Simeón o Shimon (del hebreo שִׁמְעוֹן, Šimʿon, en griego Συμεών, latinizado Symeon) es un personaje bíblico, el segundo de los doce hijos de Jacob. En hebreo significa ‘Dios ha escuchado’, y se le llamó así debido a que su madre Lea dijo: ‘Yahvé ha escuchado, por cuanto era odiada, y por eso me dio también este’.
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Contents
- 1 ¿Qué hizo que Simeón reconociera al Mesías en el pequeño Jesús?
- 2 ¿Qué palabras dijo Simeón?
- 3 ¿Que le había prometido Dios a Simeón?
- 4 ¿Qué dijo Simeón cuando tomo el niño en sus brazos?
- 5 ¿Que tienen en común el encuentro de Simeón con el encuentro de la profecía Ana?
- 6 ¿Quién es el único que ha visto a Dios?
- 7 ¿Qué dijo Simeón cuando tomo a Jesús en brazos cuando María y José fueron al templo con él?
¿Qué le dijo Dios a Simeón?
San Lucas 2:25-49 En aquel tiempo vivía en Jerusalén un hombre que se llamaba Simeón. Era un hombre justo y piadoso, que esperaba la restauración de Israel. El Espíritu Santo estaba con Simeón, y le había hecho saber q | Biblia Dios Habla Hoy (DHH94PC) | Descargue La Biblia App ahora En aquel tiempo vivía en Jerusalén un hombre que se llamaba Simeón.
- Era un hombre justo y piadoso, que esperaba la restauración de Israel.
- El Espíritu Santo estaba con Simeón, y le había hecho saber que no moriría sin ver antes al Mesías, a quien el Señor enviaría.
- Guiado por el Espíritu Santo, Simeón fue al templo; y cuando los padres del niño Jesús lo llevaron también a él, para cumplir con lo que la ley ordenaba, Simeón lo tomó en brazos y alabó a Dios, diciendo: «Ahora, Señor, tu promesa está cumplida: puedes dejar que tu siervo muera en paz.
Porque ya he visto la salvación que has comenzado a realizar a la vista de todos los pueblos, la luz que alumbrará a las naciones y que será la gloria de tu pueblo Israel.» El padre y la madre de Jesús se quedaron admirados al oír lo que Simeón decía del niño.
Entonces Simeón les dio su bendición, y dijo a María, la madre de Jesús: —Mira, este niño está destinado a hacer que muchos en Israel caigan o se levanten. Él será una señal que muchos rechazarán, a fin de que las intenciones de muchos corazones queden al descubierto. Pero todo esto va a ser para ti como una espada que atraviese tu propia alma.
También estaba allí una profetisa llamada Ana, hija de Penuel, de la tribu de Aser. Era ya muy anciana. Se casó siendo muy joven, y había vivido con su marido siete años; hacía ya ochenta y cuatro años que se había quedado viuda. Nunca salía del templo, sino que servía día y noche al Señor, con ayunos y oraciones.
- Ana se presentó en aquel mismo momento, y comenzó a dar gracias a Dios y a hablar del niño Jesús a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén.
- Después de haber cumplido con todo lo que manda la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su propio pueblo de Nazaret.
- Y el niño crecía y se hacía más fuerte, estaba lleno de sabiduría y gozaba del favor de Dios.
Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. Y así, cuando Jesús cumplió doce años, fueron allá todos ellos, como era costumbre en esa fiesta. Pero pasados aquellos días, cuando volvían a casa, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres se dieran cuenta.
- Pensando que Jesús iba entre la gente, hicieron un día de camino; pero luego, al buscarlo entre los parientes y conocidos, no lo encontraron.
- Así que regresaron a Jerusalén para buscarlo allí.
- Al cabo de tres días lo encontraron en el templo, sentado entre los maestros de la ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas.
Y todos los que lo oían se admiraban de su inteligencia y de sus respuestas. Cuando sus padres lo vieron, se sorprendieron; y su madre le dijo: —Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo te hemos estado buscando llenos de angustia. Jesús les contestó: —¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que tengo que estar en la casa de mi Padre? DHH94PC: Biblia Dios Habla Hoy Compartir : San Lucas 2:25-49 En aquel tiempo vivía en Jerusalén un hombre que se llamaba Simeón.
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¿Quién fue Simeón y Ana en la Biblia?
Simeón y Ana: ancianos de fe «Estaba también allí Ana de edad muy avanzada y era viuda hacía ochenta y cuatro años; y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones. Esta daba gracias a Dios, y hablaba del niño (Jesús) a todos los que esperaban la redención en Jerusalén».
- Lucas 2:36-38 En el tiempo en que nació Jesús, hace ya más de 2000 años, el pueblo de Israel había sido conquistado por el Imperio Romano.
- Había gobernantes y soldados por todos lados y el pueblo debía pagaba mucho dinero en impuestos.
- Algunas personas decidieron vivir como los romanos y trataban estar de su lado.
Pero muchos estaban esperando y orando a Dios para que les enviara Su Mesías, su libertador prometido, para rescatarlos de los romanos. Había mujeres y hombres, devotos creyentes, que también esperaban y oraban que este especial libertador trajera al pueblo de Israel de vuelta para que realmente amaran y siguieran a Dios con todos sus corazones.
Escuchemos cómo lo relata la Biblia, palabra de Dios, en Lucas 2: 22-40. Había un anciano de nombre Simeón que vivía en Jerusalén. Era un buen hombre que respetaba a Dios y sus leyes. Ansiosamente esperaba ver cómo Dios salvaría a su pueblo. El Espíritu Santo de Dios estaba con él y le había mostrado que no moriría hasta haber visto al Mesías prometido del Señor.
Un día el Espíritu Santo indicó a Simeón que fuera al templo. Había un matrimonio joven allí, llevando a su bebé para dedicarlo a Dios, con la ceremonia que se requería de ellos por la ley. Simeón se acercó a ellos, tomó al bebé en sus brazos, dio gracias a Dios y oró de la siguiente manera: « Ahora Señor, tú has mantenido tu promesa, y por tanto permites que tu siervo se vaya en paz.
- Con mis propios ojos he visto tu salvación que has preparado para mostrar a todos los pueblos; es luz para mostrar tu voluntad a los gentiles, y traer gloria a tu pueblo Israel»,
- Ese bebé era Jesús, y su madre María y José lo llevaron para dedicarlo al servicio de Dios.
- Ellos sabían que tendría una única tarea que hacer.
