Fundamentos Básicos Del Cristianismo Como Religión Basada En El Amor?

Fundamentos Básicos Del Cristianismo Como Religión Basada En El Amor
El amor, fundamento del cristianismo, es lo que le diferencia de otras religiones Escrito por Ignacio Para Rodríguez-Santana el agosto 19th, 2011 La gran diferencia del Cristianismo respecto a otras religiones como el Islamismo o el Budismo es que el eje principal del Cristianismo es el Amor.

Para el Cristiano Dios es el Padre celestial al que amar y quien nos ama con un amor infinito. Los cristianos se consideran hijos de Dios. Ahí radica el valor supremo de cada vida humana. Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza. El mansaje cristiano es “Amarás a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo”.

Porque el Cristianismo exige el amor a uno mismo como elemento inseparable del amor a los demás, a los próximos. Para poder respetar la dignidad del prójimo es necesario respetarse a sí mismo. El Cristianismo es una religión activa que conlleva a la acción por un mundo mejor.

  • Es una religión vitalista y a la vez solidaria que busca la verdad, la honradez y la pureza mediante a imitación de Cristo, Dios hecho hombre.
  • En el Cristianismo, Dios es el perfecto ejemplo de amor, que salva a los que todavía no creen en él y que muere por quienes son todavía sus enemigos: (Rm 5, 10; Mt 5, 44;).

El Islamismo es la religión del sometimiento a un único Dios omnipotente y se consideran siervos de Dios. El Budismo es un pensamiento en cierta forma nihilista que entiende la vida como sufrimiento y cuyo objetivo es no desear para no sufrir; no hacer daño es una de sus máximas.

Es un pensamiento pasivo que se basa fundamentalmente en el no hacer. La primera encíclica de Benedicto XVI, promulgada el 25 de Diciembre de 2005, se titula ” Dios es Amor ” (en latín Deus caritas est). El título de la encíclica fue tomado de la traducción latina de primera epístola de San Juan 4:16.

De acuerdo con el catecismo de la Iglesia católica (1822), «la caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por Él mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios». San Pablo habla del amor de Dios y nos deja ver cómo es la caridad, «La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad.

Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta» (1 Co 13, 4-8). Y termina, «la caridad no dejará de existir». La caridad es la virtud teologal más importante, y es superior a cualquier otra virtud. (1 Co 13,13). Menciona San Agustín que la culminación de todas nuestras obras es el amor, Ese es el fin y para conseguirlo, corremos, hacia él corremos; una vez llegados, en él reposamos (S.

Agustín, ep.Jo.10, 4). La caridad se hace humana cuando Jesús da su mandamiento nuevo a los apóstoles y discípulos: Amaros unos a otros como yo os he amado (Juan 15, 12). Según San Basilio, (379 d.c.)»O nos apartamos del mal por temor del castigo y estamos en la disposición del esclavo, o buscamos el incentivo de la recompensa y nos parecemos a mercenarios, o finalmente obedecemos por el bien mismo del amor del que manda y entonces estamos en la disposición de hijos » (S.

  1. Basilio, reg. fus. prol.3).
  2. Las otras religiones El Islam es la sumisión a Dios, y sus pilares básicos son la profesión de fe, es decir, la aceptación del principio básico de que sólo hay un Dios y que Mahoma es el último y más importante de sus profetas; la oración; la limosna, el ayuno en el mes de ramadán y la peregrinación a la Meca al menos una vez en la vida.

El sexto pilar es el yihad o lucha en defensa de la fe. Además, conforme al Corán todos los musulmanes tienen que creer en Dios, sus ángeles, sus libros, sus profetas, la predestinación y en la próxima vida. El Islam concibe a los hombres como siervos de Dios.

A diferencia del Islam, el Cristianismo se centra en los fundamental, el amor a Dios Padre y el amor al prójimo como a uno mismo en unión con Jesucristo, y deja libertad para la organización de las actividades mundanas y las formas políticas y civiles de los hombres.Tanto el Budismo, el Jainismo, el Taoísmo como el confucianismo son religiones no teístas, es decir, que no discurren sobre la creencia en un Dios creador o absoluto, pero aceptan conceptos espirituales como la creencia en el alma, la vida después de la muerte y la existencia de dioses, espíritus y deidades, considerando el discurso sobre Dios sin sentido.

El Budismo se asienta sobre una filosofía de no hacer en vez de hacer, de no sentir, no desear, con el fin de evitar el sufrimiento y alcanzar el Nirvana. La ética budista se fundamenta en los principios de Ahimsa (no ocasionar daño) y el Camino Medio (moderación; no reprimir ni tampoco aferrarse a nada).

Según las enseñanzas budistas, los principios éticos están determinados por el hecho de si una acción cualquiera podría tener una consecuencia dañina o perjudicial para uno mismo o para otros. En el budismo se utiliza la expresión de mente hábil, que es aquella que evita todas las acciones propensas a causar sufrimiento o remordimiento.

El esfuerzo y la intención empleados determinará la carga kármica de la acción. A diferencia de una regla impuesta por una autoridad, un precepto es una base o guía ética personal. La ética budista se basa en Los Cinco Preceptos: respetar la vida, evitar tomar lo que no es dado, mantener una conducta sexual correcta: que no sea dañina con otros o con uno mismo, hablar de manera correcta (no mentir) y evitar tomar intoxicantes que alteren negativamente la mente.
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¿Qué dice el cristianismo sobre el amor?

20 versículos de la Biblia sobre el amor El amor está en todas partes de la Biblia. Pero estos 20 versículos bíblicos sobre el amor son más que citas inspiradoras; son instrucciones para ayudarte a llegar a ser una mejor persona, a mejorar tus relaciones y a seguir a Jesucristo. Dios nos manda a todos a que tengamos caridad, el amor puro de Cristo, hacia todos los que nos rodean.

4 La caridad es sufrida, es benigna; la caridad no tiene envidia, la caridad no se jacta, no se envanece; 7 todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 La caridad nunca deja de ser; mas las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y el conocimiento se acabará;

7 Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.8 El que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor. En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor conlleva castigo, y el que teme, no se ha perfeccionado en el amor. Aprende sobre otros principios de la Biblia Solicita un estudio de la Biblia En todo tiempo ama el amigo, y el hermano nace para el tiempo de angustia. Habiendo purificado vuestras almas mediante la obediencia a la verdad, por medio del Espíritu, hasta llegar a un amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente de corazón puro, Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.30 Amarás, pues, al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas; este es el principal mandamiento.31 Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

No hay otro mandamiento mayor que estos. Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien y prestad, no esperando de ello nada; y vuestro galardón será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque él es benigno para con los ingratos y los malos. Como a un natural de vosotros tendréis al extranjero que peregrine entre vosotros; y lo amarás como a ti mismo, porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto.

Yo, Jehová, vuestro Dios.34 Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis los unos a los otros.35 En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros. Maridos, amad a vuestras esposas, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, Que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a amar a sus hijos, Goza de la vida con la mujer que amas, todos los días de la vida de tu vanidad que te son dados debajo del sol, todos los días de tu vanidad; porque esta es tu parte en la vida y en tu trabajo con que te afanas debajo del sol.

  • Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da.
  • Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor.6 ¿No se venden cinco pajarillos por dos blancas? Pues ni uno de ellos está olvidado delante de Dios.7 Y aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados.

No temáis; de más valor sois vosotros que muchos pajarillos. Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna. 37 Y Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente.38 Este es el primero y grande mandamiento.1 Amo a Jehová, pues ha oído mi voz y mis súplicas.2 Porque ha inclinado a mí su oído, le invocaré, por tanto, en todos mis días.
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¿Cuál es el fundamento del cristianismo?

Principios Y Fundamentos – NGC

INTEGRIDAD: Rectitud, capacidad de discernir entre el bien y el mal; congruencia entre la palabra y la acción; vivir para agradar a DIOS procurando limpieza del pensamiento, pureza del corazón e integridad de la conducta. Proverbios 20:6-7 JUSTICIA: Equidad, dar a cada uno lo que le corresponde; no hacer acepción de personas; Actuar objetivamente. Miqueas 6:8 AMOR: Esencia de DIOS. Implica aceptación, consideración, preocupación, por el prójimo; tolerancia, perdón y mutua edificación, bases de la convivencia armónica. Romanos 12:10 HUMILDAD: Adoptar la perspectiva de Dios, renunciando al orgullo; reconocer que no se puede hacer nada sin Dios, pero que el Señor si puede hacer todo por el hombre. Evitar la vanagloria y dar la honra a Dios. Aceptar el error y la debilidad personal, “estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo”. Filipenses 2:3

OBEDIENCIA: Seguir el camino trazado por Dios, guardar Su Palabra y vivirla. Reconocer la autoridad del Señor en los líderes y sujetarse a ellos y a las normas dadas para la convivencia humana. Romanos 13:1-2 MAYORDOMÍA: Reconocer que Dios es el dueño de todo lo creado y administrar fielmente lo que ha dado a cada uno.1 Corintios 4:2 ORACIÓN: Tener una relación personal e íntima con Dios apoyándose además en la lectura de la Biblia para conocerlo, amarlo, y obedecerlo. Efesios 6:18 LIBERTAD: Acción basada en principios y no en emociones teniendo claro que los principios perfeccionan los sentimientos, pero los sentimientos destruyen los principios. Apropiarse de la libertad dada por Cristo para actuar con seguridad y firmeza (Gálatas 5:1), sabiendo que todas las cosas le son lícitas al hombre, más no todas le convienen.1 Corintios 6:12

SERVICIO: Seguir el ejemplo de Jesús en todo rol desempeñado, teniendo claro que El vino para servir y no para ser servido. Mateo 20:28 MISERICORDIA: Hacer propio el dolor o la alegría ajenos: Sufrir con el que sufre y reír con el que ríe; ser solidario. Romanos 12:15 LIDERAZGO: Ejercer influencia positiva sobre otros con testimonio de vida, tomando como ejemplo a Jesús. El líder es siervo; asume responsabilidades, se compromete, actúa con excelencia como para Dios y no para los hombres, toma decisiones, está abierto al cambio y ejerce autoridad con amor. Josué 1:9 UNIDAD: Hablar un mismo lenguaje, caminar en la misma visión, evitar las divisiones, procurar el trabajo en equipo y la participación. Rechazar el individualismo.1 Corintios 1:10

Se concibe al educando en sus tres dimensiones: espíritu, alma y cuerpo. (1 Tesalonicenses 5:23) como ser único e irrepetible, creado a imagen y semejanza de Dios, por lo cual se propenderá por el crecimiento espiritual basado en lalectura de la Biblia y la relación personal con Dios; el desarrollo intelectual y socio afectivo, el fortalecimiento de la voluntad y el desarrollo psicomotriz dentro de una sana autoestima y apropiación de su identidad como hijo de Dios.

La interacción social del estudiante con el medio en que se desarrolla; será constructor de su conocimiento, capaz de solucionar problemas y plantear alternativas de cambio frente a la realidad.Actividades de aprendizaje encaminadas al conocimiento, desarrollo y avance de la ciencia y la tecnología que permitirán al estudiante desempeñar exitosamente roles en el sector productivo.Procesos pedagógicos basados en proyectos de aula, adopción de los aspectos positivos del constructivismo, ejercicio de aprendizaje cooperativo y el trabajo por células en el salón de clase con el propósito de desarrollar las inteligencias múltiples.Desarrollo de la convivencia democrática y participativa basada en principios éticos que llevan al educando a ser diferente, ejemplo y testimonio de Cristo, autónomo y libre, capaz de someter su voluntad a la de Dios y permitir que el Espíritu Santo guíe su conciencia.

: Principios Y Fundamentos – NGC
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¿Como los cristianos construyen un mundo basado en el amor?

El amor de Dios constituye no sólo el núcleo de la vida del cristiano, sino también el núcleo sobre el que construir la sociedad en la que vive. Es decir, el progreso y la historia de los hombres se mueven por el amor y hacia el amor.
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¿Qué es lo fundamental para vivir el amor?

Conductas aprendidas – Todos tenemos una idea -antes, mientras y después de que cualquier relación comience- de cómo debe ser nuestra pareja. Igual que la tenemos de cómo deben ser nuestros amigos o nuestros familiares. Además, la mayoría de nosotros, cuando tenemos una pareja, tendemos a compararla con su “doble ideal” y hacer todo lo posible por que se ajuste a él,

  1. En esta distancia, la que hay entre la pareja ideal y la real, suelen estar aquellas actitudes, pensamientos o conductas que nos molestan del otro.
  2. Pues bien, para que la pareja funcione vamos a tener que aceptar una buena parte del contenido de este cajón,
  3. Con algunos elementos podremos llegar a acuerdos, pero con otros tendremos que aceptarlos o cambiar de pareja.

En este sentido, que las dos personas tengan ajustado sus niveles de tolerancia a la realidad que comparten va a ser fundamental para que el amor sano siga creciendo. Por otro lado, plantear los cambios de manera inteligente, sin caer en la tentación de manipular al otro, va a contribuir al crecimiento de la pareja en el mismo sentido,

Así, cuando se trate de conductas aprendidas, como no recoger el plato de la mesa u otras tareas domésticas, podemos dialogar con nuestra pareja y pedirle que cambie la conducta o decidir no hacer nada y aceptar la situación, En cambio, si es algo que forma parte de su carácter, como por ejemplo, que nuestra pareja es más tímida que nosotros, debemos aceptar que es así.

Lo que nunca debemos aceptar son aquellas conductas que atacan nuestra integridad, como golpes e insultos, igual que en cualquier otro tipo de relación. El amor sano es un problema de calidad más que de cantidad. Amar mucho no significa, Amar bien implica respeto, confianza, honestidad, apoyo mutuo, vivir una relación de equilibrio entre dar y recibir, mantener identidades separadas y una buena comunicación.
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¿Cuáles son las características del amor en la Biblia?

El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad.
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¿Qué son los fundamentos religiosos?

El fundamentalismo religioso expresa un conjunto de creencias basadas en una interpretación literal de un manuscrito considerado sagrado, con una exigencia intransigente de sometimiento a una doctrina.
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¿Qué es fundamento de la religión?

Por revelación – Otra división que se utiliza consiste en hablar de religiones reveladas o no reveladas.

  • Las religiones reveladas se fundamentan en una verdad revelada de carácter sobrenatural desde una deidad o ámbito trascendente y que indica a menudo cuáles son los dogmas en los que se debe creer y las normas y ritos que se deben seguir.
  • Las religiones no reveladas no definen su origen según un mensaje dado por deidades o mensajeros de ellas, aunque pueden contener sistemas elaborados de organización de deidades reconociendo la existencia de estas deidades y espíritus en las manifestaciones de la naturaleza.

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¿Qué es religión y cuáles son sus fundamentos?

¿Cómo se clasifican las religiones del mundo? – Una religión queda definida como el conjunto de creencias, normas de conducta, libros y escrituras sagradas, ceremonias y ritos que son propias de un grupo de personas que, a través del cumplimiento de estos dogmas, establecen una relación con la divinidad en la cual se fundamentan dichas creencias.
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¿Qué es el amor para las religiones?

Resumen. Las grandes religiones monoteístas –Judaísmo, Cristianismo e Islam– coinciden en anunciar el amor de Dios a los hombres, y reclaman el amor de los hombres a Dios y al prójimo.
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¿Cuáles son las principales características del amor?

¿Qué es Amor? – El amor es un sentimiento inherente a la condición humana, una necesidad biológica, psicológica y social para la mayoría de las personas. El amor, en su sentido más amplio, es el afecto genuino entre las personas, el deseo de dar y de recibir, de compartir, de proyectar y de creer que se puede y que vale la pena contar con el otro.

