Los escritos de Pedro Lombardo en el siglo XII, así como los de Tomás de Aquino en el XIII, ya codifican los sacramentos en siete y en la forma en la que se conocen en la actualidad: bautismo, confirmación, penitencia, eucaristía, sagradas órdenes, matrimonio y extremaunción.
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Contents
- 1 ¿Cuáles son los sacramentos y su texto bíblico?
- 2 ¿Quién impuso los 7 sacramentos?
- 3 ¿Cuántos sacramentos hay en la iglesia evangélica?
- 4 ¿Cuál es el sacramento de 1 Corintios 11 23 25?
- 5 ¿Cuál es el sacramento de Mateo 19 5 6?
- 6 ¿Cuál es el sacramento de Juan 20 22 23?
¿Cuáles son los sacramentos y su texto bíblico?
Un sacramento es un signo eficaz que nos ha dado Jesucristo y a través del cual compartimos la vida de Dios. Los 7 sacramentos que se celebran en la Iglesia Católica son el Bautismo, la Confirmación, la Eucaristía, la Penitencia y Reconciliación, la Unción de los Enfermos, el Orden Sagrado y el Matrimonio.
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¿Quién impuso los 7 sacramentos?
San Agustín, que vivió en el siglo IV, fue quien más contribuyó a la clarificación del concepto de ‘sacramento’ y no fue hasta el siglo XII, que se fijó el número de sacramentos como siete.
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¿Cuántos sacramentos hay en la iglesia evangélica?
La Iglesia evangélica quiere celebrar con la católica los 500 años de la Reforma Protestante en un espíritu ecuménico, como una fiesta cristiana. Pero hay diferencias hasta ahora insalvables entre ambas confesiones. En Alemania, el país de la Reforma Protestante, la hostilidad imperaba hasta hace pocas décadas entre católicos y evangélicos.
- Hace 500 años, con la Reforma, se inició el cisma.
- Porque el deseo de Martín Lutero (1483-1546) de reformar la Iglesia católica no se cumplió.
- Al contrario: la publicación de sus 95 tesis contra lo que a su juicio andaba mal en la Iglesia, el 31 de octubre de 1517, es considerada la piedra angular de la Iglesia evangélica en Alemania.
Más información: – Lutero, el padre de la Reforma Protestante – Arrancan en Alemania festejos de la Reforma protestante En este año de aniversario llama la atención el tono ecuménico subyacente a las celebraciones. La Iglesia evangélica desea acometer la conmemoración de los 500 años de la Reforma junto con la Iglesia católica, como una fiesta cristiana conjunta.
- Con diversas actividades se busca propiciar una mayor comprensión recíproca y un acercamiento.
- Pero no se vislumbra una reunificación.
- Muchas de las diferencias entre católicos y protestantes se mantienen.
- Aquí damos un vistazo a las 8 principales.1.-La Biblia El catolicismo y el protestantismo tienen visiones diferentes de la significación de la Biblia y la autoridad que emana de ella.
Para los seguidores de Lutero, la Biblia es la única fuente de la revelación divina. Los católicos, en cambio, ponen en duda esa doctrina y creen que, además de las sagradas escrituras, también la tradición católica romana es vinculante para los creyentes. El Nuevo Testamento, traducido por Martín Lutero.2.- La Iglesia Católicos y protestantes tienen una visión diferente de la esencia de la Iglesia. La Iglesia católica se concibe a sí misma como la única verdadera, de carácter universal, dirigida por el Papa.
- Para las Iglesias emergidas de la Reforma no existe una única Iglesia evangélica, sino miles de Iglesias con diversas denominaciones a lo largo del mundo.
- Oficialmente todas esas Iglesias se conciben como instituciones equivalentes.3.- El Pontificado Nada de tolerantes se muestran los protestantes en cuanto al pontificado que, de acuerdo con su visión, contraviene lo que dice la Biblia.
Los católicos, en cambio, ven en el Papa al sucesor del apóstol Pedro y, por ende, a la figura designada por Jesucristo para encabezar la Iglesia. Argumentan que ha habido una línea de sucesión apostólica supuestamente ininterrumpida desde el siglo I hasta la actualidad.4.- Cargos religiosos Esta sucesión apostólica tiene importancia en general para las diversas funciones en la Iglesia católica.
Con el sacramento de la ordenación, obispos, sacerdotes y diáconos reciben una consagración especial de Dios para su cargo. Por eso, el servicio sacerdotal está por encima del de los laicos católicos. Además, solo pueden ser ordenados varones. La Iglesia evangélica no liga los cargos eclesiásticos a la consagración de la persona.
El cargo es una función querida por Dios y, en principio, puede ser encomendada a cualquier creyente, incluyendo a mujeres.5.- La eucaristía o comunión La eucaristía o comunión constituye en ambas confesiones aquella parte del oficio religioso dirigida a conmemorar la muerte y resurrección de Jesucristo.
- Se remite a la última cena de Jesús con sus apóstoles.
- En la Iglesia católica, solo un sacerdote puede consagrar el pan y el vino, que se convierten así en el cuerpo y la sangre de Cristo.
- No pueden recibir la eucaristía quienes no sean católicos.
- En la Iglesia evangélica, en principio está invitada a participar toda persona bautizada.
Y cualquier persona ordenada, incluyendo laicos, puede dirigir la ceremonia. Esa es una de las razones por las que la Iglesia católica rechaza una comunión compartida. Además, hay diferencias de fondo. Los católicos ven en este rito la permanente repetición del sacrificio de Jesucristo, mientras que los protestantes lo conciben solo como una forma de recordar su muerte y resurrección. Distintas formas de entender la eucaristía.6.- Los sacramentos En la Iglesia Católica Romana hay siete sacramentos: bautismo, confirmación, eucaristía, confesión, matrimonio, ordenación sacerdotal y unción de los enfermos. A través de estos sacramentos, Dios actúa, según la convicción católica.
- Para las iglesias evangélicas reformadas hay solo dos sacramentos válidos: el bautismo y la comunión.
- En la iglesia evangélico-luterana se suma a ellos la confesión.
- Se concibe a estos sacramentos como actos rituales simbólicos.7.- Veneración de María y los santos La Iglesia católica venera a María, la madre de Jesús, como “Reina de los cielos”, y en algunas cosas la sitúa al mismo nivel que a su hijo.
Dado que no hay pruebas bíblicas que respalden los dogmas marianos de la liberación de María del pecado original y su ascensión al cielo en cuerpo y alma, los evangélicos los rechazan. Los católicos veneran igualmente a santos, a quienes conciben como mediadores.
- Los evangélicos no aceptan esa visión por no tener respaldo en la Biblia.8.- El celibato El voto de celibato y abstinencia sexual es conocido en todas las grandes religiones del mundo.
- En la Iglesia católica es vinculante para sacerdotes y miembros de congregaciones, y se lo entiende como una forma de dedicación completa a Cristo.
Las Iglesias evangélicas rechazan el celibato obligatorio y el propio Lutero demandó su abolición en 1520 y en 1525, tras haber dejado los hábitos, se casó con la exmonja Katharina von Bora. Autor: Klaus Krämer (ERS/DZC) Martín Lutero y su mujer, Katharina von Bora.
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¿Cuál es el sacramento de 1 Corintios 11 23 25?
1 Corintios 11, 23-25 Haced esto en memoria de mí.’ 25 Así también, después de la cena tomó en sus manos la copa y dijo: ‘Esta copa es el nuevo pactor confirmado con mi sangre. s Cada vez que bebáis, hacedlo en memoria de mí.’
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¿Dónde está el sacramento del matrimonio en la Biblia?
Cristo mismo elevó la institución natural del matrimonio a la dignidad de un sacramento durante su ministerio público. Hizo su primer milagro en una boda (Juan 3: 1-11) y enseñó que el matrimonio en el Nuevo Pacto es permanente y santo (Mateo 19: 3-9).
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¿Cuál es el sacramento de Efesios 5 31 32?
Efesios 5
- 1 Sed, pues, de Dios como hijos amados.
- 2 Y en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y a Dios en olor,
- 3 Pero y toda impureza, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a los ;
- 4 ni indecentes, ni, ni relatos groseros, que no convienen; sino antes bien acciones de gracias.
- 5 Porque sabéis esto, que ningún, o, o avaro, que es idólatra, tiene en el reino de Cristo y de Dios.
- 6 Nadie os con, porque por estas cosas viene la de Dios sobre los hijos de la,
- 7 No seáis, pues, partícipes con ellos,
- 8 porque en otro tiempo erais tinieblas; pero ahora sois luz en el Señor; andad como de luz
- 9 (porque el del Espíritu es en toda bondad, y justicia y verdad),
- 10 comprobando lo que es agradable al Señor.
- 11 Y no en las obras infructuosas de las, sino antes bien,
- 12 Porque es aun hablar de lo que ellos hacen en secreto.
- 13 Mas todas las cosas son visibles cuando son expuestas a la luz; porque lo que lo manifiesta todo es la luz.
- 14 Por lo cual dice: Despiértate, tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te Cristo.
- 15 Mirad, pues, con cuidado cómo andéis, no como necios, sino como sabios,
- 16 aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.
- 17 Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál es la voluntad del Señor.
- 18 Y no os con vino, en lo cual hay desenfreno; antes bien, sed llenos del Espíritu,
- 19 hablando entre vosotros con, y con himnos, y cánticos espirituales, cantando y al Señor en vuestros corazones;
- 20 dando gracias siempre por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
- 21 los unos a los otros en el temor de Dios.
- 22 Las sujetas a sus propios maridos, como al Señor.
- 23 Porque el marido cabeza de la mujer, así como Cristo es de la ; y él es el salvador del cuerpo.
- 24 Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo.
- 25 Maridos, a vuestras esposas, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella,
26 para, habiéndola en el lavamiento del agua por la palabra, 27 a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa que no tuviese mancha ni arruga, ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.28 Así también los maridos deben amar a sus esposas como a sus mismos cuerpos. El que ama a su, a sí mismo se ama.
- 29 Porque ninguno aborreció jamás a su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, como también Cristo a la iglesia;
- 30 porque somos de su cuerpo, de su carne y de sus huesos.
- 31 Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se allegará a su esposa, y los dos serán sola carne.
- 32 Grande es este, pero yo digo esto con respecto a Cristo y a la iglesia.
- 33 Por tanto, cada uno de vosotros ame también a su esposa como a sí mismo; y la esposa a su marido.
¿Cuál es el sacramento de Mateo 19 5 6?
1 Y aconteció que cuando acabó Jesús estas palabras, salió de Galilea y fue a la región de Judea, al otro lado del Jordán.2 Y le siguió mucha gente, y los sanó allí.3 Entonces se acercaron a él los fariseos, tentándole y diciéndole: ¿Es lícito al hombre a repudiar a su esposa por cualquier causa? 4 Y él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los a hizo al principio, hombre y mujer los hizo, 5 y dijo: Por tanto, el hombre dejará a su padre y a su madre, y a se unirá a su esposa, y los dos serán una sola carne? 6 Así que, no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre.7 Le dijeron: ¿Por qué, pues, mandó Moisés darle a carta de divorcio y repudiarla? 8 Les dijo: Por la a dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras esposas; mas al principio no fue así.9 Y yo os digo que cualquiera que repudia a su esposa, a no ser por causa de a adulterio, y se casa con otra, b comete adulterio; y el que se casa con la repudiada comete adulterio.10 Le dijeron sus discípulos: Si así es la condición del hombre con su esposa, no conviene casarse.11 Entonces él les dijo: No todos pueden recibir esta palabra, sino solo aquellos a quienes es dado.12 Porque hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que son hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que se hicieron a sí mismos eunucos por causa del reino de los cielos; el que sea capaz de aceptar esto, que lo acepte.13 Entonces le fueron presentados unos niños, para que pusiese las a manos sobre ellos y orase; pero los discípulos los b reprendieron,14 Y Jesús dijo: Dejad a los a niños venir a mí y no les impidáis hacerlo, porque de los tales es el reino de los cielos.15 Y habiendo puesto las manos sobre ellos, partió de allí.16 Y he aquí uno, acercándose, le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la a vida eterna ? 17 Y él le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno es bueno sino uno, a saber, a Dios ; y si quieres entrar en la vida, guarda los b mandamientos,18 Le dijo: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás; no a cometerás adulterio; no hurtarás; no dirás b falso testimonio ; 19 a honra a tu padre y a tu madre; y, b amarás a tu c prójimo como a ti mismo.20 El joven le dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud.
¿Qué más me falta? 21 Le dijo Jesús: Si quieres ser a perfecto, anda, vende lo que tienes y b da a los c pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.22 Y al oír el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.23 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo que difícilmente entrará un a rico en el reino de los cielos.24 Mas os digo que es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios.25 Mas sus discípulos, oyendo estas cosas, se asombraron en gran manera, diciendo: ¿Quién, pues, podrá ser salvo? 26 a Y mirándo los Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible, mas para Dios todo es posible.27 Entonces, respondiendo Pedro, le dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.
¿Qué, pues, tendremos? 28 Y Jesús les dijo: De cierto os digo que, en la a regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido os sentaréis también sobre doce tronos, para b juzgar a las doce tribus de Israel.29 Y todo el que a haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o esposa, o hijos o tierras, por mi b nombre recibirá cien veces más y heredará la c vida eterna,30 Pero muchos a primeros serán postreros, y los postreros, primeros.
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¿Qué dice Mateo 16 19?
19 Y a ti te daré las a llaves del b reino de los cielos, y todo lo que c ates en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desates en la tierra será desatado en los cielos.
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¿Qué dice la Biblia en Juan 6 56?
1 Después de esto, Jesús se fue al otro lado del mar de Galilea, que es el de Tiberias.2 Y le seguía una gran multitud, porque veían los milagros que hacía en los enfermos.3 Y subió Jesús a un monte y se sentó allí con sus discípulos.4 Y estaba cerca la a Pascua, la fiesta de los judíos.5 Y cuando alzó Jesús los ojos y vio que había venido a él una gran multitud, dijo a Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman estos? 6 Pero esto decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer.7 Felipe le respondió: Doscientos denarios de pan no les bastarán para que cada uno de ellos tome un poco.8 Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo: 9 Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados; pero, ¿qué es esto para tantos? 10 Entonces Jesús dijo: Haced recostar a la gente.
Y había mucha hierba en aquel lugar, y se recostaron como en número de a cinco mil hombres.11 Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado a gracias, los repartió a los discípulos, y los discípulos a los que estaban recostados; asimismo repartió de los pescados, cuanto querían.12 Y cuando se saciaron, dijo a sus discípulos: Recoged lo que ha quedado, para que no se pierda nada.13 Recogieron, pues, y llenaron doce cestas de pedazos de los cinco panes de cebada que les sobraron a los que habían comido.14 Entonces aquellos hombres, cuando vieron el a milagro que Jesús había hecho, dijeron: Verdaderamente este es el b profeta que había de venir al mundo.15 Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle a rey, volvió a retirarse al monte, él solo.16 Y al anochecer, descendieron sus discípulos al mar; 17 y entrando en una barca, iban cruzando al otro lado del mar hacia Capernaúm.