¿Qué dijo Simeón acerca del bebé? La Biblia dice que Simeón pronunció una bendición sobre la familia y luego le dijo a María que Jesús fue elegido por Dios para traer salvación a mucha gente; pero que otros lo rechazarían y que eso le traería mucho dolor a su alma.
Esa fue una profecía que el Espíritu de Dios le dio a Simeón y es lo que sucedió cuando Jesús murió en la cruz. Jesús dio su vida para salvarnos de nuestros pecados. ¡Imagínate cómo se sintió María su madre! Había otra persona anciana en el templo. Escucha lo que la Biblia dice acerca de ella. Su nombre era Ana y era muy anciana.
Su esposo había fallecido apenas siete años después de que se habían casado, y ahora ella tenía por lo menos 84 años. Pasó todo este tiempo yendo y viniendo al templo, día y noche adorando a Dios allí, con ayunos y oraciones. Al mismo tiempo que Simeón, Ana fue al templo y comenzó a alabar a Dios por enviarle a quien Él les había prometido.
- Ella no podía parar de hablar acerca de este niño especial a todos aquellos que esperaban la redención en Jerusalén.
- María y José estaban maravillados por lo que Simeón y Ana dijeron.
- Pensaron acerca de esas palabras especiales mientras regresaban a su hogar.
- Mientras tanto el niño crecía y se fortalecía y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre Él.
Este relato es en realidad acerca de cómo Dios estuvo preparando al pueblo para reconocer quién era Jesús, el Único Dios prometido para hacer volver a su pueblo para que le siguiera. Jesús era el único que les salvaría, no de los romanos sino de sus pecados, y aún puede salvarnos de nuestros pecados cuando creemos en Él.
Este es un relato que nos gusta de manera particular debido a estos dos ancianos tan especiales. ¿Puedes imaginar a Simeón, orando y esperando, día tras día, por el que Dios había prometido? ¿Se sentiría anciano y cansado? Quizás sí. Después de que vio al bebé Jesús, le dijo a Dios que le permitiera morir en paz.
Y la ancianita Ana, la mujer viuda, toda su vida la dedicó a orar, adorar y esperar. Parece como que aún dormiría en el templo. Ambos, Simeón y Ana, eran muy devotos a Dios. Esperaban que Él cumpliera su promesa. Eran realmente fieles a Dios porque creían que Dios sería fiel a ellos.
¿Tienes tú, amiga, esa misma confianza en que Dios es fiel? ¡No dejes de confiar en Él! A veces cuando al pasar los años nos vamos poniendo adultas mayores y con menos fuerzas para trabajar o nos acogemos al retiro o jubilación nos sentimos menos útiles. Pero de cuántas otras maneras podemos ayudar a nuestras familias o comunidades.
Ana y Simeón parece que habían sido parte de un grupo que esperaba la salvación de Dios, e inmediatamente ellos comenzaron a divulgar el relato acerca del nacimiento de Jesús. Las personas ancianas pueden ser muy sabias y pueden compartir su fe y su conocimiento con los más jóvenes.
Si eres una persona adulta asegúrate de que lo que compartes es positivo y útil. Y si eres una mujer o varón joven, escucha a los ancianos cuando quieren decirte algo; seguramente tendrás mucho que aprender de ellos. Quizás alguna amiga que está leyendo tiene problemas de salud o se siente muy débil y frágil en sus fuerzas físicas, y tiene que pasar muchas horas en quietud o sentada en una silla.
¡No te sientas mal! A todas nos llegarán tiempos en que necesitaremos que nos cuiden y nos hagan todas las cosas en casa. Pero aun si nada puedes hacer, podrías orar. ¡Cuántas personas te lo agradecerán! Tú oras y Dios bendice y fortalece vidas. La oración es un maravilloso ministerio que todas podemos realizar.
Si te acostumbras a orar todos los días, eso se transforma en algo muy natural y precioso en tu vida. Orar es hablar con Dios. Es adorarle, es contarle nuestras cosas y es presentar las necesidades nuestras y de otros, porque Dios es todopoderoso y puede suplir todas las cosas conforme a su voluntad. Simeón y Ana, los dos ancianitos, gustaban de ir al templo y orar y adorar a Dios allí en ese lugar, lejos del ruido y de las distracciones.
Ellos confiaron a Dios toda su vida ya que humanamente hablando habían perdido todo. Tenían la esperanza de ver la salvación de Dios para su pueblo y así sucedió: fueron los primeros en ver al bebé Jesús en el templo. Agradecieron a Dios que podrían morir en paz después de conocer a Jesús el Salvador del mundo.
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¿Qué hizo que Simeón reconociera al Mesías en el pequeño Jesús?
Por el poder del Espíritu Santo, había obtenido la promesa de que no gustaría la muerte hasta que hubiese visto al Cristo el Señor en la carne. Impelido por el Espíritu fue al templo el día de la presentación de Jesús, y reconoció en el Niño al Mesías prometido.
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¿Qué hacía Simeón en el templo?
Ese que recibe a Jesús en el Templo, cuarenta días después de su nacimiento, es un profeta. No obstante Simeón también ofrecerá una terrible promesa a María. – Introducción Es con ocasión de la purificación de María y de la consagración de Jesús a Dios cuando tiene lugar la primera revelación de Jesús como Mesías.
El profeta Simeón, que esperaba la liberación de Israel, es el agraciado protagonista de este acontecimiento. Ante la luz que llega a este mundo él por fin puede desvanecerse lleno de gratitud. Esta feliz y luminosa escena se ve perturbada por el anuncio de la futura división de Israel. La lucidez y la clarividencia no pueden obviar nuestra tendencia hacia el mal, así como tampoco coartar nuestra libertad.
El Evangelio Cuando se cumplieron los días de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: “Todo varón primogénito será consagrado al señor”, y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: “un par de tórtolas o dos pichones”.
- Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él.
- Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor.
- Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
- Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: “Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”. Lucas 2,22-32. Un confuso cumplimiento de la promesa Habría que estar bien informado sobre las expectativas de los tiempos mesiánicos y ser bueno con los números para poder entender todo el significado de la primera frase de este breve pasaje: “cuando se cumplieron los días de la purificación”.
Estas palabras se refieren al día señalado para la purificación de María, que tiene lugar cuarenta días después del parto. Si sumamos los diferentes periodos que han tenido lugar desde el primer anuncio de Gabriel a Zacarías al principio del evangelio de Lucas, llegamos a un total de 70 semanas. Esta cifra no es neutral.
