¿Qué son la religión y las creencias? – La creencia es el estado de la mente cuando consideramos que algo es verdadero, aunque no estemos 100% seguros o seamos capaces de demostrarlo. Todo el mundo tiene creencias acerca de la vida y el mundo. Las que se apoyan mutuamente pueden formar sistemas de creencias, que pueden ser religiosos, filosóficos o ideológicos.
Las religiones son sistemas de creencias que relacionan la humanidad y la espiritualidad. La siguiente definición de Wikipedia ofrece una buena visión general de los muchos aspectos de la religión: La religión es un conjunto de sistemas culturales, de creencias y visiones del mundo que relaciona la humanidad a la espiritualidad y, a veces, a los valores morales.
Muchas religiones tienen narrativas, símbolos, tradiciones e historias sagradas que están destinadas a dar sentido a la vida o para explicar el origen de la vida o el universo. Tienden a derivar la moral, la ética, las leyes religiosas o un estilo de vida a partir de sus ideas sobre el cosmos y la naturaleza humana.
Muchas religiones han organizado los comportamientos, el clero, la definición de lo que constituye adhesión o pertenencia, las congregaciones de laicos, la celebración de reuniones periódicas o de los servicios para el culto a una deidad o para la oración, los santos lugares (ya sean naturales o arquitectónicos) y/o las escrituras.
La práctica de una religión puede también incluir sermones, la celebración de actividades de un dios o dioses, sacrificios, festivales, fiestas, trances, investigaciones, servicios funerarios, servicios matrimoniales, la meditación, la música, el arte, la danza, el servicio público u otros aspectos de la cultura humana.
Sin embargo, hay algunos ejemplos de religiones en las que algunos o muchos de estos aspectos de la estructura, las creencias o las prácticas están ausentes,1 Las creencias en la dimensión espiritual de la vida han existido desde tiempo inmemorial. Muchas sociedades humanas nos han dejado pruebas históricas de sus sistemas de creencias, ya sea la adoración del sol, de los dioses y diosas, del conocimiento del bien y del mal o de lo sagrado.
Stonehenge, los Budas de Bamiyan, la Catedral de La Almudena en Madrid, Uluru en Alice Springs, los Jardines Bahá‘í de Haifa, Fujiyama, la montaña sagrada de Japón, Kaaba en Arabia Saudita o el Templo de Oro de Amritsar son todos testimonio de la experiencia humana de la espiritualidad, que puede ser una realidad objetiva o una consecuencia de la aspiración humana a una explicación del sentido de la vida y de nuestro papel en el mundo.
- En el sentido más simple, la religión se describe como “la relación de los seres humanos con lo que ellos consideran como santo, sagrado, espiritual o divino” 2 normalmente está acompañada de un conjunto de prácticas que fomentan una comunidad de personas que comparten la misma fe.
- Como ya se ha indicado anteriormente, la fe es un término más amplio y también incluye 3 “compromisos que niegan una dimensión de la existencia más allá de este mundo”.
Las religiones y otros sistemas de creencias de nuestro medio tienen una influencia sobre nuestra identidad, independientemente de si nos consideramos religiosos o espirituales o no. Al mismo tiempo, otras partes de nuestra identidad, nuestra historia, nuestra aproximación a otras religiones y a grupos considerados “diferentes” influyen en la interpretación que hagamos de la religión o de un sistema de creencias.
- Pregunta: ¿Qué religiones se practican en tu país? Las religiones y las estructuras sociales y culturales han jugado un papel importante en la historia de la humanidad.
- Como las estructuras mentales, influyen en la manera de percibir el mundo que nos rodea y los valores que aceptamos o rechazamos.
- Como las estructuras sociales, proporcionan una red de apoyo y un sentido de pertenencia.
En muchos casos, las religiones se han convertido en la base de las estructuras de poder y se han entrelazado con ellas. La historia remota y reciente está llena de ejemplos de estados “teocráticos”, ya sean cristianos, hindúes, musulmanes, judíos o de otra índole.
