Religión La religión católica es la iglesia más grande del mundo con más de 1 200 millones de seguidores de la doctrina cristiana. El termino religión proviene del latín y significa volver a unir. En este sentido, la religión católica es aquella que nos hace reunirnos con Dios a través del cristianismo,
Tipo de religión: Monoteísta Libros sagrados: La Biblia Origen: Imperio romano Deidades: Dios (Santísima Trinidad)
Contents
¿Qué tipo de religión es la católica?
¿Qué es el catolicismo? – El catolicismo es una doctrina religiosa cristiana, cuyo jefe espiritual está a la cabeza del Vaticano en Roma (Papa Francisco). El catolicismo como lo conocemos hoy en día tiene sus inicios en la europa occidental del siglo XVI con Lutero.
- A partir de esa época, se van formando varias expresiones del cristianismo.
- Sin embargo, el catolicismo cuenta con una aceptación masiva a nivel global.
- A pesar de ser una religión global, es bastante popular en América Latina.
- Existe un mayor número de devotos, cuando lo comparamos con los siglo anteriores.
Según la publicación Excelsior, en la actualidad, hay por lo menos mil 285 millones de católicos en el mundo, lo que nos hace imaginar que el número de iglesias católicas también ha crecido exponencialmente durante los últimos años. La historia de la iglesia y la vida de Cristo es interesante.
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¿Qué significa la religión católica?
1.f. Congregación de los fieles cristianos regida por el papa como vicario de Cristo en la tierra.
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¿Qué es evangélicos y católicos?
El protestantismo es el antecedente y el marco histórico del conjunto de las iglesias evangélicas. Constituye un movimiento cristiano que, a diferencia del catolicismo, basa la autoridad religiosa de forma exclusiva en la biblia (y por eso su religión es evangélica en vez de apostólica cómo el catolicismo ).
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¿Qué dice la Biblia de la religión católica?
Este artículo o sección tiene referencias, pero necesita más para complementar su verificabilidad, Este aviso fue puesto el 24 de diciembre de 2016. |
Las creencias de la Iglesia católica engloban, de modo general, al igual que las demás denominaciones cristianas, a la aceptación de la Biblia como su autoridad suprema, junto con la tradición oral y a la separación la Biblia en dos secciones; a saber: «Antiguo testamento y Nuevo testamento», entendido el primero por la Iglesia como la antigua alianza con Dios sellada en el monte Sinaí, y la segunda, la nueva alianza con Dios sellada con la sangre de Jesucristo estando compuesta de 73 libros.
- La Iglesia cree que la Biblia es la palabra de Dios, basándose en el siguiente pasaje bíblico: «Toda escritura es inspirada de Dios y provechosa para enseñar».
- Afirma profesar un apego estricto a las doctrinas bíblicas (2 Timoteo 3:16).
- Afirma que es la iglesia verdadera, que fundó Jesucristo con base en San Pedro Apóstol (Mateo: 16:18).
La Iglesia cree que los doce apóstoles tienen sucesores de los cuales la autoridad ha sido aprobada por designación divina. Cree que los obispos son los sucesores de los apóstoles, y el papa se afirma que es el sucesor de Pedro y es infalible (más solamente cuando habla ex cathedra ).
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¿Qué significa la palabra católico en la Biblia?
Etimología. El adjetivo griego katholikos, origen del término « católico », significa «universal».
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¿Qué dice el salmo 91 de la Biblia católica?
1 El que habita al a abrigo del Altísimomorará bajo la sombra del Omnipotente.2 Diré yo de Jehová: Refugio mío y fortaleza mía;mi Dios, en quien a confiaré.3 Porque él te librará de la trampa del cazador,de la peste destructora.
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¿Cuál es la misión de la Iglesia Católica?
El propósito de la Iglesia El propósito de la Iglesia Capítulo 3 La Iglesia, con su organización completa, ofrece servicio e inspiración a toda persona. El presidente David O. McKay sentía gran amor por la Iglesia y tenía un fuerte testimonio de la misión de ésta de preparar el establecimiento final del reino de Dios.
Mientras integraba el Quórum de los Doce Apóstoles, contó la siguiente experiencia: “Por encima del púlpito del centro de reuniones al cual asistía los domingos cuando era niño, durante muchos años hubo una gran fotografía del fallecido presidente John Taylor, y debajo, escrito con letras que me parecían de oro, la frase: ” ‘El reino de Dios o nada’.
“La expresión me impresionó cuando no era más que un niño, años antes de comprender su verdadera trascendencia. Creo que a esa tierna edad me daba cuenta de que no hay otra iglesia ni organización que se aproxime siquiera a la perfección ni posea la divinidad que caracteriza a la Iglesia de Jesucristo.
- Siendo niño lo percibía intuitivamente; en la adolescencia llegué a convencerme totalmente de ello; y hoy lo atesoro como una firme convicción de mi alma “La divinidad de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días se manifiesta en su organización así como en sus enseñanzas.
- La realidad de Dios, la hermandad y el servicio, esos tres principios guiadores impregnan toda nuestra actividad en la Iglesia”.
El liderazgo del presidente McKay reflejaba su firme convicción. Durante su ministerio como Presidente, hubo un progreso considerable de la Iglesia en todo el mundo y el número de miembros aumentó de aproximadamente un millón a casi tres millones. Al describir la función que tuvo el presidente McKay en ese crecimiento, dos historiadores comentaron lo siguiente: “Desde el principio de su labor administrativa, el presidente McKay, el primero en viajar a tantos lugares como Presidente de la Iglesia, visitó misiones de Europa, América Latina, África y el Sur del Pacífico, dedicando dos lugares en Europa para la edificación de templos y anunciando la construcción de uno en Nueva Zelanda.
En 1955 dijo que la Iglesia debía ‘hacer cualquier esfuerzo, dentro de lo posible y lo práctico, por poner al alcance de sus miembros que estén en esas misiones alejadas todo privilegio espiritual de los que tiene para ofrecer’, La construcción de templos, el aumento del número de misiones, la organización de estacas por todo el mundo, el persuadir a los santos de que debían edificar Sión en su propia tierra en lugar de emigrar a los Estados Unidos y el hecho de poner el liderazgo de la Iglesia en manos de los líderes locales de cada país, fueron todos pasos importantes para alcanzar esa meta”.
La fe del presidente McKay en la misión y el destino divinos de la Iglesia continuó hasta el fin de sus días. Menos de un año antes de morir, enseñó esto en un discurso de una conferencia general: “Dios ha establecido Su Iglesia para que nunca se derribe ni se entregue a otro pueblo.
- Y como Dios vive, y mientras los de Su pueblo sean fieles a Él y el uno al otro, no tenemos por qué preocuparnos sobre la realidad de que al fin la verdad triunfará”.
- La misión de la Iglesia es preparar el camino para el establecimiento final del reino de Dios en la tierra.
- Su objeto es, primero, cultivar los atributos de Cristo en el hombre; y segundo, transformar a la sociedad de manera que el mundo sea un lugar mejor y más pacífico para habitar.
Cuando Cristo estuvo entre los hombres, ¿qué en Sus enseñanzas? Su primera gran proclamación fue el anuncio de que el reino de Dios estaba a las puertas. “el reino de Dios se ha acercado arrepentíos”, Su precursor, Juan el Bautista, predicó lo mismo. Predicó la venida del Señor; indicó la posición que ocuparía el Señor en ese reino, y el Salvador testificó después de ello y predicó la misma cosa.
¿Y qué era ese reino? No un reino mitológico sino uno real; no sólo un sentimiento interior sino una expresión exterior de rectitud. Era un gobierno divino establecido entre los hombres, Eso es lo que quería el Salvador: establecer un reino divino entre los hombres. El término mismo implica el dominio divino en el corazón y la voluntad del hombre y de la sociedad.