Se menciona en el libro de Jeremías (Jer 25,11-14) y en el de Daniel (Dan 9,2, 21-24). Daniel llora por la destrucción de Jerusalén y lee el libro de Jeremías. El ángel Gabriel viene a explicar que este periodo de tiempo es necesario “para que aparezca la justicia de Dios”.
El potencial lector de este evangelio que viviese en la época no se equivocaría. En estas pocas palabras se condensan todas las expectativas mesiánicas de un pueblo. Expectativas de un Mesías, de un rey que liberaría a Israel, el pueblo elegido, del yugo bajo el que se mantenía. Los tiempos se cumplen.
El día señalado había llegado. Pero el cumplimiento de la promesa es, como tantas otras veces, confuso. Tiene lugar a través de gestos muy sencillos, tal y como se manifestaría la salvación de Dios. María y José obedecen, como judíos piadosos y sencillos, estos extraños ritos de purificación y consagración.
- Simeón, cuyo nombre significa “Dios ha escuchado”, también espera el consuelo de Israel, es decir, su liberación, descrita en el capítulo 40 del libro de Isaías, un capítulo que anuncia la apertura de la salvación a todas las naciones.
- Simeón, impulsado por el Espíritu, se dirige al Templo, la única morada de Dios en la tierra.
La fuerza de la visión Es entonces cuando se produce el esperado encuentro. La promesa y su cumplimiento. Simeón, cariñosamente, toma al niño en sus brazos y tiene la certeza de que es la luz del mundo, luz que nos guía y orienta. Sí, lo sabe y lo anuncia.
Su mirada, agotada de observar y esperar, ve en este recién nacido la luz del mundo. La tarea de Simeón como vigilante llega a su fin. Su felicidad es tan grande que ahora por fin puede irse, desvanecerse. ¿Quién de nosotros puede presumir de tanta constancia, tanta vigilancia, tanto sentido del discernimiento y, sobre todo, de ser digno de hacer tal anuncio? Porque Simeón no es sólo un visionario, sino también un “heraldo”.
La fuerza de la visión que recibe le hace encontrar las palabras para anunciar la salvación que viene. Esta es una hermosa lección para nosotros que tenemos que “leer los signos de los tiempos”. Que, como él, nos mantengamos en esta espera activa, sensibles al Espíritu.
- Pero la tarea de Simeón no termina ahí.
- Después de la alabanza viene la profecía: el don visionario de Simeón -su lucidez- le hace prever el drama que está a punto de desarrollarse: el pueblo de Israel no aceptará la buena noticia.
- Y eso es una angustia, tanto para Simeón como para María.
- Esa división del pueblo de Israel se encontrará como tema que articula toda la obra de Lucas.
María se ve afectada, no sólo por ser la madre de Jesús -de hecho, Lucas no la sitúa al pie de la Cruz-, sino porque es, sobre todo, la judía por excelencia. Todo lo que hizo, todo lo que dijo, aceptó y llevó, lo sacó de la fe del pueblo judío. Ahí está el misterio de la libertad de ser respetado.
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¿Cómo llamo Simeón a Jesús?
Lucas 2:25-38 En ese tiempo había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que obedecía a Dios y lo amaba mucho. Vivía esperando que Dios libertara al pueblo de Israel. El Espíritu Santo estaba sobre Simeón, y le hab | Traducción en Lenguaje Actual (TLA) | Descargue La Biblia App ahora En ese tiempo había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que obedecía a Dios y lo amaba mucho.
Vivía esperando que Dios libertara al pueblo de Israel. El Espíritu Santo estaba sobre Simeón, y le había dicho que no iba a morir sin ver antes al Mesías que Dios les había prometido. Ese día, el Espíritu Santo le ordenó a Simeón que fuera al templo. Cuando los padres de Jesús entraron en el templo con el niño, para cumplir lo que mandaba la ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios diciendo: «Ahora, Dios mío, puedes dejarme morir en paz.
»¡Ya cumpliste tu promesa! »Con mis propios ojos he visto al Salvador, a quien tú enviaste y al que todos los pueblos verán. »Él será una luz que alumbrará a todas las naciones, y será la honra de tu pueblo Israel.» José y María quedaron maravillados por las cosas que Simeón decía del niño.
Simeón los bendijo, y le dijo a María: «Dios envió a este niño para que muchos en Israel se salven, y para que otros sean castigados. Él será una señal de advertencia, y muchos estarán en su contra. Así se sabrá lo que en verdad piensa cada uno. Y a ti, María, esto te hará sufrir como si te clavaran una espada en el corazón.» En el templo estaba también una mujer muy anciana, que era profetisa.
Se llamaba Ana, era hija de Penuel y pertenecía a la tribu de Aser. Cuando Ana era joven, estuvo casada durante siete años, pero ahora era viuda y tenía ochenta y cuatro años de edad. Se pasaba noche y día en el templo ayunando, orando y adorando a Dios.
Cuando Simeón terminó de hablar, Ana se acercó y comenzó a alabar a Dios, y a hablar acerca del niño Jesús a todos los que esperaban que Dios liberara a Jerusalén. TLA: Traducción en Lenguaje Actual Compartir : Lucas 2:25-38 En ese tiempo había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que obedecía a Dios y lo amaba mucho.
Vivía esperando que Dios libertara al pueblo de Israel. El Espíritu Santo estaba sobre Simeón, y le hab | Traducción en Lenguaje Actual (TLA) | Descargue La Biblia App ahora
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¿Que le revela el Espíritu Santo a Simeón?
Inspirado por el Espíritu Santo, le anuncia: ‘Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción ―¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! ― a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones’ (Lc 2, 34-35).
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¿Qué quiere decir la palabra Simeón?
Simeón o Shimon (del hebreo שִׁמְעוֹן, Šimʿon, en griego Συμεών, latinizado Symeon) es un personaje bíblico, el segundo de los doce hijos de Jacob. En hebreo significa ‘Dios ha escuchado’, y se le llamó así debido a que su madre Lea dijo: ‘Yahvé ha escuchado, por cuanto era odiada, y por eso me dio también este’.
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¿Qué palabras dijo Simeón?
Los Dolores de la Virgen María: La profecía de Simeón Cumplidos los días de su purificación, según la Ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, según lo ordenado en la ley del Señor.
Había por entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel, y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no moriría antes de ver al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu Santo vino al Templo; y al introducir sus padres al niño Jesús para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios diciendo: “Ahora, Señor, ya puedes dejar que tu siervo se vaya en paz, según tu palabra, porque mis ojos han visto tu salvación, la que has preparado ante la faz de todos los pueblos, luz para revelación de los gentiles y gloria de tu pueblo, Israel”.