En suma, es sentir profundamente nuestra condición de hermanos, que es lo que permite darle significación trascendente a la vida, El amor se manifiesta con diferentes características según el caso, por ejemplo, se puede pensar en el amor al prójimo, en el amor a los hijos o a los padres, en el amor hacia la pareja, en el amor a Dios,

Y en cada caso se podrían mencionar características especiales. De todos modos, algunas características son básicas y comunes a todas estas formas en que se manifiesta este noble sentimiento.
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¿Qué es el amor un resumen?

Significado de amor – A lo largo de la historia se han tratado de dar miles de definiciones sobre el amor. Entender algo tan abstracto, que no puede verse y que siempre nos acompaña ha sido siempre vivido con cierto misterio, con cierta magia, y con bastantes dudas.

  • Realmente, no ha sido encontrada una única definición, una verdad absoluta o un manual del amor.
  • A veces, nos es más que suficiente con sentirlo.
  • Podemos tener muchas ideas contaminadas de lo que es el amor, hay muchos mitos a su alrededor que tiranizan o ensucian su esencia, como por ejemplo, que todo lo puede, o que con él basta para que dos o más personas estén juntas.

En el siguiente apartado profundizamos en esto. Hay autores/as que definen el amor como una emoción; otros/as autores o autoras lo definen como un sentimiento; en otras definiciones se habla especialmente del componente químico del amor; mientras que otras se centran en un lado más espiritual.

  1. Sin ánimo de etiquetar algo tan complejo y subjetivo, podemos hablar del amor como un sentimiento profundo hacia algo o hacia alguien -ojo, que aquí también entramos nosotras mismas-, que promueve que nos acerquemos hacia aquello que nos causa esas sensaciones de bienestar asociadas.
  2. También promueve, por ejemplo, que cuidemos de ese algo o alguien -aquí volvemos a entrar nosotras mismas- por quien sentimos ese gran afecto.

Si tenemos esto en cuenta, nos daremos cuenta de que el amor logra que se cumplan necesidades muy importantes para las personas, como son la necesidad de seguridad, de protección, de conexión social, de pertenencia, etc. En relación con esto, el amor es un sentimiento muy relacionado con el apego, que genera en las personas una serie de reacciones, conductas y emociones que permiten que encontremos esa calma y seguridad necesarias en nuestros vínculos.
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¿Dónde está presente el amor de Dios?

El amor de Dios Dios es un Padre amoroso en los cielos y ama a Sus hijos perfectamente, incluyéndote a ti. Nos amó antes que nosotros le amáramos a Él y la evidencia de Su amor se encuentra en todas partes. Eres la “descendencia de Dios” (Hechos 17:29). Él es el Padre de tu espíritu y quiere tener una relación contigo. Como hijo de Dios tu potencial es infinito. Dios te conoce personalmente. Jesús enseñó que Dios, el Padre, cuida de todas Sus creaciones – un pajarillo no puede caer al suelo sin que lo sepa el Padre (Mateo 10:29).

Cuando se trata de ti, “aún vuestros cabellos están todos contados. Así que no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos” (Mateo 10:30-31). Dios quiere ayudar a Sus hijos para que sean felices. Él nos ha bendecido con tanto. Él te ama, te cuida y quiere comunicarse contigo por medio de la oración.

Jesús ha prometido, “vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le piden” (Mateo 7:11). Aprende sobre algunas maneras en las que Dios, el Padre, nos demuestra su amor. Por medio de Sus bendiciones Podemos ver el amor de Dios en las bendiciones que nos da. Desde la belleza del mundo, hasta las personas en nuestra vida, Dios constantemente nos está dando regalos grandes y pequeños porque nos ama. Por medio de otros Podemos experimentar el amor de Dios al interactuar con otra gente. A medida que sigamos el sentimiento de ayudar a otros– y al dejar que otros nos ayuden también– podremos saber que Dios está al pendiente de nosotros, que conoce nuestras necesidades y que nos ama profundamente. Por medio de Su hijo Jesús Uno de los más grandes actos de amor de Dios por nosotros, fue el enviar a Su Hijo Jesús a la tierra. Mediante las enseñanzas y gracia de Jesús podemos sentir el amor de Dios, ser perdonados y aprender cómo amar a las personas que nos rodean.

  1. En un mundo caótico, puede ser difícil reconocer algo tan sutil y sagrado como el amor de Dios.
  2. Es más fácil encontrar el amor de Dios cuando creamos momentos para encontrarlo.
  3. Dios es un Padre amoroso en los cielos que ama a Sus hijos y quiere saber de ellos.
  4. Podemos orar para pedir ayuda en nuestra vida y podemos orar para sentir Su amor.

Si le pides a Dios que quieres sentir Su amor por ti y eres paciente, la respuesta llegará. La Biblia nos enseña que cuando vivimos en paz con otros, podemos sentir el amor de Dios. De hecho, amar a los demás nos ayuda a comprender el amor de Dios por nosotros. Permítenos ayudarte en tu estudio de la palabra de Dios Solicita un estudio de la Biblia : El amor de Dios
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¿Cuáles son los tipos de amor que existen según la Biblia?

“Cuatro clases de amor” – Economis Una de las confusiones que genera más frustración en la vida diaria, es en cuanto al amor. Esto sucede porque confundimos conceptos y nos generamos problemas innecesarios. Estos conceptos son muy importantes porque son los que delinean conductas familiares y forjan generaciones enteras.

  • Veamos lo que nos dice la Palabra de Dios.
  • Es importante que los cristianos comprendan que hay cuatro palabras griegas para amor.
  • Son agape, fileo, storge, y eros.
  • Tres de ellas aparecen en la Biblia.
  • Si vamos a comprender la Biblia y el mundo espiritual, es importante que comprendamos lo que significan estas palabras y cómo difieren.

I) LA PALABRA GRIEGA PARA AMOR SEXUAL O AMOR DE PASIÓN ES EROS De la misma obtenemos palabras tales como “erótico.” La palabra griega eros no aparece en el texto bíblico, así que no le dedicaremos tiempo, pero ha tenido tal impacto en el idioma español que es importante mencionarla.

¿Entonces son las pasiones sexuales amor verdadero? No. Y sobre esto la biblia nos enseña en muchos versículos; Romanos 8:12-14; Romanos 13:12-13; Efesios 4:22-24; Juan 6:63. Cuando se habla de un concepto tan famoso en el mundo y que la Palabra de Dios lo descarta, el Espíritu Santo espera que tengamos su misma visión y pensamiento.

Espera que consideremos importante lo que Dios considera importante. En una sociedad totalmente erotizada Dios espera que seamos sus representantes y comencemos por nuestra casa ¡Y le demos a cada cosa su lugar! (Juan 6:63) (Marcos 12:24-25). II) LA PALABRA GRIEGA QUE SE REFIERE AL AMOR DE DIOS HACIA LAS PERSONAS, Y ES POR TANTO UNA DE LAS CLASES DE AMOR QUE DEBEMOS TENER HACIA LAS PERSONAS, ES ÁGAPE Ágape es la naturaleza misma de Dios, porque Dios es amor (1 Juan 4:7- 12).

La gente de hoy está acostumbrada a pensar del amor como un sentimiento, pero ése no es necesariamente el caso con el amor ágape. Ágape es amor a causa de lo que hace, no debido a cómo se siente. Juan 3:16. Dios de tal manera “amó” (ágape) que dio a Su Hijo. No se sintió bien Dios al hacer eso de enviar a sufrir a su hijo, pero fue lo que por amor debía hacerse.

Cristo de tal manera amó (ágape) que dio su vida. Él mismo no quería morir, pero él amó, así que hizo lo que Dios requirió. El amor ágape no es simplemente un impulso generado por emociones o sensaciones. Más bien, el amor ágape es un ejercicio de la voluntad, una decisión deliberada.

  1. Esta es la razón por la cual Dios puede ordenar que amemos a nuestros enemigos (Mateo 5:44; Éxodo 23:1-5).
  2. La manera de saber que amamos (ágape) a Dios es que obedezcamos Sus mandamientos.
  3. Hay cristianos que dicen que aman a Dios, pero su forma de vida es contraria a la voluntad de Dios.
  4. Estas personas confunden sus sentimientos de afecto por Dios y creen que ese es el verdadero amor ágape.

(Juan 14:21, Juan 14:24). Lo que “por amor” debe hacerse, puede no ser siempre fácil, y el amor verdadero no es “sentimentalismo exagerado”. Esto no quiere decir que el amor ágape no tenga sentimientos asociados, y la situación ideal ocurre cuando lo que debe hacerse por amor, también es lo que deseamos hacer.

Los cristianos deben ser conocidos por su amor los unos a los otros (Juan 13:35). III) LA TERCERA PALABRA PARA “AMOR” QUE NECESITAMOS EXAMINAR ES FILEO Sería provechoso si fileo nunca fuera traducido “amor” en el Nuevo Testamento, porque se refiere a un fuerte agrado o a una fuerte amistad. Usted puede agape a sus enemigos, pero usted no los puede amar fileo.

La diferencia entre ágape y fileo queda muy clara en Juan 21:15-17. Pero desafortunadamente se obscurece en muchas traducciones. Después de ser levantado de los muertos, Jesús se encontró con Pedro. ¿Por qué hay una diferencia en las palabras que se utilizan para “amor” en esta conversación? Jesús dos veces le preguntó a Pedro “¿tú me amas ágape?” (Es decir ¿estás dispuesto de hacer por mí aquellas cosas que tú no deseas hacer?).

Pedro no estaba seguro dónde estaba parado en su relación con Jesús, así que intentaba hacerle saber a Jesús que en él seguía teniendo a un amigo verdadero, y que tenía cariño fileo por Jesús. La tercera vez que Jesús le habló a Pedro, descendió al nivel de Pedro y le preguntó si Pedro era, de hecho, un amigo verdadero (fileo), lo cual afligió a Pedro.

Sin embargo, era importante porque Jesús sabía lo que Pedro no sabía: que Jesús ascendería al cielo, y Pedro y los otros quedarían para realizar su trabajo en la Tierra, lo cual requeriría que todos ellos fueran sus buenos amigos e hicieran su voluntad aun cuando significase adversidad.

IV) LA CUARTA PALABRA GRIEGA QUE NECESITAMOS COMPRENDER ES STORGEEs el amor y el afecto que ocurre naturalmente entre padres e hijos, que puede existir entre hermanos, y que existe entre maridos y esposas en un buen matrimonio.Romanos 12:10 es un versículo muy importante, que nos guía a ser muy cariñosos y amables unos con otros.

Si hemos de tener una vida cristiana maravillosa, obediente a la voz de Dios, y a tener una enriquecedora comunión con otros cristianos, necesitaremos ejercitar estas tres clases de amor. Necesitamos amor ágape porque algunas de las cosas que Dios requiere de nosotros no son ni divertidas ni fáciles, pero necesitan ser hechas.

  • Necesitamos tener amor fileo porque necesitamos amigos verdaderos que se mantengan a nuestro lado, gente que esté conectada emocionalmente con nosotros y con quien podamos compartir nuestros pensamientos y sentimientos más íntimos.
  • Finalmente, los cristianos necesitamos brindarnos amor storge unos a otros, un afecto familiar profundo que nos conforte y nos ayude a sentirnos conectados, con un sentido de pertenencia y sentirnos unidos a nuestra familia espiritual.

“Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor”.1Corintios 13:13: : “Cuatro clases de amor” – Economis
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¿Por qué es tan importante el amor?

El amor que sentimos los seres humanos es una de las emociones más importantes ya que nos permite vincularnos a otras personas, otros animales e incluso a objetos, y gracias a ello, nos mantiene vivos. Dicho de otro modo, es la emoción que hace que nos relacionemos y nos queramos.
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¿Cuáles son los fundamentalismo religiosos del mundo?

Así, los fundamentalismos religiosos atraviesan a una amplia gama de religiones, incluyendo al judaísmo, el hinduismo, es islamismo, el protestantismo y el catolicismo.
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¿Cuántos tipos de fundamentalismos existen?

Generalmente, el fundamentalismo se define por su orientación religiosa: se distingue el fundamentalismo islámico, cristiano, budista, sij, judío, hinduista y shintoista, pero no son las únicas formas que existen, pues en realidad hay otras mucho más trascendentales que en ciertas culturas pueden tener también un
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¿Quién es el fundamento y la finalidad de la Iglesia?

La Iglesia como espacio sagrado de encuentro – Nos proponemos entregar algunas pistas para comprender mejor la realidad de la Iglesia como “sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano” (LG 1), es decir, como espacio sagrado de encuentro,

En primer lugar aclaremos que cuando hablamos de espacio sagrado aludimos a aquella o aquellas realidades que refieren al fundamento trascendente de toda criatura que es además condición de posibilidad de toda existencia. Espacio sagrado es, en un sentido muy básico, aquel lugar o situación que permite al hombre experimentar su condición de criatura y de esencial dependencia, a partir de la experiencia todavía anterior de Aquello que es “absolutamente inaccesible”, pero del cual a la vez dependo radicalmente ( 1 ).

Y cuando hablamos de espacio de encuentro no nos referimos a un espacio mensurable y geométrico, sino al espacio originario “de lo que está a la mano” ( 2 ), de lo familiar. Es aquella “zona” en donde encuentro las cosas, en donde ellas se acercan y son “útiles” para mí.

  • Y en cuanto sagrada, esa zona se hace teofánica en tanto que signo de la divinidad, remite al fundamento y expresa lo trascendente.
  • Decimos esto para focalizar el tema de la Iglesia, no principalmente en los aspectos espaciales externos (templo, lugares), sino en su constitución fundamental, como “acontecimiento institucional” de encuentro.1.
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LA IGLESIA COMO ESPACIO SOCIAL DE LA FE Si recurrimos a algunos aspectos de la teoría de la acción comunicativa ( 3 ) podemos afirmar que la Iglesia es “el espacio social” de la fe. En efecto, toda acción en donde los hombres intentan entenderse entre sí, a pesar de todos sus límites y fallos, supone una estructura comunicativa que permita tal comunicación.

  1. Entraña un consenso mínimo que permita esa comunicación: objetivos comunes, expectativas compartidas, y el supuesto fundamental de que se desea y se es capaz de comunicarse.
  2. En ese sentido todo acto comunicativo supone una comunidad de comunicación “ideal” como condición de posibilidad trascendental para tal comunicación ( 4 ).

A la luz de eso, en un primer nivel de comprensión, podemos concebir a la Iglesia como ese espacio “ideal” que permite la fe y el encuentro con Dios. Ahora bien, este espacio social mediador supone algo común entre los sujetos comunicantes, un medio de coincidencia que no se identifique sin más con esos mismos sujetos, que a su vez son diversos entre sí.

  1. Supone entonces “un ‘medio’ social diverso de ellos, relativamente autónomo y capaz de conciliarlos entre sí” ( 5 ).
  2. Sin embargo, este medio social no se da con total independencia de los sujetos, sino que se realiza como su expresión objetivada, mediante el lenguaje.
  3. La comunidad es el resultado de la interacción de las personas, pero a la vez, es el espacio posibilitador de esa misma interacción y comunicación.

De ahí que se pueda afirmar que la comunidad es algo más que la suma de sus miembros. Podemos afirmar entonces que la Iglesia como comunidad de fe ha surgido de la acción del Espíritu y de la respuesta de fe de los hombres, pero a la vez, es el supuesto teológico de la fe, y por lo tanto, posee “una prioridad relativa ante los distintos creyentes” ( 6 ).

  1. En efecto, así como la comunicación interhumana se realiza en referencia a una comunidad de comunicación universal, así también la comunidad de los creyentes se constituye en referencia al reino de Dios presente germinalmente en la Iglesia (cf. LG 5).
  2. Ahora bien, este espacio social de la fe es el mismo Pueblo de Dios, todos los bautizados, que realizan de una manera común los diversos modos existenciales de la fe común.