El hombre reconoce un poder y autoridad superiores a los suyos. “No se trata del reglamento arbitrario de una Deidad despótica, sino que está basado en la libre disposición del hombre de someter su voluntad a la de Dios.” En una oportunidad Jesús dijo: “he aquí el reino de Dios está entre vosotros”,
- Es verdad que también se encuentra dentro de nosotros, porque la condición de miembro de ese reino exterior tiene su origen en el corazón mismo del hombre Sólo un grupo de personas que, en unión, busque la guía de los cielos puede finalmente transformar a la sociedad humana.
- El Reino de Dios lleva también implícita una fraternidad universal en la cual todas las personas reconocen a Dios como su Supremo Legislador y mantienen vivo el deseo de obedecer Su divina voluntad.
Hay quienes aseguran que la envidia, los malos sentimientos el egoísmo que existen en el corazón del hombre impedirán siempre el establecimiento de esa sociedad ideal que se conoce como el Reino de Dios. Pero, digan lo que digan los que se burlan, la misión de la Iglesia de Cristo es eliminar el pecado y la iniquidad del corazón del hombre, y transformar a la sociedad de tal modo que la paz y la buena voluntad prevalezcan en esta tierra.
Consideren el sacerdocio de la Iglesia; imaginen a los hombres y a los jovencitos que lo componen organizados en secciones o grupos de trabajo, desde el hombre de noventa años hasta el muchachito de doce. En éstos se encuentra ejemplificado todo lo que la sociedad humana busca en grupos y organizaciones sociales.
Dichos quórumes ofrecen oportunidades de asociación, hermandad y servicio organizado Los que son activos trabajan de manera organizada por el mejoramiento mutuo, por el bienestar personal de los miembros y por el bien de la sociedad en sí. Y si no vamos más allá de los quórumes, ¿no es sublime la imagen de hombres y muchachos que se congregan, se relacionan y fraternizan en el servicio a la humanidad, y cada uno de ellos considera hermanos a los demás? En ese quórum el médico se sienta junto al carpintero, y ambos están interesados en la aspiración más noble: adorar a Dios y prestar servicio al ser humano.
La responsabilidad de la Sociedad de Socorro es ayudar al sacerdocio a establecer el reino de Dios, aliviar el sufrimiento y brindar socorro a los pobres, y de muchas otras maneras contribuir a la paz y a la felicidad del mundo Una de las promesas más alentadoras que se han dado a aquellos que presten servicio es la que hizo el Salvador con estas palabras: “De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mateo 25:40) Hasta que llegué a la edad adulta no había comprendido la importancia del servicio que prestan nuestras hermanas de la Iglesia.
Al reconocer la fuerza de otras influencias, aparte de las del hogar, que puedan existir en la vida de un niño antes de que llegue a la edad de tomar determinaciones por sí mismo, la Iglesia le ofrece un ambiente religioso casi desde el momento en que nace.
La Escuela Dominical, la Primaria, las ponen a su disposición buena instrucción, diversión y la guía apropiada desde la cuna hasta la madurez. Los Santos de los Últimos Días son gente que de verdad se ayudan los unos a los otros en una vida productiva, una vida que tiene como objeto la salvación del ser humano.
Y no me refiero solamente a un lugar en el más allá donde cesen todas nuestras preocupaciones y dificultades, sino al tipo de salvación que se aplica aquí, al individuo, a la familia y a la sociedad del presente. Por medio del Evangelio de Jesucristo, y de la perfecta organización de la Iglesia que se ha revelado en esta dispensación al profeta José Smith, nos ayudamos los unos a los otros espiritualmente al aprovechar las muchas oportunidades de servicio que se presentan en la Iglesia.
Y con la actividad y la relación mutua en los quórumes del sacerdocio, en las organizaciones auxiliares y en nuestras reuniones sociales, estamos fomentando la hermandad, Para los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, el valor del individuo tiene una importancia especial.
Los quórumes, las organizaciones auxiliares, los barrios, las estacas e incluso la Iglesia misma se han organizado para fomentar el bienestar del hombre; todos son sólo los medios para lograr un fin, y ese fin es la felicidad y el bienestar eterno de todo hijo de Dios.
- Por lo tanto, exhorto a todos los miembros de la Iglesia, y en particular a los presidentes de quórumes y a los oficiales de las organizaciones auxiliares, a hacer un esfuerzo unido por mejorar la vida de las personas.
- En el hombre existe no solamente el instinto sino una chispa divina que lo impulsa a avanzar y elevarse.
Ese sentimiento es universal, y en algún punto de su vida toda persona es consciente de poseerlo. Inherentes a ese impulso espiritual hay tres inquietudes que permanecen inalterables a través de los siglos: (1) Toda persona normal anhela saber algo sobre Dios.
¿Cómo es? ¿Tiene interés en la familia humana o es totalmente indiferente al respecto? (2) ¿Cuál es la mejor manera de vivir en este mundo para obtener más éxito y mayor felicidad? (3) ¿Qué es ese inevitable suceso al que llamamos muerte? ¿Qué hay más allá? Si desean recibir respuesta a esas anhelantes preguntas, deben venir a buscarlas en la Iglesia.
Solamente la religión verdadera puede satisfacer los anhelos del alma. ¿Para qué tenemos estas conferencias y todas las otras reuniones de la Iglesia? Se llevan a cabo por el bien del individuo, por su hijo, por su hija, por los míos. El Señor ha dicho: “Y si acontece que trabajáis todos vuestros días proclamando el arrepentimiento a este pueblo y me traéis aun cuando fuere una sola alma, ¡cuán grande será vuestro gozo con ella en el reino de mi Padre!” El propósito de la organización de esta gran Iglesia tan completa, tan perfecta, es bendecir al individuo.
- Esta Iglesia se estableció de la única manera en que podía establecerse la Iglesia de Cristo, o sea, por la autoridad directa de Dios.
- Así fundada, invita al mundo entero a venir a una Iglesia que Dios mismo reconoce y que ofrece toda ventaja a la que la mente, las emociones y los deseos humanos puedan aspirar para cumplir la misión individual en esta tierra.
“Es una ola de influencia personal y directa que se va expandiendo, destinada finalmente a afectar y transformar a todas las personas para que, como Jesús, lleguen a ser como es Dios.” “El mormonismo”, como cristianismo verdadero, “domina el egoísmo, modera las pasiones, subordina los apetitos, aviva el intelecto y ennoblece los afectos; promueve la industria, la honestidad, la verdad, la pureza y la bondad; humilla al orgulloso, exalta al humilde, defiende la ley, favorece la libertad —es esencial para tenerla— y uniría a las personas en una grandiosa hermandad”.
Hay muchos ciudadanos muy alarmados por el aumento en el crimen, el elevado índice de divorcios y de nacimientos ilegítimos, el incremento en las enfermedades venéreas, los escándalos en los puestos elevados y otros síntomas de falta de honradez tanto privada como pública. ¿Se trata de una crisis moral? ¿Hay razón para alarmarnos? El mundo nos rodea por completo y las estadísticas que leemos son francamente inquietantes, y son una advertencia necesaria La misión de la Iglesia es reducir y, si es posible, eliminar del mundo esos males.
Es evidente que nos hace falta una fuerza unificadora para librarnos de ellos. Esa fuerza, ese ideal es el Evangelio de Jesucristo que fue restaurado por medio del profeta José Smith y que explica la vida del hombre y su propósito, y contiene los vitales elementos salvadores, los ideales nobles y la elevación espiritual que anhela el corazón del hombre.
Hombres y mujeres de todas partes que piensan correctamente tienen el deseo de eliminar de nuestras comunidades los elementos malos que están desintegrando constantemente a la sociedad: el problema del alcohol con la ebriedad que causa, la adicción a las drogas con todos los males que conlleva, la inmoralidad, la pobreza, etc.