Su padre y su madre estaban admirados por las cosas que se decían de él. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: “Mira, éste ha sido destinado para ser caída y resurrección de muchos en Israel, y como signo de contradicción –y a ti misma una espada te atravesará el alma-, para que se descubran los pensamientos de muchos corazones”.
Lc 2, 22-35) Nuestra Señora oye con atención lo que Dios quiere, pondera lo que no entiende, pregunta lo que no sabe. Luego, se entrega toda al cumplimiento de la voluntad divina: he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. ¿Veis la maravilla? Santa María, maestra de toda nuestra conducta, nos enseña ahora que la obediencia a Dios no es servilismo, no sojuzga la conciencia: nos mueve íntimamente a que descubramos la libertad de los hijos de Dios.
(Es Cristo que pasa, 173). Maestra de caridad. Recordad aquella escena de la presentación de Jesús en el templo. El anciano Simeón “aseguró a María, su Madre: mira, este niño está destinado para ruina y para resurrección de muchos en Israel y para ser el blanco de la contradicción; lo que será para ti misma una espada que traspasará tu alma, a fin de que sean descubiertos los pensamientos ocultos en los corazones de muchos”.
La inmensa caridad de María por la humanidad hace que se cumpla, también en Ella, la afirmación de Cristo: “nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos”. Con razón los Romanos Pontífices han llamado a María Corredentora: “de tal modo, juntamente con su Hijo paciente y muriente, padeció y casi murió; y de tal modo, por la salvación de los hombres, abdicó de los derechos maternos sobre su Hijo, y le inmoló, en cuanto de Ella dependía, para aplacar la justicia de Dios, que puede con razón decirse que Ella redimió al género humano juntamente con Cristo”.
Así entendemos mejor aquel momento de la Pasión de Nuestro Señor, que nunca nos cansaremos de meditar: stabat autem iuxta crucem Iesu mater eius, estaba junto a la cruz de Jesús su Madre. (Amigos de Dios, 287). Saludos, Departamento de Familia : Los Dolores de la Virgen María: La profecía de Simeón
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¿Que le había prometido Dios a Simeón?
Semana diciembre 24, 2011 Al presentar a Jesús en el templo, la profecía del sacerdote Simeón sumergió a María, su madre, en profundo dolor, al oírle decir al anciano: «Este Niño está puesto para ruina y resurrección de muchos en Israel, y una espada traspasará tu alma, para que sean descubiertos los pensamientos de muchos corazones».
Lucas 2, 22-35). Cuando a una pareja le nace un hijo, todo es alegría y felicidad y al ser presentado en el templo, el sacerdote desea para ellos lo mejor. Pero, a María, Simeón le anunció los grandes dolores que sufriría por causa de ese hijo que presentaba en el templo. ¡Qué misteriosas palabras las de aquel anciano! Y era un hombre de Dios; por tanto, había que considerar sus palabras como un anuncio profético.
Dependiendo de quién las diga, las palabras tienen o no tienen valor. Pero si vienen de la gente de Dios, de la gente de esperanza, de la gente que ha sabido aprovechar su vida y su experiencia en las cosas de Dios y de los hermanos, entonces su valor es incalculable.
Dios puede estar detrás de lo que nos está diciendo esa persona. María pudo descubrir en ese momento que su vida no iba a ser fácil; que quedaría unida a la suerte de su Hijo. Que el Hijo que llevaba a presentar en el templo sería motivo de discordia, signo de contradicción. Que, a pesar de venir de Dios, no todos lo van a reconocer ni todos lo van a acoger.
María ha podido ver en las palabras de Simeón que el sufrimiento no va a estar ausente en la vida de ambos, pues Dios la ha llenado de su alegría y de su gracia pero no le va a evitar la capacidad para sufrir. El reconocimiento amplio que Simeón hace del Niño como el Salvador, no ahorra el dolor y la pasión, no evita la muerte.
De hecho, todo ser que nace a la vida tendrá también que pasar por la muerte. Y eso iba a suceder con Jesús. El ser signo de contradicción le llevaría después a una muerte injusta y violenta. La sonrisa de María se difumina en su avivada palidez, cuando Simeón le anuncia el dolor. A pesar de que Ella ya lo sepa, esta palabra le traspasa el espíritu.
Se acerca más a José buscando consuelo; estrecha con pasión a su Niño contra su pecho, y bebe, como alma sedienta, las palabras de Ana, su madre, la cual, siendo mujer, siente compasión de su sufrimiento y le promete que el Eterno le mitigará con sobrenatural fuerza la hora del dolor.
- Ana le dice: Mujer, a Aquel que ha dado el Salvador a su pueblo no le faltará el poder de otorgar el don de su ángel para confortar tu llanto.
- Nunca les ha faltado la ayuda del Señor a las grandes mujeres de Israel, y tú eres mucho más que Judit y que Yael.
- Nuestro Dios te dará corazón de oro purísimo para aguantar el mar de dolor por el que serás la Mujer más grande de la creación, la Madre.
Y tú, Niño, acuérdate de mí en la hora de tu misión. A Simeón, el Espíritu Santo le había prometido no morir sin ver el nacimiento del Mesías. Breve como es el cántico, abunda en alusiones al Antiguo Testamento. Así en los siguientes versículos, porque han visto mis ojos tu salvación alude a Isaías, 52, 10.
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¿Qué dijo Simeón cuando tomo en brazos a Jesús?
Simeón tomó al Niño en sus brazos, y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, permite que Tu siervo se vaya En paz, conforme a Tu palabra; Porque mis ojos han visto Tu salvación La cual has preparado en presencia de todos los pueblos; LUZ DE REVELACIóN A LOS GENTILES, Y gloria de Tu pueblo Israel».
Y los padres del Niño estaban asombrados de las cosas que de Él se decían. Simeón los bendijo, y dijo a Su madre María: «Este Niño ha sido puesto para caída y levantamiento de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción, y una espada traspasará aun tu propia alma, a fin de que sean revelados los pensamientos de muchos corazones».
NBLA: Nueva Biblia de las Américas
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¿Qué importancia tiene lo que profetizaron Simeón y Ana?
Comprender la escena profética de Lucas nos ayuda a ser más conscientes de lo que dice el cántico de Simeón que rezamos todos los días en las Completas. De la mano de Benedicto XVI miramos la escena: el viejo profeta Simeón y la profetisa Ana, movidos por el espíritu de Dios, se presentan en el templo y saludan como representantes del Israel creyente al “Mesías del Señor”.