La separación entre el estado y la religión es todavía reciente y solo en parte: hay religiones oficiales de estado en Europa y de hecho religiones de estado. En la mayoría de los casos esto no plantea un problema particular en la medida en que se atempera por los valores de la tolerancia. Las estadísticas de los seguidores de religiones o creencias nunca pueden ser muy precisas, considerando el carácter dinámico de este patrón, así como el hecho de que muchas personas entre nosotros viven en contextos donde no gozan de la libertad de religión y de convicciones.
Las estadísticas que figuran a continuación son, por lo tanto, un simple intento de ejemplificar la diversidad del panorama mundial. Las cifras indican el número estimado de los adeptos de las religiones más importantes 4 :
Tradicional africana: | 100 millones |
Baha’i: | 7 millones |
Budismo: | 376 millones |
Cao Dai: | 4 millones |
Religión tradicional china: | 394 millones |
Cristianismo: | 2,1 mil millones |
Hinduismo: | 900 millones |
Islam: | 1,5 mil millones |
Jainismo: | 4,2 millones |
El Judaísmo: | 14 millones |
Neo-Paganism: | 1 millones |
Primal indígenas (tribales religiosas, étnicas, religiosas o animistas): | 300 millones |
Rastafari: | 600 mil |
Shinto: | 4 millones |
Sijismo: | 23 millones |
Espiritismo: | 15 millones |
Tenrikyo: | 2 millones |
Unitarian-Universalism: | 800 mil |
Zoroastrismo: | 2,6 millones |
El número de laicos, no religiosos, agnósticos y ateos se estima en 1,1 mil millones. Pregunta: ¿Qué religiones están ausentes de esta lista? En la región europea han existido desde hace mucho tiempo diferentes religiones y creencias. En algunos períodos históricos, Europa ha proporcionado refugio a grupos religiosos perseguidos y permitió florecer una gran diversidad de religiones y creencias.
En otras ocasiones, sin embargo, los países europeos han caído presos del fanatismo y se han envuelto en “guerras de religión”, como la Guerra de los Treinta Años de 1618-1648 que llevó a la matanza de un tercio de la población del continente. El uso indebido, o abuso, de argumentos religiosos ha dado lugar a la justificación de conflictos y guerras dolorosas, persecuciones y a la intolerancia.
Independientemente de cómo entendamos estos legados históricos, la amplia gama de religiones y creencias existentes en Europa han tenido y siguen teniendo un impacto en nuestras sociedades. De esta manera, la religión y las creencias son factores importantes a considerar en relación con los jóvenes y con el trabajo juvenil porque, directa o indirectamente, tienen un impacto en su identidad y sentido de pertenencia.
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Contents
¿Cuál es la importancia de la religión en la vida?
Las religiones constituyen una de las referencias culturales más importantes de la humanidad y una fuente de sabiduría. En ellas se encuentran depositadas algunas de las grandes preguntas sobre el origen y futuro del universo, el destino de la historia y el sentido o sin- sentido de la existencia humana.
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¿Cuáles son los beneficios de la religión?
¿Ser religioso nos ayuda a vivir mejor? Mujeres polacas, rezando en una iglesia de Glasgow (Escocia). GETTY La Semana Santa significa para muchos el momento del año para conectar con su fervor religioso y expresarlo en las calles en procesiones, cantando saetas o rezando en un silencio respetuoso junto al paso de la Virgen o el Cristo venerados.
- Para otros, es la ocasión para perderse en una playa, una zona rural, un museo o en las últimas nieves de la montaña, sufriendo los tormentos de su particular procesión vial.
- Las investigaciones recientes muestran un gran interés en el estudio de las diferencias entre personas religiosas y laicas.
- Se está valorando cuál es el funcionamiento cerebral de aquellos que meditan o rezan e identificando las áreas implicadas en la espiritualidad y la religiosidad.
Algunas de las preguntas a las que se quiere dar respuesta son: ¿es más fácil vivir para aquellos que viajan en esta vida aferrados a sus creencias religiosas? ¿Los que no tienen un dios al que rezar disponen de otros recursos psicológicos? ¿El cerebro nace religioso o se hace? Según la Psicología Positiva, las personas que poseen un sentido de trascendencia -viven en relación a algo más elevado que ellas mismas y se sienten impulsadas a cooperar con los demás- atesoran una mayor fortaleza a la hora de afrontar los retos y dar sentido a sus vidas.