Es la forma institucional-sacramental de la Iglesia y las diversas formas sociales de vida que plasman el modo de vida creyente. Todo ello nace como expresión objetivada de la fe individual, pero a la vez es más que ella y es anterior a la fe de cada individuo: le es transmitida a cada generación desde el inicio, salvando con ello la identidad y la integridad de la fe y por lo tanto de la “res” a la que ella apunta: el Dios revelado por Cristo.

  • Así pues, la Iglesia como espacio social de la fe es mucho más que la simple reunión de los creyentes.
  • Como espacio “vital” de la fe, ella está dada constitutivamente en cada realización personal, en cuanto sacramento de la presencia y acción de Cristo y del Espíritu, y por lo tanto, “como fundamento de posibilidad de la fe personal y comunitaria” ( 7 ).

La Iglesia transmite a cada creyente la fe común y la articula en cada uno de ellos a modo personal y comunitario, en cuanto espacio de encuentro con el Dios revelado por Jesucristo. Eso significa que la Iglesia es sacramento, es decir, signo e instrumento de comunión con Dios y los hombres.

  1. Veamos ahora los fundamentos teológicos de estas afirmaciones.2.
  2. LA ENCARNACIÓN Y LA SACRAMENTALIDAD DE LA CREACIÓN Con la encarnación del Verbo, Dios ha entrado en la historia espacio-temporal de la humanidad de una manera escatológica, es decir, universal y definitiva.
  3. Esa fue la pretensión inaudita de Jesús (cf.

Lc 14, 26; 17, 20s; Jn 14, 6) y la convicción de la primitiva comunidad cristiana, desde sus mismos orígenes, al reconocer que “el Señor crucificado y resucitado, es de forma definitiva y absoluta la norma y la medida de la historia” ( 8 ). Jesús es entonces ­en palabras de Rahner­, el Salvador absoluto,

Es decir, es “aquella personalidad histórica que, apareciendo en el espacio y el tiempo, significa el principio de la autocomunicación absoluta de Dios que llega a su fin, aquel principio que señala la autocomunicación para todos como algo que acontece irrevocablemente y como inaugurada de manera victoriosa” ( 9 ).

Sin embargo, “no puede ser simplemente Dios como el actor mismo que obra en el mundo; debe ser un trozo del cosmos, un momento de su historia y, además, en su punto cumbre” ( 10 ). Significa tanto la autocomunicación misma, como su aceptación. Por eso el dogma cristológico afirma que “Jesús es verdaderamente hombre, verdaderamente un trozo de tierra un momento en la historia natural humana, pues ‘nació de una mujer’ (Gál 4, 4)” ( 11),

Es el absolutum que ha devenido concretissimum, Ahora bien, si la Palabra del Padre se ha revelado de manera definitiva y universal cuando ha devenido un concretissimum situado histórica y temporalmente, entonces lo histórico, temporal y concreto ­lo finito­, ha llegado a ser lugar y medio de salvación,

Esto nos invita a reconocer que la realidad creada, y los hombres en particular, pueden ser, en cuanto signos y también como instrumentos, mediación de Dios, sacramento de su presencia. La humanidad ha quedado “sacralizada” con la encarnación. Dios se compromete verdaderamente con nuestra finitud, la asume como suya, la salva y la hace definitivamente espacio de salvación,

Esto se puede ver de modo especial en las palabras de Mt 25, 40: “Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”. Jesús mismo reconoce a cada una de las acciones corpóreas materiales, gracias al amor que ellas reflejan, un peso infinito, ya que el mismo Verbo encarnado se encuentra presente de algún modo en cada ser humano ( 12 ).

La humanidad entera es sacramento de Dios y “espacio” de encuentro con él ya que ha sido creada y redimida por el Verbo que asumió carne. En efecto, “el Hijo de Dios, con su encarnación, se ha unido, en cierto modo, con todo hombre y el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, de un modo conocido solo por Dios, se asocien a este misterio pascual” (GS 22).

Sin embargo, “Dios que cuida paternalmente de todos, ha querido que todos los hombres formen una única familia haciendo de uno todo el linaje humano” (GS 24). Por eso mismo “quiso santificar y salvar a los hombres no individualmente y aislados, sin conexión entre sí, sino hacer de ellos un pueblo” (LG 9).

Asimismo la promesa del reino definitivo es participación en el banquete de bodas del Cordero, en donde todos seremos “uno en Cristo” (Gál 3, 28). De modo que no solo cada “individuo”, sino la humanidad como tal, es decir, en cuanto familia de Dios y comunión, ha quedado constituida en cierto modo, en sacramento del encuentro y espacio de salvación.

Es la “Iglesia universal” a la cual pertenecen “todos los justos, desde Adán, desde el justo Abel hasta el último elegido” (LG 2).3. LA IGLESIA EN CUANTO AL SACRAMENTO DE SALVACIÓN Y CUERPO DE CRISTO Ahora bien, este elemento concreto y espacial que es esencial a la revelación cristiana implica de por sí el recurso a la Iglesia, “espacio social” de encuentro con Dios y salvación “a la mano”.

Efectivamente, la universalidad y definitividad de la salvación traída por la figura histórica y espacialmente delimitada de Jesucristo, encarnado, muerto y resucitado, como mediador visible y sensible entre Dios y los hombres, implica que esa misma salvación y ese mismo mediador deben continuar presentes y actuantes en la historia humana presente y futura, también de un modo visible y sensible ­espacial y temporalmente delimitado­ hasta el fin de los tiempos.

Así pues, a partir de la encarnación del Verbo, la salvación ha quedado marcada por este principio encarnatorio, de tal manera que siempre la salvación de Dios llega a través de mediaciones categoriales que explicitan la entrega trascendental de todo hombre a Dios. La Iglesia está entonces constituida como presencia permanente de Cristo, para mediar en la entrega de todos los hombres a Dios, a través de Cristo.

Justamente, “la Iglesia es el acontecimiento de la actualización de Jesucristo y de su salvación definitiva para los hombres” ( 13 ). Esto “significa que la salvación ofrecida por Dios en Jesucristo y en el Espíritu Santo se nos da como tal en el signo finito y pecador de la Iglesia” ( 14 ).

Todo lo que Dios realizó en Jesucristo para nosotros, se hace presente y actual hoy por la fuerza del Espíritu Santo en los actos centrales de la vida de la Iglesia. Cristo no se ha retirado del mundo después de su ascensión a los cielos, sino que sigue presente, a través de su Espíritu, en la Iglesia.

Es en la misma creación en donde nos encontramos con el único Absoluto. Y todo esto a pesar de que los actos centrales de la vida de la Iglesia que hacen presente a Cristo están también siempre marcados ­en un sentido ahora negativo­ por la finitud humana, de modo que la salvación no se identifica sin más con esos actos.

  1. Pero ellos son ciertamente aptos para actualizar la plenitud del amor salvador de Dios en Jesucristo, aunque de modo imperfecto, por su figura finita, humana y pecadora.
  2. La Iglesia hace presente la salvación de Jesucristo totum, sed non totaliter,
  3. Y en ese sentido, la Iglesia es también revelación de Dios en su trascendencia: La Iglesia es Iglesia y no Dios, es medio y no fin.

Todo esto es lo que el Concilio Vaticano II ha querido afirmar cuando ha declarado que Cristo constituyó a su Iglesia como sacramento universal de salva ción (cf. LG 1; 48; 59). En efecto, en el núcleo de la relación del hombre con Dios está el elemento histórico y social, de modo que esa relación tiene un elemento perceptible, histórico y concreto ­espacial­ en el cual y a través del cual se realiza la definitiva autocomunicación de Dios al hombre en Cristo, y la respuesta del hombre a Dios.

  1. Por lo tanto, hay que decir que la Iglesia pertenece a la historia de la salvación, no solo como una organización religiosa útil cualquiera, “sino como la concreción y mediación categoriales de la salvación gratuita” ( 15 ) realizada definitivamente en Cristo y el Espíritu Santo.
  2. Y eso es lo que entendemos por Iglesia en el sentido más profundo: la comunidad que “parte de Cristo y llega a mí con la exigencia y pretensión de ser la representación de Cristo en la historia perdurante de la salvación, que está acuñada por Cristo” ( 16 ).

De modo que hay que afirmar que Jesús propiamente no acabó con los “espacios sagrados”, llámense estos templo, lugares de culto, ritos, formas sociales, modos de vida, etc. Jesús solo los transformó y les dio renovada consistencia al dotarlos de una realidad ontológica nueva a partir de su propia corporalidad,

Su encarnación constituye el núcleo de todo espacio sagrado, y todo espacio es sagrado en cuanto participa de la encarnación de Cristo. Esto ya lo vislumbró San Pablo al comprender la Iglesia como Cuerpo de Cristo y dotar así a la comunidad creyente de un concepto de esencial importancia para la auténtica comprensión de la realidad de la Iglesia.

El concepto de Cuerpo de Cristo ( 17 ) se puede considerar uno de los más maduros resultados de la reflexión neotestamentaria acerca de la Iglesia ( 18 ). Es el concepto paulino equivalente al de la vid y los sarmientos de Juan (Jn 15, 1-8); al edificio espiritual que se construye sobre la piedra angular que es Cristo y donde el sacerdocio santo ofrece su sacrificio a través del único sacrificio de Cristo (1 Pe 2, 4s; Heb 13, 15); a la esposa del Cordero (Ap 12, 2.9; 22, 17).

  1. Esta noción representa, en el Nuevo Testamento, el elemento unificante del Pueblo con Dios.
  2. La Iglesia es el Pueblo de Dios pero reconstruido ahora en Cristo y mantenido siempre en su relación a Cristo: “Todos somos uno en Cristo” (Gál 3, 28).
  3. La Iglesia puede ser llamada aquí una personalidad corporativa a la cual cada bautizado pertenece, pero que como totalidad es más que la suma de sus miembros: es realmente el Cuerpo de Cristo.

Cada bautizado es incorporado en el único Cuerpo de Cristo por el único Espíritu cuya misión es “cristificar” (1 Cor 12, 12-27; 1 Cor 6, 15-17). A la luz de 1 Cor 10, 16-17 y 1 Cor 11, 27-29 en donde Pablo vincula la Iglesia, como Cuerpo de Cristo, a la eucaristía, cuerpo de Cristo, se puede afirmar que la Iglesia dice relación primeramente a Cristo, y no es simplemente consecuencia de nuestra inserción a él, sino que ella es anterior a nuestra entrada en Cristo.

  • La Iglesia, como Cuerpo de Cristo, nace de la entrega de Cristo por nosotros que ha quedado plasmada en su banquete eucarístico, al cual nosotros nos asociamos.
  • Lo que ocurrió a través del bautismo se acrecienta con una nueva fuerza a través de la eucaristía: insertarse en y ser Cuerpo de Cristo.
  • En síntesis, aquí se presenta la relación entre la Iglesia y Cristo como una profunda unión a través del Espíritu, a la cual se entra por el bautismo y se acrecienta con la eucaristía, que da a los miembros una igualmente profunda unión entre sí y que los obliga a hacer esa unión visible al mundo.

La Iglesia es entonces acontecimiento salvífico permanente, es decir, espacio de salvación. La reflexión posterior de Col-Ef, suponiendo lo anterior, mostró una nueva faceta de este Cuerpo de Cristo. Toma ahora a la Iglesia-Cuerpo como un todo, frente al cual está su cabeza que es Cristo (Col 1, 18; Ef 1, 22-23; 4, 15).

  1. Cuerpo, entendido como la propia persona, pero en su capacidad de relación con los otros, muestra a la Iglesia-Cuerpo de Cristo como la presencia de ese mismo Cristo en su relación con nosotros.
  2. El cuerpo es lo que le permite al hombre relacionarse con su prójimo y con Dios.
  3. Así en la Iglesia, Cuerpo de Cristo, el propio Cristo está presente “para” nosotros.

La Iglesia es Cristo en medio nuestro y por lo tanto ella es lugar de salvación, medio de encuentro con Dios, espacio sagrado que liga con el fundamento. Y Cristo, como cabeza, conduce y da vida a su propio cuerpo para que sea lo que debe ser. Cristo es su fundamento imperecedero, su “principio” (Col 1, 18).

Cabeza representa para la Iglesia a Cristo en cuanto regala sus dones y llena a la Iglesia de su plenitud (Ef 1, 23) y así todos sus miembros, a través de Cristo y en Cristo, son llenados con toda bendición y gracia. Pero además que la cabeza gobierne al cuerpo significa en realidad un servicio y una perenne preocupación de Cristo por su Iglesia como por su esposa (Ef 5, 22-23).

La Iglesia como Esposa pasa a través del bautismo y deviene pura y radiante por el poder de la muerte de Cristo. Esto implica también un aspecto de reciprocidad y de estar frente a, de parte de la Iglesia. Además, el cuerpo puede alcanzar el cielo por su cabeza y así todos sus miembros son hechos hombres perfectos.

  1. En Cristo el cuerpo alcanza el cielo (Ef 1, 20-22).
  2. De modo que la Iglesia es espacio de salvación en cuanto es acontecimiento de salvación y realización del encuentro con lo sagrado.4.
  3. LA IGLESIA COMO TEMPLO DEL ESPÍRITU( 19 ) Hemos afirmado que la Iglesia llega a ser Cuerpo de Cristo por obra del Espíritu Santo (1 Cor 12, 13).

Y de hecho, la comunidad primitiva, desde el inicio, tuvo una muy clara conciencia de haber recibido ese “poder de lo alto” (Lc 24, 49; Hech 1, 8) como primer fruto y prenda de la salvación, que la establecía como una realidad sobrenatural (Rom 8, 23; 2 Cor 1, 22; Ef 1, 13s).

  1. Para la Iglesia apostólica la presencia del Espíritu Santo era una realidad de hecho y que constituía un dato de la máxima importancia, expresado en la gran cantidad de carismas existentes (1 Cor 12-14; 1 Cor 1, 7; Gal 3, 2-5; Rom 12, 6-8).
  2. En ese mismo sentido se entiende también la “preocupación” del Espíritu por la suerte de las iglesias en el relato de los Hechos: el Espíritu es el que llama, conduce, ordena y mantiene la acción de la Iglesia: Hech 5, 3.9; 9, 31; 15, 28; 20, 28.

La realidad de la Iglesia no puede ser entendida sin ese fundamento y donación desde lo alto por la acción escatológica de Dios (cf. Ez 36, 27; 1 Cor 3, 16s). Sin embargo, es Jesús el que “exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y lo ha derramado” a nosotros.

Pentecostés es entonces la prueba de la llegada de los tiempos escatológicos (Hech 2; Jl 3, 1-5) y de la nueva alianza (2 Cor 3, 6-18). Es decir, solo es posible hablar del pueblo escatológico de Dios si y cuando el Espíritu de Dios ha sido derramado libremente como poder de nueva vida. Por eso el bautismo conferido después de Pentecostés fue entendido siempre como la donación del Espíritu y sus dones escatológicos como frutos de la redención de Cristo.

Pero lo importante para nosotros es que el Resucitado envió su Espíritu para construir con él su Iglesia. Ef 2, 20ss muestra con fuerza que “ser morada de Dios en el Espíritu” no significa simplemente que el Espíritu viene solo como complemento posterior después de la fundación de la Iglesia por Jesús.

Es mucho más profundo: la comunidad de los discípulos de Jesús solo llega a ser Iglesia a través del Espíritu. De allí el paralelo entre “en el Señor” y “en el Espíritu” del texto de Ef 2, 21-22. La redención de Cristo solo llega a ser efectiva y fructífera a través del Espíritu. El Espíritu Santo hace la Iglesia, es la base fundamental de la auténtica vida de la Iglesia y le da a ella su auténtica naturaleza espiritual.