- A Simeón se le describe como hombre justo, piadoso y que espera la consolación de Israel.
- Es hombre “justo”, como san José, porque vive en y de la Palabra de Dios, vive en la voluntad de Dios descrita en la Torá.
- Es “piadoso” porque vive en una íntima apertura personal hacia Dios.
- Y espera la consolación de Israel porque vive orientado hacia lo que salva y redime, hacia quien ha de venir.
Benedicto XVI quiere hacernos sentir la actitud de Simeón que espera la “consolación” de Israel. Por eso al tomarlo en sus brazos sabe que el Espíritu de Dios, el Paráclito, el Dios consolador, está en este Niño, y bendice a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa puedes dejar a tu siervo irse en paz».
Este texto está presente en la liturgia y, desde los tiempos antiguos, forma parte de la oración de la Iglesia tanto en las iglesias de Oriento como de Occidente. Y junto con el Benedictus y el Magnificat, transmitidos también por Lucas en el relato de la infancia de Jesús, pertenecen al patrimonio de plegarias de la iglesia judeocristiana.
Nos pueden ayudar mucho en nuestra situación concreta las dos afirmaciones cristológicas que centran el himno que entona Simeón: Jesús es «luz para alumbrar a las naciones» y existe para la «gloria de su pueblo Israel». Están tomadas del profeta Isaías.
Jesús es esa figura, llena de misterio, que aparece en el primer y segundo canto del Siervo de Yahvé. La esencia de su misión conlleva la universalidad, la revelación a las naciones, a las que el siervo lleva la luz de Dios. Las palabras de consuelo del profeta están dirigidas al Israel atemorizado al que se le anuncia una ayuda mediante el poder salvador de Dios.
¿No estamos necesitadísimos nosotros de ambas afirmaciones? Luz para alumbrar nuestro camino y el de todos los pueblos y consuelo ante todo lo que nos angustia y atemoriza, ante todo lo que sucede. Junto al profeta Simeón estaba la profetisa Ana, una mujer de ochenta y cuatro años que, después de estar siete años casada, vivía viuda desde hacía decenios.
- Simeón y Ana dos ancianos que esperan el nuevo Israel, y que ofrecen la acción de gracias de cuarenta generaciones a ese Niño que acaba de nacer, y la confianza y seguridad en la Historia de la promesa, de la historia de la salvación que ha llegado a su punto cumbre.
- Ana confiesa la esperanza de sus padres por parte de Israel.
No descendía de la tribu de Judá, pero Jesús venía para todo Israel, y para ser luz de los gentiles. Se nos dice que era hija de Fanuel, de la tribu de Aser, que estaba en las tribus dispersas. Y comenzó a expresar su acción de gracias y reconocimiento a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Su profecía consistió en su anuncio, en la transmisión de la esperanza de la que ella vivía. «No se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones». Dice Benedicto XVI que Ana es la imagen por excelencia de la persona verdaderamente “piadosa”. En el templo se siente como en su casa, se siente a gusto y segura en las cosas de Dios, como un niño a gusto y seguro en los brazos de su padre o de su madre.
Es una mujer colmada por el Espíritu. La piedad es esa disposición habitual que nos abre a un amor confiado a Dios. En el Nuevo Testamento sabemos que es un amor filial hacia Dios. «Habéis recibido el Espíritu de adopción filial por el que clamamos: ¡Abba! ¡Padre!».
Dice san Agustín que la piedad nos da Espíritu de hijo para con Dios y, desde este Espíritu, espíritu de hijo para con los superiores que gobiernan, espíritu de padre para con los pequeños, de hermano para los iguales y de entrañas de compasión para con los que tienen necesidades y penas, y una tierna inclinación para socorrerlos.
Los ancianos Simeón y Ana son testigos de la memoria del pueblo. Transmiten las promesas y las esperanzas a las nuevas generaciones. El testimonio de estos dos ancianos fue la última voz de la profecía que había cumplido su cometido. El antiguo testamento había iniciado su historia de salvación con las vidas de hombres y mujeres tan concretos que los conocemos por sus nombres.
- Ahora en el pórtico del nuevo testamento tenemos a estos dos ancianos.
- También el Evangelio de Lucas nos presenta a Zacarías y a Isabel.
- Su hijo Juan, el precursor, estaba ya en el umbral del Nuevo Testamento, del nuevo comienzo de la creación, de la “nueva creación”, que es la redención.
- En el templo de Jerusalén estaba el Redentor, un Dios que, para cumplir la promesa y redimir al hombre, se había encarnado en el seno de una mujer y había nacido de la manera más humilde, sencilla y silenciosa.
Dios los sostuvo en la esperanza y respondió al anhelo de estos ancianos. Les llegó el día del consuelo y vieron a su Redentor. En ellos se hicieron realidad las palabras de Isaías: «el Señor consuela a su pueblo y rescata a Israel».
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¿Qué dijo Simeón cuando tomo el niño en sus brazos?
Gabriel Jaime Pérez, S.J. Febrero 2 de 2014 – Cuando se cumplieron los días en que ellos debían purificarse según la ley de Moisés, llevaron al niño a Jerusalén para presentárselo al Señor. Lo hicieron así porque en la ley del Señor está escrito: «Todo primer hijo varón será consagrado al Señor.» Fueron, pues, a ofrecer en sacrificio lo que manda la ley del Señor: un par de tórtolas o dos pichones de paloma.
En aquel tiempo vivía en Jerusalén un hombre que se llamaba Simeón. Era un hombre justo y piadoso, que esperaba la restauración de Israel. El Espíritu Santo estaba con Simeón, y le había hecho saber que no moriría sin ver antes al Mesías, a quien el Señor enviaría. Guiado por el Espíritu Santo, Simeón fue al templo; y cuando los padres del niño Jesús lo llevaron también a él, para cumplir con lo que la ley ordenaba, Simeón lo tomó en brazos y alabó a Dios, diciendo: «Ahora, Señor, tu promesa está cumplida y puedes dejar que tu siervo muera en paz.
Porque ya he visto la salvación que has comenzado a realizar a la vista de todos los pueblos, la luz que alumbrará a las naciones y que será la gloria de tu pueblo Israel.» El padre y la madre de Jesús se quedaron admirados al oír lo que Simeón decía del niño.
- Entonces Simeón les dio su bendición, y dijo a María, la madre de Jesús: —Mira, este niño está destinado a hacer que muchos en Israel caigan o se levanten.
- Él será una señal que muchos rechazarán, para que las intenciones de muchos corazones queden al descubierto.