Se asocia con cualidades como disfrute de la belleza, gratitud, esperanza, perdón, entusiasmo, espiritualidad y religiosidad. La espiritualidad es innata. El cerebro dispone de la estructura necesaria para que podemos creer en algo que nos trasciende. Los lóbulos parietales o el córtex prefrontal son las zonas que los científicos identifican con la espiritualidad.
Ser espiritual significa hacer referencia a un ejercicio de reflexión que fomenta la búsqueda de la verdad, el conocimiento de uno mismo, los actos justos y el desarrollo del propio potencial. Va unido a un mayor bienestar, menos enfermedades mentales, menos abuso de sustancias y más matrimonios estables, según el psicólogo G.E.
- Vaillant. Otros estudios evidencian que la meditación y la oración disminuyen el riesgo de problemas cardíacos y aumentan un 30% la telomerasa, enzima asociada a la longevidad de las células,
- La religiosidad se aprende.
- Tener fe significa disponer de un sistema de creencias que explica el mundo y proporciona seguridad.
Los creyentes, por esto, tienen menos probabilidades de abusar de las drogas, cometer crímenes, divorciarse o suicidarse, mejoran su salud física y viven más años. La religión predispone también a generar apoyo social. Ésta se localiza en los lóbulos temporales, las zonas del cerebro asociadas a la memoria, las emociones y los juicios racionales.
Emociones y razón se aúnan en la religión, lo que explica las respuestas tan intensas que ésta produce. La religión o la espiritualidad contribuyen a dar sentido a la vida, pero también, en nombre de las creencias se cometen grandes desatinos que producen dolor a uno mismo y a los demás. Hay momentos de la vida en los que la religiosidad se resiente, como en la adolescencia o en la juventud.
A su vez, aumenta en la madurez, donde buscamos la serenidad que produce saber que no estamos solos ante los desafíos de la vida, así como, ante la muerte cuando se acerca la vejez. La capacidad de disfrutar de las pequeñas cosas que la vida nos ofrece y desarrollar la compasión nos ayuda a conectar con el prójimo como compañeros de camino.
- Al final, sea cual sea el camino que elijas para tu felicidad, éste te llevará siempre hacia otra persona.
- Al cerebro le gustan los rituales.
- Repetir algo una y otra vez, como cuando rezamos o recitamos mantras, consigue que nuestra mente se calme, el cuerpo se relaje y se activen nuevas vías neuronales.
Los actos religiosos que propicia la Semana Santa y la Pascua tienen que ver, a nivel psicológico, con el sentimiento de cambio y renovación. Se conecta con la compasión representada en el dolor, el sufrimiento y la muerte de Jesús. La compasión humana se define como un proceso muy específico en cuatro partes: 1.
- Darse cuenta de que el sufrimiento está presente en nuestra vida como en la de los demás.2.
- Que este sufrimiento tenga sentido de una manera que contribuya al deseo de aliviarlo.3.
- Sentir preocupación empática por las personas que sufren al saber que el otro es un igual.4.
- Hacer algo para aliviar el sufrimiento y no quedarse con las manos cruzadas.
Isabel Serrano-Rosa es psicóloga y directora de : ¿Ser religioso nos ayuda a vivir mejor?
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¿Por qué se da la religión?
¿Qué es la religión? 9 de marzo de 2016 A través de ritos, sacrificios, ceremonias y oraciones, la gente intenta establecer contacto con una fuerza superior. Actúan así para obtener protección, pero también inducidos por el miedo. ¿Qué es la religión? La religión es el resultado del esfuerzo del ser humano por contactar con el “el más allá”.
- La experiencia religiosa proporciona explicaciones globales e interpretaciones acerca del mundo.
- Las religiones tradicionales se basan en un intensa ceremonia de intercambio de los vivos con sus ancestros y a su vez con el mundo espiritual que les rodea.
- La gran mayoría de religiones creen que el mundo y la humanidad fueron creados por una fuerza o ser superior.