Esto porque solo se puede reconocer a Jesús como “el Señor”, si se es movido por el Espíritu Santo (1 Cor 12, 3). Todo acto de fe se realiza “en” el Espíritu Santo. La Iglesia surge cuando el Espíritu posibilita la fe tanto personal como comunitaria. Esto quiere decir entonces que “la Iglesia constituye siempre el espacio vital que posibilita concretamente esa fe, el espacio donde los individuos recibieron la fe ­mediante el anuncio y el bautismo­ y la desarrollan ­mediante la participación en todas las realizaciones básicas de la Iglesia­” ( 20 ).

Lo anterior es extremadamente importante ya que muestra que la Iglesia es mucho más que la comunidad de los creyentes. Nace de la fuerza del Espíritu que hace nacer de nuevo a todos y los injerta en Cristo muerto y resucitado. A través del Espíritu de Cristo, la sociedad de los creyentes llega a ser Iglesia de Dios.

Es la misma idea que aparece en 1 Pe 2, 4ss en donde se habla de ser ofrendas espirituales en la casa espiritual: se refiere a que somos templo del Espíritu que se construye por el poder del Espíritu. Todo se hace en el Espíritu Santo. En síntesis, la Iglesia de Jesucristo es comprensible solo como el resultado de la acción salvífica de Cristo a través de su muerte y resurrección y como continuación de su actividad en el Espíritu Santo.

  • La Iglesia tuvo su “origen del Espíritu” en la muerte y resurrección de Cristo.
  • Allí Jesús “entregó su Espíritu” (Jn 19, 30).
  • Pero esa relación con Cristo de parte de la Iglesia, su dependencia de él, la vida derivada de él, no puede ser comprendida en su totalidad: es el profundo misterio de la Iglesia.

Pero esta Iglesia-misterio, que es espacio posibilitador de la fe y la salvación, encuentra sus raíces más profundas en el misterio trinitario de Dios. Allí el Espíritu Santo es ese “espacio” de amor común entre el Padre y el Hijo, ese suelo nutricio, posibilitador de la entrega mutua entre el Padre y el Hijo y en donde ella misma ocurre ( 21 ).

  1. Pero a la vez, el Espíritu Santo procede de esa misma entrega mutua como su resultado.
  2. En el Espíritu Santo la entrega del Padre y del Hijo adquiere un carácter personal, como un “nosotros”, que a pesar de la dependencia del Padre y del Hijo, es relativamente autónomo, en cuanto persona divina y “unidad resultante de su entrega recíproca” ( 22 ).

Por eso la realidad más profunda del Espíritu es ser el “Don” que posibilita la revelación. Porque en sí es amor de Dios y don de Dios es que puede revelarnos a Dios tal como es, es decir, como amor y entrega gratuita. Es el don de Dios, pero también el donante de este don que realiza de un modo personal lo que Dios es en su esencia ( 23 ).

  • En sentido esencial, el amor es la esencia de Dios y es propio de todas las personas divinas; en sentido personal, el amor compete al Espíritu Santo de modo especial.
  • Él es en persona el amor recíproco del Padre y del Hijo” ( 24 ).
  • Procede del Padre quodammodo datus, y refleja así que desde toda eternidad Dios es “donable”, de modo que la condición de don y amor no solo se realiza al hacerse don en la historia, sino que es realidad ya desde toda eternidad, cuya manifestación histórica es solo fruto y reflejo de la realidad divina eterna.

Es por eso que toda revelación es fruto del Espíritu Santo, porque es fruto del amor de Dios. Pero además, por eso el Espíritu refiere siempre al Hijo y por él al Padre, porque es el fruto de la entrega mutua de ellos. El Espíritu Santo es “Dios como efusión de amor y gracia” ( 25 ).

  1. De modo que la Iglesia como templo del Espíritu es también, de un modo sacramental y derivado, ese espacio de amor común del Padre y del Hijo, que posibilita nuestra inserción en ese misterio de amor trinitario.
  2. La Iglesia es el pueblo unido “por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (LG 4).

Con todo, la Iglesia, si bien puede confiar en la perpetua e infalible presencia del Espíritu Santo en su seno, no puede considerar esa presencia como una posesión automática y no sometida a la propia fidelidad. Por eso, ella no cesa de implorar su venida, lo recibe cada vez como un don gratuito, sabe que lo posee en prenda (2 Cor 1, 22) y espera su plenitud escatológica.5.

  • UN ESPACIO SAGRADO QUE ES “PUEBLO” Este Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu Santo es en realidad también Pueblo.
  • La Constitución Dogmática sobre la Iglesia, luego de haber desarrollado el origen trinitario de la Iglesia (LG 1-8), desarrolla su carácter histórico al definirla como Pueblo de Dios (LG 9-17).

En efecto, esta categoría indica con fuerza el carácter peregrinante e histórico de la Iglesia ( 26 ). El designio salvífico realizado en Cristo y actualizado permanentemente por acción del Espíritu Santo, se hace presente en una comunidad de personas concretas que camina por la historia “en medio de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios” (San Agustín, LG 8), hasta que llegue a la luz sin ocaso (LG 9).

  • El misterio de Dios tiene entonces su concreción en la historia.
  • Esto quiere decir que este Cuerpo de Cristo, espacio posibilitador de la fe por la acción del Espíritu, toma una condición concreta, de acuerdo a la situación del hombre que es “corporalidad histórica y comunitaria”.
  • Además, Pueblo de Dios es una magnitud abierta y dinámica que permite un más y un menos en la pertenencia a ese pueblo y así al misterio de Cristo y del Espíritu.

Es un pueblo prefigurado en el origen del mundo, al ser creado el hombre como familia humana, preparado en la antigua alianza, constituido en Cristo, manifestado por la efusión del Espíritu Santo y que llegará gloriosamente a su plenitud al final de los siglos, cuando todos los justos, desde Adán hasta el último elegido, se reunirán con el Padre en la Iglesia universal (LG 2).

Pueblo de Dios destaca igualmente el carácter comunitario de la salvación ya que Dios “quiso santificar y salvar a los hombres no individualmente y aislados, sin conexión entre sí, sino hacer de ellos un Pueblo para que lo conociera de verdad y le sirviera con una vida santa” (LG 9). Esto muestra el carácter comunitario de la creación y de la salvación, en otras palabras, del reino que con razón es figurado como un banquete de bodas (cf.

Mt 22, 1-14). Toda salvación y toda gracia son comunitarias. De allí que, como comunión, como pueblo de hermanos, como reino de Dios en germen, la Iglesia es participación en Cristo y el Espíritu (cf.1 Jn 1, 1-3). Sin embargo, este pueblo es además sacramento de comunión, es decir, “signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano” (LG 1).

  1. Es prenda de la comunión definitiva, es realización germinal de la comunión escatológica, es adelanto de la situación final, con todas las limitaciones de su condición todavía histórica, pero con todas las gracias de su condición escatológica (LG 48).
  2. Entonces como sacramento, en su realización histórica, es realidad de comunión y además instrumento de comunión, a la par que signo.

Es decir, es “espacio de salvación” en su situación concreta de ser lugar de encuentro, de ser signo visible, de poseer la condición de instrumento de la gracia, y todo esto en su condición de pueblo compuesto por hombres y mujeres de toda raza y condición.

De lo anterior podemos decir que la Iglesia, en su condición de sacramento de salvación, precisamente por ser verdaderamente pueblo es que restituye el valor salvífico a todas sus formas estructurales de existir. Si la Iglesia, como Cuerpo de Cristo y templo del Espíritu Santo, en su realidad teándrica se constituye en sacramento; pero este sacramento se despliega de manera histórica en un pueblo; entonces ese mismo pueblo, en su situación concreta de realidad formada por personas unidas socialmente por medio de formas y actividades institucionales, es el que es signo e instrumento de comunión.

Pero esas estructuras institucionales no son una deformación de su realidad divina, sino un vehículo ­sometido siempre a discernimiento, pero indispensable­ de la acción del Espíritu ( 27 ). Esta forma institucional (Predicación o enseñanza, liturgia, ordenamiento jerárquico, servicio a los pobres, ordenamiento comunitario) es la que identifica el mensaje originario con el actual, la que integra en la unidad tanto diacrónica como sincrónica las diferentes iglesias a lo largo de la historia, y la que mantiene la identidad de la Iglesia como verdadero acontecimiento de salvación en Cristo y el Espíritu.

  • De modo que es la realidad sacramental del Pueblo de Dios, que a su vez nace de la corporalidad asumida por el Verbo en su encarnación, la que ha renovado el valor a los distintos “espacios sagrados” de la cristiandad.
  • Es cierto que Jesús “desacralizó” e incluso abolió muchos “espacios sagrados” del judaísmo: el templo, el sábado, algunos elementos de la ley (Mt 5, 33-37; 12, 1-8) ( 28 ).

Efectivamente, su vida fue interpretada como decisiva, de tal manera que caducó todo sacrificio y el sacerdocio levítico ( 29 ). Cristo es ahora el único sacerdote y la única ofrenda válida que ha sido ofrecida de una vez para siempre y con valor permanente, porque permanece en su sacerdocio a la derecha del Padre, intercediendo por nosotros (Heb 7-9).

En otras palabras, el cristiano no conoce otro sacerdote y otro sacrificio que no sea el de Cristo. Entonces conoce un sacerdocio y conoce un sacrificio, pero uno único y definitivo con carácter existencial y escatológico. De allí la reticencia de la Iglesia primitiva a llamar sacerdotes a sus ministros y la inexistencia de “templos” propiamente tales.

La novedad de Jesús es tal que las instituciones antiguas no sirven ya más. Sin embargo, muy pronto volvieron las “formas” antiguas, que por lo demás son sumamente universales en cuanto realidades antropológicas. Es que Jesús no vino a abolir sino a cumplir (Mt 5, 17).

  1. Además, él mismo es verdadero sacerdote y sacrificio.
  2. Pero el punto es que todas esas formas recuperan su consistencia y renacen como “sagradas” solo en cuanto se vinculan con Cristo y son expresión de la sacramentalidad de la Iglesia.
  3. En cuanto son signos e instrumentos de comunión con Cristo y los hermanos.

Porque Cristo es el único templo del Espíritu es que la Iglesia es templo y es posible recurrir a los templos como signos de la realidad íntima de la Iglesia y de Cristo. En efecto, el verdadero templo es la comunidad formada por piedras vivas cuya piedra angular es el mismo Cristo (2 Pe 2, 4-10).

Porque Cristo es el único sacerdote es que el pueblo de Dios es un pueblo sacerdotal, en donde todos los cristianos injertados en Cristo son también sacerdotes. Y dentro de ellos un grupo puede desempeñar de una manera representativa y vinculante, este único sacerdocio de Cristo para servicio del sacerdocio de todo el pueblo.

Porque Cristo es el único sacrificio es que la Iglesia puede ofrecerlo constantemente en cuanto posee su propia presencia en la eucaristía y en los demás sacramentos que “sacralizan” los espacios de la vida al vincularlos a la pascua de Cristo. Porque Cristo es la Palabra del Padre es que su palabra y obras grabadas en la Sagrada Escritura “en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo” (DV 9), son Palabra de Dios que permite el encuentro con el Hijo, son espacio de encuentro.

Porque Cristo a través del Espíritu está presente en la comunidad reunida en su nombre (Mt 18, 20) es que ella es espacio de encuentro con el mismo Señor resucitado. Y porque Cristo se identifica con el más pequeño de los hombres, particularmente con el pobre y sufriente, es que cada hombre es también “sacramento de Dios” y espacio de encuentro con Dios.

En pocas palabras, es la realidad cristológica de la creación, y particularmente de la Iglesia, que se constituye en cuanto tal por acción del Espíritu, la que hace del mundo y de la Iglesia un espacio sagrado de encuentro por ser concreción del acontecimiento pascual.

  1. En todo lugar y ocasión en que algo sea “eclesial”, es por eso mismo Cuerpo de Cristo, templo del Espíritu y acontecimiento escatológico, y por eso mismo, lugar de encuentro, espacio sagrado y acontecimiento fundante.6.
  2. ESPACIO ESCATOLÓGICO Si hemos dicho que la Iglesia es espacio sagrado de encuentro, lo es de una manera especialmente honda por su índole escatológica.

Efectivamente, “la restauración prometida que esperamos ya comenzó en Cristo, progresa con el envío del Espíritu Santo y por él continúa en la Iglesia El final de la historia ha llegado ya a nosotros (cf.1 Cor 10, 11) y la renovación del mundo está ya decidida de manera irrevocable e incluso de alguna manera real ya por anticipado en este mundo.

  1. La Iglesia, en efecto, ya en la tierra, se caracteriza por una verdadera santidad, aunque todavía imperfecta.
  2. Mientras no haya nuevos cielos y nueva tierra en los que habite la justicia (cf.2 Pe 3, 13), la Iglesia peregrina lleva en sus sacramentos e instituciones, que pertenecen a este tiempo, la imagen de este mundo que pasa.

Ella misma vive entre las criaturas que gimen en dolores de parto hasta ahora y que esperan la manifestación de los hijos de Dios (cf. Rom 8, 19-22)” (LG 48). El reino anunciado por Jesús, como irrupción de Dios en la historia, ha acontecido de una manera definitiva en la resurrección de Cristo y en la donación escatológica del Espíritu Santo a todos los creyentes en Pentecostés (Hech 2; JL 3, 1-5) ( 30 ).

Y la comunidad que ha acogido este don es la ekklesía de Dios y de Cristo (1 Tes 2, 14; Hech 20, 28; 1 Cor 1, 2; 10, 32; Gál 1, 22), comunidad en posesión de los bienes escatológicos ­el Espíritu Santo y la inserción en Cristo­, a cuyos miembros se les denomina por eso “los santos” (Rom 15, 25) y “los llamados” (1 Cor 1, 2).

Es la comunidad del tiempo final, depositaria de las promesas del reino, ya que ha recibido el Espíritu del Resucitado que dona la vida escatológica a quien lo recibe (Hech 2, 32s). Por este Espíritu la Iglesia transmite infaliblemente los bienes del reino, a través de la Palabra y los signos sacramentales, ya que a través de ellos se hace presente el mismo Cristo resucitado con su fuerza transformante y escatológica.

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Ahora bien, entre las presencias de Cristo, destaca con mucho su presencia eucarística ya que es la realización germinal de la comunión escatológica definitiva (Mc 14, 25) y es el llamado a abrir esa comunión transformadora a toda la humanidad (cf. Ef 4, 12-18). La eucaristía es esencialmente escatológica ya que anticipa el banquete eterno (Mc 14, 25), es además el ámbito donde fluye la esperanza (1 Cor 11, 26), ya que al comer un solo pan, “aun siendo muchos, un solo cuerpo somos, pues todos participamos del mismo pan” (1 Cor 10, 17), el cuerpo de Cristo resucitado.

E igualmente anticipa el futuro con la transformación del presente: “Todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos: así es como actúa el Señor que es Espíritu” (2 Cor 3, 18; cf.1 Cor 15, 51s) ( 31 ).

Y nuevamente es el Espíritu el que realiza esta presencia eucarística de Cristo. Efectivamente, en el misterio de la salvación el Espíritu es el que realiza “la universalización de la obra de Cristo, su actualización y su personalización o interiorización” ( 32 ). La ascensión no nos separa de Cristo, sino que precisamente por ella nos adviene una cercanía y una presencia, por obra del Espíritu Santo, todavía más fuerte que antes, ya que se transforma en un encuentro personal por la interiorización de esa presencia.

Es “una presencia esencialmente comunicativa, de intercomunicación vital, por la que él nos asume incorporándonos a su propia vida y nosotros vivimos por él y en él” ( 33 ). Es una presencia de comunión vital y no simplemente externa. De ahí que se pueda afirmar que el Espíritu es el que hace de la Iglesia, a través de la eucaristía, “una mística persona” (H.

