSFORMACIÓN “El sufrimiento es lo que rompe la cáscara que nos separa de la comprensión” Khalil Gibran Sin embargo, el sufrimiento tiene una función muy importante.

Al destruirnos por dentro –envenenando con cianuro nuestra mente y nuestro corazón– nos hace tomar consciencia de que nuestra manera de pensar y de comportarnos es ineficiente. También es una invitación a cuidar nuestro diálogo interno. Es decir, los pensamientos con los que hablamos con nosotros mismos y etiquetamos constantemente la realidad.

  1. Y dado que el bienestar es nuestra verdadera naturaleza, el sufrimiento nos motiva a salirnos de nuestra zona de comodidad, iniciando un viaje de aprendizaje para crecer y evolucionar como seres humanos.
  2. De hecho, el salto a la «zona de incertidumbre» suele llegar como consecuencia de haber experimentado una saturación de malestar.

Es decir, cuando nos es imposible aguantar más en el lugar físico y psicológico en el que nos encontramos. Así es como finalmente nos armamos de coraje para aventurarnos a lo nuevo y a lo desconocido. De pronto nos sentimos con fuerza y motivación para asumir ciertos riesgos.

  1. Es entonces cuando empezamos a diseñar una estrategia orientada al cambio.
  2. Al entrar en la zona de incertidumbre iniciamos un proceso de aprendizaje, crecimiento y evolución personal.
  3. No nos queda más remedio que conocernos mejor, descubriendo algunas verdades acerca de nosotros mismos.
  4. Por medio de este proceso, finalmente accedemos a la «zona de bienestar», en la que nos sentimos en paz con nosotros mismos, percibiendo que nuestra vida es perfecta tal y como es.

Es decir, que aunque pudiéramos no modificaríamos –a grandes rasgos– nada de lo que forma parte de nuestra existencia. Por más que muchas veces tomemos decisiones relacionadas con cambios y modificaciones externas, la zona de bienestar no tiene tanto qué ver con nuestras circunstancias, sino con nuestra manera de verlas e interpretarlas.

  1. Y es precisamente este cambio de percepción y de actitud el que nos permite descubrir quiénes somos y qué dirección queremos darle a nuestra vida.
  2. Y dado que todo está en permanente evolución, con los años nuestra zona de bienestar puede mutar, convirtiéndose en una nueva zona de comodidad.
  3. De ahí la necesidad de abrazar la filosofía del cambio y del aprendizaje permanente.

Este artículo es un extracto del libro “El sinsentido común”, publicado por Borja Vilaseca en octubre de 2011. Page load link
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