- Pero todo esto va a ser para ti como una espada que atraviese tu propia alma.
También estaba allí una profetisa llamada Ana, hija de Penuel, de la tribu de Aser. Era ya muy anciana. Se casó siendo muy joven, y había vivido con su marido siete años; hacía ya ochenta y cuatro años que se había quedado viuda. Nunca salía del templo, sino que servía día y noche al Señor, con ayunos y oraciones.
Ana se presentó en aquel mismo momento, y comenzó a dar gracias a Dios y a hablar del niño Jesús a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén. Después de haber cumplido con todo lo que manda la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su propio pueblo de Nazaret. Y el niño crecía y se hacía más fuerte, estaba lleno de sabiduría y gozaba del favor de Dios.
(Lucas 2, 22-40). Coincide este domingo con la fecha en que la Iglesia conmemora la Presentación del Niño Jesús en el Templo de Jerusalén, 40 días después de la celebración de su Nacimiento. Es una fiesta en la que a la vez se adora a Jesús presentado por María y José para ser consagrado a Dios Padre, y se venera a María como “Nuestra Señora de la Candelaria”, en referencia a la procesión que se suele hacer en las misas solemnes con cirios encendidos para evocar la profecía del anciano Simeón en el Evangelio, quien en su oración a Dios se refiere a Jesús como ” la luz que alumbrará a las naciones “.
- Propongo que centremos nuestra reflexión en tres frases del texto del Evangelio según san Lucas, escogido para esta conmemoración.1.
- Un par de tórtolas o dos pichones de paloma Este detalle del relato evangélico es especialmente significativo.
- La tórtola es una variedad pequeña de paloma muy común en los territorios de Israel y Palestina.
Las Escrituras dicen que provenían del sur, y que su presencia era un anticipo de la primavera (Cantares 2:11, 12; Jeremías 8:7), y se encontraban entre los animales que ofreció Abrahán cuando entró en relación de alianza con Dios (Génesis 15:9). En la Torá o Ley del Señor se establece que si la persona es muy pobre y por ello no puede ofrecer en sacrificio un cordero, debe presentar “dos tórtolas” (Levítico 5:7; 14:22).
- Así, pues, la ofrenda de José y María al presentar en el Templo al Niño Jesús es la propia de los que no pueden ofrecer el cordero por ser mucho más costoso.
- Una muestra más de la opción de Dios hecho hombre en la persona de Jesús: la opción preferencial por los pobres.
- Aquél que había sido concebido en la humilde aldea de Nazaret y nacido en una pesebrera de Belén, ahora es presentado con la ofrenda de quienes apenas tienen lo suficiente para comprar lo mínimo prescrito.2.
Él será una señal que muchos rechazarán, para que las intenciones de muchos corazones queden al descubierto. En otras traducciones del texto griego del Evangelio de Lucas se emplean los términos ” signo de contradicción ” o ” bandera discutida “. Lo que esto significa es que Jesús les iba a resultar incómodo a muchos porque tanto sus palabras como sus acciones, con las cuales iba a manifestar su solidaridad con los pobres y oprimidos, irían en contra de quienes los explotaban o despreciaban.
- Para que las intenciones de muchos corazones queden al descubierto “.
- En el fondo, se trata de un mensaje contra la hipocresía.
- Jesús iba a ser rechazado por quienes aparentaban ser justos y santos, cumplidores exactos de las leyes, pero en realidad buscaban sus propios intereses pisoteando la dignidad de las gentes marginadas por una sociedad discriminadora y excluyente, de la cual ellos formaban parte.
Ellos fueron los que al fin de cuentas determinaron que Jesús fuera eliminado. Algo similar está pasando actualmente en la Iglesia. El Papa Francisco, quiere seguir de verdad a Jesús -como también lo han querido sus antecesores en el siglo pasado y el presente-, y esto lo está llevando a tener que afrontar la oposición oscura de intenciones inmorales y corruptas que anidan como cuervos en El Vaticano en otros círculos clericales bajo la apariencia de sotanas negras, bandas moradas y cuellos blancos.
Que Dios lo proteja en esta tarea de destapar las ollas podridas y lograr una Iglesia acorde con el ejemplo de Cristo.3. Crecía, se hacía más fuerte, estaba lleno de sabiduría y gozaba del favor de Dios Con esta frase termina el Evangelio de Lucas el relato de la Presentación del Niño Jesús en el Templo.
Otra frase similar será la conclusión del de su pérdida y hallazgo, también en el Templo de Jerusalén al cumplir los doce años: ” Y Jesús seguía creciendo en sabiduría y estatura, y gozaba del favor de Dios y de los hombres ” (Lucas 2, 52). Ambas frases constituyen un resumen de lo que fue lo que se suele llamar la “vida oculta” de Jesús: 30 años de preparación de lo que serían sus 3 de “vida pública”, empapándose en su naturaleza humana de la cultura de su pueblo, no en el lujo de los palacios sino en el ambiente humilde y sencillo dentro del cual la solidaridad con los rechazados y excluidos lo llevaría a exclamar ” Dichosos ustedes los pobres, porque de ustedes ellos es el reino de Dios ” (Lucas 6:20-31).-
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¿Qué hicieron Levi y Simeón cuando los hombres estaban en su mayor dolor?
Génesis 34
- 1 Y salió Dina, la hija de Lea que esta había dado a luz a Jacob, a ver a las hijas del país.
- 2 Y la vio Siquem hijo de Hamor heveo, príncipe de aquella tierra, y la tomó, y se acostó con ella y la deshonró.
- 3 Mas su alma se apegó a Dina, la hija de Lea; y se enamoró de la joven y habló al corazón de ella.
- 4 Y habló Siquem a su padre Hamor, diciendo: Tómame por esposa a esta joven.
- 5 Y oyó Jacob que Siquem había deshonrado a Dina, su hija; y estando sus hijos con su ganado en el campo, calló Jacob hasta que ellos viniesen.
- 6 Y se dirigió Hamor, padre de Siquem, a Jacob, para hablar con él.
- 7 Y los hijos de Jacob vinieron del campo cuando lo supieron; y se entristecieron los hombres y se enojaron mucho, porque hizo vileza en Israel acostándose con la hija de Jacob, lo que no se debía haber hecho.
- 8 Y Hamor habló con ellos, diciendo: El alma de mi hijo Siquem se ha apegado a vuestra hija; os ruego que se la deis por esposa.
- 9 Y emparentad con nosotros; dadnos vuestras hijas y tomad vosotros las nuestras.