  1. Mühlen) ( 34 ) en donde se da la presencia del Señor a su Iglesia, pero también de esta a aquel.
  2. El Espíritu es el vínculo de amor englobante que permite la comunión de los hombres en Cristo resucitado (2 Cor 13, 13; Flp 2, 1).
  3. Por eso el objetivo final de la eucaristía es la Iglesia en cuanto recepción del don de Cristo y la donación de la Iglesia a Cristo en el Espíritu Santo.

Y eso es anticipo del futuro, es “espacio” escatológico, es decir, espacio de encuentro definitivo y universal, porque ­al decir del mundo oriental­ la Iglesia es una réplica terrena de la Iglesia celestial y la liturgia una especie de reflejo místico de la liturgia de los ángeles ( 35 ).

  1. Esta Iglesia muestra también su ser espacio escatológico en su orientación a la transformación final ( 36 ).
  2. Esta orientación se ve, por una parte, en el ámbito antropológico: Todo bautizado participa en la vida de Cristo resucitado, lo cual es una participación en la misma vida de Dios, en la vida gloriosa del Resucitado (Rom 6, 3-11).

Esto hace al bautizado estar en constante tensión hacia la plenitud de esa vida. Podemos decir que todos llevamos un tesoro en vasos de barro (2 Cor 4, 7). Y también se ve en el ámbito eclesiológico: Al incorporarnos a la Iglesia, Cuerpo de Cristo y templo del Espíritu, participamos de la vida divina, es decir, de la vida “común” de todo el Cuerpo de Cristo, y así de su plenitud escatológica que ya se cumple en los santos.

  1. Entramos en el espacio escatológico y compartimos ese lugar de encuentro.
  2. Además nos transformamos en “sacramento” del cumplimiento de esa aspiración de toda la humanidad.
  3. Cada hombre y toda la Iglesia están en el “espacio” del Resucitado, es decir, Dios les ha salido al encuentro en Cristo y se les ha donado, ha entrado en relación definitiva y salvífica con la humanidad.7.

CONCLUSIÓN Al concluir este recorrido podemos afirmar que si entendemos por espacio no lo que nos separa, sino precisamente lo que permite la vinculación, la relación interpersonal, entonces la Iglesia es ciertamente “espacio sagrado”, en cuanto nos permite la vinculación con Dios y nos religa con el Fundamento.

  1. Sin embargo, la Iglesia, en cuanto finita y débil, en su mismo ser vinculante manifiesta que Dios está siempre más allá de ella: Dios es Dios y no es mundo.
  2. En cierto sentido Dios está presente también “por ausencia”.
  3. Por otra parte, si el espacio es lo que permite la gratuidad del don, ya que está dado y permite la relación, entonces la Iglesia, por la acción del Espíritu devenida presencia de Cristo, gracia de Dios, es espacio de encuentro de Dios con los hombres, a la manera humana, sacramental.

La Iglesia, en cuanto no es una simple “cosa” en torno a mí, sino una “persona de personas” que me es dada y que es más que cada una de ellas y que yo mismo, es entonces un don gratuito, una presencia del Dios trascendente a través de coordenadas sacramentales.

Y es aquí en donde entran todos los elementos antropológicos necesarios: el templo, signo visible de la comunidad, las acciones sagradas representativas del Mediador y la Palabra interpeladora expresada mediante palabra humana. De este modo, la Iglesia es espacio sagrado en cuanto encuentro con el Fundamento de la propia existencia, pero en donde lo importante no es el “espacio” mismo, sino el Don allí recibido: Cristo.

La Iglesia importa en cuanto medio que permite la donación de Dios y la fe obediente del hombre. Así la Iglesia no es fin. El único fin es Cristo y su reino. Pero el espacio de encuentro se hace necesario e indispensable (LG 14). En efecto, si fuera de la Iglesia no hay salvación es porque en realidad fuera de Cristo no hay salvación: “Porque hay un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, que se entregó a sí mismo como rescate por todos” (1 Tim 2, 5-6).

El tema del espacio en el fondo es cristológico y pneumatológico. RESUMEN Este artículo, a la luz de LG 1, reflexiona sobre la Iglesia como espacio sagrado, es decir, como “lugar de encuentro” de los hombres con Dios y de los hombres entre sí. Espacio es precisamente lo que nos permite el encuentro, y la encarnación del Verbo es la entrada de Dios de manera definitiva y absoluta en el espacio humano.

La Iglesia, como Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu es la presencia sacramental del Verbo en medio de la humanidad, y como tal, es lugar de encuentro con el mismo Verbo. Pero además, la Iglesia es Pueblo, es decir, esa presencia sacramental se realiza en personas y en una institucionalidad bien concreta que se transforma en instrumento de la gracia.

De allí entonces que a partir de la resurrección de Cristo y de Pentecostés, el mismo Resucitado ha validado las formas institucionales concretas al hacerlas presencia y acciones de sí mismo y como tal, espacio de encuentro consigo mismo, de tal manera que la institucionalidad remita siempre más allá de sí misma, al Dios Trino.

ABSTRACT This article, in the light of the LG1, reflects on the church as sacred space, that is a ‘meeting place’ between God and men, and of men with each other. The space is precisely what allows us to meet, and the Incarnation of the Verb is the definite and absolute coming of God into the human space.

The Church, as the Body of Christ and Temple of the Holy Spirit, is the sacramental presence of the Verb amid humanity, and as such, the meeting place with Verb Himself. But the Church is also a people, so this sacramental presence is carried out by persons and in a concrete institutionality, which turns into an instrument of grace.

Hence as from the Resurrection of Christ and Pentecost, the same Christ has validated the concrete institutional forms, making them presence and action of Himself, and as such, as space to meet Him, in such a way, that the institutionality always leads beyond Himself, i.e.

The Trinity. (1) Cf.R. Otto, Lo santo. Lo racional y lo irracional en la idea de Dios (Madrid 1980), 14-21. (2) Cf.M. Heidegger, Ser y tiempo (Santiago 1997), § 22-24. (3) Cf.J. Habermas, Teoría de la acción comunicativa, 2 vol. (Madrid 2 1988). Siguiendo en esto a M. Kehl, La Iglesia. Eclesiología católica (Salamanca 1996), 119-144.

(4) Cf.M. Kehl, La Iglesia, 128 s. (5) M. Kehl, La Iglesia, 131. (6) M. Kehl, La Iglesia, 137. (7) M. Kehl, La Iglesia, 141. (8) B. Forte, La Iglesia de la Trinidad. Ensayo sobre el misterio de la Iglesia comunión y misión (Salamanca 1996), 109. (9) K. Rahner, Curso fundamental sobre la fe.

  1. Introducción al concepto de cristianismo (Barcelona 1989), 233. (10) K.
  2. Rahner, Curso fundamental, 235. (11) K.
  3. Rahner, Curso fundamental, 235.
  4. 12) Cf.P.
  5. Hünermann, Dimensioni antropologiche della Chiesa, en W.
  6. Ern – H.J.
  7. Pottmeyer – M.
  8. Seckler (Eds), Corso di teologia fondamentale, III: Trattato sulla Chiesa (Brescia 1990), 177.

(13) M. Kehl, La Iglesia, 73. (14) M. Kehl, La Iglesia, 74. (15) K. Rahner, Curso fundamental, 398. (16) K. Rahner, Curso fundamental, 404. (17) El concepto de cuerpo, en San Pablo y en general en el mundo semita, tiene que ser entendido en el sentido que en un hombre el cuerpo no es una determinada parte de él, sino que es el hombre en un determinado aspecto que es el de la relación con los otros.

  1. El cuerpo es lo que permite al hombre el relacionarse con su prójimo y con Dios.
  2. El hombre se relaciona en su cuerpo. (18) R.
  3. Schnackenburg, La Iglesia en el Nuevo Testamento (Madrid 1965), 197-210. (19) R.
  4. Schnackenburg, La Iglesia en el Nuevo Testamento, 189-196; cf.A.
  5. Antón, La Iglesia de Cristo.
  6. El Israel de la Vieja y de la Nueva Alianza (Madrid 1977), 435-437.

(20) M. Kehl, La Iglesia, 61. (21) Cf.Y. Congar, El Espíritu Santo (Barcelona 1983). (22) M. Kehl, La Iglesia, 63. (23) Cf.W. Kasper, El Dios de Jesucristo (Salamanca 1985), 259s. (24) W. Kasper, El Dios de Jesucristo, 260. (25) W. Kasper, El Dios de Jesucristo, 260.

  1. 26) R. Blazquez, La Iglesia del Concilio Vaticano II (Salamanca 1988), 42-44. (27) M.
  2. Ehl, La Iglesia, 360-372. (28) P.
  3. Tihon, Pour un chrétien, qu’est-ce qui est sacré? : Lumen vitae 54 (1999) 365-376.
  4. 29) Cf.R.
  5. Béraudy, La métamorphose du sacré religieux dans le christianisme : Lumen vitae 54 (1999) 392-403.

(30) M. Kehl, Escatología (Salamanca 1992), 219-230. (31) Cf.M. Gesteira, La eucaristía misterio de comunión (Salamanca 2 1992), 589-605. (32) M. Gesteira, La eucaristía, 618. (33) M. Gesteira, La eucaristía, 618. (34) Cf.H. Mühlen, El Espíritu Santo en la Iglesia.

  1. La Iglesia como el misterio del Espíritu Santo en Cristo y en los cristianos: “una persona en muchas personas” (Salamanca 1998). (35) P.
  2. Tihon, La Iglesia, en H.
  3. Bourgeois ­ B.
  4. Sesboüé ­ P.
  5. Tihon, Los signos de la Salvación (Historia de los dogmas III) (Salamanca 1996), 322. (36) P.
  6. Molinari, Índole escatológica de la Iglesia peregrinante y sus relaciones con la Iglesia del cielo, en G.

Baraúna (Ed.), La Iglesia del Vaticano II. Estudios en torno a la Constitución conciliar sobre la Iglesia, II (Barcelona 3 1968), 1143-1162.
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¿Qué es lo que nos enseña el cristianismo?

Necesidad de formación en la vida del cristiano – Universidad Católica de la Santísima Concepción ¿Qué significa que todo cristiano necesita formarse? En primer lugar significa que la fe cristiana tiene que ver con la verdad. Lo que creemos como cristianos no son cuentos o fantasías, sino acontecimientos verdaderos y realidades efectivamente existentes.

La verdad en general para las personas es algo importante. Cuando hablamos en serio nos interesa la verdad, sea la verdad de lo que se informa, de lo que se opina, de lo que se hace, etc. Por contraste, sentimos una profunda frustración cuando nos descubrimos en el error, en la falsedad, o peor aún en el engaño.

Cuando las cosas o las personas nos interesan, o nos asalta la posibilidad del error o del engaño, entonces indagamos, buscamos la verdad, o nos confirmamos en ella. Hay por tanto, a este respecto, una doble necesidad de formación para el cristiano: una brota de la fe que quiere ser entendida y conocida como verdadera, y otra que surge de la propia constitución humana que somos, es decir, de que nuestra inteligencia sólo descansa en el gozo final de la verdad descubierta y alcanzada.

  • En segundo lugar, significa entender que la vida cristiana se aprende, que nadie nace sabiéndola, sino que Jesús El Maestro nos enseña a través de sus testigos acreditados a vivir una vida nueva según Su Evangelio.
  • Por eso está la catequesis de la iniciación cristiana, a los demás sacramentos y otras múltiples formas en que la Iglesia enseña a sus hijos a vivir la fe en medio del mundo.

Una manera muy propia de la fe es la formación de la conciencia moral cristiana. El discernimiento de la conducta del creyente en medio de las situaciones cotidianas ordinarias y extraordinarias. El cristiano quiere seguir a Jesús, y seguirlo implica “ponerse en su lugar”.

  1. Esto lo entendió muy bien san Alberto Hurtado al preguntarse: “¿Qué haría Cristo en mi lugar?” Ese discernimiento exige formación y acompañamiento espiritual.
  2. En tercer lugar, significa acoger al Espíritu Santo actuante en la Iglesia, y que conduce a la comunidad creyente a la plena comprensión de Jesús.

El Espíritu Santo nos enseña a llamar Padre a Dios, abriéndonos connaturalmente al diálogo orante con Dios Uno y Trino. Él es el Maestro de oración, de la verdadera oración cristiana, simple, sencilla, balbuceante y contemplativa, cargada de fuego y de amor que enciende la acción apostólica de los creyentes.

  1. Por último, la necesidad de formación del cristiano se funda en una necesidad aún más radical, la de relacionarnos íntimamente con Dios, de ser amados por Él y amarlo, de conocerlo siempre más y escuchar su Palabra.
  2. No se trata de “escuchar voces” como enfermos mentales, sino de acoger, recibir, alimentarse, obedecer, hacer, poner en práctica la Palabra de Jesús.

Las relaciones personales no sobreviven a punta de cosas (de ahí la triste tragedia del materialismo y consumismo contemporáneo), sino que se fortalecen y robustecen a base de encuentro personal y amistad. Somos personas a imagen y semejanza de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, y con Él sólo cabe el diálogo personal, simple, sincero y concreto.

La Palabra de Dios es concreta, está en el Evangelio, y el rostro de Dios es concreto, Jesús de Nazaret, el Maestro. La formación cristiana, entonces, no es para ser más eruditos en cristianismo, sino para conocer vitalmente cuánto nos ha amado Dios en Jesús, y así saber cómo podemos agradarle siempre más, igual que lo hacemos cuando valoramos el inmenso amor de nuestras madres, y no sólo nos duele enormemente ofenderlo, sino que buscamos agradarle en todo.

Eso es posible en la medida en que la conocemos. El cristiano es siempre discípulo del Maestro, Jesús, que nos enseña a ser verdaderos hijos de Dios, nuestro Padre, hombres y mujeres que por su fe en Jesús, su esperanza en la venida de Cristo, y su amor crucificado llegan a ser sal de la tierra y luz del mundo.
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¿Quién es el fundamento y la finalidad de la Iglesia?

La Iglesia como espacio sagrado de encuentro – Nos proponemos entregar algunas pistas para comprender mejor la realidad de la Iglesia como “sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano” (LG 1), es decir, como espacio sagrado de encuentro,

En primer lugar aclaremos que cuando hablamos de espacio sagrado aludimos a aquella o aquellas realidades que refieren al fundamento trascendente de toda criatura que es además condición de posibilidad de toda existencia. Espacio sagrado es, en un sentido muy básico, aquel lugar o situación que permite al hombre experimentar su condición de criatura y de esencial dependencia, a partir de la experiencia todavía anterior de Aquello que es “absolutamente inaccesible”, pero del cual a la vez dependo radicalmente ( 1 ).

Y cuando hablamos de espacio de encuentro no nos referimos a un espacio mensurable y geométrico, sino al espacio originario “de lo que está a la mano” ( 2 ), de lo familiar. Es aquella “zona” en donde encuentro las cosas, en donde ellas se acercan y son “útiles” para mí.

  • Y en cuanto sagrada, esa zona se hace teofánica en tanto que signo de la divinidad, remite al fundamento y expresa lo trascendente.
  • Decimos esto para focalizar el tema de la Iglesia, no principalmente en los aspectos espaciales externos (templo, lugares), sino en su constitución fundamental, como “acontecimiento institucional” de encuentro.1.

LA IGLESIA COMO ESPACIO SOCIAL DE LA FE Si recurrimos a algunos aspectos de la teoría de la acción comunicativa ( 3 ) podemos afirmar que la Iglesia es “el espacio social” de la fe. En efecto, toda acción en donde los hombres intentan entenderse entre sí, a pesar de todos sus límites y fallos, supone una estructura comunicativa que permita tal comunicación.