Y estaba ya oscuro, y Jesús no había venido a ellos.18 Y se encrespaba el mar con un gran viento que soplaba.19 Y cuando habían remado como veinticinco o treinta a estadios, vieron a Jesús que andaba sobre el mar y que se acercaba a la barca, y tuvieron miedo.20 Mas él les dijo: ¡Yo soy; no temáis! 21 Ellos entonces le recibieron con gusto en la barca, y enseguida la barca llegó a la tierra a donde iban.22 Al día siguiente, la gente que estaba al otro lado del mar vio que no había habido allí más que una sola barca y que Jesús no había entrado en ella con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían ido solos.23 Pero otras barcas habían arribado de Tiberias junto al lugar donde habían comido el pan después de haber dado gracias el Señor.24 Cuando vio, pues, la gente que Jesús no estaba allí, ni sus discípulos, entraron ellos en las barcas y fueron a Capernaúm, buscando a Jesús.25 Y hallándole al otro lado del mar, le dijeron: Rabí, ¿cuándo llegaste acá? 26 Les respondió Jesús y dijo: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, a no porque habéis visto los milagros, sino porque comisteis el pan y os saciasteis.27 a Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que permanece para vida eterna, la cual el b Hijo del Hombre os dará, porque a este c selló Dios el Padre.28 Entonces le dijeron: ¿Qué haremos para poner en práctica las obras de Dios? 29 Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios: que creáis en el que él ha enviado.30 Entonces le dijeron: ¿Qué a señal, pues, haces tú, para que veamos y te creamos? ¿Qué obra haces? 31 Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer.32 Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, sino mi Padre os da el verdadero pan del cielo.33 Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo.34 Y le dijeron: Señor, danos siempre este pan.35 Y Jesús les dijo: Yo soy el a pan de vida ; el que a mí viene nunca tendrá hambre; y el que en mí cree no tendrá b sed jamás.36 Pero ya os he dicho que, aunque me habéis visto, no creéis.37 Todo lo que el Padre me a da vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echaré fuera.38 Porque he descendido del cielo, no para hacer mi a voluntad, sino la voluntad del que me envió.39 Y esta es la a voluntad del Padre que me envió: Que todo lo que me ha dado b no lo pierda, sino que c lo resucite en el día postrero.40 Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo y cree en él tenga a vida eterna ; y b yo le resucitaré c en el día postrero,41 Murmuraban entonces de él los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo.42 Y decían: ¿No es este Jesús, el hijo de a José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, ahora dice: Del cielo he descendido? 43 Y Jesús respondió y les dijo: No a murmuréis entre vosotros.44 a Ninguno puede venir a mí si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero.45 Escrito está en los profetas: Y todos serán enseñados por Dios.
Así que, todo aquel que ha oído al a Padre y ha aprendido de él viene a mí.46 No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que viene de Dios, este ha a visto al Padre.47 De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí tiene vida eterna.48 Yo soy el pan de vida.49 Vuestros padres comieron el a maná en el desierto y están muertos.50 Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él coma no muera.51 Yo soy el pan vivo que ha descendido del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre; y el a pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la b vida del mundo.52 Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede este darnos a comer su carne? 53 Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no a coméis la carne del Hijo del Hombre ni bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.54 El que come mi a carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, b y yo le c resucitaré en el día postrero.55 Porque mi carne verdaderamente es comida, y mi sangre verdaderamente es bebida.56 El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.57 Así como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo, el que a me come también vivirá por mí.58 Este es el pan que descendió del cielo, no como vuestros padres, que comieron el maná y murieron.
El que come de este pan vivirá eternamente.59 Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaúm.60 Entonces, al oír lo, muchos de sus discípulos dijeron: Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír? 61 Y sabiendo Jesús en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿Esto os escandaliza? 62 ¿Pues qué, si vierais al Hijo del Hombre a subir a donde estaba primero? 63 El a espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.64 Pero hay algunos de vosotros que no creen.
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¿Cuál es el sacramento de Juan 20 22 23?
SEGUNDA PARTE LA CELEBRACIÓN DEL MISTERIO CRISTIANO SEGUNDA SECCIÓN: LOS SIETE SACRAMENTOS DE LA IGLESIA CAPÍTULO SEGUNDO LOS SACRAMENTOS DE CURACIÓN ARTÍCULO 4 EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA Y DE LA RECONCILIACIÓN 1422 “Los que se acercan al sacramento de la penitencia obtienen de la misericordia de Dios el perdón de los pecados cometidos contra El y, al mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia, a la que ofendieron con sus pecados.
- Ella les mueve a conversión con su amor, su ejemplo y sus oraciones” ( LG 11).I.
- El nombre de este sacramento 1423 Se le denomina sacramento de conversión porque realiza sacramentalmente la llamada de Jesús a la conversión (cf Mc 1,15), la vuelta al Padre (cf Lc 15,18) del que el hombre se había alejado por el pecado.
Se denomina sacramento de la penitencia porque consagra un proceso personal y eclesial de conversión, de arrepentimiento y de reparación por parte del cristiano pecador.1424 Se le denomina sacramento de la confesión porque la declaración o manifestación, la confesión de los pecados ante el sacerdote, es un elemento esencial de este sacramento.
En un sentido profundo este sacramento es también una “confesión”, reconocimiento y alabanza de la santidad de Dios y de su misericordia para con el hombre pecador. Se le denomina sacramento del perdón porque, por la absolución sacramental del sacerdote, Dios concede al penitente “el perdón y la paz” ( Ritual de la Penitencia, 46, 55).
Se le denomina sacramento de reconciliación porque otorga al pecador el amor de Dios que reconcilia: “Dejaos reconciliar con Dios” ( 2 Co 5,20). El que vive del amor misericordioso de Dios está pronto a responder a la llamada del Señor: “Ve primero a reconciliarte con tu hermano” ( Mt 5,24).
II. Por qué un sacramento de la Reconciliación después del Bautismo 1425 “Habéis sido lavados habéis sido santificados, habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios” ( 1 Co 6,11). Es preciso darse cuenta de la grandeza del don de Dios que se nos hace en los sacramentos de la iniciación cristiana para comprender hasta qué punto el pecado es algo que no cabe en aquel que “se ha revestido de Cristo” ( Ga 3,27).
Pero el apóstol san Juan dice también: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros” ( 1 Jn 1,8). Y el Señor mismo nos enseñó a orar: “Perdona nuestras ofensas” ( Lc 11,4) uniendo el perdón mutuo de nuestras ofensas al perdón que Dios concederá a nuestros pecados.1426 La conversión a Cristo, el nuevo nacimiento por el Bautismo, el don del Espíritu Santo, el Cuerpo y la Sangre de Cristo recibidos como alimento nos han hecho “santos e inmaculados ante Él” ( Ef 1,4), como la Iglesia misma, esposa de Cristo, es “santa e inmaculada ante Él” ( Ef 5,27).
Sin embargo, la vida nueva recibida en la iniciación cristiana no suprimió la fragilidad y la debilidad de la naturaleza humana, ni la inclinación al pecado que la tradición llama concupiscencia, y que permanece en los bautizados a fin de que sirva de prueba en ellos en el combate de la vida cristiana ayudados por la gracia de Dios (cf DS 1515).
Esta lucha es la de la conversión con miras a la santidad y la vida eterna a la que el Señor no cesa de llamarnos (cf DS 1545; LG 40). III. La conversión de los bautizados 1427 Jesús llama a la conversión. Esta llamada es una parte esencial del anuncio del Reino: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva” ( Mc 1,15).
- En la predicación de la Iglesia, esta llamada se dirige primeramente a los que no conocen todavía a Cristo y su Evangelio.
- Así, el Bautismo es el lugar principal de la conversión primera y fundamental.
- Por la fe en la Buena Nueva y por el Bautismo (cf.
- Hch 2,38) se renuncia al mal y se alcanza la salvación, es decir, la remisión de todos los pecados y el don de la vida nueva.1428 Ahora bien, la llamada de Cristo a la conversión sigue resonando en la vida de los cristianos.
Esta segunda conversión es una tarea ininterrumpida para toda la Iglesia que “recibe en su propio seno a los pecadores” y que siendo “santa al mismo tiempo que necesitada de purificación constante, busca sin cesar la penitencia y la renovación” ( LG 8).
- Este esfuerzo de conversión no es sólo una obra humana.
- Es el movimiento del “corazón contrito” ( Sal 51,19), atraído y movido por la gracia (cf Jn 6,44; 12,32) a responder al amor misericordioso de Dios que nos ha amado primero (cf 1 Jn 4,10).1429 De ello da testimonio la conversión de san Pedro tras la triple negación de su Maestro.
La mirada de infinita misericordia de Jesús provoca las lágrimas del arrepentimiento ( Lc 22,61) y, tras la resurrección del Señor, la triple afirmación de su amor hacia él (cf Jn 21,15-17). La segunda conversión tiene también una dimensión comunitaria,
Esto aparece en la llamada del Señor a toda la Iglesia: “¡Arrepiéntete!” ( Ap 2,5.16). San Ambrosio dice acerca de las dos conversiones que, «en la Iglesia, existen el agua y las lágrimas: el agua del Bautismo y las lágrimas de la Penitencia» ( Epistula extra collectionem 1, 12). IV. La penitencia interior 1430 Como ya en los profetas, la llamada de Jesús a la conversión y a la penitencia no mira, en primer lugar, a las obras exteriores “el saco y la ceniza”, los ayunos y las mortificaciones, sino a la conversión del corazón, la penitencia interior,
Sin ella, las obras de penitencia permanecen estériles y engañosas; por el contrario, la conversión interior impulsa a la expresión de esta actitud por medio de signos visibles, gestos y obras de penitencia (cf Jl 2,12-13; Is 1,16-17; Mt 6,1-6.16-18).1431 La penitencia interior es una reorientación radical de toda la vida, un retorno, una conversión a Dios con todo nuestro corazón, una ruptura con el pecado, una aversión del mal, con repugnancia hacia las malas acciones que hemos cometido.
Al mismo tiempo, comprende el deseo y la resolución de cambiar de vida con la esperanza de la misericordia divina y la confianza en la ayuda de su gracia. Esta conversión del corazón va acompañada de dolor y tristeza saludables que los Padres llamaron animi cruciatus (aflicción del espíritu), compunctio cordis (arrepentimiento del corazón) (cf Concilio de Trento: DS 1676-1678; 1705; Catecismo Romano, 2, 5, 4).1432 El corazón del hombre es torpe y endurecido.
Es preciso que Dios dé al hombre un corazón nuevo (cf Ez 36,26-27). La conversión es primeramente una obra de la gracia de Dios que hace volver a Él nuestros corazones: “Conviértenos, Señor, y nos convertiremos” ( Lm 5,21). Dios es quien nos da la fuerza para comenzar de nuevo.
Al descubrir la grandeza del amor de Dios, nuestro corazón se estremece ante el horror y el peso del pecado y comienza a temer ofender a Dios por el pecado y verse separado de él. El corazón humano se convierte mirando al que nuestros pecados traspasaron (cf Jn 19,37; Za 12,10). «Tengamos los ojos fijos en la sangre de Cristo y comprendamos cuán preciosa es a su Padre, porque, habiendo sido derramada para nuestra salvación, ha conseguido para el mundo entero la gracia del arrepentimiento» (San Clemente Romano, Epistula ad Corinthios 7, 4).1433 Después de Pascua, el Espíritu Santo “convence al mundo en lo referente al pecado” ( Jn 16, 8-9), a saber, que el mundo no ha creído en el que el Padre ha enviado.
Pero este mismo Espíritu, que desvela el pecado, es el Consolador (cf Jn 15,26) que da al corazón del hombre la gracia del arrepentimiento y de la conversión (cf Hch 2,36-38; Juan Pablo II, Dominum et vivificantem, 27-48).V. Diversas formas de penitencia en la vida cristiana 1434 La penitencia interior del cristiano puede tener expresiones muy variadas.
La Escritura y los Padres insisten sobre todo en tres formas: el ayuno, la oración, la limosna (cf. Tb 12,8; Mt 6,1-18), que expresan la conversión con relación a sí mismo, con relación a Dios y con relación a los demás. Junto a la purificación radical operada por el Bautismo o por el martirio, citan, como medio de obtener el perdón de los pecados, los esfuerzos realizados para reconciliarse con el prójimo, las lágrimas de penitencia, la preocupación por la salvación del prójimo (cf St 5,20), la intercesión de los santos y la práctica de la caridad “que cubre multitud de pecados” ( 1 P 4,8).1435 La conversión se realiza en la vida cotidiana mediante gestos de reconciliación, la atención a los pobres, el ejercicio y la defensa de la justicia y del derecho (cf Am 5,24; Is 1,17), por el reconocimiento de nuestras faltas ante los hermanos, la corrección fraterna, la revisión de vida, el examen de conciencia, la dirección espiritual, la aceptación de los sufrimientos, el padecer la persecución a causa de la justicia.
Tomar la cruz cada día y seguir a Jesús es el camino más seguro de la penitencia (cf Lc 9,23).1436 Eucaristía y Penitencia, La conversión y la penitencia diarias encuentran su fuente y su alimento en la Eucaristía, pues en ella se hace presente el sacrificio de Cristo que nos reconcilió con Dios; por ella son alimentados y fortificados los que viven de la vida de Cristo; “es el antídoto que nos libera de nuestras faltas cotidianas y nos preserva de pecados mortales” (Concilio de Trento: DS 1638).1437 La lectura de la sagrada Escritura, la oración de la Liturgia de las Horas y del Padre Nuestro, todo acto sincero de culto o de piedad reaviva en nosotros el espíritu de conversión y de penitencia y contribuye al perdón de nuestros pecados.1438 Los tiempos y los días de penitencia a lo largo del año litúrgico (el tiempo de Cuaresma, cada viernes en memoria de la muerte del Señor) son momentos fuertes de la práctica penitencial de la Iglesia (cf SC 109-110; CIC can.1249-1253; CCEO 880-883).
Estos tiempos son particularmente apropiados para los ejercicios espirituales, las liturgias penitenciales, las peregrinaciones como signo de penitencia, las privaciones voluntarias como el ayuno y la limosna, la comunicación cristiana de bienes (obras caritativas y misioneras).1439 El proceso de la conversión y de la penitencia fue descrito maravillosamente por Jesús en la parábola llamada “del hijo pródigo”, cuyo centro es “el padre misericordioso” ( Lc 15,11-24): la fascinación de una libertad ilusoria, el abandono de la casa paterna; la miseria extrema en que el hijo se encuentra tras haber dilapidado su fortuna; la humillación profunda de verse obligado a apacentar cerdos, y peor aún, la de desear alimentarse de las algarrobas que comían los cerdos; la reflexión sobre los bienes perdidos; el arrepentimiento y la decisión de declararse culpable ante su padre, el camino del retorno; la acogida generosa del padre; la alegría del padre: todos estos son rasgos propios del proceso de conversión.
El mejor vestido, el anillo y el banquete de fiesta son símbolos de esta vida nueva, pura, digna, llena de alegría que es la vida del hombre que vuelve a Dios y al seno de su familia, que es la Iglesia. Sólo el corazón de Cristo, que conoce las profundidades del amor de su Padre, pudo revelarnos el abismo de su misericordia de una manera tan llena de simplicidad y de belleza.
VI. El sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación 1440 El pecado es, ante todo, ofensa a Dios, ruptura de la comunión con Él. Al mismo tiempo, atenta contra la comunión con la Iglesia. Por eso la conversión implica a la vez el perdón de Dios y la reconciliación con la Iglesia, que es lo que expresa y realiza litúrgicamente el sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación (cf LG 11).