La Iglesia procura hacer que tanto el hogar como la comunidad sean mejores y más llenos de luz. Expresemos ahora mismo gratitud por la Iglesia de Cristo con sus quórumes y organizaciones auxiliares especialmente formados para combatir esos males. La establecieron por revelación divina Dios el Padre y Su Hijo Jesucristo; su gloriosa misión es proclamar la verdad del Evangelio restaurado, elevar a la sociedad para que las personas puedan tratarse mejor unas a otras, crear en nuestras comunidades un ambiente de integridad en el cual nuestros hijos encuentren fortaleza para resistir la tentación y aliento para esforzarse por alcanzar alturas culturales y espirituales.
La Iglesia, establecida por la inspiración divina que se derramó sobre un muchacho sin educación académica, ofrece al mundo la solución de todos sus problemas sociales, y ya ha superado con éxito la prueba de su primer siglo. En este siglo veinte, en medio de los brillantes conceptos del hombre, que conscientemente busca reformas sociales y escudriña ciegamente el futuro tratando de adivinar el destino del ser humano, la Iglesia resplandece como el sol en el cielo, en derredor del cual los otros luminares se mueven como satélites de menor importancia.
Ciertamente, ella crea y preserva los valores más elevados del hombre, y su verdadera obra es la redención de la humanidad. “Es la luz de la verdad que irradia en todas partes del mundo y que, tarde o temprano, no puede dejar de revelar al hombre los ideales divinos por los cuales debe vivir”.
- Basándose en las enseñanzas del presidente McKay, ¿cómo describiría usted el propósito de la Iglesia? (Véanse las págs.24–25.) ¿Para qué llevamos a cabo conferencias y reuniones en la Iglesia? (Véanse las págs.26–27.)
- ¿Cómo ayuda la Iglesia en la preparación para el establecimiento final del reino de Dios? (Véanse las págs.24–25.) ¿En qué se parece la Iglesia al reino de Dios que se establecerá y cómo lo ejemplifica? (Véanse las págs.24–25.)
- ¿Qué proporciona la Iglesia a los miembros fieles para conducirlos a la vida eterna? (Véanse las págs.24–25.) La forma en que la Iglesia está organizada, con sus quórumes y organizaciones auxiliares, ¿cómo ayuda al individuo a perfeccionarse? (Véase también Efesios 4: 11–13.)
- ¿Cuáles son algunos de los problemas que enfrenta la sociedad actual? (Véanse las págs.28-30.) ¿Cómo se puede ayudar a resolver esos problemas aplicando los principios del Evangelio? (Véanse las págs.28–29.)
- ¿De qué manera ha sido una bendición para usted el ser miembro de la Iglesia? ¿Qué pueden hacer usted y su familia para aprovechar mejor lo que la Iglesia ofrece?
- ¿Qué podemos hacer para ayudar a la Iglesia a cumplir sus responsabilidades en estos últimos días?
Pasajes relacionados : Efesios 2:19–22; 4:11–15; Moroni 6:4–9; D. y C.10:67–69; 65:1–6. Notas
- Gospel Ideals, 1953, pág.109.
- Cherished Experiences from the Writings of President David O. McKay, comp. por Clare Middlemiss, ed. rev., 1976, págs.15–16.
- James B. Allen y Richard O. Cowan, “History of the Church: C.1945–1990, Post–World War II International Era Period”, Encyclopedia of Mormonism, 4 tomos, 1992, 2:639.
- En “Conference Report”, abril de 1969, pág.152.
- En “Conference Report”, abril de 1941, pág.106.
- En “Conference Report”, oct. de 1919, pág.76.
- En “Conference Report”, abril de 1941, pág.106.
- En “Conference Report”, abril de 1941, pág.109.
- En “Conference Report”, abril de 1963, pág.97; véase también la cita de James E. Faust en “Herederos del reino de Dios”, Liahona, julio de 1995, pág.69.
- Gospel Ideals, págs.255–256.
- En “Conference Report”, abril de 1941, pág.107.
- En “Conference Report”, abril de 1915, pág.103.
- En “Conference Report”, oct. de 1969, pág.8.
- En “Conference Report”, abril de 1968, págs.91–92.
- En “Conference Report”, abril de 1965, pág.137.
- En “Conference Report”, abril de 1927, pág.105.
- En “Conference Report”, abril de 1967, págs.5–6.
- En “Conference Report”, oct. de 1948, pág.122.
- En “Conference Report”, abril de 1930, pág.83.
- Gospel Ideals, págs.109–110.
: El propósito de la Iglesia
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¿Cuántos dioses hay en la Iglesia Católica?
Sabemos que la noción Trinidad constituye un dogma de la religión cristiana y sostiene que Dios existe en tres Personas, Seres o Sustancias: Padre, Hijo y Espíritu Santo. En el cristianismo es conocido como Santísima Trinidad.
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¿Que no se puede hacer en la religión católica?
La Iglesia prohíbe a los sacerdotes (si no cuentan con el permiso de su obispo) el ejercicio de cargos públicos civiles, el desempeño de actividades políticas y directivas de sindicatos, la administración de bienes y la práctica de la negociación y el comercio.
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¿Cuáles son las costumbres de la religión evangélica?
¿Quiénes son? ¿Por qué crecen? ¿En qué creen? Pentecostalismo y política en América Latina | Nueva Sociedad ¿Quiénes son los evangélicos? ¿Cómo hacen para que sus iglesias crezcan? ¿Cómo impacta su expansión en la vida política en América Latina? Estas preguntas se plantean desde mediados de 1980, cuando los evangélicos empezaron a hacerse visibles en las grandes urbes latinoamericanas, y se repiten con insistencia a propósito de casos como el de las últimas elecciones en Costa Rica o Brasil, que tuvieron a los evangélicos como protagonistas de primer orden.
Ni invasión imperial ni ética protestante como polinizadora de un nuevo capitalismo: los grupos evangélicos tienen una densa historia de implantación y despliegue político de la que es necesario dar cuenta, de manera panorámica, para entender tanto su presente como la sensibilidad movilizada que alimenta a formaciones políticas de derecha, o como las contingencias que en el pasado les permitieron un juego plural.
En lo que sigue, expondré de manera general las características de las denominaciones evangélicas y su desarrollo histórico en América Latina, poniendo un énfasis especial en los grupos pentecostales, que son actualmente la mayoría de los evangélicos, para referirme finalmente a su actuación en la vida política en distintos países de la región.
- En este punto, trataré de mostrar que su influencia es creciente, pero no se da de forma mecánica ni directa.
- Como conclusión, me permitiré una muy breve reflexión sobre la cuestión de las relaciones entre religión y política desde la perspectiva de las fuerzas progresistas.
- El campo evangélico en América Latina Lo que habitualmente llamamos «evangelismo» es un rótulo genérico para captar el resultado de un proceso en el que surgieron e interactúan distintos grupos religiosos herederos del cisma del siglo xvi : luteranos, metodistas, calvinistas, bautistas, menonitas, presbiterianos y pentecostales, entre las denominaciones más conocidas.
El protestantismo, que es el antecedente y el marco histórico del conjunto de las iglesias evangélicas, es un movimiento cristiano que, a diferencia del catolicismo, basa la autoridad religiosa de forma exclusiva en la Biblia como instancia superior a la «sagrada tradición» y se opone a la infalibilidad del papa (y por eso su religión es evangélica, en lugar de apostólica, como el catolicismo).
- Desde este punto de vista, ser evangélico no es una religión en el sentido de estar inscripto en una burocracia o un ritual, sino en tanto encuentro personal con Jesús, el Espíritu Santo y Dios Padre.