En las religiones monoteístas (religiones que creen en un solo ente creador), dios está considerado por unanimidad como el padre, consejero y preservador del mundo. Dentro de las politeístas (religiones que creen en más de una deidad), hay habitualmente un dios responsable de la creación.
- Las interpretaciones simbólicas y literarias que se le pueden dar a las historias acerca de la creación han sido motivo de disputa entre los seguidores religiosos.
- Sin embargo todos rechazan la idea de que el origen de la vida fue una “mera coincidencia”.
- La experiencia básica y fundamental de todas las religiones es la “transcendencia” del mundo material al espiritual.
El concepto de un mundo en el “más allá” es percibir en unas bases personales y con relación a un dios/es. La existencia del mundo y del ser humano se plantea como parte de un plan con un propósito. Sentimiento religioso y culto El sentimiento religioso es conflictivo: un ser divino crea y controla el mundo, por lo tanto el individuo gana una sensación de confort a través de la veneración.
- Sin embargo, los devotos también se sienten “atemorizados” por este ser omnipotente y posiblemente omnisciente.
- La idea del ser todopoderoso, ejercer una presión Orwelliana sobre los devotos, ejerciendo de esta forma un súper control que de otra forma sería imposible conseguir.
- Los sacrificios, oraciones y festivales de culto sirven para que la gente se sienta más cercana de este poder divino y sentirse más protegidos y guiados.
En muchas religiones, dios o divino poder, es considerado la principal guía para la conducta ética. Por lo tanto los sagrados mandamientos y prohibiciones van dirigidos a cada uno de los individuos de la Tierra. Comunidad de creyentes Un aspecto importante en todas las religiones es la práctica en común de la religión.
- Por supuesto que existen modos privados para rezar, pero la práctica suele ser en conjunto.
- Por lo general las ceremonias de culto conllevan canciones, oraciones, danzas y rituales que garantiza la solidaridad entre los creyentes así como también la sensación del individuo de pertenecer a un grupo.
- Una gran parte de las comunidades de la antigüedad nacieron gracias al nexo que se creaba en torno al culto o veneración a las mismas deidades.
: ¿Qué es la religión?
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¿Qué es religión y cuál es su proposito?
La religión es un conjunto de creencias y costumbres fundamentadas en la divinidad con la capacidad de regir la vida de las personas que la siguen. Una religión, a través de su texto sagrado, establece sus principios morales y decide qué está bien, qué está mal y qué objetivos persigue.
La religión es uno de los pilares más importantes en el desarrollo de la cultura de un país. Aquellos países que comparten la misma tradición confesional son muy parecidos en sus costumbres. En cambio, en aquellos en las que se han desarrollado otro tipo de religiones, su cultura, creencias y costumbres son muy diferentes, a pesar de que la globalización cultural ayuda a homogenizar muchos aspectos de nuestras vidas.
Las creencias religiosas tienen tal impacto en la cultura de una sociedad que, hasta en los países que teniendo la misma religión ha imperado una rama diferente, ya se notan las diferencias en ella. Por ejemplo, el protestantismo y el catolicismo, ambas provienen del cristianismo, pero una diferencia sustancial que marca la vida de sus seguidores es su comportamiento ante la riqueza y el trabajo,
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¿Cómo se le llama a las personas que creen en un solo Dios?
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Artículo principal: Teísmo
Abracismo (ver universalismo): Rama del Teísmo que se basa en que la divinidad única se manifestó por medio de todas las religiones para salvar a todo el género humano, sin excluir a ninguna persona. El Abracismo tiene su origen en las enseñanzas de Sebastián Camacho Bentancur, arzobispo patriarca de una de las ramas del veterocatolicismo. En resumen podemos simplificar esta corriente filosófica y teológica, no denominacional, como la creencia en Un Dios que abraza con su amor incondicional en la diversidad, venciendo el mal con éste amor. Deísmo : Creencia en un Dios más trascendente que el universo, que no está involucrado activamente, sino solo a través de las leyes naturales. El Deísmo no cree en ningún libro sagrado o milagros, sino que postula que el mejor camino para llegar a Dios es la razón y la naturaleza propia. Disteísmo (ver malteísmo) : Creencia de que Dios existe, pero no es completamente bueno y que es posiblemente malo. Normalmente se usa en referencia a Dios, la divinidad omnipotente de las creencias monoteístas. De hecho, la moral absoluta del bien y el mal ha sido siempre un paralelo constante dentro del monoteísmo. Henoteísmo : Creencia y adoración centrada en un solo Dios, pero acepta la existencia de otros dioses. Humanismo : Acepta la existencia de varios dioses, pero ninguno creador u omnipotente, sino que cada dios es el alma de la persona después de su muerte. Impateísmo : Creencia en la existencia de un solo Dios creador pero no es importante para la salvación de la persona ya que según ellos la persona se salva según su conciencia, es un dios únicamente creador pero no intercesor.