Entraña un consenso mínimo que permita esa comunicación: objetivos comunes, expectativas compartidas, y el supuesto fundamental de que se desea y se es capaz de comunicarse. En ese sentido todo acto comunicativo supone una comunidad de comunicación “ideal” como condición de posibilidad trascendental para tal comunicación ( 4 ).

A la luz de eso, en un primer nivel de comprensión, podemos concebir a la Iglesia como ese espacio “ideal” que permite la fe y el encuentro con Dios. Ahora bien, este espacio social mediador supone algo común entre los sujetos comunicantes, un medio de coincidencia que no se identifique sin más con esos mismos sujetos, que a su vez son diversos entre sí.

Supone entonces “un ‘medio’ social diverso de ellos, relativamente autónomo y capaz de conciliarlos entre sí” ( 5 ). Sin embargo, este medio social no se da con total independencia de los sujetos, sino que se realiza como su expresión objetivada, mediante el lenguaje. La comunidad es el resultado de la interacción de las personas, pero a la vez, es el espacio posibilitador de esa misma interacción y comunicación.

De ahí que se pueda afirmar que la comunidad es algo más que la suma de sus miembros. Podemos afirmar entonces que la Iglesia como comunidad de fe ha surgido de la acción del Espíritu y de la respuesta de fe de los hombres, pero a la vez, es el supuesto teológico de la fe, y por lo tanto, posee “una prioridad relativa ante los distintos creyentes” ( 6 ).

En efecto, así como la comunicación interhumana se realiza en referencia a una comunidad de comunicación universal, así también la comunidad de los creyentes se constituye en referencia al reino de Dios presente germinalmente en la Iglesia (cf. LG 5). Ahora bien, este espacio social de la fe es el mismo Pueblo de Dios, todos los bautizados, que realizan de una manera común los diversos modos existenciales de la fe común.

Es la forma institucional-sacramental de la Iglesia y las diversas formas sociales de vida que plasman el modo de vida creyente. Todo ello nace como expresión objetivada de la fe individual, pero a la vez es más que ella y es anterior a la fe de cada individuo: le es transmitida a cada generación desde el inicio, salvando con ello la identidad y la integridad de la fe y por lo tanto de la “res” a la que ella apunta: el Dios revelado por Cristo.

  1. Así pues, la Iglesia como espacio social de la fe es mucho más que la simple reunión de los creyentes.
  2. Como espacio “vital” de la fe, ella está dada constitutivamente en cada realización personal, en cuanto sacramento de la presencia y acción de Cristo y del Espíritu, y por lo tanto, “como fundamento de posibilidad de la fe personal y comunitaria” ( 7 ).

La Iglesia transmite a cada creyente la fe común y la articula en cada uno de ellos a modo personal y comunitario, en cuanto espacio de encuentro con el Dios revelado por Jesucristo. Eso significa que la Iglesia es sacramento, es decir, signo e instrumento de comunión con Dios y los hombres.

Veamos ahora los fundamentos teológicos de estas afirmaciones.2. LA ENCARNACIÓN Y LA SACRAMENTALIDAD DE LA CREACIÓN Con la encarnación del Verbo, Dios ha entrado en la historia espacio-temporal de la humanidad de una manera escatológica, es decir, universal y definitiva. Esa fue la pretensión inaudita de Jesús (cf.

Lc 14, 26; 17, 20s; Jn 14, 6) y la convicción de la primitiva comunidad cristiana, desde sus mismos orígenes, al reconocer que “el Señor crucificado y resucitado, es de forma definitiva y absoluta la norma y la medida de la historia” ( 8 ). Jesús es entonces ­en palabras de Rahner­, el Salvador absoluto,

Es decir, es “aquella personalidad histórica que, apareciendo en el espacio y el tiempo, significa el principio de la autocomunicación absoluta de Dios que llega a su fin, aquel principio que señala la autocomunicación para todos como algo que acontece irrevocablemente y como inaugurada de manera victoriosa” ( 9 ).

Sin embargo, “no puede ser simplemente Dios como el actor mismo que obra en el mundo; debe ser un trozo del cosmos, un momento de su historia y, además, en su punto cumbre” ( 10 ). Significa tanto la autocomunicación misma, como su aceptación. Por eso el dogma cristológico afirma que “Jesús es verdaderamente hombre, verdaderamente un trozo de tierra un momento en la historia natural humana, pues ‘nació de una mujer’ (Gál 4, 4)” ( 11),

  1. Es el absolutum que ha devenido concretissimum,
  2. Ahora bien, si la Palabra del Padre se ha revelado de manera definitiva y universal cuando ha devenido un concretissimum situado histórica y temporalmente, entonces lo histórico, temporal y concreto ­lo finito­, ha llegado a ser lugar y medio de salvación,

Esto nos invita a reconocer que la realidad creada, y los hombres en particular, pueden ser, en cuanto signos y también como instrumentos, mediación de Dios, sacramento de su presencia. La humanidad ha quedado “sacralizada” con la encarnación. Dios se compromete verdaderamente con nuestra finitud, la asume como suya, la salva y la hace definitivamente espacio de salvación,

  • Esto se puede ver de modo especial en las palabras de Mt 25, 40: “Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”.
  • Jesús mismo reconoce a cada una de las acciones corpóreas materiales, gracias al amor que ellas reflejan, un peso infinito, ya que el mismo Verbo encarnado se encuentra presente de algún modo en cada ser humano ( 12 ).

La humanidad entera es sacramento de Dios y “espacio” de encuentro con él ya que ha sido creada y redimida por el Verbo que asumió carne. En efecto, “el Hijo de Dios, con su encarnación, se ha unido, en cierto modo, con todo hombre y el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, de un modo conocido solo por Dios, se asocien a este misterio pascual” (GS 22).

  1. Sin embargo, “Dios que cuida paternalmente de todos, ha querido que todos los hombres formen una única familia haciendo de uno todo el linaje humano” (GS 24).
  2. Por eso mismo “quiso santificar y salvar a los hombres no individualmente y aislados, sin conexión entre sí, sino hacer de ellos un pueblo” (LG 9).

Asimismo la promesa del reino definitivo es participación en el banquete de bodas del Cordero, en donde todos seremos “uno en Cristo” (Gál 3, 28). De modo que no solo cada “individuo”, sino la humanidad como tal, es decir, en cuanto familia de Dios y comunión, ha quedado constituida en cierto modo, en sacramento del encuentro y espacio de salvación.

Es la “Iglesia universal” a la cual pertenecen “todos los justos, desde Adán, desde el justo Abel hasta el último elegido” (LG 2).3. LA IGLESIA EN CUANTO AL SACRAMENTO DE SALVACIÓN Y CUERPO DE CRISTO Ahora bien, este elemento concreto y espacial que es esencial a la revelación cristiana implica de por sí el recurso a la Iglesia, “espacio social” de encuentro con Dios y salvación “a la mano”.

Efectivamente, la universalidad y definitividad de la salvación traída por la figura histórica y espacialmente delimitada de Jesucristo, encarnado, muerto y resucitado, como mediador visible y sensible entre Dios y los hombres, implica que esa misma salvación y ese mismo mediador deben continuar presentes y actuantes en la historia humana presente y futura, también de un modo visible y sensible ­espacial y temporalmente delimitado­ hasta el fin de los tiempos.

Así pues, a partir de la encarnación del Verbo, la salvación ha quedado marcada por este principio encarnatorio, de tal manera que siempre la salvación de Dios llega a través de mediaciones categoriales que explicitan la entrega trascendental de todo hombre a Dios. La Iglesia está entonces constituida como presencia permanente de Cristo, para mediar en la entrega de todos los hombres a Dios, a través de Cristo.

Justamente, “la Iglesia es el acontecimiento de la actualización de Jesucristo y de su salvación definitiva para los hombres” ( 13 ). Esto “significa que la salvación ofrecida por Dios en Jesucristo y en el Espíritu Santo se nos da como tal en el signo finito y pecador de la Iglesia” ( 14 ).

  1. Todo lo que Dios realizó en Jesucristo para nosotros, se hace presente y actual hoy por la fuerza del Espíritu Santo en los actos centrales de la vida de la Iglesia.
  2. Cristo no se ha retirado del mundo después de su ascensión a los cielos, sino que sigue presente, a través de su Espíritu, en la Iglesia.

Es en la misma creación en donde nos encontramos con el único Absoluto. Y todo esto a pesar de que los actos centrales de la vida de la Iglesia que hacen presente a Cristo están también siempre marcados ­en un sentido ahora negativo­ por la finitud humana, de modo que la salvación no se identifica sin más con esos actos.

  • Pero ellos son ciertamente aptos para actualizar la plenitud del amor salvador de Dios en Jesucristo, aunque de modo imperfecto, por su figura finita, humana y pecadora.
  • La Iglesia hace presente la salvación de Jesucristo totum, sed non totaliter,
  • Y en ese sentido, la Iglesia es también revelación de Dios en su trascendencia: La Iglesia es Iglesia y no Dios, es medio y no fin.

Todo esto es lo que el Concilio Vaticano II ha querido afirmar cuando ha declarado que Cristo constituyó a su Iglesia como sacramento universal de salva ción (cf. LG 1; 48; 59). En efecto, en el núcleo de la relación del hombre con Dios está el elemento histórico y social, de modo que esa relación tiene un elemento perceptible, histórico y concreto ­espacial­ en el cual y a través del cual se realiza la definitiva autocomunicación de Dios al hombre en Cristo, y la respuesta del hombre a Dios.

Por lo tanto, hay que decir que la Iglesia pertenece a la historia de la salvación, no solo como una organización religiosa útil cualquiera, “sino como la concreción y mediación categoriales de la salvación gratuita” ( 15 ) realizada definitivamente en Cristo y el Espíritu Santo. Y eso es lo que entendemos por Iglesia en el sentido más profundo: la comunidad que “parte de Cristo y llega a mí con la exigencia y pretensión de ser la representación de Cristo en la historia perdurante de la salvación, que está acuñada por Cristo” ( 16 ).

De modo que hay que afirmar que Jesús propiamente no acabó con los “espacios sagrados”, llámense estos templo, lugares de culto, ritos, formas sociales, modos de vida, etc. Jesús solo los transformó y les dio renovada consistencia al dotarlos de una realidad ontológica nueva a partir de su propia corporalidad,

  • Su encarnación constituye el núcleo de todo espacio sagrado, y todo espacio es sagrado en cuanto participa de la encarnación de Cristo.
  • Esto ya lo vislumbró San Pablo al comprender la Iglesia como Cuerpo de Cristo y dotar así a la comunidad creyente de un concepto de esencial importancia para la auténtica comprensión de la realidad de la Iglesia.

El concepto de Cuerpo de Cristo ( 17 ) se puede considerar uno de los más maduros resultados de la reflexión neotestamentaria acerca de la Iglesia ( 18 ). Es el concepto paulino equivalente al de la vid y los sarmientos de Juan (Jn 15, 1-8); al edificio espiritual que se construye sobre la piedra angular que es Cristo y donde el sacerdocio santo ofrece su sacrificio a través del único sacrificio de Cristo (1 Pe 2, 4s; Heb 13, 15); a la esposa del Cordero (Ap 12, 2.9; 22, 17).

  • Esta noción representa, en el Nuevo Testamento, el elemento unificante del Pueblo con Dios.
  • La Iglesia es el Pueblo de Dios pero reconstruido ahora en Cristo y mantenido siempre en su relación a Cristo: “Todos somos uno en Cristo” (Gál 3, 28).
  • La Iglesia puede ser llamada aquí una personalidad corporativa a la cual cada bautizado pertenece, pero que como totalidad es más que la suma de sus miembros: es realmente el Cuerpo de Cristo.

Cada bautizado es incorporado en el único Cuerpo de Cristo por el único Espíritu cuya misión es “cristificar” (1 Cor 12, 12-27; 1 Cor 6, 15-17). A la luz de 1 Cor 10, 16-17 y 1 Cor 11, 27-29 en donde Pablo vincula la Iglesia, como Cuerpo de Cristo, a la eucaristía, cuerpo de Cristo, se puede afirmar que la Iglesia dice relación primeramente a Cristo, y no es simplemente consecuencia de nuestra inserción a él, sino que ella es anterior a nuestra entrada en Cristo.

  • La Iglesia, como Cuerpo de Cristo, nace de la entrega de Cristo por nosotros que ha quedado plasmada en su banquete eucarístico, al cual nosotros nos asociamos.
  • Lo que ocurrió a través del bautismo se acrecienta con una nueva fuerza a través de la eucaristía: insertarse en y ser Cuerpo de Cristo.
  • En síntesis, aquí se presenta la relación entre la Iglesia y Cristo como una profunda unión a través del Espíritu, a la cual se entra por el bautismo y se acrecienta con la eucaristía, que da a los miembros una igualmente profunda unión entre sí y que los obliga a hacer esa unión visible al mundo.

La Iglesia es entonces acontecimiento salvífico permanente, es decir, espacio de salvación. La reflexión posterior de Col-Ef, suponiendo lo anterior, mostró una nueva faceta de este Cuerpo de Cristo. Toma ahora a la Iglesia-Cuerpo como un todo, frente al cual está su cabeza que es Cristo (Col 1, 18; Ef 1, 22-23; 4, 15).

  1. Cuerpo, entendido como la propia persona, pero en su capacidad de relación con los otros, muestra a la Iglesia-Cuerpo de Cristo como la presencia de ese mismo Cristo en su relación con nosotros.
  2. El cuerpo es lo que le permite al hombre relacionarse con su prójimo y con Dios.
  3. Así en la Iglesia, Cuerpo de Cristo, el propio Cristo está presente “para” nosotros.

La Iglesia es Cristo en medio nuestro y por lo tanto ella es lugar de salvación, medio de encuentro con Dios, espacio sagrado que liga con el fundamento. Y Cristo, como cabeza, conduce y da vida a su propio cuerpo para que sea lo que debe ser. Cristo es su fundamento imperecedero, su “principio” (Col 1, 18).

Cabeza representa para la Iglesia a Cristo en cuanto regala sus dones y llena a la Iglesia de su plenitud (Ef 1, 23) y así todos sus miembros, a través de Cristo y en Cristo, son llenados con toda bendición y gracia. Pero además que la cabeza gobierne al cuerpo significa en realidad un servicio y una perenne preocupación de Cristo por su Iglesia como por su esposa (Ef 5, 22-23).

La Iglesia como Esposa pasa a través del bautismo y deviene pura y radiante por el poder de la muerte de Cristo. Esto implica también un aspecto de reciprocidad y de estar frente a, de parte de la Iglesia. Además, el cuerpo puede alcanzar el cielo por su cabeza y así todos sus miembros son hechos hombres perfectos.

  • En Cristo el cuerpo alcanza el cielo (Ef 1, 20-22).
  • De modo que la Iglesia es espacio de salvación en cuanto es acontecimiento de salvación y realización del encuentro con lo sagrado.4.
  • LA IGLESIA COMO TEMPLO DEL ESPÍRITU( 19 ) Hemos afirmado que la Iglesia llega a ser Cuerpo de Cristo por obra del Espíritu Santo (1 Cor 12, 13).

Y de hecho, la comunidad primitiva, desde el inicio, tuvo una muy clara conciencia de haber recibido ese “poder de lo alto” (Lc 24, 49; Hech 1, 8) como primer fruto y prenda de la salvación, que la establecía como una realidad sobrenatural (Rom 8, 23; 2 Cor 1, 22; Ef 1, 13s).