- De ese encuentro, todo creyente puede y debe dar testimonio, y es por eso que todo creyente es, al mismo tiempo, sacerdote.
Las corrientes evangélicas Las iglesias evangélicas no reivindican una autoridad humana suprema al modo de un papado, ni practican el culto a los santos o a la Virgen. Tampoco tienen una instancia centralizada de dirección que las congregue a todas, pero sí existen liderazgos que surgen cada tanto y resultan transversales a distintas ramas.
En cada país existen asociaciones de segundo grado que cumplen una función de representación corporativa limitada de las distintas variedades de los grupos evangélicos. Sin embargo, la mayor parte de las iglesias realiza sus actividades por fuera de esas asociaciones, y las que sí pertenecen a algunas están lejos de ser completamente controladas por ellas.
En ciertas circunstancias sociales y políticas, estas asociaciones se vuelven importantes como instancias unificadoras. También existen articulaciones más contingentes. Por ejemplo, frente al despliegue de las luchas por los derechos de género y diversidad sexual, emergió la conocida organización «Con mis hijos no te metas», transversal al espacio evangélico y católico.
- En América Latina se pueden reconocer al menos tres grandes tendencias evangélicas.
- En primer lugar, los protestantismos históricos, que llegaron a la región en el siglo xix y quedaron circunscriptos a las comunidades de migrantes, dada su poca vocación o eficacia evangelizadora, pero también debido a que la íntima vinculación entre las naciones de América Latina y el catolicismo se tradujo en una fuerte limitación normativa y cultural a la pluralización del campo religioso desde el punto de vista legal e institucional.
Los protestantismos históricos incluyen sobre todo a luteranos, metodistas y calvinistas, y debe resaltarse que, a pesar de su débil expansión demográfica, tuvieron inserciones culturales muchas veces privilegiadas y contribuyeron al caldo de cultivo de un liberalismo político que luego se transformó en fuerte compromiso social, y en apoyo a proyectos políticos de transformación y defensa de los derechos humanos en buena parte del continente.
- En segundo lugar, están las tendencias evangelicales originadas en Estados Unidos, que llegaron a América Latina desde los inicios del siglo xx, con un fuerte sentido misional y proselitista apuntalado en el literalismo bíblico.
- Eran, en consecuencia, profundamente conservadoras en su rechazo a la ciencia y a cualquier pretensión de pluralismo religioso.
Una parte de las iglesias bautistas, presbiterianas y de los Hermanos Libres forman parte de esta segunda camada de evangélicos. Estos grupos promovían una conciencia de santificación entendida como apartamiento del mundo, que también era un derivado del desarraigo social que caracterizaba a los misioneros que llegaban a los distintos países con una exclusiva aspiración: promover conversiones y comunidades de nuevos cristianos.
Con el correr del tiempo y con el surgimiento de un cuadro pastoral local, algunas de estas corrientes evolucionaron hacia una especie de pensamiento social que pudo conectar con las preocupaciones más progresistas de los protestantes históricos. En otros casos, quizás la mayoría, estas corrientes transformaron sus posiciones sociales y políticas en otro sentido con la llegada, el crecimiento y la adaptación cultural de los distintos pentecostalismos latinoamericanos.
Los pentecostales conforman la tercera corriente de grupos evangélicos. Esta rama del protestantismo se identifica por una posición específica: la que sostiene la actualidad de los dones del Espíritu Santo. ¿Qué significa esto? Esta corriente reivindicó, desde su nacimiento a principios del siglo xx en el Avivamiento espiritual de la calle Azusa, en la Iglesia Metodista Episcopal Africana de California en 1906, hechos semejantes a los del Pentecostés narrados en el Nuevo Testamento.
En esas circunstancias, que tuvieron réplicas en algunos países europeos y en Chile, los cristianos evangélicos tuvieron señales y manifestaciones del Espíritu Santo. Este último, lejos de ser una metáfora como solemos considerarlo desde una lógica secularizada, es una entidad con agencia en sus propios términos: se manifiesta en el cuerpo como una presencia y hace que las personas hablen en lenguas desconocidas, formulen profecías, sanen sus enfermedades, mejoren las relaciones intrafamiliares y tengan éxito personal en la vida cotidiana.
La reivindicación de la posibilidad de esa experiencia será la base tanto de la teología del pentecostalismo como de su autonomización como rama evangélica y de su influencia posterior en otras ramas evangélicas. También una parte del catolicismo, nucleada en el seno del Movimiento de Renovación Carismática Católica ( mrcc ), acogería esas nociones,
Cabe destacar también que el impulso pentecostal se nutre de una larga historia de corrientes protestantes que desafiaban las posiciones teológicas que, como las del propio Calvino, instauraron una separación absoluta entre los hombres y la divinidad; por eso es posible sostener que el pentecostalismo representa un polo que busca reencantar el mundo frente al impulso protestante clásico que, al decir de Max Weber, lo desencantaba.
Los pentecostalismos El crecimiento del pentecostalismo en América Latina es una variante específica de un movimiento que ha mostrado en los últimos 100 años una inédita capacidad de globalización. El pentecostalismo produce conversiones y masas de fieles en China, Corea del Sur, Singapur, Filipinas y varios países del continente africano.
En todos estos casos, como en América Latina, se verifica una constante: el movimiento posee una gran capacidad de vincular su mensaje a las espiritualidades locales, así como de alentar formas de organización, teología y liturgia flexibles, variadas y fácilmente apropiables con las que se disemina entre los más diversos segmentos de población de distintos contextos nacionales.
A principios del siglo xx, una de las vías de difusión del pentecostalismo fue la migración de creyentes que se desplazaban con su fe y las primeras misiones organizadas que, desde diversos países, especialmente eeuu, arribaron a casi todos los países del continente,
- Luego, desde las décadas de 1940 y 1950, continuaron las misiones, pero el pentecostalismo también se desarrolló a partir de líderes locales que lo iban adaptando a la situación social y cultural endógena.
- De esta forma, un pentecostalismo autónomo, que privilegiaba la salvación terrenal y se basaba en la «cura divina», se superponía al pentecostalismo originario, que enfatizaba la santificación y el repudio del pecado.
El pentecostalismo en expansión dialogaba con las necesidades y creencias populares de una manera original, como ninguna denominación protestante lo hizo nunca, y de ahí su éxito diferencial. Hacia los años 50, los pentecostales ya conformaban un contingente importante en diversos países latinoamericanos.
Más allá del porcentaje de población que representaban, lo importante es que en esa época, en cada uno de los países de la región, estaban dispuestos los liderazgos y semilleros de líderes locales que conducirían el crecimiento de las décadas posteriores. Pero en esa misma etapa también se incrementó la presencia de misiones provenientes de eeuu por una transformación geopolítica decisiva para el rumbo de los pentecostales en América Latina: el triunfo de la Revolución China y el cierre a la evangelización de su inmensa población habilitaron un redireccionamiento de las vocaciones y las políticas evangelizadoras hacia una América Latina tradicionalmente católica.
Hacia fines de los años 60 y comienzos de los 70, y capitalizando todos estos antecedentes, comienza una tercera etapa en la que se generalizan dos caminos de crecimiento pentecostal: el del llamado «neopentecostalismo» y el de las iglesias autónomas.
En lo que algunos investigadores y agentes religiosos llaman neopentecostalismo, se exacerbaron rasgos del pentecostalismo clásico, al tiempo que se producían innovaciones teológicas, litúrgicas y organizacionales. Se pluralizaron y ganaron fuerza las expresiones relativas a la presencia del Espíritu Santo (se incrementó y sistematizó la apuesta por los milagros) y a la figura de los pastores como sujetos privilegiados capaces de viabilizar esa bendición.