Katenoteísmo : Concepto que propone la presencia de diversos Dioses, pero que solo se debe honrar a un Dios a la vez. Psiloteismo : Creencia basada en dioses buenos y dioses malos. Consiste en darle culto a quien gane la guerra, ya sean los boros (dioses buenos) o los malníficatos (dioses malos). Malnismo : Acepta la existencia de un dios bueno y uno malo, este teísmo se dedica a darle culto al dios malo (no debe confundirse con el malteísmo). Malteísmo : Concepto filosófico-religioso que propone un Dios cruel y malvado. Por consiguiente, los argumentos en contra de Dios por la maldad en el mundo no lo afectarían. Monoteísmo : Creencia en la existencia de un único Dios creador y benevolente, padre de su creación. De esta rama se desprenden las religiones más convencionales en occidente, como el Cristianismo, el Islam o el Judaísmo. Por lo general este sistema de religión está asociado a libros sagrados y son llamadas “Religiones Reveladas” ya que fueron mostradas a los creyentes a través de profetas, Mesías, etc. Pananimismo : toda la realidad es vida, el universo es una totalidad viviente. Todo ser posee un alma, todos los seres reflejan el universo y son dignos de respeto. Pandeísmo : Rama del deísmo que postula que Dios no sería trascendente al universo, sino que el universo y Dios serían uno solo, o sea, Dios sería inmanente a todo al crear el Universo y luego fundirse en el Universo. Panendeísmo : Desprendida del pandeísmo propone un Dios creador, y un universo como parte de este Dios, pero no como la totalidad de Dios (concepto similar al panenteísmo). Panenteísmo : Concepto filosófico y teológico similar al panendeísmo y diferente del panteísmo y el pandeísmo, al postular que Dios es inmanente y trascendente al Universo. Dios es inmanente al universo pero no se limita a él, diferenciándose del panteísmo que afirma que Dios y Universo son lo mismo, y Dios trasciende sobre el Universo, diferenciándose del pandeísmo que afirma que Dios deja de ser trascendente cuando crea el universo y se funde en él. Panteísmo : Concepto religioso que propone que todo lo que está en la naturaleza es una manifestación de Dios. En otras palabras, el universo sería Dios, siendo el universo, la naturaleza y Dios, conceptos equivalentes de un mismo ser. Se presupone que Dios es consciente y que su omnipresencia se asegura de esa manera. Politeísmo : Creencia que postula la existencia de dos o más dioses organizados jerárquicamente o en un panteón. Se suele asociar esta religión a civilizaciones antiguas (como la Maya, Egipcia, etc.) Poluniteismo : Este deísmo afirma la existencia de los dioses de la mitología griega y la existencia de un Dios quien es Dios de los dioses. Solinismo o Naturalismo : Creencia basada en que la naturaleza es dios, la naturaleza es omnipotente y si se le reza, la naturaleza escucha las peticiones. Se le suele asociar con el dios naturaleza (no es diosa). Transteísmo : Creencia en los dioses, pero no acepta la existencia de un Dios creador, sino que los dioses inmateriales serían personas que trascendieron su existencia material, es decir, la divinidad sería la instancia espiritual más alta. Por lo cual esta creencias trasciende al teísmo y al ateísmo. Uniteísmo : Acepta la existencia de un dios en cada familia, cada familia tiene su propio dios y no todo el mundo. Universalismo : Esta rama propone que todas las religiones son parte de un todo más grande llamado Dios, en otras palabras no hay una religión que sea la verdadera sino que la suma de todas las religiones es Dios. Esto no significa decir que todo es parte de Dios (como el panteísmo) sino que simplemente todas las religiones apuntan al mismo Dios de distintas maneras.