  • Para la Iglesia apostólica la presencia del Espíritu Santo era una realidad de hecho y que constituía un dato de la máxima importancia, expresado en la gran cantidad de carismas existentes (1 Cor 12-14; 1 Cor 1, 7; Gal 3, 2-5; Rom 12, 6-8).
  • En ese mismo sentido se entiende también la “preocupación” del Espíritu por la suerte de las iglesias en el relato de los Hechos: el Espíritu es el que llama, conduce, ordena y mantiene la acción de la Iglesia: Hech 5, 3.9; 9, 31; 15, 28; 20, 28.
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La realidad de la Iglesia no puede ser entendida sin ese fundamento y donación desde lo alto por la acción escatológica de Dios (cf. Ez 36, 27; 1 Cor 3, 16s). Sin embargo, es Jesús el que “exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y lo ha derramado” a nosotros.

Pentecostés es entonces la prueba de la llegada de los tiempos escatológicos (Hech 2; Jl 3, 1-5) y de la nueva alianza (2 Cor 3, 6-18). Es decir, solo es posible hablar del pueblo escatológico de Dios si y cuando el Espíritu de Dios ha sido derramado libremente como poder de nueva vida. Por eso el bautismo conferido después de Pentecostés fue entendido siempre como la donación del Espíritu y sus dones escatológicos como frutos de la redención de Cristo.

Pero lo importante para nosotros es que el Resucitado envió su Espíritu para construir con él su Iglesia. Ef 2, 20ss muestra con fuerza que “ser morada de Dios en el Espíritu” no significa simplemente que el Espíritu viene solo como complemento posterior después de la fundación de la Iglesia por Jesús.

  1. Es mucho más profundo: la comunidad de los discípulos de Jesús solo llega a ser Iglesia a través del Espíritu.
  2. De allí el paralelo entre “en el Señor” y “en el Espíritu” del texto de Ef 2, 21-22.
  3. La redención de Cristo solo llega a ser efectiva y fructífera a través del Espíritu.
  4. El Espíritu Santo hace la Iglesia, es la base fundamental de la auténtica vida de la Iglesia y le da a ella su auténtica naturaleza espiritual.

Esto porque solo se puede reconocer a Jesús como “el Señor”, si se es movido por el Espíritu Santo (1 Cor 12, 3). Todo acto de fe se realiza “en” el Espíritu Santo. La Iglesia surge cuando el Espíritu posibilita la fe tanto personal como comunitaria. Esto quiere decir entonces que “la Iglesia constituye siempre el espacio vital que posibilita concretamente esa fe, el espacio donde los individuos recibieron la fe ­mediante el anuncio y el bautismo­ y la desarrollan ­mediante la participación en todas las realizaciones básicas de la Iglesia­” ( 20 ).

  1. Lo anterior es extremadamente importante ya que muestra que la Iglesia es mucho más que la comunidad de los creyentes.
  2. Nace de la fuerza del Espíritu que hace nacer de nuevo a todos y los injerta en Cristo muerto y resucitado.
  3. A través del Espíritu de Cristo, la sociedad de los creyentes llega a ser Iglesia de Dios.

Es la misma idea que aparece en 1 Pe 2, 4ss en donde se habla de ser ofrendas espirituales en la casa espiritual: se refiere a que somos templo del Espíritu que se construye por el poder del Espíritu. Todo se hace en el Espíritu Santo. En síntesis, la Iglesia de Jesucristo es comprensible solo como el resultado de la acción salvífica de Cristo a través de su muerte y resurrección y como continuación de su actividad en el Espíritu Santo.

  • La Iglesia tuvo su “origen del Espíritu” en la muerte y resurrección de Cristo.
  • Allí Jesús “entregó su Espíritu” (Jn 19, 30).
  • Pero esa relación con Cristo de parte de la Iglesia, su dependencia de él, la vida derivada de él, no puede ser comprendida en su totalidad: es el profundo misterio de la Iglesia.

Pero esta Iglesia-misterio, que es espacio posibilitador de la fe y la salvación, encuentra sus raíces más profundas en el misterio trinitario de Dios. Allí el Espíritu Santo es ese “espacio” de amor común entre el Padre y el Hijo, ese suelo nutricio, posibilitador de la entrega mutua entre el Padre y el Hijo y en donde ella misma ocurre ( 21 ).

  1. Pero a la vez, el Espíritu Santo procede de esa misma entrega mutua como su resultado.
  2. En el Espíritu Santo la entrega del Padre y del Hijo adquiere un carácter personal, como un “nosotros”, que a pesar de la dependencia del Padre y del Hijo, es relativamente autónomo, en cuanto persona divina y “unidad resultante de su entrega recíproca” ( 22 ).

Por eso la realidad más profunda del Espíritu es ser el “Don” que posibilita la revelación. Porque en sí es amor de Dios y don de Dios es que puede revelarnos a Dios tal como es, es decir, como amor y entrega gratuita. Es el don de Dios, pero también el donante de este don que realiza de un modo personal lo que Dios es en su esencia ( 23 ).

  1. En sentido esencial, el amor es la esencia de Dios y es propio de todas las personas divinas; en sentido personal, el amor compete al Espíritu Santo de modo especial.
  2. Él es en persona el amor recíproco del Padre y del Hijo” ( 24 ).
  3. Procede del Padre quodammodo datus, y refleja así que desde toda eternidad Dios es “donable”, de modo que la condición de don y amor no solo se realiza al hacerse don en la historia, sino que es realidad ya desde toda eternidad, cuya manifestación histórica es solo fruto y reflejo de la realidad divina eterna.

Es por eso que toda revelación es fruto del Espíritu Santo, porque es fruto del amor de Dios. Pero además, por eso el Espíritu refiere siempre al Hijo y por él al Padre, porque es el fruto de la entrega mutua de ellos. El Espíritu Santo es “Dios como efusión de amor y gracia” ( 25 ).

  1. De modo que la Iglesia como templo del Espíritu es también, de un modo sacramental y derivado, ese espacio de amor común del Padre y del Hijo, que posibilita nuestra inserción en ese misterio de amor trinitario.
  2. La Iglesia es el pueblo unido “por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (LG 4).

Con todo, la Iglesia, si bien puede confiar en la perpetua e infalible presencia del Espíritu Santo en su seno, no puede considerar esa presencia como una posesión automática y no sometida a la propia fidelidad. Por eso, ella no cesa de implorar su venida, lo recibe cada vez como un don gratuito, sabe que lo posee en prenda (2 Cor 1, 22) y espera su plenitud escatológica.5.

  1. UN ESPACIO SAGRADO QUE ES “PUEBLO” Este Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu Santo es en realidad también Pueblo.
  2. La Constitución Dogmática sobre la Iglesia, luego de haber desarrollado el origen trinitario de la Iglesia (LG 1-8), desarrolla su carácter histórico al definirla como Pueblo de Dios (LG 9-17).

En efecto, esta categoría indica con fuerza el carácter peregrinante e histórico de la Iglesia ( 26 ). El designio salvífico realizado en Cristo y actualizado permanentemente por acción del Espíritu Santo, se hace presente en una comunidad de personas concretas que camina por la historia “en medio de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios” (San Agustín, LG 8), hasta que llegue a la luz sin ocaso (LG 9).

  1. El misterio de Dios tiene entonces su concreción en la historia.
  2. Esto quiere decir que este Cuerpo de Cristo, espacio posibilitador de la fe por la acción del Espíritu, toma una condición concreta, de acuerdo a la situación del hombre que es “corporalidad histórica y comunitaria”.
  3. Además, Pueblo de Dios es una magnitud abierta y dinámica que permite un más y un menos en la pertenencia a ese pueblo y así al misterio de Cristo y del Espíritu.

Es un pueblo prefigurado en el origen del mundo, al ser creado el hombre como familia humana, preparado en la antigua alianza, constituido en Cristo, manifestado por la efusión del Espíritu Santo y que llegará gloriosamente a su plenitud al final de los siglos, cuando todos los justos, desde Adán hasta el último elegido, se reunirán con el Padre en la Iglesia universal (LG 2).

Pueblo de Dios destaca igualmente el carácter comunitario de la salvación ya que Dios “quiso santificar y salvar a los hombres no individualmente y aislados, sin conexión entre sí, sino hacer de ellos un Pueblo para que lo conociera de verdad y le sirviera con una vida santa” (LG 9). Esto muestra el carácter comunitario de la creación y de la salvación, en otras palabras, del reino que con razón es figurado como un banquete de bodas (cf.

Mt 22, 1-14). Toda salvación y toda gracia son comunitarias. De allí que, como comunión, como pueblo de hermanos, como reino de Dios en germen, la Iglesia es participación en Cristo y el Espíritu (cf.1 Jn 1, 1-3). Sin embargo, este pueblo es además sacramento de comunión, es decir, “signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano” (LG 1).

Es prenda de la comunión definitiva, es realización germinal de la comunión escatológica, es adelanto de la situación final, con todas las limitaciones de su condición todavía histórica, pero con todas las gracias de su condición escatológica (LG 48). Entonces como sacramento, en su realización histórica, es realidad de comunión y además instrumento de comunión, a la par que signo.

Es decir, es “espacio de salvación” en su situación concreta de ser lugar de encuentro, de ser signo visible, de poseer la condición de instrumento de la gracia, y todo esto en su condición de pueblo compuesto por hombres y mujeres de toda raza y condición.

De lo anterior podemos decir que la Iglesia, en su condición de sacramento de salvación, precisamente por ser verdaderamente pueblo es que restituye el valor salvífico a todas sus formas estructurales de existir. Si la Iglesia, como Cuerpo de Cristo y templo del Espíritu Santo, en su realidad teándrica se constituye en sacramento; pero este sacramento se despliega de manera histórica en un pueblo; entonces ese mismo pueblo, en su situación concreta de realidad formada por personas unidas socialmente por medio de formas y actividades institucionales, es el que es signo e instrumento de comunión.

Pero esas estructuras institucionales no son una deformación de su realidad divina, sino un vehículo ­sometido siempre a discernimiento, pero indispensable­ de la acción del Espíritu ( 27 ). Esta forma institucional (Predicación o enseñanza, liturgia, ordenamiento jerárquico, servicio a los pobres, ordenamiento comunitario) es la que identifica el mensaje originario con el actual, la que integra en la unidad tanto diacrónica como sincrónica las diferentes iglesias a lo largo de la historia, y la que mantiene la identidad de la Iglesia como verdadero acontecimiento de salvación en Cristo y el Espíritu.

De modo que es la realidad sacramental del Pueblo de Dios, que a su vez nace de la corporalidad asumida por el Verbo en su encarnación, la que ha renovado el valor a los distintos “espacios sagrados” de la cristiandad. Es cierto que Jesús “desacralizó” e incluso abolió muchos “espacios sagrados” del judaísmo: el templo, el sábado, algunos elementos de la ley (Mt 5, 33-37; 12, 1-8) ( 28 ).

Efectivamente, su vida fue interpretada como decisiva, de tal manera que caducó todo sacrificio y el sacerdocio levítico ( 29 ). Cristo es ahora el único sacerdote y la única ofrenda válida que ha sido ofrecida de una vez para siempre y con valor permanente, porque permanece en su sacerdocio a la derecha del Padre, intercediendo por nosotros (Heb 7-9).

En otras palabras, el cristiano no conoce otro sacerdote y otro sacrificio que no sea el de Cristo. Entonces conoce un sacerdocio y conoce un sacrificio, pero uno único y definitivo con carácter existencial y escatológico. De allí la reticencia de la Iglesia primitiva a llamar sacerdotes a sus ministros y la inexistencia de “templos” propiamente tales.

La novedad de Jesús es tal que las instituciones antiguas no sirven ya más. Sin embargo, muy pronto volvieron las “formas” antiguas, que por lo demás son sumamente universales en cuanto realidades antropológicas. Es que Jesús no vino a abolir sino a cumplir (Mt 5, 17).

  1. Además, él mismo es verdadero sacerdote y sacrificio.
  2. Pero el punto es que todas esas formas recuperan su consistencia y renacen como “sagradas” solo en cuanto se vinculan con Cristo y son expresión de la sacramentalidad de la Iglesia.
  3. En cuanto son signos e instrumentos de comunión con Cristo y los hermanos.

Porque Cristo es el único templo del Espíritu es que la Iglesia es templo y es posible recurrir a los templos como signos de la realidad íntima de la Iglesia y de Cristo. En efecto, el verdadero templo es la comunidad formada por piedras vivas cuya piedra angular es el mismo Cristo (2 Pe 2, 4-10).

Porque Cristo es el único sacerdote es que el pueblo de Dios es un pueblo sacerdotal, en donde todos los cristianos injertados en Cristo son también sacerdotes. Y dentro de ellos un grupo puede desempeñar de una manera representativa y vinculante, este único sacerdocio de Cristo para servicio del sacerdocio de todo el pueblo.

Porque Cristo es el único sacrificio es que la Iglesia puede ofrecerlo constantemente en cuanto posee su propia presencia en la eucaristía y en los demás sacramentos que “sacralizan” los espacios de la vida al vincularlos a la pascua de Cristo. Porque Cristo es la Palabra del Padre es que su palabra y obras grabadas en la Sagrada Escritura “en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo” (DV 9), son Palabra de Dios que permite el encuentro con el Hijo, son espacio de encuentro.

Porque Cristo a través del Espíritu está presente en la comunidad reunida en su nombre (Mt 18, 20) es que ella es espacio de encuentro con el mismo Señor resucitado. Y porque Cristo se identifica con el más pequeño de los hombres, particularmente con el pobre y sufriente, es que cada hombre es también “sacramento de Dios” y espacio de encuentro con Dios.

En pocas palabras, es la realidad cristológica de la creación, y particularmente de la Iglesia, que se constituye en cuanto tal por acción del Espíritu, la que hace del mundo y de la Iglesia un espacio sagrado de encuentro por ser concreción del acontecimiento pascual.

En todo lugar y ocasión en que algo sea “eclesial”, es por eso mismo Cuerpo de Cristo, templo del Espíritu y acontecimiento escatológico, y por eso mismo, lugar de encuentro, espacio sagrado y acontecimiento fundante.6. ESPACIO ESCATOLÓGICO Si hemos dicho que la Iglesia es espacio sagrado de encuentro, lo es de una manera especialmente honda por su índole escatológica.

Efectivamente, “la restauración prometida que esperamos ya comenzó en Cristo, progresa con el envío del Espíritu Santo y por él continúa en la Iglesia El final de la historia ha llegado ya a nosotros (cf.1 Cor 10, 11) y la renovación del mundo está ya decidida de manera irrevocable e incluso de alguna manera real ya por anticipado en este mundo.

  1. La Iglesia, en efecto, ya en la tierra, se caracteriza por una verdadera santidad, aunque todavía imperfecta.
  2. Mientras no haya nuevos cielos y nueva tierra en los que habite la justicia (cf.2 Pe 3, 13), la Iglesia peregrina lleva en sus sacramentos e instituciones, que pertenecen a este tiempo, la imagen de este mundo que pasa.

Ella misma vive entre las criaturas que gimen en dolores de parto hasta ahora y que esperan la manifestación de los hijos de Dios (cf. Rom 8, 19-22)” (LG 48). El reino anunciado por Jesús, como irrupción de Dios en la historia, ha acontecido de una manera definitiva en la resurrección de Cristo y en la donación escatológica del Espíritu Santo a todos los creyentes en Pentecostés (Hech 2; JL 3, 1-5) ( 30 ).

Y la comunidad que ha acogido este don es la ekklesía de Dios y de Cristo (1 Tes 2, 14; Hech 20, 28; 1 Cor 1, 2; 10, 32; Gál 1, 22), comunidad en posesión de los bienes escatológicos ­el Espíritu Santo y la inserción en Cristo­, a cuyos miembros se les denomina por eso “los santos” (Rom 15, 25) y “los llamados” (1 Cor 1, 2).