En ese contexto, surgieron dos articulaciones teológicas claves: la «teología de la prosperidad» y la doctrina de la guerra espiritual. La «teología de la prosperidad», que polemizaba y antagonizaba con la teología de la liberación en un plano práctico, sostenía que si Dios puede curar y sanar el alma, no hay razón para pensar que no pueda otorgar prosperidad.
La bendición es completa y la contraparte de ella era un paso que afirmaba y profundizaba el de la oración: el diezmo. El horror de analistas moldeados por la cultura secular o de observadores cercanos al catolicismo, que santifica la pobreza frente a la «mezcla» entre lo espiritual y lo económico, impedía percibir que este aspecto de la oferta teológica pentecostal tiene muchos aires de familia con la dimensión sacrificial que en los pueblos campesinos lleva a ofrecer animales y cosechas a los dioses a cambio de prosperidad.
Solo que, como corresponde a la época del capitalismo, no puede materializarse de otra forma que no sea a través del equivalente general de todas las mercancías: el dinero. La doctrina de la guerra espiritual, por su parte, introduce una ampliación y una variación en la lógica del bautismo en el Espíritu Santo que está en los inicios del pentecostalismo.
Si el pentecostalismo originario sostiene que lo divino está en el mundo, la idea de guerra espiritual también incluye la presencia del mal. De esta manera, el demonio deja de ser una metáfora para convertirse en una fuerza espiritual encarnada que amenaza la salud, la prosperidad y el bienestar, y esto da lugar a una concepción de la experiencia religiosa y de la liturgia en la que la expulsión de distintos demonios resulta central.
Esta es, además, una clave de la expansión pentecostal, ya que esa formulación le permite reconocer la eficacia de las entidades espirituales de otras religiones y, al mismo tiempo, denostarlas. Lo que otras religiones combaten como superchería, la guerra espiritual lo combate como agencias espirituales negativas, en consonancia con el marco interpretativo de los destinatarios de su discurso.
- Las iglesias neopentecostales comenzaron a hacer un marcado uso de todas las innovaciones comunicacionales disponibles y aplicaron también técnicas de «iglecrecimiento» ( church growth ) que habían sido exitosas en Corea del Sur.
- Todo este despliegue permitía, aconsejaba y posibilitaba el desarrollo de megaiglesias.
No obstante, el neopentecostalismo designa cada vez más una nueva fase del desarrollo del pentecostalismo y cada vez menos un tipo de iglesia. El neopentecostalismo prefiere las megaiglesias, pero no todas las megaiglesias son neopentecostales ni los rasgos neopentecostales se hacen presentes exclusivamente en las megaiglesias, que son a su vez una proporción ínfima del conjunto de las iglesias pentecostales y evangélicas.
- En las últimas décadas se produjo una multiplicación de las pequeñas iglesias pentecostales.
- Este fenómeno ha sido menos observado pero no es menos importante: la mayor parte de los convertidos al pentecostalismo se terminan agrupando en pequeñas iglesias autónomas en sus barrios, tras un paso por iglesias más grandes o más institucionalizadas.
Muchos de los pastores barriales obtienen en esas grandes iglesias el know how para armar nuevos templos en sus áreas de residencia, a los que cada grupo de creyentes imprime el sello de la particularidad de su experiencia. En una dinámica que es parecida a la de la proliferación de bandas musicales, las pequeñas iglesias son la mayoría silenciosa en que decanta la sensibilidad pentecostal.
- En esas pequeñas iglesias, cualquier observador podrá encontrar casi todo aquello que se asegura que es propio del neopentecostalismo.
- El crecimiento pentecostal se alimenta de las ventajas organizativas y discursivas de los evangélicos y de los déficits católicos, y se da principalmente en aquellos espacios en que el catolicismo, con su lenta logística, no alcanza a dar cuenta del proceso de metropolitanización que caracteriza a la región: en cada barriada nueva donde la Iglesia católica se plantear llegar, ya hay una o varias iglesias evangélicas.
Este proceso, además, se da desde el campo hacia la ciudad y desde la periferia hacia el centro. Es por esta razón que las observaciones periodísticas casi siempre confunden los efectos con las causas: las grandes iglesias pentecostales, que son las más visibles, no solo no congregan necesariamente a la mayoría de los fieles, sino que tampoco son las disparadoras del fenómeno, pero asumen ese papel ante observadores «metropolitanocéntricos».
El conjunto de las iglesias evangélicas y especialmente las pentecostales forjaron, además, distintos tipos de agrupamientos educativos, deportivos, servicios mutuales y, especialmente, instituciones de producción cultural masiva como editoriales, sellos musicales e instituciones de formación teológica que, al tiempo que facilitan la actividad proselitista, le dan densidad al mundo evangélico creando denominadores comunes transversales.
En toda la región podemos ver una tendencia bastante homogénea. Mientras que en los inicios del siglo xx la erudición y el rango social de los protestantes históricos, junto con su mayor presencia demográfica respecto de evangelicales y pentecostales, garantizaron su hegemonía en el mundo evangélico, hacia finales del siglo xx nos encontramos con que la supremacía demográfica y el prestigio de los métodos de evangelización de los pentecostales hicieron de estos últimos, a pesar de su pertenencia mayoritaria a un rango social inferior, el grupo prevalente en el mundo evangélico de cada uno de los países de América Latina.
- En la segunda década del siglo xxi, ya el campo evangélico en su conjunto se había pentecostalizado por efecto de la presencia del pentecostalismo y del neopentecostalismo.
- Tampoco está de más remarcar que esto pudo suceder porque una parte de los grupos protestantes, los que hemos llamado evangelicales, entendieron que debían profundizar sus alianzas con los pentecostales, aprender de su capacidad de adaptación del mensaje evangélico y poner al servicio de esa expansión su solidez institucional global y sus profusos recursos.
Pero, al mismo tiempo, es preciso señalar que en ese mismo camino se han erosionado las fronteras entre grupos evangélicos para dar lugar a prácticas y creencias transversales a las distintas denominaciones y oleadas de implantación y desarrollo de iglesias evangélicas, lo que hizo emerger, en lugar de las viejas identidades protestantes, una identidad evangélica y aún más genéricamente «cristiana», que cada vez más tiende a ser el signo en que se reconocen los protestantismos en América Latina.
¿Cuántos son los evangélicos en América Latina? El gráfico y el cuadro de las próximas páginas permiten captar con bastante aproximación la situación cuantitativa de los evangélicos en América Latina como región en su conjunto y en los distintos países, En el gráfico, puede observarse la magnitud del cambio global en la región: entre 1910 y 2014, los católicos pasaron de 94% a 69% de la población y los evangélicos, de 1% a 19%.
En el cuadro se muestra cómo se ha producido esa transformación a lo largo del tiempo y en los distintos países, así como el ritmo acelerado que manifiesta desde 1970, a través de un indicador indirecto como el descenso de la población católica. Veamos ahora las razones de esa transformación en el campo religioso. La primera es que la noción de actualidad de los dones del Espíritu Santo se conecta muy fácilmente con nociones propias de la sensibilidad religiosa de la mayor parte de las poblaciones de sectores populares de América Latina.
Para estos sectores, es clave la categoría de milagro, a la que la noción de «actualidad de los dones del Espíritu Santo» le da traducción y potencia. El milagro, que en una mirada secularizada es algo extraordinario y posterior a todas las razones, es en esta perspectiva «popular» una posibilidad primaria y anterior a toda experiencia.
Esta sensibilidad encantada es mucho más interpelada por la perspectiva de la teología pentecostal y sus adaptaciones locales y contemporáneas que por cualquier teología católica, que hace enormes concesiones a la ciencia y a toda una jerarquía de dominios eclesiales que son necesarios para reconocer como milagro lo que en las iglesias pentecostales ocurre todo el tiempo.