Sólo Dios perdona el pecado 1441 Sólo Dios perdona los pecados (cf Mc 2,7). Porque Jesús es el Hijo de Dios, dice de sí mismo: “El Hijo del hombre tiene poder de perdonar los pecados en la tierra” ( Mc 2,10) y ejerce ese poder divino: “Tus pecados están perdonados” ( Mc 2,5; Lc 7,48).
Más aún, en virtud de su autoridad divina, Jesús confiere este poder a los hombres (cf Jn 20,21-23) para que lo ejerzan en su nombre.1442 Cristo quiso que toda su Iglesia, tanto en su oración como en su vida y su obra, fuera el signo y el instrumento del perdón y de la reconciliación que nos adquirió al precio de su sangre.
Sin embargo, confió el ejercicio del poder de absolución al ministerio apostólico, que está encargado del “ministerio de la reconciliación” ( 2 Co 5,18). El apóstol es enviado “en nombre de Cristo”, y “es Dios mismo” quien, a través de él, exhorta y suplica: “Dejaos reconciliar con Dios” ( 2 Co 5,20).
- Reconciliación con la Iglesia 1443 Durante su vida pública, Jesús no sólo perdonó los pecados, también manifestó el efecto de este perdón: a los pecadores que son perdonados los vuelve a integrar en la comunidad del pueblo de Dios, de donde el pecado los había alejado o incluso excluido.
- Un signo manifiesto de ello es el hecho de que Jesús admite a los pecadores a su mesa, más aún, Él mismo se sienta a su mesa, gesto que expresa de manera conmovedora, a la vez, el perdón de Dios (cf Lc 15) y el retorno al seno del pueblo de Dios (cf Lc 19,9).1444 Al hacer partícipes a los Apóstoles de su propio poder de perdonar los pecados, el Señor les da también la autoridad de reconciliar a los pecadores con la Iglesia.
Esta dimensión eclesial de su tarea se expresa particularmente en las palabras solemnes de Cristo a Simón Pedro: “A ti te daré las llaves del Reino de los cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos” ( Mt 16,19).
“Consta que también el colegio de los Apóstoles, unido a su cabeza, recibió la función de atar y desatar dada a Pedro (cf Mt 18,18; 28,16-20)” LG 22).1445 Las palabras atar y desatar significan: aquel a quien excluyáis de vuestra comunión, será excluido de la comunión con Dios; aquel a quien que recibáis de nuevo en vuestra comunión, Dios lo acogerá también en la suya.
La reconciliación con la Iglesia es inseparable de la reconciliación con Dios, El sacramento del perdón 1446 Cristo instituyó el sacramento de la Penitencia en favor de todos los miembros pecadores de su Iglesia, ante todo para los que, después del Bautismo, hayan caído en el pecado grave y así hayan perdido la gracia bautismal y lesionado la comunión eclesial.
- El sacramento de la Penitencia ofrece a éstos una nueva posibilidad de convertirse y de recuperar la gracia de la justificación.
- Los Padres de la Iglesia presentan este sacramento como “la segunda tabla (de salvación) después del naufragio que es la pérdida de la gracia” (Concilio de Trento: DS 1542; cf Tertuliano, De paenitentia 4, 2).1447 A lo largo de los siglos, la forma concreta según la cual la Iglesia ha ejercido este poder recibido del Señor ha variado mucho.
Durante los primeros siglos, la reconciliación de los cristianos que habían cometido pecados particularmente graves después de su Bautismo (por ejemplo, idolatría, homicidio o adulterio), estaba vinculada a una disciplina muy rigurosa, según la cual los penitentes debían hacer penitencia pública por sus pecados, a menudo, durante largos años, antes de recibir la reconciliación.
A este “orden de los penitentes” (que sólo concernía a ciertos pecados graves) sólo se era admitido raramente y, en ciertas regiones, una sola vez en la vida. Durante el siglo VII, los misioneros irlandeses, inspirados en la tradición monástica de Oriente, trajeron a Europa continental la práctica “privada” de la Penitencia, que no exigía la realización pública y prolongada de obras de penitencia antes de recibir la reconciliación con la Iglesia.
El sacramento se realiza desde entonces de una manera más secreta entre el penitente y el sacerdote. Esta nueva práctica preveía la posibilidad de la reiteración del sacramento y abría así el camino a una recepción regular del mismo. Permitía integrar en una sola celebración sacramental el perdón de los pecados graves y de los pecados veniales.
A grandes líneas, esta es la forma de penitencia que la Iglesia practica hasta nuestros días.1448 A través de los cambios que la disciplina y la celebración de este sacramento han experimentado a lo largo de los siglos, se descubre una misma estructura fundamental, Comprende dos elementos igualmente esenciales: por una parte, los actos del hombre que se convierte bajo la acción del Espíritu Santo, a saber, la contrición, la confesión de los pecados y la satisfacción; y por otra parte, la acción de Dios por el ministerio de la Iglesia,
Por medio del obispo y de sus presbíteros, la Iglesia, en nombre de Jesucristo, concede el perdón de los pecados, determina la modalidad de la satisfacción, ora también por el pecador y hace penitencia con él. Así el pecador es curado y restablecido en la comunión eclesial.1449 La fórmula de absolución en uso en la Iglesia latina expresa el elemento esencial de este sacramento: el Padre de la misericordia es la fuente de todo perdón.
Realiza la reconciliación de los pecadores por la Pascua de su Hijo y el don de su Espíritu, a través de la oración y el ministerio de la Iglesia: «Dios, Padre misericordioso, que reconcilió consigo al mundo por la muerte y la resurrección de su Hijo y derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda, por el ministerio de la Iglesia, el perdón y la paz.
Y yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» ( Ritual de la Penitencia, 46.55 ). VII. Los actos del penitente 1450 “La penitencia mueve al pecador a soportarlo todo con el ánimo bien dispuesto; en su corazón, contrición; en la boca, confesión; en la obra, toda humildad y fructífera satisfacción” ( Catecismo Romano 2,5,21; cf Concilio de Trento: DS 1673),
La contrición 1451 Entre los actos del penitente, la contrición aparece en primer lugar. Es “un dolor del alma y una detestación del pecado cometido con la resolución de no volver a pecar” (Concilio de Trento: DS 1676).1452 Cuando brota del amor de Dios amado sobre todas las cosas, la contrición se llama “contrición perfecta”(contrición de caridad).
Semejante contrición perdona las faltas veniales; obtiene también el perdón de los pecados mortales, si comprende la firme resolución de recurrir tan pronto sea posible a la confesión sacramental (cf Concilio de Trento: DS 1677).1453 La contrición llamada “imperfecta” (o “atrición”) es también un don de Dios, un impulso del Espíritu Santo.
Nace de la consideración de la fealdad del pecado o del temor de la condenación eterna y de las demás penas con que es amenazado el pecador. Tal conmoción de la conciencia puede ser el comienzo de una evolución interior que culmina, bajo la acción de la gracia, en la absolución sacramental. Sin embargo, por sí misma la contrición imperfecta no alcanza el perdón de los pecados graves, pero dispone a obtenerlo en el sacramento de la Penitencia (cf Concilio de Trento: DS 1678, 1705).1454 Conviene preparar la recepción de este sacramento mediante un examen de conciencia hecho a la luz de la Palabra de Dios.
Para esto, los textos más aptos a este respecto se encuentran en el Decálogo y en la catequesis moral de los evangelios y de las Cartas de los Apóstoles: Sermón de la montaña y enseñanzas apostólicas ( Rm 12-15; 1 Co 12-13; Ga 5; Ef 4-6). La confesión de los pecados 1455 La confesión de los pecados (acusación), incluso desde un punto de vista simplemente humano, nos libera y facilita nuestra reconciliación con los demás.
Por la confesión, el hombre se enfrenta a los pecados de que se siente culpable; asume su responsabilidad y, por ello, se abre de nuevo a Dios y a la comunión de la Iglesia con el fin de hacer posible un nuevo futuro.1456 La confesión de los pecados hecha al sacerdote constituye una parte esencial del sacramento de la Penitencia: “En la confesión, los penitentes deben enumerar todos los pecados mortales de que tienen conciencia tras haberse examinado seriamente, incluso si estos pecados son muy secretos y si han sido cometidos solamente contra los dos últimos mandamientos del Decálogo (cf Ex 20,17; Mt 5,28), pues, a veces, estos pecados hieren más gravemente el alma y son más peligrosos que los que han sido cometidos a la vista de todos” (Concilio de Trento: DS 1680): «Cuando los fieles de Cristo se esfuerzan por confesar todos los pecados que recuerdan, no se puede dudar que están presentando ante la misericordia divina para su perdón todos los pecados que han cometido.
“Quienes actúan de otro modo y callan conscientemente algunos pecados, no están presentando ante la bondad divina nada que pueda ser perdonado por mediación del sacerdote. Porque si el enfermo se avergüenza de descubrir su llaga al médico, la medicina no cura lo que ignora” (Concilio de Trento: DS 1680; cf San Jerónimo, Commentarius in Ecclesiasten 10, 11).1457 Según el mandamiento de la Iglesia “todo fiel llegado a la edad del uso de razón debe confesar, al menos una vez la año, fielmente sus pecados graves” (CIC can.989; cf.
- DS 1683; 1708).
- Quien tenga conciencia de hallarse en pecado grave que no comulgue el Cuerpo del Señor sin acudir antes a la confesión sacramental (cf DS 1647, 1661) a no ser que concurra un motivo grave y no haya posibilidad de confesarse; y, en este caso, tenga presente que está obligado a hacer un acto de contrición perfecta, que incluye el propósito de confesarse cuanto antes” (CIC can.916; CCEO can.711).
Los niños deben acceder al sacramento de la Penitencia antes de recibir por primera vez la Sagrada Comunión (CIC can.914).1458 Sin ser estrictamente necesaria, la confesión de los pecados veniales, sin embargo, se recomienda vivamente por la Iglesia (cf Concilio de Trento: DS 1680; CIC 988, § 2).
En efecto, la confesión habitual de los pecados veniales ayuda a formar la conciencia, a luchar contra las malas inclinaciones, a dejarse curar por Cristo, a progresar en la vida del Espíritu. Cuando se recibe con frecuencia, mediante este sacramento, el don de la misericordia del Padre, el creyente se ve impulsado a ser él también misericordioso (cf Lc 6,36): «Quien confiesa y se acusa de sus pecados hace las paces con Dios.
Dios reprueba tus pecados. Si tú haces lo mismo, te unes a Dios. Hombre y pecador son dos cosas distintas; cuando oyes, hombre, oyes lo que hizo Dios; cuando oyes, pecador, oyes lo que el mismo hombre hizo. Deshaz lo que hiciste para que Dios salve lo que hizo.
Es preciso que aborrezcas tu obra y que ames en ti la obra de Dios Cuando empiezas a detestar lo que hiciste, entonces empiezan tus buenas obras buenas, porque repruebas las tuyas malas. Practicas la verdad y vienes a la luz» (San Agustín, In Iohannis Evangelium tractatus 12, 13). La satisfacción 1459 Muchos pecados causan daño al prójimo.
Es preciso hacer lo posible para repararlo (por ejemplo, restituir las cosas robadas, restablecer la reputación del que ha sido calumniado, compensar las heridas). La simple justicia exige esto. Pero además el pecado hiere y debilita al pecador mismo, así como sus relaciones con Dios y con el prójimo.
- La absolución quita el pecado, pero no remedia todos los desórdenes que el pecado causó (cf Concilio de Trento: DS 1712).
- Liberado del pecado, el pecador debe todavía recobrar la plena salud espiritual.
- Por tanto, debe hacer algo más para reparar sus pecados: debe “satisfacer” de manera apropiada o “expiar” sus pecados.
Esta satisfacción se llama también “penitencia”.1460 La penitencia que el confesor impone debe tener en cuenta la situación personal del penitente y buscar su bien espiritual. Debe corresponder todo lo posible a la gravedad y a la naturaleza de los pecados cometidos.
- Puede consistir en la oración, en ofrendas, en obras de misericordia, servicios al prójimo, privaciones voluntarias, sacrificios, y sobre todo, la aceptación paciente de la cruz que debemos llevar.
- Tales penitencias ayudan a configurarnos con Cristo que, el Único, expió nuestros pecados ( Rm 3,25; 1 Jn 2,1-2) una vez por todas.
Nos permiten llegar a ser coherederos de Cristo resucitado, “ya que sufrimos con él” ( Rm 8,17; cf Concilio de Trento: DS 1690): «Pero nuestra satisfacción, la que realizamos por nuestros pecados, sólo es posible por medio de Jesucristo: nosotros que, por nosotros mismos, no podemos nada, con la ayuda “del que nos fortalece, lo podemos todo” ( Flp 4,13).
Así el hombre no tiene nada de que pueda gloriarse sino que toda “nuestra gloria” está en Cristo en quien nosotros satisfacemos “dando frutos dignos de penitencia” ( Lc 3,8) que reciben su fuerza de Él, por Él son ofrecidos al Padre y gracias a Él son aceptados por el Padre (Concilio de Trento: DS 1691).
VIII. El ministro de este sacramento 1461 Puesto que Cristo confió a sus Apóstoles el ministerio de la reconciliación (cf Jn 20,23; 2 Co 5,18), los obispos, sus sucesores, y los presbíteros, colaboradores de los obispos, continúan ejerciendo este ministerio.
En efecto, los obispos y los presbíteros, en virtud del sacramento del Orden, tienen el poder de perdonar todos los pecados “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.1462 El perdón de los pecados reconcilia con Dios y también con la Iglesia. El obispo, cabeza visible de la Iglesia particular, es considerado, por tanto, con justo título, desde los tiempos antiguos, como el que tiene principalmente el poder y el ministerio de la reconciliación: es el moderador de la disciplina penitencial ( LG 26).
Los presbíteros, sus colaboradores, lo ejercen en la medida en que han recibido la tarea de administrarlo, sea de su obispo (o de un superior religioso) sea del Papa, a través del derecho de la Iglesia (cf CIC can 844; 967-969, 972; CCEO can.722,3-4).1463 «Ciertos pecados particularmente graves están sancionados con la excomunión, la pena eclesiástica más severa, que impide la recepción de los sacramentos y el ejercicio de ciertos actos eclesiásticos (cf CIC can 1331; CCEO can 1420), y cuya absolución, por consiguiente, sólo puede ser concedida, según el derecho de la Iglesia, por el Papa, por el obispo del lugar, o por sacerdotes autorizados por ellos (cf CIC can 1354-1357; CCEO can.1420).
En caso de peligro de muerte, todo sacerdote, aun el que carece de la facultad de oír confesiones, puede absolver de cualquier pecado y de toda excomunión» (cf CIC can 976; para la absolución de los pecados, CCEO can.725).1464 Los sacerdotes deben alentar a los fieles a acceder al sacramento de la Penitencia y deben mostrarse disponibles a celebrar este sacramento cada vez que los cristianos lo pidan de manera razonable (cf CIC can.986; CCEO, can 735; PO 13).1465 Cuando celebra el sacramento de la Penitencia, el sacerdote ejerce el ministerio del Buen Pastor que busca la oveja perdida, el del Buen Samaritano que cura las heridas, del Padre que espera al hijo pródigo y lo acoge a su vuelta, del justo Juez que no hace acepción de personas y cuyo juicio es a la vez justo y misericordioso.