- 10 Y habitad con nosotros, porque la tierra estará delante de vosotros; morad y negociad en ella, y tomad en ella posesión.
- 11 Siquem también dijo al padre de Dina y a los hermanos de ella: Halle yo gracia ante vuestros ojos, y daré lo que me digáis.
- 12 Aumentad a cargo mío mucha dote y regalos, que yo daré cuanto me digáis, y dadme la joven por esposa.
- 13 Y respondieron los hijos de Jacob a Siquem y a su padre Hamor con engaño, y les hablaron, por cuanto había amancillado a su hermana Dina.
- 14 les dijeron: No podemos hacer esto de dar nuestra hermana a hombre, porque entre nosotros es abominación.
- 15 Mas con esta condición os complaceremos: Si habéis de ser como nosotros, que se entre vosotros todo varón.
- 16 Entonces os daremos nuestras hijas, y tomaremos nosotros las vuestras; y habitaremos con vosotros y seremos un pueblo.
- 17 Mas si no nos prestáis oído para circuncidaros, tomaremos a nuestra hija y nos iremos.
- 18 Y parecieron bien sus palabras a Hamor y a Siquem hijo de Hamor.
- 19 Y no tardó el joven en hacer aquello, porque la hija de Jacob le había agradado; y él era el más distinguido de toda la casa de su padre.
- 20 Entonces Hamor y su hijo Siquem fueron a la puerta de su ciudad y hablaron a los hombres de su ciudad, diciendo:
- 21 Estos hombres son pacíficos con nosotros, y habitarán en el país y comerciarán en él; pues he aquí, la tierra es bastante ancha para ellos; nosotros tomaremos sus hijas por esposas y les daremos las nuestras.
- 22 Mas con esta condición consentirán estos hombres en habitar con nosotros, para que seamos un pueblo: Que se circuncide entre nosotros todo varón, así como ellos son circuncidados.
- 23 Su ganado, y sus bienes y todas sus bestias serán nuestros; solamente convengamos con ellos, y habitarán con nosotros.
- 24 Y obedecieron a Hamor y a su hijo Siquem todos los que salían por la puerta de la ciudad, y circuncidaron a todo varón, a cuantos salían por la puerta de su ciudad.
- 25 Y sucedió que al tercer día, cuando sentían ellos el mayor dolor, dos de los hijos de Jacob, y Leví, hermanos de Dina, tomaron cada uno su espada, y fueron contra la ciudad con audacia y mataron a todo varón.
- 26 Y a Hamor y a su hijo Siquem los mataron a filo de espada; y tomaron a Dina de casa de Siquem y se fueron.
- 27 Y los hijos de Jacob pasaron sobre los muertos y saquearon la ciudad, por cuanto habían amancillado a su hermana.
- 28 Tomaron sus ovejas, y sus vacas y sus asnos, y lo que había en la ciudad y en el campo,
- 29 y todos sus bienes; se llevaron cautivos a todos sus niños y sus esposas, y robaron todo lo que había en las casas.
- 30 Entonces dijo Jacob a Simeón y a Leví: Me habéis turbado con hacerme abominable a los moradores de esta tierra, el cananeo y el ferezeo; y teniendo yo pocos hombres, se juntarán contra mí y me atacarán, y seré destruido yo y mi casa.
- 31 Y ellos respondieron: ¿Había él de tratar a nuestra hermana como a una ramera?
¿Cuál es el pecado imperdonable contra el Espíritu Santo?
‘Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada’.
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¿Quién es el único que ha visto a Dios?
ALGUNOS PRINCIPIOS, DOCTRINASY ACONTECIMIENTOS IMPORTANTES –
- • Moisés vio a Dios cara a cara en una montaña que se desconoce después de haber hablado con el Señor en la zarza que ardía y antes de ir a liberar a los hijos de Israel de Egipto (véase Moisés 1:1–2, 17, 25–26, 42; véase también Éxodo 3:1–10).
- • Nadie puede soportar la presencia de Dios a menos que lo cubra la gloria de Dios (véase Moisés 1:2, 11; véase también D.y.C.67:11; 84:21–22).
- • Moisés es un hijo de Dios y era a “semejanza” de Jesucristo (Moisés 1:4, 6–7; véase también D. y C.25:1). En su llamamiento y ministerio, Moisés también era un “símbolo” o una semejanza de Jesucristo (véase Moisés 1:25–26; véase también Deuteronomio 18:15; 3 Nefi 20:23; compárese también Éxodo 2:1–10 y Mateo 2:11–23).
- • Todas las creencias, objetos o personas que la gente considera que son más importantes en su vida que Dios son dioses falsos (véase Moisés 1:6; véase también Éxodo 20:1–6; Romanos 1:25; D. y C.93:19).
- • Dios sabe todas las cosas (véase Moisés 1:6; véase también 2 Nefi 9:20; Jacob 2:5; D. y C.38:2).
- • El hombre y sus obras no pueden compararse con la majestuosidad y la grandeza de Dios (véase Moisés 1:9–10; véase también Mosíah 2:23–25; Helamán 12:7–8).
¿Qué afirma el anciano Simeón acerca del niño Jesús 2 22 35?
Reflexiones sobre la lectura de hoy –
Simeón que era recto y devoto, vino al Templo, guiado por el Espíritu. El Espíritu le había revelado que vería al Mesías del Señor antes de su muerte. Era un hombre viejo, pero que miraba hacia el futuro a una nueva era. Reconoció a Jesús como el Salvador prometido de todas las naciones. Simeón tomó al niño en sus brazos y alabó a Dios. Todos sus sueños se habían cumplido y como siervo estaba contento de morir en paz.Simeón me muestra cómo acoger a Jesús y agradecer a Dios por el regalo de este niño. Su mensaje sobre el futuro y la gloria de Israel es profético. Rezo para reconocer a Jesús como mi salvador y acogerlo más plenamente en mi vida. Él es revelación de Dios y promesa de gloria.
¿Que tienen en común el encuentro de Simeón con el encuentro de la profecía Ana?
Simeón y Ana vienen hoy a nuestro encuentro : son ellos los que anuncian el Evangelio, la buena noticia, a toda nuestra sociedad. Ellos no cerraron los ojos ante su debilidad, ante la disminución de sus fuerzas.
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¿Que le había prometido Dios a Simeón?
Semana diciembre 24, 2011 Al presentar a Jesús en el templo, la profecía del sacerdote Simeón sumergió a María, su madre, en profundo dolor, al oírle decir al anciano: «Este Niño está puesto para ruina y resurrección de muchos en Israel, y una espada traspasará tu alma, para que sean descubiertos los pensamientos de muchos corazones».