- La segunda característica, derivada de la pertenencia del pentecostalismo a la matriz protestante, refiere a la universalidad del sacerdocio, que democratiza y facilita el surgimiento de líderes religiosos.
- La universalidad del sacerdocio permite a los pentecostales tener capilaridad logística y cultural para contener la expectativa de milagros de las poblaciones en que se insertan y desarrollan.
Cada pastor y cada nueva iglesia recrean la buena nueva adaptándola a la sensibilidad del territorio social y cultural con el que conviven y producen así sintonías que el catolicismo no logra: prédicas, organizaciones y productos culturales adaptados a los más diversos nichos sociales y culturales surgen así desde esos mismos nichos, generados por sujetos que aprovechan la ubicuidad y la gramaticalidad del pentecostalismo. Esta dinámica verdaderamente asombrosa implica que el pentecostalismo crece justamente por las mismas razones por las que otros grupos tal vez no lo hacen: la universalidad del sacerdocio, que recrea infinitas versiones del pentecostalismo, promueve un crecimiento por fraccionamiento y no por agregación en unidades cada vez mayores.
Es así como religiones de fuerte intención proselitista pero de inquebrantable vocación centralizadora y portadoras de una teología que no guarda las mismas posibilidades de sintonía popular que el pentecostalismo, como los testigos de Jehová o los mormones, registran un crecimiento casi nulo. Los pentecostales, a su turno, muestran una capacidad de penetración territorial y cultural capaz de atraer múltiples fragmentos sociales en gran número de hibridaciones de pentecostalismo y diversas formas de cultura popular y masiva.
En contraste con esto, el catolicismo demora lustros y décadas en renovar cuadros que son cada vez más escasos dado el particular sistema de reclutamiento de líderes religiosos que posee y debido a que, por ese mismo tipo de reclutamiento, esos líderes viven casi al margen de las experiencias de los sujetos a los que pretenden guiar espiritualmente.
Esto, sin contar que las teologías católicas del Concilio Vaticano ii en adelante, poseedoras de un razonable afán modernizante, son, por este mismo empeño, productoras de una gran distancia cultural entre el catolicismo y su feligresía: no solo porque difieren de una sensibilidad popular encantada al poner el acento no en el milagro sino en el compromiso social, el rigor, el sacrificio, la penitencia, ¡el estudio!, sino también porque su concepción subraya la división entre ordenados y laicos justo allí donde el pentecostalismo recluta, de a montones y en los «peores lugares» de la sociedad, a sus líderes.
El salto abrupto que se da a partir de 1970 según el cuadro no debe entenderse de manera lineal en correlación exclusiva con la sincronía de lo que sucedía política y socialmente en América Latina en esa década, sino como el resultado de la acumulación de recursos institucionales y humanos que, como una inversión desarrollada desde 1950, tuvo su maduración en esa década.
La suposición de que los pentecostales crecen por sus machaconas campañas en horarios periféricos de los medios de difusión ignora un dato evidenciado por decenas de trabajos antropológicos y sociológicos realizados en los últimos 50 años: los pentecostales crecen por el boca a boca, por cercanía, por redes; los espacios televisivos solo legitiman la posición creyente y resuelven disputas de predominio entre iglesias.
Las conversiones y adhesiones se dan en la vida cotidiana cuando alguien tiene un problema y una persona cercana le recomienda ir a una iglesia, y luego suceden cosas que hacen que «todo funcione». El concepto de «iglesia electrónica» solo explica una parte pequeña de los casos de conversiones: a menudo, el de los ancianos aislados, dependientes de la televisión y angustiados en noches solitarias.
Para todos los demás (jóvenes, matrimonios en crisis, adultos y personas de mediana edad en medio de todo tipo de problemas), hay siempre una iglesia cerca y un amigo o vecino que recomienda acudir a ella. El pentecostalismo ha logrado penetrar en las más diversas camadas sociales y los más variados estilos de vida, pero es innegable que su éxito ha sido mayor en los sectores populares, en áreas de la sociedad en las que ofrece de forma privilegiada las armas para luchar contra el sufrimiento social y personal, como lo ha mostrado, entre otras obras, la de Cecilia Mariz en Brasil,
Una conclusión que se impone luego de revisar este punto es que, independientemente de las direcciones que toma la movilización de los pentecostales en el espacio público, su crecimiento, comprobadamente más fuerte en los sectores populares, tiene efectos en términos de poder social: el poder pasa de los sacerdotes a los pastores, de agentes externos a las comunidades y a liderazgos locales; de nociones universalizadas de cultura elaboradas por elites globales a nociones que, vehiculizadas por industrias culturales, recogen más vívidamente las experiencias cotidianas de millones de sujetos de las clases populares y las clases medias precarizadas de toda la región.
Pentecostales y política en América Latina ¿Qué consecuencias tienen en la vida política y en la esfera pública las transformaciones en el campo religioso? La tesis más general para captar la politización de los pentecostales y de buena parte de los evangélicos en América Latina es que han desarrollado formas de movilización política diversas y contingentes, que en los últimos lustros se han orientado a la intervención política y lo han hecho de mano de las tendencias conservadoras,
Pero en contraste con la afirmación impresionista de que se trata de una ola de fascismo evangélico, cuyo destino estaba asegurado desde que el primer pentecostal pisó un puerto latinoamericano, es preciso prestar atención a los momentos y los modos de esa politización y a su interacción con el contexto social más general, para discernir cuáles deben ser las tareas de las fuerzas progresistas frente a los diversos rumbos que adoptan los evangélicos.
Los protestantismos históricos impulsaron direcciones políticamente liberales y generaron una muy rica tradición de compromiso social, pero su reclusión en determinados nichos sociales, sumada a las derrotas históricas de los proyectos de la izquierda, contribuyeron a su pérdida de relevancia relativa.
Los evangelicales fueron más conservadores, pero llegaron a desplegar algunos compromisos sociales en tiempos ya lejanos. Finalmente, los pentecostales y, si se quiere, los neopentecostales, que son, en conjunto, desde hace varias décadas, los evangélicos más numerosos y más determinantes, también atravesaron varias etapas en sus modos de relación con lo público y la política.
A grandes rasgos, es posible esquematizar una serie de cuatro momentos que se presentan en los distintos países de América Latina. El desarrollo inicial del pentecostalismo en América Latina incluía la denuncia de lo que llamaban «el mundo»; por lo tanto, la política que residía en él debía ser repudiada.
En esto pesaban también el origen extranjero de los pioneros, que no tenían capacidad de vincularse plenamente a tramas ni a disputas políticas locales; el anticomunismo de esos mismos pioneros, que igualaba a menudo «compromiso político» y desobediencia; la situación minoritaria y estigmatizada de una religiosidad que era vista como «disidente» y el hecho de que las primeras camadas de creyentes locales pertenecían a poblaciones social, económica o culturalmente marginadas.
- Con el correr del tiempo y con la generación de un cuerpo de líderes endógenos vinculados a las sociedades locales, los pentecostales inician una segunda etapa: los primeros pasos en busca de la protección de sus derechos como minoría religiosa, que se dan, en general, a partir de los años 70.
- En ese contexto, la politización adquiría el cariz de una defensa limitada del pluralismo religioso, ya que los pentecostales buscaron, en general, su reconocimiento a la par del catolicismo, pero no pretendían que esto se extendiese a todos los grupos religiosos.
Posteriormente, el pentecostalismo presentó un atractivo tanto para los políticos establecidos como para los emergentes emprendedores evangélicos. Al número creciente de votantes evangélicos y la potencia de sus redes, se sumaba el hecho de que los creyentes, con su presencia «santa», podían dar legitimidad específica y adicional a proyectos políticos de los más variados signos que pretendían denunciar una política tomada por la corrupción.