En una palabra, el sacerdote es el signo y el instrumento del amor misericordioso de Dios con el pecador.1466 El confesor no es dueño, sino el servidor del perdón de Dios. El ministro de este sacramento debe unirse a la intención y a la caridad de Cristo (cf PO 13).
Debe tener un conocimiento probado del comportamiento cristiano, experiencia de las cosas humanas, respeto y delicadeza con el que ha caído; debe amar la verdad, ser fiel al magisterio de la Iglesia y conducir al penitente con paciencia hacia su curación y su plena madurez. Debe orar y hacer penitencia por él confiándolo a la misericordia del Señor.1467 Dada la delicadeza y la grandeza de este ministerio y el respeto debido a las personas, la Iglesia declara que todo sacerdote que oye confesiones está obligado a guardar un secreto absoluto sobre los pecados que sus penitentes le han confesado, bajo penas muy severas (CIC can.983-984.1388, § 1; CCEO can 1456).
Tampoco puede hacer uso de los conocimientos que la confesión le da sobre la vida de los penitentes. Este secreto, que no admite excepción, se llama “sigilo sacramental”, porque lo que el penitente ha manifestado al sacerdote queda “sellado” por el sacramento.
IX. Los efectos de este sacramento 1468 “Toda la fuerza de la Penitencia consiste en que nos restituye a la gracia de Dios y nos une con Él con profunda amistad” ( Catecismo Romano, 2, 5, 18). El fin y el efecto de este sacramento son, pues, la reconciliación con Dios, En los que reciben el sacramento de la Penitencia con un corazón contrito y con una disposición religiosa, “tiene como resultado la paz y la tranquilidad de la conciencia, a las que acompaña un profundo consuelo espiritual” (Concilio de Trento: DS 1674).
En efecto, el sacramento de la reconciliación con Dios produce una verdadera “resurrección espiritual”, una restitución de la dignidad y de los bienes de la vida de los hijos de Dios, el más precioso de los cuales es la amistad de Dios ( Lc 15,32).1469 Este sacramento reconcilia con la Iglesia al penitente,
El pecado menoscaba o rompe la comunión fraterna. El sacramento de la Penitencia la repara o la restaura. En este sentido, no cura solamente al que se reintegra en la comunión eclesial, tiene también un efecto vivificante sobre la vida de la Iglesia que ha sufrido por el pecado de uno de sus miembros (cf 1 Co 12,26).
Restablecido o afirmado en la comunión de los santos, el pecador es fortalecido por el intercambio de los bienes espirituales entre todos los miembros vivos del Cuerpo de Cristo, estén todavía en situación de peregrinos o que se hallen ya en la patria celestial (cf LG 48-50): «Pero hay que añadir que tal reconciliación con Dios tiene como consecuencia, por así decir, otras reconciliaciones que reparan las rupturas causadas por el pecado: el penitente perdonado se reconcilia consigo mismo en el fondo más íntimo de su propio ser, en el que recupera la propia verdad interior; se reconcilia con los hermanos, agredidos y lesionados por él de algún modo; se reconcilia con la Iglesia, se reconcilia con toda la creación» (Juan Pablo II, Exhort.
Apost. Reconciliatio et paenitentita, 31).1470 En este sacramento, el pecador, confiándose al juicio misericordioso de Dios, anticipa en cierta manera el juicio al que será sometido al fin de esta vida terrena. Porque es ahora, en esta vida, cuando nos es ofrecida la elección entre la vida y la muerte, y sólo por el camino de la conversión podemos entrar en el Reino del que el pecado grave nos aparta (cf 1 Co 5,11; Ga 5,19-21; Ap 22,15).
Convirtiéndose a Cristo por la penitencia y la fe, el pecador pasa de la muerte a la vida “y no incurre en juicio” ( Jn 5,24).X. Las indulgencias 1471 La doctrina y la práctica de las indulgencias en la Iglesia están estrechamente ligadas a los efectos del sacramento de la Penitencia.
Qué son las indulgencias “La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos” (Pablo VI, Const.
ap. Indulgentiarum doctrina, normas 1). “La indulgencia es parcial o plenaria según libere de la pena temporal debida por los pecados en parte o totalmente” ( Indulgentiarum doctrina, normas 2). “Todo fiel puede lucrar para sí mismo o aplicar por los difuntos, a manera de sufragio, las indulgencias tanto parciales como plenarias” (CIC can 994).
Las penas del pecado 1472 Para entender esta doctrina y esta práctica de la Iglesia es preciso recordar que el pecado tiene una doble consecuencia, El pecado grave nos priva de la comunión con Dios y por ello nos hace incapaces de la vida eterna, cuya privación se llama la “pena eterna” del pecado. Por otra parte, todo pecado, incluso venial, entraña apego desordenado a las criaturas que es necesario purificar, sea aquí abajo, sea después de la muerte, en el estado que se llama Purgatorio.
Esta purificación libera de lo que se llama la “pena temporal” del pecado. Estas dos penas no deben ser concebidas como una especie de venganza, infligida por Dios desde el exterior, sino como algo que brota de la naturaleza misma del pecado. Una conversión que procede de una ferviente caridad puede llegar a la total purificación del pecador, de modo que no subsistiría ninguna pena (cf Concilio de Trento: DS 1712-13; 1820).1473 El perdón del pecado y la restauración de la comunión con Dios entrañan la remisión de las penas eternas del pecado.
Pero las penas temporales del pecado permanecen. El cristiano debe esforzarse, soportando pacientemente los sufrimientos y las pruebas de toda clase y, llegado el día, enfrentándose serenamente con la muerte, por aceptar como una gracia estas penas temporales del pecado; debe aplicarse, tanto mediante las obras de misericordia y de caridad, como mediante la oración y las distintas prácticas de penitencia, a despojarse completamente del “hombre viejo” y a revestirse del “hombre nuevo” (cf.
Ef 4,24). En la comunión de los santos 1474 El cristiano que quiere purificarse de su pecado y santificarse con ayuda de la gracia de Dios no se encuentra solo. “La vida de cada uno de los hijos de Dios está ligada de una manera admirable, en Cristo y por Cristo, con la vida de todos los otros hermanos cristianos, en la unidad sobrenatural del Cuerpo místico de Cristo, como en una persona mística” (Pablo VI, Const.
Ap. Indulgentiarum doctrina, 5).1475 En la comunión de los santos, por consiguiente, “existe entre los fieles, tanto entre quienes ya son bienaventurados como entre los que expían en el purgatorio o los que que peregrinan todavía en la tierra, un constante vínculo de amor y un abundante intercambio de todos los bienes” ( Ibíd ).
En este intercambio admirable, la santidad de uno aprovecha a los otros, más allá del daño que el pecado de uno pudo causar a los demás. Así, el recurso a la comunión de los santos permite al pecador contrito estar antes y más eficazmente purificado de las penas del pecado.1476 Estos bienes espirituales de la comunión de los santos, los llamamos también el tesoro de la Iglesia, “que no es suma de bienes, como lo son las riquezas materiales acumuladas en el transcurso de los siglos, sino que es el valor infinito e inagotable que tienen ante Dios las expiaciones y los méritos de Cristo nuestro Señor, ofrecidos para que la humanidad quedara libre del pecado y llegase a la comunión con el Padre.
Sólo en Cristo, Redentor nuestro, se encuentran en abundancia las satisfacciones y los méritos de su redención ” ( Indulgentiarum doctrina, 5).1477 “Pertenecen igualmente a este tesoro el precio verdaderamente inmenso, inconmensurable y siempre nuevo que tienen ante Dios las oraciones y las buenas obras de la Bienaventurada Virgen María y de todos los santos que se santificaron por la gracia de Cristo, siguiendo sus pasos, y realizaron una obra agradable al Padre, de manera que, trabajando en su propia salvación, cooperaron igualmente a la salvación de sus hermanos en la unidad del Cuerpo místico” ( Indulgentiarum doctrina, 5).
La indulgencia de Dios se obtiene por medio de la Iglesia 1478 Las indulgencias se obtienen por la Iglesia que, en virtud del poder de atar y desatar que le fue concedido por Cristo Jesús, interviene en favor de un cristiano y le abre el tesoro de los méritos de Cristo y de los santos para obtener del Padre de la misericordia la remisión de las penas temporales debidas por sus pecados.
- Por eso la Iglesia no quiere solamente acudir en ayuda de este cristiano, sino también impulsarlo a hacer a obras de piedad, de penitencia y de caridad (cf Indulgentiarum doctrina, 8; Concilio.
- De Trento: DS 1835).1479 Puesto que los fieles difuntos en vía de purificación son también miembros de la misma comunión de los santos, podemos ayudarles, entre otras formas, obteniendo para ellos indulgencias, de manera que se vean libres de las penas temporales debidas por sus pecados.
XI. La celebración del sacramento de la Penitencia 1480 Como todos los sacramentos, la Penitencia es una acción litúrgica. Ordinariamente los elementos de su celebración son: saludo y bendición del sacerdote, lectura de la Palabra de Dios para iluminar la conciencia y suscitar la contrición, y exhortación al arrepentimiento; la confesión que reconoce los pecados y los manifiesta al sacerdote; la imposición y la aceptación de la penitencia; la absolución del sacerdote; alabanza de acción de gracias y despedida con la bendición del sacerdote.1481 La liturgia bizantina posee expresiones diversas de absolución, en forma deprecativa, que expresan admirablemente el misterio del perdón: “Que el Dios que por el profeta Natán perdonó a David cuando confesó sus pecados, y a Pedro cuando lloró amargamente y a la pecadora cuando derramó lágrimas sobre sus pies, y al publicano, y al pródigo, que este mismo Dios, por medio de mí, pecador, os perdone en esta vida y en la otra y que os haga comparecer sin condenaros en su temible tribunal.
El que es bendito por los siglos de los siglos. Amén” ( Eulógion to méga p.222).1482 El sacramento de la Penitencia puede también celebrarse en el marco de una celebración comunitaria, en la que los penitentes se preparan a la confesión y juntos dan gracias por el perdón recibido. Así la confesión personal de los pecados y la absolución individual están insertadas en una liturgia de la Palabra de Dios, con lecturas y homilía, examen de conciencia dirigido en común, petición comunitaria del perdón, rezo del Padre Nuestro y acción de gracias en común.
Esta celebración comunitaria expresa más claramente el carácter eclesial de la penitencia. En todo caso, cualquiera que sea la manera de su celebración, el sacramento de la Penitencia es siempre, por su naturaleza misma, una acción litúrgica, por tanto, eclesial y pública (cf SC 26-27).1483 En casos de necesidad grave se puede recurrir a la celebración comunitaria de la reconciliación con confesión general y absolución general,
Semejante necesidad grave puede presentarse cuando hay un peligro inminente de muerte sin que el sacerdote o los sacerdotes tengan tiempo suficiente para oír la confesión de cada penitente. La necesidad grave puede existir también cuando, teniendo en cuenta el número de penitentes, no hay bastantes confesores para oír debidamente las confesiones individuales en un tiempo razonable, de manera que los penitentes, sin culpa suya, se verían privados durante largo tiempo de la gracia sacramental o de la sagrada comunión.
En este caso, los fieles deben tener, para la validez de la absolución, el propósito de confesar individualmente sus pecados graves en su debido tiempo (CIC can 962, § 1). Al obispo diocesano corresponde juzgar si existen las condiciones requeridas para la absolución general (CIC can 961, § 2).
Una gran concurrencia de fieles con ocasión de grandes fiestas o de peregrinaciones no constituyen por su naturaleza ocasión de la referida necesidad grave. (cf CIC can 962, § 1, 2) 1484 “La confesión individual e íntegra y la absolución continúan siendo el único modo ordinario para que los fieles se reconcilien con Dios y la Iglesia, a no ser que una imposibilidad física o moral excuse de este modo de confesión” ( Ritual de la Penitencia, Prenotandos 31).
Y esto se establece así por razones profundas. Cristo actúa en cada uno de los sacramentos. Se dirige personalmente a cada uno de los pecadores: “Hijo, tus pecados están perdonados” ( Mc 2,5); es el médico que se inclina sobre cada uno de los enfermos que tienen necesidad de él (cf Mc 2,17) para curarlos; los restaura y los devuelve a la comunión fraterna.
- Por tanto, la confesión personal es la forma más significativa de la reconciliación con Dios y con la Iglesia.
- Resumen 1485 En la tarde de Pascua, el Señor Jesús se mostró a sus Apóstoles y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo.
- A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos” ( Jn 20, 22-23).1486 El perdón de los pecados cometidos después del Bautismo es concedido por un sacramento propio llamado sacramento de la conversión, de la confesión, de la penitencia o de la reconciliación,1487 Quien peca lesiona el honor de Dios y su amor, su propia dignidad de hombre llamado a ser hijo de Dios y el bien espiritual de la Iglesia, de la que cada cristiano debe ser una piedra viva.1488 A los ojos de la fe, ningún mal es más grave que el pecado y nada tiene peores consecuencias para los pecadores mismos, para la Iglesia y para el mundo entero.1489 Volver a la comunión con Dios, después de haberla perdido por el pecado, es un movimiento que nace de la gracia de Dios, rico en misericordia y deseoso de la salvación de los hombres.
Es preciso pedir este don precioso para sí mismo y para los demás.1490 El movimiento de retorno a Dios, llamado conversión y arrepentimiento, implica un dolor y una aversión respecto a los pecados cometidos, y el propósito firme de no volver a pecar.
La conversión, por tanto, mira al pasado y al futuro; se nutre de la esperanza en la misericordia divina.1491 El sacramento de la Penitencia está constituido por el conjunto de tres actos realizados por el penitente, y por la absolución del sacerdote. Los actos del penitente son: el arrepentimiento, la confesión o manifestación de los pecados al sacerdote y el propósito de realizar la reparación y las obras de penitencia.1492 El arrepentimiento (llamado también contrición) debe estar inspirado en motivaciones que brotan de la fe.
Si el arrepentimiento es concebido por amor de caridad hacia Dios, se le llama “perfecto”; si está fundado en otros motivos se le llama “imperfecto”.1493 El que quiere obtener la reconciliación con Dios y con la Iglesia debe confesar al sacerdote todos los pecados graves que no ha confesado aún y de los que se acuerda tras examinar cuidadosamente su conciencia.
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¿Cuántas veces se puede casar por la Iglesia Católica?
Segundas nupcias por la Iglesia Católica El sacramento del matrimonio es considerado un vínculo indisoluble por la Iglesia Católica, con la única posibilidad de deshacerse en el caso de muerte de uno de los cónyuges. Pero el catolicismo no reconoce el divorcio y, por lo tanto, no es posible casarse por segunda vez.
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¿Cuándo fue el primer matrimonio?
El matrimonio: el origen, la historia y su evolución a través del paso del tiempo Tras la reciente polémica generada por el Vaticano y el Papa Francisco, en Laura Malingraux, queremos hacer un análisis profundo, para llegar al auténtico significado del matrimonio, observando todos los matices que ha ido adoptando a lo largo de la historia. Fotografía de, Cojín bordado a mano de Tras leer mucho sobre el tema, queremos liberarnos de prejuicios e ideas preconcebidas, para poder ahondar en la verdadera esencia del matrimonio. Conocer bien el origen y la evolución histórica de este fenómeno universal, que se da en todas las culturas y en todos los lugares del planeta,
Imagen de en En prácticamente todas las lenguas del mundo, las palabras para designar a la madre por parte de los hijos, son fonéticamente muy parecidas, y es que “ma” es el balbuceo mamífero humano por excelencia, del bebé en busca de alimento. No sería descabellado pensar que “matrimonio”, que empieza por “ma”, tenga algo que ver con esa capacidad y voluntad de una madre, de garantizar alimento a su cría.