Es la comunidad del tiempo final, depositaria de las promesas del reino, ya que ha recibido el Espíritu del Resucitado que dona la vida escatológica a quien lo recibe (Hech 2, 32s). Por este Espíritu la Iglesia transmite infaliblemente los bienes del reino, a través de la Palabra y los signos sacramentales, ya que a través de ellos se hace presente el mismo Cristo resucitado con su fuerza transformante y escatológica.

Ahora bien, entre las presencias de Cristo, destaca con mucho su presencia eucarística ya que es la realización germinal de la comunión escatológica definitiva (Mc 14, 25) y es el llamado a abrir esa comunión transformadora a toda la humanidad (cf. Ef 4, 12-18). La eucaristía es esencialmente escatológica ya que anticipa el banquete eterno (Mc 14, 25), es además el ámbito donde fluye la esperanza (1 Cor 11, 26), ya que al comer un solo pan, “aun siendo muchos, un solo cuerpo somos, pues todos participamos del mismo pan” (1 Cor 10, 17), el cuerpo de Cristo resucitado.

E igualmente anticipa el futuro con la transformación del presente: “Todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos: así es como actúa el Señor que es Espíritu” (2 Cor 3, 18; cf.1 Cor 15, 51s) ( 31 ).

Y nuevamente es el Espíritu el que realiza esta presencia eucarística de Cristo. Efectivamente, en el misterio de la salvación el Espíritu es el que realiza “la universalización de la obra de Cristo, su actualización y su personalización o interiorización” ( 32 ). La ascensión no nos separa de Cristo, sino que precisamente por ella nos adviene una cercanía y una presencia, por obra del Espíritu Santo, todavía más fuerte que antes, ya que se transforma en un encuentro personal por la interiorización de esa presencia.

Es “una presencia esencialmente comunicativa, de intercomunicación vital, por la que él nos asume incorporándonos a su propia vida y nosotros vivimos por él y en él” ( 33 ). Es una presencia de comunión vital y no simplemente externa. De ahí que se pueda afirmar que el Espíritu es el que hace de la Iglesia, a través de la eucaristía, “una mística persona” (H.

Mühlen) ( 34 ) en donde se da la presencia del Señor a su Iglesia, pero también de esta a aquel. El Espíritu es el vínculo de amor englobante que permite la comunión de los hombres en Cristo resucitado (2 Cor 13, 13; Flp 2, 1). Por eso el objetivo final de la eucaristía es la Iglesia en cuanto recepción del don de Cristo y la donación de la Iglesia a Cristo en el Espíritu Santo.

Y eso es anticipo del futuro, es “espacio” escatológico, es decir, espacio de encuentro definitivo y universal, porque ­al decir del mundo oriental­ la Iglesia es una réplica terrena de la Iglesia celestial y la liturgia una especie de reflejo místico de la liturgia de los ángeles ( 35 ).

Esta Iglesia muestra también su ser espacio escatológico en su orientación a la transformación final ( 36 ). Esta orientación se ve, por una parte, en el ámbito antropológico: Todo bautizado participa en la vida de Cristo resucitado, lo cual es una participación en la misma vida de Dios, en la vida gloriosa del Resucitado (Rom 6, 3-11).

Esto hace al bautizado estar en constante tensión hacia la plenitud de esa vida. Podemos decir que todos llevamos un tesoro en vasos de barro (2 Cor 4, 7). Y también se ve en el ámbito eclesiológico: Al incorporarnos a la Iglesia, Cuerpo de Cristo y templo del Espíritu, participamos de la vida divina, es decir, de la vida “común” de todo el Cuerpo de Cristo, y así de su plenitud escatológica que ya se cumple en los santos.

  1. Entramos en el espacio escatológico y compartimos ese lugar de encuentro.
  2. Además nos transformamos en “sacramento” del cumplimiento de esa aspiración de toda la humanidad.
  3. Cada hombre y toda la Iglesia están en el “espacio” del Resucitado, es decir, Dios les ha salido al encuentro en Cristo y se les ha donado, ha entrado en relación definitiva y salvífica con la humanidad.7.

CONCLUSIÓN Al concluir este recorrido podemos afirmar que si entendemos por espacio no lo que nos separa, sino precisamente lo que permite la vinculación, la relación interpersonal, entonces la Iglesia es ciertamente “espacio sagrado”, en cuanto nos permite la vinculación con Dios y nos religa con el Fundamento.

Sin embargo, la Iglesia, en cuanto finita y débil, en su mismo ser vinculante manifiesta que Dios está siempre más allá de ella: Dios es Dios y no es mundo. En cierto sentido Dios está presente también “por ausencia”. Por otra parte, si el espacio es lo que permite la gratuidad del don, ya que está dado y permite la relación, entonces la Iglesia, por la acción del Espíritu devenida presencia de Cristo, gracia de Dios, es espacio de encuentro de Dios con los hombres, a la manera humana, sacramental.

La Iglesia, en cuanto no es una simple “cosa” en torno a mí, sino una “persona de personas” que me es dada y que es más que cada una de ellas y que yo mismo, es entonces un don gratuito, una presencia del Dios trascendente a través de coordenadas sacramentales.

  1. Y es aquí en donde entran todos los elementos antropológicos necesarios: el templo, signo visible de la comunidad, las acciones sagradas representativas del Mediador y la Palabra interpeladora expresada mediante palabra humana.
  2. De este modo, la Iglesia es espacio sagrado en cuanto encuentro con el Fundamento de la propia existencia, pero en donde lo importante no es el “espacio” mismo, sino el Don allí recibido: Cristo.

La Iglesia importa en cuanto medio que permite la donación de Dios y la fe obediente del hombre. Así la Iglesia no es fin. El único fin es Cristo y su reino. Pero el espacio de encuentro se hace necesario e indispensable (LG 14). En efecto, si fuera de la Iglesia no hay salvación es porque en realidad fuera de Cristo no hay salvación: “Porque hay un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, que se entregó a sí mismo como rescate por todos” (1 Tim 2, 5-6).

  • El tema del espacio en el fondo es cristológico y pneumatológico.
  • RESUMEN Este artículo, a la luz de LG 1, reflexiona sobre la Iglesia como espacio sagrado, es decir, como “lugar de encuentro” de los hombres con Dios y de los hombres entre sí.
  • Espacio es precisamente lo que nos permite el encuentro, y la encarnación del Verbo es la entrada de Dios de manera definitiva y absoluta en el espacio humano.

La Iglesia, como Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu es la presencia sacramental del Verbo en medio de la humanidad, y como tal, es lugar de encuentro con el mismo Verbo. Pero además, la Iglesia es Pueblo, es decir, esa presencia sacramental se realiza en personas y en una institucionalidad bien concreta que se transforma en instrumento de la gracia.

De allí entonces que a partir de la resurrección de Cristo y de Pentecostés, el mismo Resucitado ha validado las formas institucionales concretas al hacerlas presencia y acciones de sí mismo y como tal, espacio de encuentro consigo mismo, de tal manera que la institucionalidad remita siempre más allá de sí misma, al Dios Trino.

ABSTRACT This article, in the light of the LG1, reflects on the church as sacred space, that is a ‘meeting place’ between God and men, and of men with each other. The space is precisely what allows us to meet, and the Incarnation of the Verb is the definite and absolute coming of God into the human space.

  • The Church, as the Body of Christ and Temple of the Holy Spirit, is the sacramental presence of the Verb amid humanity, and as such, the meeting place with Verb Himself.
  • But the Church is also a people, so this sacramental presence is carried out by persons and in a concrete institutionality, which turns into an instrument of grace.

Hence as from the Resurrection of Christ and Pentecost, the same Christ has validated the concrete institutional forms, making them presence and action of Himself, and as such, as space to meet Him, in such a way, that the institutionality always leads beyond Himself, i.e.

  • The Trinity. (1) Cf.R.
  • Otto, Lo santo.
  • Lo racional y lo irracional en la idea de Dios (Madrid 1980), 14-21. (2) Cf.M.
  • Heidegger, Ser y tiempo (Santiago 1997), § 22-24. (3) Cf.J.
  • Habermas, Teoría de la acción comunicativa, 2 vol.
  • Madrid 2 1988).
  • Siguiendo en esto a M.
  • Ehl, La Iglesia.
  • Eclesiología católica (Salamanca 1996), 119-144.

(4) Cf.M. Kehl, La Iglesia, 128 s. (5) M. Kehl, La Iglesia, 131. (6) M. Kehl, La Iglesia, 137. (7) M. Kehl, La Iglesia, 141. (8) B. Forte, La Iglesia de la Trinidad. Ensayo sobre el misterio de la Iglesia comunión y misión (Salamanca 1996), 109. (9) K. Rahner, Curso fundamental sobre la fe.

  1. Introducción al concepto de cristianismo (Barcelona 1989), 233. (10) K.
  2. Rahner, Curso fundamental, 235. (11) K.
  3. Rahner, Curso fundamental, 235.
  4. 12) Cf.P.
  5. Hünermann, Dimensioni antropologiche della Chiesa, en W.
  6. Ern – H.J.
  7. Pottmeyer – M.
  8. Seckler (Eds), Corso di teologia fondamentale, III: Trattato sulla Chiesa (Brescia 1990), 177.

(13) M. Kehl, La Iglesia, 73. (14) M. Kehl, La Iglesia, 74. (15) K. Rahner, Curso fundamental, 398. (16) K. Rahner, Curso fundamental, 404. (17) El concepto de cuerpo, en San Pablo y en general en el mundo semita, tiene que ser entendido en el sentido que en un hombre el cuerpo no es una determinada parte de él, sino que es el hombre en un determinado aspecto que es el de la relación con los otros.

El cuerpo es lo que permite al hombre el relacionarse con su prójimo y con Dios. El hombre se relaciona en su cuerpo. (18) R. Schnackenburg, La Iglesia en el Nuevo Testamento (Madrid 1965), 197-210. (19) R. Schnackenburg, La Iglesia en el Nuevo Testamento, 189-196; cf.A. Antón, La Iglesia de Cristo. El Israel de la Vieja y de la Nueva Alianza (Madrid 1977), 435-437.

(20) M. Kehl, La Iglesia, 61. (21) Cf.Y. Congar, El Espíritu Santo (Barcelona 1983). (22) M. Kehl, La Iglesia, 63. (23) Cf.W. Kasper, El Dios de Jesucristo (Salamanca 1985), 259s. (24) W. Kasper, El Dios de Jesucristo, 260. (25) W. Kasper, El Dios de Jesucristo, 260.

(26) R. Blazquez, La Iglesia del Concilio Vaticano II (Salamanca 1988), 42-44. (27) M. Kehl, La Iglesia, 360-372. (28) P. Tihon, Pour un chrétien, qu’est-ce qui est sacré? : Lumen vitae 54 (1999) 365-376. (29) Cf.R. Béraudy, La métamorphose du sacré religieux dans le christianisme : Lumen vitae 54 (1999) 392-403.

(30) M. Kehl, Escatología (Salamanca 1992), 219-230. (31) Cf.M. Gesteira, La eucaristía misterio de comunión (Salamanca 2 1992), 589-605. (32) M. Gesteira, La eucaristía, 618. (33) M. Gesteira, La eucaristía, 618. (34) Cf.H. Mühlen, El Espíritu Santo en la Iglesia.

La Iglesia como el misterio del Espíritu Santo en Cristo y en los cristianos: “una persona en muchas personas” (Salamanca 1998). (35) P. Tihon, La Iglesia, en H. Bourgeois ­ B. Sesboüé ­ P. Tihon, Los signos de la Salvación (Historia de los dogmas III) (Salamanca 1996), 322. (36) P. Molinari, Índole escatológica de la Iglesia peregrinante y sus relaciones con la Iglesia del cielo, en G.

Baraúna (Ed.), La Iglesia del Vaticano II. Estudios en torno a la Constitución conciliar sobre la Iglesia, II (Barcelona 3 1968), 1143-1162.
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¿Cómo se fundamenta la Iglesia?

Características – La Iglesia católica se ve a sí misma y se proclama como la encargada por Jesucristo para ayudar a recorrer el camino espiritual hacia Dios viviendo el amor recíproco y por medio de la administración de los sacramentos, a través de los cuales Dios otorga la gracia al creyente.

La Iglesia católica se concibe a sí misma como la única Iglesia fundada por Cristo, y por tanto, la única auténtica frente a las demás iglesias y denominaciones cristianas que han surgido históricamente después de ella. ​ También, dado que considera que es una institución a la vez divina y humana ​ está tanto fuera como dentro de la historia, en el Catecismo romano (publicado en 1566) se escribió que consta de dos partes: la Iglesia peregrina, militante o en tránsito (la que existe en la historia) y la Iglesia triunfante o celeste (al finalmente llegar a la visión de Dios); ​ a lo que en ocasiones se añadió la iglesia purgante, sufriente o expectante (la de aquellos que murieron y aún no llegaron a la visión beatífica ), ​ siendo esta última parte de la Iglesia invisible pero aún no en su estado final.

La Iglesia católica considera que tiene encomendada la misión de elaborar, impartir y propagar la enseñanza cristiana, así como la de cuidar de la unidad de los fieles. Debe también disponer la gracia de los sacramentos a sus fieles por medio del ministerio de sus sacerdotes,

  1. Además, la Iglesia católica se manifiesta como una estructura jerárquica y colegial, cuya cabeza es Cristo, ​ que se sirve del colegio de los apóstoles, y que en la historia posterior ejerce la autoridad mediante sus sucesores: el papa y los obispos.
  2. ​ La autoridad para enseñar el Magisterio de la Iglesia basa sus enseñanzas en la Revelación, que está expresada tanto en las Sagradas Escrituras como en la Sagrada Tradición,

​ La Iglesia católica se considera a sí misma heredera de la tradición y la doctrina de la iglesia primitiva fundada por Jesucristo y, por lo tanto, como la única representante legítima de Cristo en la Tierra. Mediante la figura de los obispos, sucesores sin interrupción de los apóstoles, cumple con el mandato de Jesús de cuidar de su ovejas.
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¿Qué es la justificación en el cristianismo?

Concilio de Trento – El concilio de Trento afrontó el tema de la justificación en la sesión VI y dio lugar a un decreto aprobado el 13 de enero de 1547, texto que es considerado el más importante del concilio. ​ ​ Las discusiones se prolongaron por siete meses, ya que se trataba del tema más conflictivo en las discusiones con los luteranos.

  1. El decreto consta de 33 cánones y, novedad, un cuerpo doctrinal de 16 capítulos. Según H.
  2. Üng este tratamiento del tema elevó la justificación a tratado dentro de la teología sistemática, al igual que lo hacen los protestantes.
  3. ​ Inicia recordando la situación en la que se encontraban los hombres tras el pecado y subrayando el hecho de que, aunque la naturaleza había sido dañada, se mantenía el libre albedrío.

Luego considera la redención obrada por Jesucristo y recuerda que no todos los hombres sin distinción se salvan o han sido justificados, sino solo aquellos que renacen en Él por el bautismo o por el deseo de este. Sin embargo, recuerda que es necesaria tanto la acción divina de la gracia –que realiza la justificación del pecado original y de los pecados personales– como la libertad y las obras que disponen al alma a recibir la justificación.

  1. La justificación implica ese aspecto del perdón de los pecados pero también la elevación, santificación y renovación del hombre.
  2. Sobre las causas de la justificación afirma que la gloria de Dios y de Jesucristo, así como la vida eterna, son su causa final,
  3. La causa eficiente es Dios mismo.
  4. La causa meritoria es Jesucristo.

La causa instrumental es el bautismo. La causa formal es la santidad divina. A continuación el decreto confirma –citando textos de la Biblia– que no basta la fe sola para la justificación, ya que se trata de actuar las tres virtudes teologales y vivir los mandamientos.
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