- Lucas 2, 22-35).
- Cuando a una pareja le nace un hijo, todo es alegría y felicidad y al ser presentado en el templo, el sacerdote desea para ellos lo mejor.
- Pero, a María, Simeón le anunció los grandes dolores que sufriría por causa de ese hijo que presentaba en el templo.
- ¡Qué misteriosas palabras las de aquel anciano! Y era un hombre de Dios; por tanto, había que considerar sus palabras como un anuncio profético.
Dependiendo de quién las diga, las palabras tienen o no tienen valor. Pero si vienen de la gente de Dios, de la gente de esperanza, de la gente que ha sabido aprovechar su vida y su experiencia en las cosas de Dios y de los hermanos, entonces su valor es incalculable.
Dios puede estar detrás de lo que nos está diciendo esa persona. María pudo descubrir en ese momento que su vida no iba a ser fácil; que quedaría unida a la suerte de su Hijo. Que el Hijo que llevaba a presentar en el templo sería motivo de discordia, signo de contradicción. Que, a pesar de venir de Dios, no todos lo van a reconocer ni todos lo van a acoger.
María ha podido ver en las palabras de Simeón que el sufrimiento no va a estar ausente en la vida de ambos, pues Dios la ha llenado de su alegría y de su gracia pero no le va a evitar la capacidad para sufrir. El reconocimiento amplio que Simeón hace del Niño como el Salvador, no ahorra el dolor y la pasión, no evita la muerte.
- De hecho, todo ser que nace a la vida tendrá también que pasar por la muerte.
- Y eso iba a suceder con Jesús.
- El ser signo de contradicción le llevaría después a una muerte injusta y violenta.
- La sonrisa de María se difumina en su avivada palidez, cuando Simeón le anuncia el dolor.
- A pesar de que Ella ya lo sepa, esta palabra le traspasa el espíritu.
Se acerca más a José buscando consuelo; estrecha con pasión a su Niño contra su pecho, y bebe, como alma sedienta, las palabras de Ana, su madre, la cual, siendo mujer, siente compasión de su sufrimiento y le promete que el Eterno le mitigará con sobrenatural fuerza la hora del dolor.
Ana le dice: Mujer, a Aquel que ha dado el Salvador a su pueblo no le faltará el poder de otorgar el don de su ángel para confortar tu llanto. Nunca les ha faltado la ayuda del Señor a las grandes mujeres de Israel, y tú eres mucho más que Judit y que Yael. Nuestro Dios te dará corazón de oro purísimo para aguantar el mar de dolor por el que serás la Mujer más grande de la creación, la Madre.
Y tú, Niño, acuérdate de mí en la hora de tu misión. A Simeón, el Espíritu Santo le había prometido no morir sin ver el nacimiento del Mesías. Breve como es el cántico, abunda en alusiones al Antiguo Testamento. Así en los siguientes versículos, porque han visto mis ojos tu salvación alude a Isaías, 52, 10.
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¿Quién es el único que ha visto a Dios?
ALGUNOS PRINCIPIOS, DOCTRINASY ACONTECIMIENTOS IMPORTANTES –
- • Moisés vio a Dios cara a cara en una montaña que se desconoce después de haber hablado con el Señor en la zarza que ardía y antes de ir a liberar a los hijos de Israel de Egipto (véase Moisés 1:1–2, 17, 25–26, 42; véase también Éxodo 3:1–10).
- • Nadie puede soportar la presencia de Dios a menos que lo cubra la gloria de Dios (véase Moisés 1:2, 11; véase también D.y.C.67:11; 84:21–22).
- • Moisés es un hijo de Dios y era a “semejanza” de Jesucristo (Moisés 1:4, 6–7; véase también D. y C.25:1). En su llamamiento y ministerio, Moisés también era un “símbolo” o una semejanza de Jesucristo (véase Moisés 1:25–26; véase también Deuteronomio 18:15; 3 Nefi 20:23; compárese también Éxodo 2:1–10 y Mateo 2:11–23).
- • Todas las creencias, objetos o personas que la gente considera que son más importantes en su vida que Dios son dioses falsos (véase Moisés 1:6; véase también Éxodo 20:1–6; Romanos 1:25; D. y C.93:19).
- • Dios sabe todas las cosas (véase Moisés 1:6; véase también 2 Nefi 9:20; Jacob 2:5; D. y C.38:2).
- • El hombre y sus obras no pueden compararse con la majestuosidad y la grandeza de Dios (véase Moisés 1:9–10; véase también Mosíah 2:23–25; Helamán 12:7–8).
¿Qué dijo Simeón cuando tomo a Jesús en brazos cuando María y José fueron al templo con él?
La presentación en el [email protected]||| La ley mosaica establecía que la Purificación de la Virgen y la Presentación del Niño en el Templo debían realizarse cuarenta días después del parto. El Evangelio de Lucas, el único que recoge este episodio, dice así: ” Así que se cumplieron los días de la purificación conforme a la ley de Moisés, le llevaron a Jerusalén para presentarle al Señor, según está escrito () y para ofrecer en sacrificio, según lo prescrito en la Ley del Señor, un par de tórtolas o dos pichones.
Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, justo y piadoso () y el Espíritu Santo estaba en él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Cristo del Señor. Movido del Espíritu Santo, vino al Templo, y al entrar los padres con el niño Jesús para cumplir lo que prescribe la Ley sobre Él, Simeón le tomó en sus brazos y bendiciendo a Dios dijo: Ahora, Señor, puedes ya dejar ir a tu siervo en paz, según tu palabra; porque han visto mis ojos tu salud, la que has preparado ante la faz de todos los pueblos; luz para iluminación de las gentes, y gloria de tu pueblo, Israel.
: La presentación en el [email protected]|||
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¿Qué dijo Simeón cuando tomo en brazos a Jesús?
Simeón tomó al Niño en sus brazos, y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, permite que Tu siervo se vaya En paz, conforme a Tu palabra; Porque mis ojos han visto Tu salvación La cual has preparado en presencia de todos los pueblos; LUZ DE REVELACIóN A LOS GENTILES, Y gloria de Tu pueblo Israel».
- Y los padres del Niño estaban asombrados de las cosas que de Él se decían.
- Simeón los bendijo, y dijo a Su madre María: «Este Niño ha sido puesto para caída y levantamiento de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción, y una espada traspasará aun tu propia alma, a fin de que sean revelados los pensamientos de muchos corazones».
NBLA: Nueva Biblia de las Américas
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