Imagen de en Ahora bien, “matrimonio” es una palabra procedente del latín, que toma el término del Indoeuropeo, en el que el lexema “mater” no significa sólo “madre” sino que también significa “materia”, Por un lado, “matrimonio” además de traducirse como “de una sola madre”, bien puede traducirse como “de una sola materia”, traducción más coherente, por otro lado.
Imagen de en Los primeros datos que existen sobre el matrimonio, nos los proporciona la cultura de Mesopotamia, En el 4.000 a.C., en una tablilla, se deja constancia del pacto entre un hombre y una mujer, definiéndose los derechos y deberes de la esposa, el dinero que esta obtendría en caso de ser rechazada y el castigo en caso de ser infiel.
Fotografía de, Decoración de Durante cientos de años, en la unión conyugal, se va a dar por supuesta la supremacía masculina, y se van a establecer los roles de cada miembro de la pareja: la esposa será la “la ama de casa” que se va a encargar de las tareas domésticas y del cuidado de los hijos, sirviendo y subordinándose a su marido, el “proveedor” que será quien proporcione todos los medios necesarios para la subsistencia familiar.
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¿Qué dice Mateo 18 22?
Mateo 18
- 1 En aquel tiempo se acercaron los discípulos a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?
- 2 Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos,
- 3 y dijo: De cierto os digo que no os volvéis y os hacéis como, no entraréis en el reino de los cielos.
- 4 Así que, cualquiera que se como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos.
- 5 Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe.
- 6 Y cualquiera que tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno y que se le hundiese en lo profundo del mar.
7 ¡Ay del mundo por los tropiezos! Porque es necesario que vengan tropiezos, pero, ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!
- 8 Por tanto, si tu mano o tu pie te fuere ocasión de caer, córtalo y échalo de ti; mejor te es entrar en la vida cojo o manco que, teniendo dos manos o dos pies, ser echado al fuego eterno.
- 9 Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo y échalo de ti; mejor te es entrar con un solo ojo en la vida que, teniendo dos ojos, ser echado al infierno de,
- 10 Mirad que no tengáis en poco a alguno de estos, porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre la faz de mi Padre que está en los cielos.
- 11 Porque el ha venido para lo que se había,
12 ¿Qué os parece? Si tiene algún hombre cien y se descarría una de ellas, ¿no irá por los montes, dejando las noventa y nueve, a buscar la que se ha descarriado?
- 13 Y si acontece que la halla, de cierto os digo que más se regocija por aquella que por las noventa y nueve que no se descarriaron.
- 14 Así que, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos que pierda uno de estos pequeños.
- 15 Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y entre tú y él solos; si te escucha, has ganado a tu hermano.
- 16 Pero si no te escucha, toma aun contigo a uno o a dos, para que por boca de dos o de tres conste toda palabra.
- 17 Y si no los escucha a ellos, dilo a la iglesia; y si no escucha a la iglesia, tenle por pagano y publicano.
- 18 De cierto os digo que todo lo que en la tierra será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra será desatado en el cielo.
- 19 Otra vez os digo que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que, les será hecho por mi Padre que está en los cielos.
- 20 Porque donde están dos o tres en mi nombre, allí estoy yo medio de ellos.
21 Entonces Pedro, acercándose a él, dijo: Señor, ¿cuántas veces a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?
- 22 Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.
- 23 Por lo cual, el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso con sus siervos.
- 24 Y cuando comenzó a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos.
- 25 Mas como este no podía pagar, mandó su señor venderlo a él, y a su mujer e hijos, con todo lo que tenía, para que se le pagase.
- 26 Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.
- 27 El señor, movido a misericordia por aquel siervo, le soltó y le perdonó la deuda.
- 28 Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos que le debía ; y tomándole del cuello, le ahogaba, diciendo: ¡Págame lo que me debes!
- 29 Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba, diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.
- 30 Mas él no quiso, sino que fue y lo echó en la cárcel hasta que pagase la deuda.
- 31 Y viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y declararon a su señor todo lo que había pasado.
32 Entonces llamándole su señor, le dijo: ¡Siervo malvado! Toda aquella te perdoné, porque me rogaste.
- 33 ¿No debías tú también haber tenido de tu consiervo, así como yo tuve de ti?
- 34 Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía.
- 35 Así también hará con vosotros mi Padre Celestial, si no perdona de corazón cada uno a su hermano sus ofensas.
¿Qué dice Juan 20 22?
Page 17 –
- 1 Y Jesús se fue al monte de los Olivos.
- 2 Y por la mañana volvió al templo, y todo el pueblo vino a él; y sentado él, les enseñaba.
- 3 Entonces los escribas y los fariseos le llevaron una mujer sorprendida en ; y poniéndola en medio,
- 4 le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio;
- 5 y en la, Moisés nos mandó apedrear a tales mujeres; tú, pues, ¿qué dices?
6 Mas esto decían tentándole, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en la tierra con el,
- 7 Y como insistieron en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de entre vosotros esté sin sea el en arrojar la piedra contra ella.
- 8 E inclinándose de nuevo, siguió escribiendo en la tierra.
- 9 Al oír esto, acusados por su, salieron uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los últimos; y quedaron solo Jesús y la mujer, que estaba en medio.
10 Y enderezándose Jesús y no viendo a nadie más que a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te ha condenado? 11 Y ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te ; vete, y peques,
- 12 Y Jesús les habló otra vez, diciendo: Yo soy la del mundo; el que me sigue no andará en, sino que tendrá la luz de la vida.
- 13 Entonces los fariseos le dijeron: Tú das testimonio de ti mismo; tu testimonio no es verdadero.
- 14 Respondió Jesús y les dijo: Aunque yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo ni a dónde voy.
- 15 Vosotros juzgáis según la carne, pero yo no juzgo a nadie.
- 16 Y si yo juzgo, mi es verdadero, porque no soy yo, sino yo y el Padre que me envió.
- 17 Y en vuestra ley está escrito que el de dos hombres es verdadero.
- 18 Yo soy el que doy de mí mismo, y el que me envió da testimonio de mí.
19 Y le dijeron: ¿Dónde está tu Padre? Respondió Jesús: Ni a mí me conocéis, ni a mi Padre; si a mí me, también a mi Padre conoceríais.
- 20 Estas palabras habló Jesús en el lugar de las ofrendas, enseñando en el templo; y nadie le prendió, porque aún no había llegado su hora.
- 21 Y les dijo otra vez Jesús: Yo me voy, y me buscaréis, pero en vuestro moriréis; a donde yo voy, vosotros no podéis ir.
- 22 Decían entonces los judíos: ¿Acaso se irá a matar, que dice: A donde yo voy, vosotros no podéis ir?
- 23 Y les dijo: Vosotros sois de abajo; yo soy de arriba; vosotros sois de este ; yo no soy de este mundo.
- 24 Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados, porque si no que yo soy, en vuestros pecados moriréis.
25 Y le dijeron: Tú, ¿quién eres? Entonces Jesús les dijo: Lo que desde el principio os he dicho.
- 26 Muchas cosas tengo que decir y juzgar de vosotros, pero el que me envió es verdadero; y yo, lo que he de él, esto hablo al mundo.
- 27 Pero no entendieron que él les hablaba del Padre.
- 28 Les dijo, pues, Jesús: Cuando levantado al Hijo del Hombre, entonces sabréis que yo soy, y que hago por mí mismo, sino que, como el Padre me enseñó, hablo.
- 29 Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado el Padre, porque yo hago siempre lo que a él le,
- 30 Al decir él estas cosas, muchos en él.
- 31 Dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros en mi palabra, seréis verdaderamente mis ;
- 32 y conoceréis la, y la verdad hará libres.
33 Y le respondieron: Linaje de somos y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres? 34 Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que comete, es del pecado.
- 35 Y el esclavo no se queda en la casa para siempre, mas el hijo sí se queda para siempre.
- 36 Así que, si el Hijo os hace libres, seréis verdaderamente libres.
- 37 Sé que sois descendientes de Abraham; sin embargo, procuráis matarme, porque mi palabra no tiene cabida en vosotros.
- 38 Yo hablo lo que he visto estando junto al Padre; y vosotros hacéis lo que habéis visto junto a vuestro padre.
39 Respondieron y le dijeron: Nuestro padre es Abraham. Jesús les dijo: Si fuerais de Abraham, las obras de Abraham haríais.40 Pero ahora procuráis matarme a mí, un hombre que os ha hablado la verdad, la cual he oído de Dios; eso no hizo Abraham.41 Vosotros hacéis las obras de vuestro padre.
Entonces le dijeron: Nosotros no hemos nacido de fornicación; un padre tenemos, que es Dios.42 Jesús entonces les dijo: Si vuestro padre fuera Dios, ciertamente me amaríais, porque yo de Dios he salido y he venido; pues no he venido por mí mismo, sino que él me envió.43 ¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis mi palabra.44 Vosotros sois de vuestro padre el, y los deseos de vuestro padre queréis hacer.
Él ha sido homicida desde el principio y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de sí mismo habla, porque es y padre de la mentira.45 Y a mí, porque yo digo la verdad, no me creéis.46 ¿Quién de vosotros me acusa de pecado? Pues si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis?
- 47 que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios.
- 48 Respondieron entonces los judíos y le dijeron: ¿No decimos bien nosotros que tú eres samaritano y que tienes ?
- 49 Respondió Jesús: Yo no tengo demonio, antes bien honro a mi Padre; y vosotros me deshonráis a mí.
- 50 Pero yo no busco mi ; hay quien la busca y juzga.
- 51 De cierto, de cierto os digo que el que guarda mi palabra no verá la jamás.
52 Entonces los judíos le dijeron: Ahora sabemos que tienes demonio. Abraham murió, y también los profetas, y tú dices: El que guarda mi palabra no la muerte jamás.53 ¿Eres tú acaso mayor que nuestro padre Abraham, que murió? También los profetas murieron; ¿quién te haces a ti mismo?
- 54 Respondió Jesús: Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria no es nada; mi Padre es el que me glorifica, el que vosotros decís que es vuestro Dios.
- 55 Y vosotros no le conocéis, pero yo sí le conozco; y si digo que no le conozco, sería mentiroso como vosotros; pero le conozco y guardo su palabra.
- 56 Abraham, vuestro padre, se regocijó de que mi día; y lo vio y se regocijó.
- 57 Le dijeron entonces los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?
- 58 Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: que Abraham fuese,,
- 59 Tomaron entonces para arrojárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo; y atravesando por en medio de ellos, fue.
¿Qué dice el Apóstol San Pablo 1 Corintios 11 2325?
En esto no os alabo.23 Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó a pan, 24 y habiendo dado gracias, lo partió y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí.
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¿Qué dice el texto original de Mateo 28 19?
1 Y pasado el a día de reposo, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro.2 Y he aquí, hubo un gran terremoto, porque a un b ángel del Señor, descendiendo del cielo y acercándose al sepulcro, removió la piedra y se sentó sobre ella.3 a Y su b aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve.4 Y de miedo a él los guardias temblaron y se quedaron como muertos.5 a Y respondiendo el ángel, dijo a las mujeres: No temáis vosotras, porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado.6 No está aquí, porque ha a resucitado, así como dijo.
Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor.7 E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos; y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis. He aquí, os lo he dicho.8 Entonces ellas, saliendo del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos.
Y mientras iban a dar las nuevas a los discípulos, 9 he aquí, a Jesús les salió al encuentro, diciendo: ¡Salve! Y ellas se acercaron, y abrazaron sus pies y le adoraron.10 Entonces Jesús les dijo: No temáis; id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán.11 Y mientras ellas iban, he aquí unos de la guardia fueron a la ciudad y dieron aviso a los principales sacerdotes de todas las cosas que habían acontecido.12 Y reunidos con los ancianos, y habiendo deliberado, dieron mucho dinero a los soldados, 13 diciendo: Decid: Sus discípulos vinieron de noche y lo hurtaron mientras dormíamos.14 Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros le persuadiremos y os pondremos a salvo.15 Y ellos, tomando el dinero, hicieron como habían sido instruidos; y este dicho se ha divulgado entre los judíos hasta el día de hoy.16 Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado.17 Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos a dudaban,18 Y acercándose Jesús, les habló, diciendo: Toda a potestad me es dada en el cielo y en la tierra.19 Por tanto, id y haced a discípulos a todas las naciones, b bautizándolos en el nombre del c Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20 a enseñándoles que guarden todas las cosas que os he b mandado ; y he aquí, c yo estoy con vosotros todos los días, hasta el d fin del mundo.
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¿Qué dice Mateo 19 5 6?
Mateo 19
- 1 Y aconteció que cuando acabó Jesús estas palabras, salió de Galilea y fue a la región de Judea, al otro lado del Jordán.
- 2 Y le siguió mucha gente, y los sanó allí.
- 3 Entonces se acercaron a él los fariseos, tentándole y diciéndole: ¿Es lícito al hombre a su esposa por cualquier causa?
- 4 Y él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los al principio, hombre y mujer los hizo,
- 5 y dijo: Por tanto, el hombre dejará a su padre y a su madre, y unirá a su esposa, y los dos serán una sola carne?
- 6 Así que, no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre.
- 7 Le dijeron: ¿Por qué, pues, mandó Moisés darle y repudiarla?
- 8 Les dijo: Por la de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras esposas; mas al principio no fue así.
- 9 Y yo os digo que cualquiera que repudia a su esposa, a no ser por causa de, y se casa con otra, adulterio; y el que se casa con la repudiada comete adulterio.
- 10 Le dijeron sus discípulos: Si así es la condición del hombre con su esposa, no conviene casarse.
- 11 Entonces él les dijo: No todos pueden recibir esta palabra, sino solo aquellos a quienes es dado.
- 12 Porque hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que son hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que se hicieron a sí mismos eunucos por causa del reino de los cielos; el que sea capaz de aceptar esto, que lo acepte.
- 13 Entonces le fueron presentados unos niños, para que pusiese las sobre ellos y orase; pero los discípulos los,
- 14 Y Jesús dijo: Dejad a los venir a mí y no les impidáis hacerlo, porque de los tales es el reino de los cielos.
- 15 Y habiendo puesto las manos sobre ellos, partió de allí.
- 16 Y he aquí uno, acercándose, le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la ?
17 Y él le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno es bueno sino uno, a saber, ; y si quieres entrar en la vida, guarda los,18 Le dijo: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás; no adulterio; no hurtarás; no dirás ; 19 a tu padre y a tu madre; y, a tu como a ti mismo.20 El joven le dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta?
- 21 Le dijo Jesús: Si quieres ser, anda, vende lo que tienes y a los, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.
- 22 Y al oír el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.
- 23 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo que difícilmente entrará un en el reino de los cielos.
- 24 Mas os digo que es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios.
- 25 Mas sus discípulos, oyendo estas cosas, se asombraron en gran manera, diciendo: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?