- Ello habilitó tentativas que fueron desde iniciativas destinadas a poner en pie partidos confesionales –sin muchos resultados– hasta la postulación de evangélicos en partidos no confesionales.
- Nos referimos a situaciones tan diversas como la participación de los evangélicos en las campañas de Alberto Fujimori en su primera elección en Perú, Fernando Collor de Mello en Brasil a finales de los 80 o, en la estratégica Prefectura de Río de Janeiro, Benedita da Silva, quien aun con las prevenciones de su iglesia, ganó las elecciones reivindicando su carácter de «mujer, negra, favelada y pentecostal».
En esta etapa existieron compromisos políticos plurales y pragmáticos. Distintos grupos pentecostales y evangélicos ingresaron en la actividad política usando sus capitales de diferentes modos y construyendo distintos tipos de alianzas: en Argentina, los pentecostales que se movilizaron políticamente lo hicieron de forma relativamente cercana al peronismo, pero también integrándose a propuestas de centroderecha.
En Brasil, donde las denominaciones pentecostales más poderosas apoyaron a Collor de Melo y a Fernando Henrique Cardoso ante el «peligro comunista» del Partido de los Trabajadores ( pt ), pasaron luego a integrar el frente promovido por ese mismo pt en las cuatro elecciones que ganó –con Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff–, para luego dar su aval al proyecto de Marina Silva (evangélica y ambientalista que fue ministra del primer gobierno de Lula y luego encabezó una de sus primeras disidencias), y finalmente, corriendo detrás de sus votantes, terminar apoyando la candidatura de Jair Messias Bolsonaro en su raid final.
Puede decirse que este momento de mayor involucramiento político coincide con el de mayor expansión de la visión pentecostal entre todos los grupos evangélicos. En ese contexto, los evangélicos no solo comenzaron a participar en política electoral, sino que se transformaron en interlocutores en diálogos sobre políticas públicas: su agilidad y su capilaridad territorial los volvieron agentes claves para los procesos a través de los cuales los Estados tomaban en cuenta, mediante múltiples instrumentos públicos, a poblaciones excluidas o marginadas.
- El despliegue de dinámicas de violencia y adicción introducidas por el narcotráfico constituyó un terreno donde los agentes de las más diversas instancias de la sociedad civil y política veían a los evangélicos como aliados.
- Estas formas de movilización política y social contenían algo que en un cuarto momento, de manera lógica, va a ser fundamental.
Los líderes de distintas iglesias y asociaciones evangelicales y pentecostales no tardaron en pregonar de forma cada vez más intensa y clara algo que está lejos de la fórmula canónica de la secularización (religión libre de Estado y Estado libre de religión): la jerarquización de los evangélicos en sociedades donde eran discriminados se ligaba a la jerarquización de sus concepciones en el espacio público.
En este momento, distintos aspectos de la experiencia evangélica no solo pueden ser atractivos para políticos que los inviten o para que los evangélicos intenten convertir el predicamento religioso en poder político, sino que se esboza un proyecto relativo a la conquista de la sociedad por entero para los valores cristianos.
No se trata de valores aleatorios: en el contexto histórico en que se da esta fuerte inversión política, los evangélicos pondrán el acento en la oposición al matrimonio igualitario y a la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo, en ciertas limitaciones al pluralismo religioso que deberían ejercerse contra las «sectas» y las religiosidades afroamericanas e incluso, en algunos casos, en la procura de un proceso de regulación del campo religioso que afectaría a las expresiones autónomas del pentecostalismo.
- En el contexto de este desarrollo histórico, es posible señalar tres hechos que ayudan a ceñir la actualidad de los mecanismos que actúan en las relaciones entre los evangélicos y la política.
- No hay voto confesional,
- Es preciso desactivar una impresión que fácilmente se impone luego de verificar el crecimiento de los evangélicos en las últimas décadas: es imposible afirmar la existencia de un voto confesional en el caso de los evangélicos.
No solo se trata de que la identidad religiosa no genere automáticamente una identidad política. El hecho de que no haya instancias de unificación institucional y la propia dinámica de los grupos evangélicos, competitiva y sometida a múltiples posibilidades de fraccionamiento, hacen que algunos emprendimientos políticos que apelan a la identidad religiosa tengan efectos muy distantes del buscado (que los creyentes voten creyentes), ya que son vistos con desconfianza como tentativas de manipulación, control y capitalización indebida de esfuerzos de unas denominaciones pentecostales por otras.
- Además, en los distintos espacios nacionales, los evangélicos votan de manera análoga a la que votan los católicos o los ciudadanos que adhieren a otras religiones en sus respectivos estratos sociales.
- Los partidos evangélicos tuvieron porcentajes de votos mucho menores que el porcentaje de población evangélica en Perú (4% sobre 12%), en Chile (donde fracasaron tres partidos evangélicos en la elección de 2017), en Argentina en 1991 y en 2001 (donde la mayor parte de los evangélicos de los sectores populares vota al peronismo) o, por dar un ejemplo más, en Guatemala, donde los evangélicos conforman el 40% de la población y ya asumieron tres presidentes de esa religión, pero los partidos evangélicos que apelan a la movilización política de los creyentes no logran mayores éxitos (6% sobre 40%).
Sin embargo, tampoco debe ignorarse que distintos aspectos de la identidad evangélica o de su repertorio de acción simbólica fortalecieron, por ejemplo, la candidatura triunfante de Bolsonaro en Brasil. Pero incluso en ese caso, los evangélicos que se conciben como el rebaño de Dios no votan como un rebaño: en una campaña polarizada en la que los líderes de las denominaciones evangélicas más fuertes y de mayor extensión territorial impulsaron el voto a Bolsonaro por indicación de sus propias bases, las estadísticas posteriores a la elección mostraron que más de un tercio de los evangélicos votó contra las orientaciones «oficiales»,
¿El peso demográfico ayuda a la movilización evangélica? Algunos autores sostienen que las potencialidades de la movilización política evangélica tienen correlación con el peso demográfico de los pentecostales en los distintos países: en aquellos países donde los pentecostales, junto con el resto de los evangélicos, superan el 30% de la población, es más probable que sean capaces de promover una alternativa política basada en la identidad evangélica, mientras que en los países donde permanecen por debajo de 25%, tienden a participar dentro del proyecto de otros partidos políticos y a conformar una representación coordinada de los intereses comunes de todos los evangélicos en niveles parlamentarios y en amplias movilizaciones sociales,
La hipótesis no es del todo desatinada, pero tampoco es plenamente discriminante: debe considerarse que en los países de mayor porcentaje de evangélicos hay casos como el de Guatemala, donde la religión evangélica parece influir en la cultura política sin que haya voto confesional, pero que en casos como los de El Salvador o Nicaragua la influencia y la movilización evangélica no son notorias.
En Costa Rica y Brasil, por su parte, los porcentajes de población evangélica son relativamente menores que los de los países antes citados y, sin embargo, la fuerza política y electoral de los evangélicos lleva a que un partido de esta corriente (Restauración Nacional) sea el principal desafiante de los partidos tradicionales (Costa Rica), o a que aquellos sean parte del bloque electoral triunfante a través de partidos que no representan a todas las denominaciones evangélicas pero que cuentan con la movilización de algunas de las que cuentan con más reconocimiento, recursos económicos y despliegue territorial (Brasil).
La erosión de las identidades políticas tradicionales y la «agenda de género». La factibilidad de la formulación y el éxito de una alternativa política evangélica pueden contener algo del factor «peso demográfico», pero seguro dependen de la concurrencia de otras dos circunstancias.
- Una de las situaciones que permiten la emergencia de fuerzas políticas que apelan a la identidad evangélica es la erosión de las alternativas políticas tradicionales, especialmente si este hecho se da en el marco de crisis políticas generadas por causas de corrupción.