- 26 mirándo los Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible, mas para Dios todo es posible.
27 Entonces, respondiendo Pedro, le dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué, pues, tendremos?
- 28 Y Jesús les dijo: De cierto os digo que, en la, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido os sentaréis también sobre doce tronos, para a las doce tribus de Israel.
- 29 Y todo el que dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o esposa, o hijos o tierras, por mi recibirá cien veces más y heredará la,
- 30 Pero muchos serán postreros, y los postreros, primeros.
¿Qué nos dice Juan 20 22 23?
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- 1 Cuando Jesús hubo dicho estas cosas, salió con sus discípulos al otro lado del arroyo Cedrón, donde había un huerto en el cual entró Jesús con sus discípulos.
- 2 Y también Judas, el que le iba a, conocía aquel lugar, porque muchas veces Jesús se había reunido allí con sus discípulos.
- 3 Judas, pues, tomando una compañía de soldados y guardias de los principales sacerdotes y de los fariseos, fue allí con linternas y antorchas, y con armas.
- 4 Pero Jesús, sabiendo todo lo que le iba a suceder, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis?
5 Le respondieron: A Jesús de Nazaret. Jesús les dijo: Yo soy. Y estaba también con ellos Judas, el que le entregaba.6 Y cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron y cayeron a tierra.7 Volvió, pues, a preguntarles: ¿A quién buscáis? Y ellos dijeron: A Jesús de Nazaret.8 Jesús respondió: Os he dicho que yo soy.
- 11 Jesús entonces dijo a Pedro: Guarda la espada en la vaina; copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?
- 12 Entonces la compañía de soldados, y el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús y le ataron.
- 13 Y le llevaron primeramente ante, porque era suegro de Caifás, que era sumo sacerdote aquel año.
- 14 Y era el que había dado el consejo a los judíos de que convenía que un hombre muriese por el pueblo.
- 15 Y Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Y este discípulo era conocido del sumo sacerdote, y entró con Jesús al patio del sumo sacerdote;
16 mas Pedro estaba fuera, a la puerta. Y salió aquel discípulo que era conocido del sumo sacerdote, y habló a la portera e hizo entrar a Pedro.17 Entonces la criada portera dijo a Pedro: ¿No eres tú también de los discípulos de este hombre? Dijo él: No lo soy.
- 18 Y estaban de pie los siervos y los guardias que habían encendido un fuego, porque hacía frío y se calentaban; y también con ellos estaba Pedro de pie, calentándose.
- 19 Y el sumo sacerdote preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su,
- 20 Jesús le respondió: Yo he hablado abiertamente al mundo; siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y nada he hablado en secreto.
21 ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que han oído lo que les he hablado; he aquí, ellos saben lo que yo he dicho.
- 22 Y cuando él hubo dicho esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo: ¿Así respondes al sumo sacerdote?
- 23 Jesús le respondió: Si he hablado mal, da testimonio de lo que está mal; pero si bien, ¿por qué me golpeas?
- 24 Anás entonces le envió atado a Caifás, el sumo sacerdote.
25 Estaba, pues, Pedro de pie, calentándose. Y le dijeron: ¿No eres tú de sus discípulos? Él negó y dijo: No lo soy.26 Uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dijo: ¿No te vi yo en el huerto con él? 27 Y negó Pedro otra vez, y enseguida cantó el gallo.28 Y llevaron a Jesús desde Caifás hasta el pretorio.
- 30 Respondieron y le dijeron: Si este no fuera malhechor, no te lo habríamos entregado.
- 31 Entonces Pilato les dijo: Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra ley. Y los judíos le dijeron: nosotros no nos es lícito dar muerte a nadie;
- 32 para que se cumpliese palabra que Jesús había dicho, dando a entender de qué muerte había de morir.
- 33 Entonces Pilato volvió a entrar en el pretorio, y llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los judíos?
- 34 Jesús le respondió: ¿Dices tú esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?
35 Pilato respondió: ¿Acaso soy yo judío? Tu nación y los principales sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho? 36 Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí.37 Le dijo entonces Pilato: Luego, ¿eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey.
- Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de verdad.
- Todo aquel que es de la verdad oye mi voz.38 Le dijo Pilato: ¿Qué es la verdad? Y cuando hubo dicho esto, salió otra vez a los judíos y les dijo: Yo no hallo en él delito.39 Pero vosotros tenéis la costumbre de que os suelte a uno en la Pascua.
¿Queréis, pues, que os suelte al Rey de los judíos? 40 Entonces todos dieron voces otra vez, diciendo: ¡No a este, sino a Barrabás! Y era ladrón.
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¿Cuál es el sacramento de Juan 20 22 23?
SEGUNDA PARTE LA CELEBRACIÓN DEL MISTERIO CRISTIANO SEGUNDA SECCIÓN: LOS SIETE SACRAMENTOS DE LA IGLESIA CAPÍTULO SEGUNDO LOS SACRAMENTOS DE CURACIÓN ARTÍCULO 4 EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA Y DE LA RECONCILIACIÓN 1422 “Los que se acercan al sacramento de la penitencia obtienen de la misericordia de Dios el perdón de los pecados cometidos contra El y, al mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia, a la que ofendieron con sus pecados.
- Ella les mueve a conversión con su amor, su ejemplo y sus oraciones” ( LG 11).I.
- El nombre de este sacramento 1423 Se le denomina sacramento de conversión porque realiza sacramentalmente la llamada de Jesús a la conversión (cf Mc 1,15), la vuelta al Padre (cf Lc 15,18) del que el hombre se había alejado por el pecado.
Se denomina sacramento de la penitencia porque consagra un proceso personal y eclesial de conversión, de arrepentimiento y de reparación por parte del cristiano pecador.1424 Se le denomina sacramento de la confesión porque la declaración o manifestación, la confesión de los pecados ante el sacerdote, es un elemento esencial de este sacramento.
- En un sentido profundo este sacramento es también una “confesión”, reconocimiento y alabanza de la santidad de Dios y de su misericordia para con el hombre pecador.
- Se le denomina sacramento del perdón porque, por la absolución sacramental del sacerdote, Dios concede al penitente “el perdón y la paz” ( Ritual de la Penitencia, 46, 55).
Se le denomina sacramento de reconciliación porque otorga al pecador el amor de Dios que reconcilia: “Dejaos reconciliar con Dios” ( 2 Co 5,20). El que vive del amor misericordioso de Dios está pronto a responder a la llamada del Señor: “Ve primero a reconciliarte con tu hermano” ( Mt 5,24).
II. Por qué un sacramento de la Reconciliación después del Bautismo 1425 “Habéis sido lavados habéis sido santificados, habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios” ( 1 Co 6,11). Es preciso darse cuenta de la grandeza del don de Dios que se nos hace en los sacramentos de la iniciación cristiana para comprender hasta qué punto el pecado es algo que no cabe en aquel que “se ha revestido de Cristo” ( Ga 3,27).
Pero el apóstol san Juan dice también: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros” ( 1 Jn 1,8). Y el Señor mismo nos enseñó a orar: “Perdona nuestras ofensas” ( Lc 11,4) uniendo el perdón mutuo de nuestras ofensas al perdón que Dios concederá a nuestros pecados.1426 La conversión a Cristo, el nuevo nacimiento por el Bautismo, el don del Espíritu Santo, el Cuerpo y la Sangre de Cristo recibidos como alimento nos han hecho “santos e inmaculados ante Él” ( Ef 1,4), como la Iglesia misma, esposa de Cristo, es “santa e inmaculada ante Él” ( Ef 5,27).
Sin embargo, la vida nueva recibida en la iniciación cristiana no suprimió la fragilidad y la debilidad de la naturaleza humana, ni la inclinación al pecado que la tradición llama concupiscencia, y que permanece en los bautizados a fin de que sirva de prueba en ellos en el combate de la vida cristiana ayudados por la gracia de Dios (cf DS 1515).
Esta lucha es la de la conversión con miras a la santidad y la vida eterna a la que el Señor no cesa de llamarnos (cf DS 1545; LG 40). III. La conversión de los bautizados 1427 Jesús llama a la conversión. Esta llamada es una parte esencial del anuncio del Reino: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva” ( Mc 1,15).
- En la predicación de la Iglesia, esta llamada se dirige primeramente a los que no conocen todavía a Cristo y su Evangelio.
- Así, el Bautismo es el lugar principal de la conversión primera y fundamental.
- Por la fe en la Buena Nueva y por el Bautismo (cf.
- Hch 2,38) se renuncia al mal y se alcanza la salvación, es decir, la remisión de todos los pecados y el don de la vida nueva.1428 Ahora bien, la llamada de Cristo a la conversión sigue resonando en la vida de los cristianos.
Esta segunda conversión es una tarea ininterrumpida para toda la Iglesia que “recibe en su propio seno a los pecadores” y que siendo “santa al mismo tiempo que necesitada de purificación constante, busca sin cesar la penitencia y la renovación” ( LG 8).
- Este esfuerzo de conversión no es sólo una obra humana.
- Es el movimiento del “corazón contrito” ( Sal 51,19), atraído y movido por la gracia (cf Jn 6,44; 12,32) a responder al amor misericordioso de Dios que nos ha amado primero (cf 1 Jn 4,10).1429 De ello da testimonio la conversión de san Pedro tras la triple negación de su Maestro.
La mirada de infinita misericordia de Jesús provoca las lágrimas del arrepentimiento ( Lc 22,61) y, tras la resurrección del Señor, la triple afirmación de su amor hacia él (cf Jn 21,15-17). La segunda conversión tiene también una dimensión comunitaria,
Esto aparece en la llamada del Señor a toda la Iglesia: “¡Arrepiéntete!” ( Ap 2,5.16). San Ambrosio dice acerca de las dos conversiones que, «en la Iglesia, existen el agua y las lágrimas: el agua del Bautismo y las lágrimas de la Penitencia» ( Epistula extra collectionem 1, 12). IV. La penitencia interior 1430 Como ya en los profetas, la llamada de Jesús a la conversión y a la penitencia no mira, en primer lugar, a las obras exteriores “el saco y la ceniza”, los ayunos y las mortificaciones, sino a la conversión del corazón, la penitencia interior,
Sin ella, las obras de penitencia permanecen estériles y engañosas; por el contrario, la conversión interior impulsa a la expresión de esta actitud por medio de signos visibles, gestos y obras de penitencia (cf Jl 2,12-13; Is 1,16-17; Mt 6,1-6.16-18).1431 La penitencia interior es una reorientación radical de toda la vida, un retorno, una conversión a Dios con todo nuestro corazón, una ruptura con el pecado, una aversión del mal, con repugnancia hacia las malas acciones que hemos cometido.
Al mismo tiempo, comprende el deseo y la resolución de cambiar de vida con la esperanza de la misericordia divina y la confianza en la ayuda de su gracia. Esta conversión del corazón va acompañada de dolor y tristeza saludables que los Padres llamaron animi cruciatus (aflicción del espíritu), compunctio cordis (arrepentimiento del corazón) (cf Concilio de Trento: DS 1676-1678; 1705; Catecismo Romano, 2, 5, 4).1432 El corazón del hombre es torpe y endurecido.
Es preciso que Dios dé al hombre un corazón nuevo (cf Ez 36,26-27). La conversión es primeramente una obra de la gracia de Dios que hace volver a Él nuestros corazones: “Conviértenos, Señor, y nos convertiremos” ( Lm 5,21). Dios es quien nos da la fuerza para comenzar de nuevo.
- Al descubrir la grandeza del amor de Dios, nuestro corazón se estremece ante el horror y el peso del pecado y comienza a temer ofender a Dios por el pecado y verse separado de él.
- El corazón humano se convierte mirando al que nuestros pecados traspasaron (cf Jn 19,37; Za 12,10).
- «Tengamos los ojos fijos en la sangre de Cristo y comprendamos cuán preciosa es a su Padre, porque, habiendo sido derramada para nuestra salvación, ha conseguido para el mundo entero la gracia del arrepentimiento» (San Clemente Romano, Epistula ad Corinthios 7, 4).1433 Después de Pascua, el Espíritu Santo “convence al mundo en lo referente al pecado” ( Jn 16, 8-9), a saber, que el mundo no ha creído en el que el Padre ha enviado.
Pero este mismo Espíritu, que desvela el pecado, es el Consolador (cf Jn 15,26) que da al corazón del hombre la gracia del arrepentimiento y de la conversión (cf Hch 2,36-38; Juan Pablo II, Dominum et vivificantem, 27-48).V. Diversas formas de penitencia en la vida cristiana 1434 La penitencia interior del cristiano puede tener expresiones muy variadas.
- La Escritura y los Padres insisten sobre todo en tres formas: el ayuno, la oración, la limosna (cf.
- Tb 12,8; Mt 6,1-18), que expresan la conversión con relación a sí mismo, con relación a Dios y con relación a los demás.
- Junto a la purificación radical operada por el Bautismo o por el martirio, citan, como medio de obtener el perdón de los pecados, los esfuerzos realizados para reconciliarse con el prójimo, las lágrimas de penitencia, la preocupación por la salvación del prójimo (cf St 5,20), la intercesión de los santos y la práctica de la caridad “que cubre multitud de pecados” ( 1 P 4,8).1435 La conversión se realiza en la vida cotidiana mediante gestos de reconciliación, la atención a los pobres, el ejercicio y la defensa de la justicia y del derecho (cf Am 5,24; Is 1,17), por el reconocimiento de nuestras faltas ante los hermanos, la corrección fraterna, la revisión de vida, el examen de conciencia, la dirección espiritual, la aceptación de los sufrimientos, el padecer la persecución a causa de la justicia.
Tomar la cruz cada día y seguir a Jesús es el camino más seguro de la penitencia (cf Lc 9,23).1436 Eucaristía y Penitencia, La conversión y la penitencia diarias encuentran su fuente y su alimento en la Eucaristía, pues en ella se hace presente el sacrificio de Cristo que nos reconcilió con Dios; por ella son alimentados y fortificados los que viven de la vida de Cristo; “es el antídoto que nos libera de nuestras faltas cotidianas y nos preserva de pecados mortales” (Concilio de Trento: DS 1638).1437 La lectura de la sagrada Escritura, la oración de la Liturgia de las Horas y del Padre Nuestro, todo acto sincero de culto o de piedad reaviva en nosotros el espíritu de conversión y de penitencia y contribuye al perdón de nuestros pecados.1438 Los tiempos y los días de penitencia a lo largo del año litúrgico (el tiempo de Cuaresma, cada viernes en memoria de la muerte del Señor) son momentos fuertes de la práctica penitencial de la Iglesia (cf SC 109-110; CIC can.1249-1253; CCEO 880-883).
Estos tiempos son particularmente apropiados para los ejercicios espirituales, las liturgias penitenciales, las peregrinaciones como signo de penitencia, las privaciones voluntarias como el ayuno y la limosna, la comunicación cristiana de bienes (obras caritativas y misioneras).1439 El proceso de la conversión y de la penitencia fue descrito maravillosamente por Jesús en la parábola llamada “del hijo pródigo”, cuyo centro es “el padre misericordioso” ( Lc 15,11-24): la fascinación de una libertad ilusoria, el abandono de la casa paterna; la miseria extrema en que el hijo se encuentra tras haber dilapidado su fortuna; la humillación profunda de verse obligado a apacentar cerdos, y peor aún, la de desear alimentarse de las algarrobas que comían los cerdos; la reflexión sobre los bienes perdidos; el arrepentimiento y la decisión de declararse culpable ante su padre, el camino del retorno; la acogida generosa del padre; la alegría del padre: todos estos son rasgos propios del proceso de conversión.
El mejor vestido, el anillo y el banquete de fiesta son símbolos de esta vida nueva, pura, digna, llena de alegría que es la vida del hombre que vuelve a Dios y al seno de su familia, que es la Iglesia. Sólo el corazón de Cristo, que conoce las profundidades del amor de su Padre, pudo revelarnos el abismo de su misericordia de una manera tan llena de simplicidad y de belleza.
VI. El sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación 1440 El pecado es, ante todo, ofensa a Dios, ruptura de la comunión con Él. Al mismo tiempo, atenta contra la comunión con la Iglesia. Por eso la conversión implica a la vez el perdón de Dios y la reconciliación con la Iglesia, que es lo que expresa y realiza litúrgicamente el sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación (cf LG 11).
Sólo Dios perdona el pecado 1441 Sólo Dios perdona los pecados (cf Mc 2,7). Porque Jesús es el Hijo de Dios, dice de sí mismo: “El Hijo del hombre tiene poder de perdonar los pecados en la tierra” ( Mc 2,10) y ejerce ese poder divino: “Tus pecados están perdonados” ( Mc 2,5; Lc 7,48).
Más aún, en virtud de su autoridad divina, Jesús confiere este poder a los hombres (cf Jn 20,21-23) para que lo ejerzan en su nombre.1442 Cristo quiso que toda su Iglesia, tanto en su oración como en su vida y su obra, fuera el signo y el instrumento del perdón y de la reconciliación que nos adquirió al precio de su sangre.
Sin embargo, confió el ejercicio del poder de absolución al ministerio apostólico, que está encargado del “ministerio de la reconciliación” ( 2 Co 5,18). El apóstol es enviado “en nombre de Cristo”, y “es Dios mismo” quien, a través de él, exhorta y suplica: “Dejaos reconciliar con Dios” ( 2 Co 5,20).
- Reconciliación con la Iglesia 1443 Durante su vida pública, Jesús no sólo perdonó los pecados, también manifestó el efecto de este perdón: a los pecadores que son perdonados los vuelve a integrar en la comunidad del pueblo de Dios, de donde el pecado los había alejado o incluso excluido.
- Un signo manifiesto de ello es el hecho de que Jesús admite a los pecadores a su mesa, más aún, Él mismo se sienta a su mesa, gesto que expresa de manera conmovedora, a la vez, el perdón de Dios (cf Lc 15) y el retorno al seno del pueblo de Dios (cf Lc 19,9).1444 Al hacer partícipes a los Apóstoles de su propio poder de perdonar los pecados, el Señor les da también la autoridad de reconciliar a los pecadores con la Iglesia.
Esta dimensión eclesial de su tarea se expresa particularmente en las palabras solemnes de Cristo a Simón Pedro: “A ti te daré las llaves del Reino de los cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos” ( Mt 16,19).
Consta que también el colegio de los Apóstoles, unido a su cabeza, recibió la función de atar y desatar dada a Pedro (cf Mt 18,18; 28,16-20)” LG 22).1445 Las palabras atar y desatar significan: aquel a quien excluyáis de vuestra comunión, será excluido de la comunión con Dios; aquel a quien que recibáis de nuevo en vuestra comunión, Dios lo acogerá también en la suya.
La reconciliación con la Iglesia es inseparable de la reconciliación con Dios, El sacramento del perdón 1446 Cristo instituyó el sacramento de la Penitencia en favor de todos los miembros pecadores de su Iglesia, ante todo para los que, después del Bautismo, hayan caído en el pecado grave y así hayan perdido la gracia bautismal y lesionado la comunión eclesial.
- El sacramento de la Penitencia ofrece a éstos una nueva posibilidad de convertirse y de recuperar la gracia de la justificación.
- Los Padres de la Iglesia presentan este sacramento como “la segunda tabla (de salvación) después del naufragio que es la pérdida de la gracia” (Concilio de Trento: DS 1542; cf Tertuliano, De paenitentia 4, 2).1447 A lo largo de los siglos, la forma concreta según la cual la Iglesia ha ejercido este poder recibido del Señor ha variado mucho.
Durante los primeros siglos, la reconciliación de los cristianos que habían cometido pecados particularmente graves después de su Bautismo (por ejemplo, idolatría, homicidio o adulterio), estaba vinculada a una disciplina muy rigurosa, según la cual los penitentes debían hacer penitencia pública por sus pecados, a menudo, durante largos años, antes de recibir la reconciliación.
- A este “orden de los penitentes” (que sólo concernía a ciertos pecados graves) sólo se era admitido raramente y, en ciertas regiones, una sola vez en la vida.
- Durante el siglo VII, los misioneros irlandeses, inspirados en la tradición monástica de Oriente, trajeron a Europa continental la práctica “privada” de la Penitencia, que no exigía la realización pública y prolongada de obras de penitencia antes de recibir la reconciliación con la Iglesia.
El sacramento se realiza desde entonces de una manera más secreta entre el penitente y el sacerdote. Esta nueva práctica preveía la posibilidad de la reiteración del sacramento y abría así el camino a una recepción regular del mismo. Permitía integrar en una sola celebración sacramental el perdón de los pecados graves y de los pecados veniales.
- A grandes líneas, esta es la forma de penitencia que la Iglesia practica hasta nuestros días.1448 A través de los cambios que la disciplina y la celebración de este sacramento han experimentado a lo largo de los siglos, se descubre una misma estructura fundamental,
- Comprende dos elementos igualmente esenciales: por una parte, los actos del hombre que se convierte bajo la acción del Espíritu Santo, a saber, la contrición, la confesión de los pecados y la satisfacción; y por otra parte, la acción de Dios por el ministerio de la Iglesia,
Por medio del obispo y de sus presbíteros, la Iglesia, en nombre de Jesucristo, concede el perdón de los pecados, determina la modalidad de la satisfacción, ora también por el pecador y hace penitencia con él. Así el pecador es curado y restablecido en la comunión eclesial.1449 La fórmula de absolución en uso en la Iglesia latina expresa el elemento esencial de este sacramento: el Padre de la misericordia es la fuente de todo perdón.
Realiza la reconciliación de los pecadores por la Pascua de su Hijo y el don de su Espíritu, a través de la oración y el ministerio de la Iglesia: «Dios, Padre misericordioso, que reconcilió consigo al mundo por la muerte y la resurrección de su Hijo y derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda, por el ministerio de la Iglesia, el perdón y la paz.
Y yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» ( Ritual de la Penitencia, 46.55 ). VII. Los actos del penitente 1450 “La penitencia mueve al pecador a soportarlo todo con el ánimo bien dispuesto; en su corazón, contrición; en la boca, confesión; en la obra, toda humildad y fructífera satisfacción” ( Catecismo Romano 2,5,21; cf Concilio de Trento: DS 1673),
- La contrición 1451 Entre los actos del penitente, la contrición aparece en primer lugar.
- Es “un dolor del alma y una detestación del pecado cometido con la resolución de no volver a pecar” (Concilio de Trento: DS 1676).1452 Cuando brota del amor de Dios amado sobre todas las cosas, la contrición se llama “contrición perfecta”(contrición de caridad).
Semejante contrición perdona las faltas veniales; obtiene también el perdón de los pecados mortales, si comprende la firme resolución de recurrir tan pronto sea posible a la confesión sacramental (cf Concilio de Trento: DS 1677).1453 La contrición llamada “imperfecta” (o “atrición”) es también un don de Dios, un impulso del Espíritu Santo.
- Nace de la consideración de la fealdad del pecado o del temor de la condenación eterna y de las demás penas con que es amenazado el pecador.
- Tal conmoción de la conciencia puede ser el comienzo de una evolución interior que culmina, bajo la acción de la gracia, en la absolución sacramental.
- Sin embargo, por sí misma la contrición imperfecta no alcanza el perdón de los pecados graves, pero dispone a obtenerlo en el sacramento de la Penitencia (cf Concilio de Trento: DS 1678, 1705).1454 Conviene preparar la recepción de este sacramento mediante un examen de conciencia hecho a la luz de la Palabra de Dios.
Para esto, los textos más aptos a este respecto se encuentran en el Decálogo y en la catequesis moral de los evangelios y de las Cartas de los Apóstoles: Sermón de la montaña y enseñanzas apostólicas ( Rm 12-15; 1 Co 12-13; Ga 5; Ef 4-6). La confesión de los pecados 1455 La confesión de los pecados (acusación), incluso desde un punto de vista simplemente humano, nos libera y facilita nuestra reconciliación con los demás.
Por la confesión, el hombre se enfrenta a los pecados de que se siente culpable; asume su responsabilidad y, por ello, se abre de nuevo a Dios y a la comunión de la Iglesia con el fin de hacer posible un nuevo futuro.1456 La confesión de los pecados hecha al sacerdote constituye una parte esencial del sacramento de la Penitencia: “En la confesión, los penitentes deben enumerar todos los pecados mortales de que tienen conciencia tras haberse examinado seriamente, incluso si estos pecados son muy secretos y si han sido cometidos solamente contra los dos últimos mandamientos del Decálogo (cf Ex 20,17; Mt 5,28), pues, a veces, estos pecados hieren más gravemente el alma y son más peligrosos que los que han sido cometidos a la vista de todos” (Concilio de Trento: DS 1680): «Cuando los fieles de Cristo se esfuerzan por confesar todos los pecados que recuerdan, no se puede dudar que están presentando ante la misericordia divina para su perdón todos los pecados que han cometido.
“Quienes actúan de otro modo y callan conscientemente algunos pecados, no están presentando ante la bondad divina nada que pueda ser perdonado por mediación del sacerdote. Porque si el enfermo se avergüenza de descubrir su llaga al médico, la medicina no cura lo que ignora” (Concilio de Trento: DS 1680; cf San Jerónimo, Commentarius in Ecclesiasten 10, 11).1457 Según el mandamiento de la Iglesia “todo fiel llegado a la edad del uso de razón debe confesar, al menos una vez la año, fielmente sus pecados graves” (CIC can.989; cf.
- DS 1683; 1708).
- Quien tenga conciencia de hallarse en pecado grave que no comulgue el Cuerpo del Señor sin acudir antes a la confesión sacramental (cf DS 1647, 1661) a no ser que concurra un motivo grave y no haya posibilidad de confesarse; y, en este caso, tenga presente que está obligado a hacer un acto de contrición perfecta, que incluye el propósito de confesarse cuanto antes” (CIC can.916; CCEO can.711).
Los niños deben acceder al sacramento de la Penitencia antes de recibir por primera vez la Sagrada Comunión (CIC can.914).1458 Sin ser estrictamente necesaria, la confesión de los pecados veniales, sin embargo, se recomienda vivamente por la Iglesia (cf Concilio de Trento: DS 1680; CIC 988, § 2).
- En efecto, la confesión habitual de los pecados veniales ayuda a formar la conciencia, a luchar contra las malas inclinaciones, a dejarse curar por Cristo, a progresar en la vida del Espíritu.
- Cuando se recibe con frecuencia, mediante este sacramento, el don de la misericordia del Padre, el creyente se ve impulsado a ser él también misericordioso (cf Lc 6,36): «Quien confiesa y se acusa de sus pecados hace las paces con Dios.
Dios reprueba tus pecados. Si tú haces lo mismo, te unes a Dios. Hombre y pecador son dos cosas distintas; cuando oyes, hombre, oyes lo que hizo Dios; cuando oyes, pecador, oyes lo que el mismo hombre hizo. Deshaz lo que hiciste para que Dios salve lo que hizo.
Es preciso que aborrezcas tu obra y que ames en ti la obra de Dios Cuando empiezas a detestar lo que hiciste, entonces empiezan tus buenas obras buenas, porque repruebas las tuyas malas. Practicas la verdad y vienes a la luz» (San Agustín, In Iohannis Evangelium tractatus 12, 13). La satisfacción 1459 Muchos pecados causan daño al prójimo.
Es preciso hacer lo posible para repararlo (por ejemplo, restituir las cosas robadas, restablecer la reputación del que ha sido calumniado, compensar las heridas). La simple justicia exige esto. Pero además el pecado hiere y debilita al pecador mismo, así como sus relaciones con Dios y con el prójimo.
- La absolución quita el pecado, pero no remedia todos los desórdenes que el pecado causó (cf Concilio de Trento: DS 1712).
- Liberado del pecado, el pecador debe todavía recobrar la plena salud espiritual.
- Por tanto, debe hacer algo más para reparar sus pecados: debe “satisfacer” de manera apropiada o “expiar” sus pecados.
Esta satisfacción se llama también “penitencia”.1460 La penitencia que el confesor impone debe tener en cuenta la situación personal del penitente y buscar su bien espiritual. Debe corresponder todo lo posible a la gravedad y a la naturaleza de los pecados cometidos.
- Puede consistir en la oración, en ofrendas, en obras de misericordia, servicios al prójimo, privaciones voluntarias, sacrificios, y sobre todo, la aceptación paciente de la cruz que debemos llevar.
- Tales penitencias ayudan a configurarnos con Cristo que, el Único, expió nuestros pecados ( Rm 3,25; 1 Jn 2,1-2) una vez por todas.
Nos permiten llegar a ser coherederos de Cristo resucitado, “ya que sufrimos con él” ( Rm 8,17; cf Concilio de Trento: DS 1690): «Pero nuestra satisfacción, la que realizamos por nuestros pecados, sólo es posible por medio de Jesucristo: nosotros que, por nosotros mismos, no podemos nada, con la ayuda “del que nos fortalece, lo podemos todo” ( Flp 4,13).
Así el hombre no tiene nada de que pueda gloriarse sino que toda “nuestra gloria” está en Cristo en quien nosotros satisfacemos “dando frutos dignos de penitencia” ( Lc 3,8) que reciben su fuerza de Él, por Él son ofrecidos al Padre y gracias a Él son aceptados por el Padre (Concilio de Trento: DS 1691).
VIII. El ministro de este sacramento 1461 Puesto que Cristo confió a sus Apóstoles el ministerio de la reconciliación (cf Jn 20,23; 2 Co 5,18), los obispos, sus sucesores, y los presbíteros, colaboradores de los obispos, continúan ejerciendo este ministerio.
- En efecto, los obispos y los presbíteros, en virtud del sacramento del Orden, tienen el poder de perdonar todos los pecados “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.1462 El perdón de los pecados reconcilia con Dios y también con la Iglesia.
- El obispo, cabeza visible de la Iglesia particular, es considerado, por tanto, con justo título, desde los tiempos antiguos, como el que tiene principalmente el poder y el ministerio de la reconciliación: es el moderador de la disciplina penitencial ( LG 26).
Los presbíteros, sus colaboradores, lo ejercen en la medida en que han recibido la tarea de administrarlo, sea de su obispo (o de un superior religioso) sea del Papa, a través del derecho de la Iglesia (cf CIC can 844; 967-969, 972; CCEO can.722,3-4).1463 «Ciertos pecados particularmente graves están sancionados con la excomunión, la pena eclesiástica más severa, que impide la recepción de los sacramentos y el ejercicio de ciertos actos eclesiásticos (cf CIC can 1331; CCEO can 1420), y cuya absolución, por consiguiente, sólo puede ser concedida, según el derecho de la Iglesia, por el Papa, por el obispo del lugar, o por sacerdotes autorizados por ellos (cf CIC can 1354-1357; CCEO can.1420).