- En esos casos, la estructura de atribuciones simbólicas que otorga a las religiones una especie de honestidad a priori funge como garantía o, al menos, como lavado de cara de fuerzas políticas que necesitan recursos extraordinarios de legitimación.
Como esto ocurre también en el contexto de transformaciones sociales que alteran principios tradicionales de identificación (la localidad, el trabajo, el catolicismo), lo evangélico contribuye a solidificar nuevos principios de agregación. Este podría ser tanto el caso de Brasil como el de Costa Rica o, más atrás en el tiempo, el de la identificación de Fujimori con los evangélicos a inicios de los años 90.
Hay otra circunstancia que contribuye de forma indudable y decisiva al surgimiento, crecimiento y fortalecimiento de los proyectos políticos evangélicos: el avance concreto y la diseminación de la agenda de derechos de género y diversidad de las últimas décadas en América Latina ha generado una reacción que ni analistas ni actores lograron prever y, mucho menos, contener.
En la medida en que estas transformaciones fueron avanzando, muchas veces más rápidamente de lo que nunca se hubiera imaginado en el Estado y en los partidos políticos, incluso en los de centro y los de izquierda, se incubaron, en otros espacios de la sociedad y a espaldas del sentimiento de progreso indefinido que asistía a los grupos reformadores, un murmullo y una contrariedad subterráneos capitalizados en gran medida por los evangélicos.
- En primer lugar, porque son los que estaban más cerca física e ideológicamente respecto de esa reacción.
- En segundo lugar, porque el catolicismo estaba impedido de hacerlo con coherencia y legitimidad, dada la combinación de su heterogeneidad interna con la ilegitimidad que asiste para intervenir en este tema a una jerarquía sumida en el oprobio por los casos de pedofilia.
Así, el despliegue de la agenda de derechos de género y diversidad generó una dinámica en la que los evangélicos pudieron ser catalizadores y representantes de una reacción que sumó potencia a sus proyectos políticos. Ese es el punto a partir del cual los evangélicos dejaron de ser pragmáticos y se orientaron sistemáticamente hacia la derecha.
La composición de la reacción catalizada por los evangélicos permite entender mejor en qué sentido están siendo un factor dinámico de las fuerzas de la derecha: más allá del aumento de la propensión evangélica a votar por la derecha o de la derechización de sus candidatos y propuestas, es cierto que, como no hay un voto confesional, los evangélicos no solo votan a la derecha cuando sus líderes lo promueven.
Ahí puede discernirse específicamente la operatividad evangélica en la derechización contemporánea: no solo representan la reacción contra la agenda de género y diversidad de sus propias bases denominacionales, sino que su propio crecimiento conforma el ambiente político-ideológico donde se gesta la densidad de las resistencias a esa agenda emancipadora.
El pentecostalismo influye de forma mucho más sólida a través de la transformación cultural que implica su crecimiento que del direccionamiento de los votos de los creyentes. No está de más decir que todo esto ocurre en un marco más amplio y complejo: el giro hacia la derecha o la permanencia de la derecha en distintos países latinoamericanos obedecen a muchas otras causas.
Algunas, como la percepción de un inestable clima de movilización y o de violencia, así como de corrupción, fortalecen la necesidad de una referencia cristiana que los evangélicos disputan y logran muchas veces encarnar mejor que nadie. Otras, como el estancamiento económico o la desigualdad, pueden ser interpretadas en lógica evangélica y así dinamizar cambios en el comportamiento político.
Reflexión final Los evangélicos constituyen desde hace más de 30 años una fuente inagotable de enigmas, pánicos y pontificaciones por parte de analistas, políticos y todo tipo de actores/espectadores de la política contemporánea. Por una parte, esto se debe a que el ánimo de las izquierdas y los progresismos latinoamericanos teje en su reacción dos hilos no siempre afines: al tradicional temor a la religión en tanto poder oscuro y alienante se suma, en la formación de una santa alianza de nuevo tipo, la presunción traficada por el catolicismo acerca del carácter «foráneo» que asiste a todos los protestantismos.
Todo esto ayudó a forjar una serie de reacciones que fueron desde la afirmación a priori de lo que significaba la expansión de estos movimientos, notable ya desde la mitad del siglo pasado, hasta el desprecio por cualquier aproximación cognitiva o política que no fuese militantemente contraria.
En general, con importantísimas y notables excepciones, se ha permanecido frente al fenómeno entre la condena y el desconocimiento condenatorio, de manera tal que hoy el despertar de ese sueño reactivo obliga a confrontarse con una realidad que es compleja, desafiante y ahora sí amenazante, aunque plena de contingencias que todavía deben explorarse y explotarse en esfuerzos de interpelación política que, como siempre y más que nunca, exigirán hacer de tripas corazón.
Pero, por otra parte, esto también se debe a un mecanicismo simétrico inverso. Si las izquierdas y el catolicismo veían en la expansión evangélica una invasión imperial, algunos analistas estadounidenses veían con optimismo la implantación de unas semillas que harían de América Latina, estereotipada como un Macondo generalizado, un espacio de racionalidad, individuación y acumulación virtuosa, como si los pentecostalismos, la fuerza demográficamente más importante de esa expansión, estuviesen constituidos por clones de los peregrinos del Mayflower y como si la América Latina del siglo xx constituyera lo que desde esa imaginación histórica se concibe como una tabula rasa,
En el fondo, el caso de la expansión evangélica es revelador de la precariedad de una certeza que debemos cuestionar: la secularización difícilmente funcione como la interposición de un muro capaz de anular más o menos perfectamente los intercambios entre el mundo de la religión y la política. Lo que sucede más bien es que la moderna capacidad de comprender la contingencia radical del mundo histórico social debe aplicarse al caso de las religiones para entender que la modernidad, lejos de significar el fin de las religiones, es un mecanismo que, al mismo tiempo que instituye separadamente el dominio de la religión, articula transformaciones, porosidades e intercambios que hacen que las religiones estén en constante cambio y siempre «retornando».
: ¿Quiénes son? ¿Por qué crecen? ¿En qué creen? Pentecostalismo y política en América Latina | Nueva Sociedad
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¿Cuáles son las fiestas que se deben celebrar según la Biblia?
(D-3) Los días santos del antiguo Israel – Aunque los antiguos israelitas tenían muchos días del año apartados para festividades o ayuno y oración, cuatro, además de los días de reposo, eran de particular importancia: la fiesta de la Pascua, la de Pentecostés, el Día de la Expiación y la fiesta de los Tabernáculos.
- Las fiestas de Pascua, Pentecostés y de los Tabernáculos eran festividades que se celebraban con júbilo y que tenían su origen en acontecimientos históricos o en el ciclo de la cosecha.
- El Día de la Expiación era un período de contrición y arrepentimiento nacional.
- El Señor estableció días santos para Israel.
En ellos todo varón israelita tenía el mandamiento de mostrarse “delante de Jehová tu Dios” (o sea, asistir al tabernáculo, o, más adelante, al templo) como símbolo de su alianza con su Hacedor (Deuteronomio 16:16; véase también Levítico 16:29-34). De esta forma Israel recibió anualmente cuatro oportunidades de hacer una pausa y reflexionar en cuanto a las bendiciones de Dios.
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¿Qué tipo de religión es la religión?
La religión es un conjunto de sistemas culturales, de creencias y visiones del mundo que relaciona la humanidad a la espiritualidad y, a veces, a los valores morales. ¿ Qué son la religión y las creencias?
Tradicional africana: | 100 millones |
---|---|
Cristianismo: | 2,1 mil millones |
Hinduismo: | 900 millones |
Islam: | 1,5 mil millones |
¿Cómo se llama la Iglesia que se parece a la catolica?
La Iglesia ortodoxa comparte la mayoría de creencias y ritos con la Iglesia Católica.
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