En caso de peligro de muerte, todo sacerdote, aun el que carece de la facultad de oír confesiones, puede absolver de cualquier pecado y de toda excomunión» (cf CIC can 976; para la absolución de los pecados, CCEO can.725).1464 Los sacerdotes deben alentar a los fieles a acceder al sacramento de la Penitencia y deben mostrarse disponibles a celebrar este sacramento cada vez que los cristianos lo pidan de manera razonable (cf CIC can.986; CCEO, can 735; PO 13).1465 Cuando celebra el sacramento de la Penitencia, el sacerdote ejerce el ministerio del Buen Pastor que busca la oveja perdida, el del Buen Samaritano que cura las heridas, del Padre que espera al hijo pródigo y lo acoge a su vuelta, del justo Juez que no hace acepción de personas y cuyo juicio es a la vez justo y misericordioso.
En una palabra, el sacerdote es el signo y el instrumento del amor misericordioso de Dios con el pecador.1466 El confesor no es dueño, sino el servidor del perdón de Dios. El ministro de este sacramento debe unirse a la intención y a la caridad de Cristo (cf PO 13).
Debe tener un conocimiento probado del comportamiento cristiano, experiencia de las cosas humanas, respeto y delicadeza con el que ha caído; debe amar la verdad, ser fiel al magisterio de la Iglesia y conducir al penitente con paciencia hacia su curación y su plena madurez. Debe orar y hacer penitencia por él confiándolo a la misericordia del Señor.1467 Dada la delicadeza y la grandeza de este ministerio y el respeto debido a las personas, la Iglesia declara que todo sacerdote que oye confesiones está obligado a guardar un secreto absoluto sobre los pecados que sus penitentes le han confesado, bajo penas muy severas (CIC can.983-984.1388, § 1; CCEO can 1456).
Tampoco puede hacer uso de los conocimientos que la confesión le da sobre la vida de los penitentes. Este secreto, que no admite excepción, se llama “sigilo sacramental”, porque lo que el penitente ha manifestado al sacerdote queda “sellado” por el sacramento.
IX. Los efectos de este sacramento 1468 “Toda la fuerza de la Penitencia consiste en que nos restituye a la gracia de Dios y nos une con Él con profunda amistad” ( Catecismo Romano, 2, 5, 18). El fin y el efecto de este sacramento son, pues, la reconciliación con Dios, En los que reciben el sacramento de la Penitencia con un corazón contrito y con una disposición religiosa, “tiene como resultado la paz y la tranquilidad de la conciencia, a las que acompaña un profundo consuelo espiritual” (Concilio de Trento: DS 1674).
En efecto, el sacramento de la reconciliación con Dios produce una verdadera “resurrección espiritual”, una restitución de la dignidad y de los bienes de la vida de los hijos de Dios, el más precioso de los cuales es la amistad de Dios ( Lc 15,32).1469 Este sacramento reconcilia con la Iglesia al penitente,
El pecado menoscaba o rompe la comunión fraterna. El sacramento de la Penitencia la repara o la restaura. En este sentido, no cura solamente al que se reintegra en la comunión eclesial, tiene también un efecto vivificante sobre la vida de la Iglesia que ha sufrido por el pecado de uno de sus miembros (cf 1 Co 12,26).
Restablecido o afirmado en la comunión de los santos, el pecador es fortalecido por el intercambio de los bienes espirituales entre todos los miembros vivos del Cuerpo de Cristo, estén todavía en situación de peregrinos o que se hallen ya en la patria celestial (cf LG 48-50): «Pero hay que añadir que tal reconciliación con Dios tiene como consecuencia, por así decir, otras reconciliaciones que reparan las rupturas causadas por el pecado: el penitente perdonado se reconcilia consigo mismo en el fondo más íntimo de su propio ser, en el que recupera la propia verdad interior; se reconcilia con los hermanos, agredidos y lesionados por él de algún modo; se reconcilia con la Iglesia, se reconcilia con toda la creación» (Juan Pablo II, Exhort.
- Apost. Reconciliatio et paenitentita, 31).1470 En este sacramento, el pecador, confiándose al juicio misericordioso de Dios, anticipa en cierta manera el juicio al que será sometido al fin de esta vida terrena.
- Porque es ahora, en esta vida, cuando nos es ofrecida la elección entre la vida y la muerte, y sólo por el camino de la conversión podemos entrar en el Reino del que el pecado grave nos aparta (cf 1 Co 5,11; Ga 5,19-21; Ap 22,15).
Convirtiéndose a Cristo por la penitencia y la fe, el pecador pasa de la muerte a la vida “y no incurre en juicio” ( Jn 5,24).X. Las indulgencias 1471 La doctrina y la práctica de las indulgencias en la Iglesia están estrechamente ligadas a los efectos del sacramento de la Penitencia.
Qué son las indulgencias “La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos” (Pablo VI, Const.
ap. Indulgentiarum doctrina, normas 1). “La indulgencia es parcial o plenaria según libere de la pena temporal debida por los pecados en parte o totalmente” ( Indulgentiarum doctrina, normas 2). “Todo fiel puede lucrar para sí mismo o aplicar por los difuntos, a manera de sufragio, las indulgencias tanto parciales como plenarias” (CIC can 994).
- Las penas del pecado 1472 Para entender esta doctrina y esta práctica de la Iglesia es preciso recordar que el pecado tiene una doble consecuencia,
- El pecado grave nos priva de la comunión con Dios y por ello nos hace incapaces de la vida eterna, cuya privación se llama la “pena eterna” del pecado.
- Por otra parte, todo pecado, incluso venial, entraña apego desordenado a las criaturas que es necesario purificar, sea aquí abajo, sea después de la muerte, en el estado que se llama Purgatorio.
Esta purificación libera de lo que se llama la “pena temporal” del pecado. Estas dos penas no deben ser concebidas como una especie de venganza, infligida por Dios desde el exterior, sino como algo que brota de la naturaleza misma del pecado. Una conversión que procede de una ferviente caridad puede llegar a la total purificación del pecador, de modo que no subsistiría ninguna pena (cf Concilio de Trento: DS 1712-13; 1820).1473 El perdón del pecado y la restauración de la comunión con Dios entrañan la remisión de las penas eternas del pecado.
Pero las penas temporales del pecado permanecen. El cristiano debe esforzarse, soportando pacientemente los sufrimientos y las pruebas de toda clase y, llegado el día, enfrentándose serenamente con la muerte, por aceptar como una gracia estas penas temporales del pecado; debe aplicarse, tanto mediante las obras de misericordia y de caridad, como mediante la oración y las distintas prácticas de penitencia, a despojarse completamente del “hombre viejo” y a revestirse del “hombre nuevo” (cf.
Ef 4,24). En la comunión de los santos 1474 El cristiano que quiere purificarse de su pecado y santificarse con ayuda de la gracia de Dios no se encuentra solo. “La vida de cada uno de los hijos de Dios está ligada de una manera admirable, en Cristo y por Cristo, con la vida de todos los otros hermanos cristianos, en la unidad sobrenatural del Cuerpo místico de Cristo, como en una persona mística” (Pablo VI, Const.
Ap. Indulgentiarum doctrina, 5).1475 En la comunión de los santos, por consiguiente, “existe entre los fieles, tanto entre quienes ya son bienaventurados como entre los que expían en el purgatorio o los que que peregrinan todavía en la tierra, un constante vínculo de amor y un abundante intercambio de todos los bienes” ( Ibíd ).
En este intercambio admirable, la santidad de uno aprovecha a los otros, más allá del daño que el pecado de uno pudo causar a los demás. Así, el recurso a la comunión de los santos permite al pecador contrito estar antes y más eficazmente purificado de las penas del pecado.1476 Estos bienes espirituales de la comunión de los santos, los llamamos también el tesoro de la Iglesia, “que no es suma de bienes, como lo son las riquezas materiales acumuladas en el transcurso de los siglos, sino que es el valor infinito e inagotable que tienen ante Dios las expiaciones y los méritos de Cristo nuestro Señor, ofrecidos para que la humanidad quedara libre del pecado y llegase a la comunión con el Padre.
Sólo en Cristo, Redentor nuestro, se encuentran en abundancia las satisfacciones y los méritos de su redención ” ( Indulgentiarum doctrina, 5).1477 “Pertenecen igualmente a este tesoro el precio verdaderamente inmenso, inconmensurable y siempre nuevo que tienen ante Dios las oraciones y las buenas obras de la Bienaventurada Virgen María y de todos los santos que se santificaron por la gracia de Cristo, siguiendo sus pasos, y realizaron una obra agradable al Padre, de manera que, trabajando en su propia salvación, cooperaron igualmente a la salvación de sus hermanos en la unidad del Cuerpo místico” ( Indulgentiarum doctrina, 5).
La indulgencia de Dios se obtiene por medio de la Iglesia 1478 Las indulgencias se obtienen por la Iglesia que, en virtud del poder de atar y desatar que le fue concedido por Cristo Jesús, interviene en favor de un cristiano y le abre el tesoro de los méritos de Cristo y de los santos para obtener del Padre de la misericordia la remisión de las penas temporales debidas por sus pecados.
- Por eso la Iglesia no quiere solamente acudir en ayuda de este cristiano, sino también impulsarlo a hacer a obras de piedad, de penitencia y de caridad (cf Indulgentiarum doctrina, 8; Concilio.
- De Trento: DS 1835).1479 Puesto que los fieles difuntos en vía de purificación son también miembros de la misma comunión de los santos, podemos ayudarles, entre otras formas, obteniendo para ellos indulgencias, de manera que se vean libres de las penas temporales debidas por sus pecados.
XI. La celebración del sacramento de la Penitencia 1480 Como todos los sacramentos, la Penitencia es una acción litúrgica. Ordinariamente los elementos de su celebración son: saludo y bendición del sacerdote, lectura de la Palabra de Dios para iluminar la conciencia y suscitar la contrición, y exhortación al arrepentimiento; la confesión que reconoce los pecados y los manifiesta al sacerdote; la imposición y la aceptación de la penitencia; la absolución del sacerdote; alabanza de acción de gracias y despedida con la bendición del sacerdote.1481 La liturgia bizantina posee expresiones diversas de absolución, en forma deprecativa, que expresan admirablemente el misterio del perdón: “Que el Dios que por el profeta Natán perdonó a David cuando confesó sus pecados, y a Pedro cuando lloró amargamente y a la pecadora cuando derramó lágrimas sobre sus pies, y al publicano, y al pródigo, que este mismo Dios, por medio de mí, pecador, os perdone en esta vida y en la otra y que os haga comparecer sin condenaros en su temible tribunal.
El que es bendito por los siglos de los siglos. Amén” ( Eulógion to méga p.222).1482 El sacramento de la Penitencia puede también celebrarse en el marco de una celebración comunitaria, en la que los penitentes se preparan a la confesión y juntos dan gracias por el perdón recibido. Así la confesión personal de los pecados y la absolución individual están insertadas en una liturgia de la Palabra de Dios, con lecturas y homilía, examen de conciencia dirigido en común, petición comunitaria del perdón, rezo del Padre Nuestro y acción de gracias en común.
Esta celebración comunitaria expresa más claramente el carácter eclesial de la penitencia. En todo caso, cualquiera que sea la manera de su celebración, el sacramento de la Penitencia es siempre, por su naturaleza misma, una acción litúrgica, por tanto, eclesial y pública (cf SC 26-27).1483 En casos de necesidad grave se puede recurrir a la celebración comunitaria de la reconciliación con confesión general y absolución general,
Semejante necesidad grave puede presentarse cuando hay un peligro inminente de muerte sin que el sacerdote o los sacerdotes tengan tiempo suficiente para oír la confesión de cada penitente. La necesidad grave puede existir también cuando, teniendo en cuenta el número de penitentes, no hay bastantes confesores para oír debidamente las confesiones individuales en un tiempo razonable, de manera que los penitentes, sin culpa suya, se verían privados durante largo tiempo de la gracia sacramental o de la sagrada comunión.
En este caso, los fieles deben tener, para la validez de la absolución, el propósito de confesar individualmente sus pecados graves en su debido tiempo (CIC can 962, § 1). Al obispo diocesano corresponde juzgar si existen las condiciones requeridas para la absolución general (CIC can 961, § 2).
- Una gran concurrencia de fieles con ocasión de grandes fiestas o de peregrinaciones no constituyen por su naturaleza ocasión de la referida necesidad grave.
- Cf CIC can 962, § 1, 2) 1484 “La confesión individual e íntegra y la absolución continúan siendo el único modo ordinario para que los fieles se reconcilien con Dios y la Iglesia, a no ser que una imposibilidad física o moral excuse de este modo de confesión” ( Ritual de la Penitencia, Prenotandos 31).
Y esto se establece así por razones profundas. Cristo actúa en cada uno de los sacramentos. Se dirige personalmente a cada uno de los pecadores: “Hijo, tus pecados están perdonados” ( Mc 2,5); es el médico que se inclina sobre cada uno de los enfermos que tienen necesidad de él (cf Mc 2,17) para curarlos; los restaura y los devuelve a la comunión fraterna.
- Por tanto, la confesión personal es la forma más significativa de la reconciliación con Dios y con la Iglesia.
- Resumen 1485 En la tarde de Pascua, el Señor Jesús se mostró a sus Apóstoles y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo.
- A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos” ( Jn 20, 22-23).1486 El perdón de los pecados cometidos después del Bautismo es concedido por un sacramento propio llamado sacramento de la conversión, de la confesión, de la penitencia o de la reconciliación,1487 Quien peca lesiona el honor de Dios y su amor, su propia dignidad de hombre llamado a ser hijo de Dios y el bien espiritual de la Iglesia, de la que cada cristiano debe ser una piedra viva.1488 A los ojos de la fe, ningún mal es más grave que el pecado y nada tiene peores consecuencias para los pecadores mismos, para la Iglesia y para el mundo entero.1489 Volver a la comunión con Dios, después de haberla perdido por el pecado, es un movimiento que nace de la gracia de Dios, rico en misericordia y deseoso de la salvación de los hombres.
Es preciso pedir este don precioso para sí mismo y para los demás.1490 El movimiento de retorno a Dios, llamado conversión y arrepentimiento, implica un dolor y una aversión respecto a los pecados cometidos, y el propósito firme de no volver a pecar.
- La conversión, por tanto, mira al pasado y al futuro; se nutre de la esperanza en la misericordia divina.1491 El sacramento de la Penitencia está constituido por el conjunto de tres actos realizados por el penitente, y por la absolución del sacerdote.
- Los actos del penitente son: el arrepentimiento, la confesión o manifestación de los pecados al sacerdote y el propósito de realizar la reparación y las obras de penitencia.1492 El arrepentimiento (llamado también contrición) debe estar inspirado en motivaciones que brotan de la fe.
Si el arrepentimiento es concebido por amor de caridad hacia Dios, se le llama “perfecto”; si está fundado en otros motivos se le llama “imperfecto”.1493 El que quiere obtener la reconciliación con Dios y con la Iglesia debe confesar al sacerdote todos los pecados graves que no ha confesado aún y de los que se acuerda tras examinar cuidadosamente su conciencia.
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