¿Cómo se llama quien no cree en lo que cree la Iglesia?
Un agnóstico piensa que es imposible conocer la verdad en asuntos como Dios o la vida próxima en las que el cristianismo y otras religiones están preocupados.
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¿Cuál es la importancia de la religión catolica en la actualidad?
Historia. Movimientos sociales y expresiones religiosas La Iglesia católica en el espacio público: un proceso de continua adecuación Mariana Guadalupe Molina Fuentes * * Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, México, Artículo recibido el 20-10-11 Artículo aceptado el 04-09-12 Resumen A lo largo de la historia de nuestro país, la Iglesia católica ha tenido una influencia innegable en la configuración del sistema político y de la cohesión social.
La presencia de la estructura eclesiástica ha permanecido a pesar del triunfo del liberalismo en el siglo XIX y de otros procesos que amenazaron con reducir su campo de acción. En este artículo se propone que la adecuación de la Iglesia va acompañada por la permanencia de sus valores tradicionales, una cualidad que deriva de su composición dual y que asegura su reproducción como agente en el espacio sociopolítico a pesar de las múltiples transformaciones del entorno en el que se desenvuelve.
Palabras clave: Iglesia católica, orden sociopolítico, orden temporal, estrategias de reproducción, México contemporáneo. Abstract Mexican history is an evidence of the undeniable influence of the Catholic Church through the formation of the political system and the creation of social cohesion.
The presence of the ecclesiastical structure has remained in spite of the Liberal victory in the 19th century and other processes that threatened its action scope. In this article, it is proposed that the Church adequacy is accompanied by the permanence of its traditional values, a quality that emerges from its dual composition and ensures its reproduction as an agent in the sociopolitical space, despite the multiple changes on the environment in which it develops.
Key words: Catholic church, sociopolitical system, temporary order, organizational reproduction strategies, contemporary Mexico. INTRODUCCIÓN Un breve vistazo a la historia de nuestro país es suficiente para comprobar que la Iglesia católica ha sido, desde siempre, la institución religiosa más influyente en todos los ámbitos de la vida cotidiana.
Más allá de la sacralidad que la rodea, la Iglesia gozó de una presencia prácticamente total en la sociedad y de una relación privilegiada con el poder civil en México cuando menos hasta el gobierno de Benito Juárez. La separación entre el Estado y las iglesias se estableció oficialmente en la Constitución de 1857.1 A partir de entonces, la relación entre la institución eclesiástica católica y el gobierno civil varió dependiendo de las convicciones particulares de quien se encontrara en el poder.
A más de cien años de las Leyes de Reforma, la relación entre el Estado y las iglesias continúa enarbolándose como un tema de discusión central en México. Pero la persistencia del debate no se debe a una simple falta de severidad por parte de las autoridades civiles, sino a los atributos que hacen de la Iglesia católica un interlocutor ineludible.
El objetivo en este texto consiste en probar que la Iglesia católica ha sido un agente, y no un receptor pasivo, en la configuración de sus vínculos con el Estado laico en México. Para ello, este artículo se divide en tres partes: en la primera se explica a grandes rasgos la lógica que subyace en el presente análisis; en la segunda se hace uso de la historia para comprender el papel que la Iglesia católica ha desempeñado en nuestro país y las estrategias que ha desarrollado para mantener su posición; y, por último, se esboza la situación actual de su relación con el poder civil a partir de las reformas constitucionales salinistas y de la readecuación de la Iglesia al espacio público.
IGLESIA CATÓLICA: CÓMO COMPRENDER EL PAPEL DE LA ESPOSA DE CRISTO EN EL ORDEN TEMPORAL MEXICANO La Iglesia católica es una institución religiosa jerárquica de alcance universal. Como tal, tiene una profunda influencia en procesos de carácter político, social y cultural que ocurren desde el espacio internacional hasta las pequeñas localidades.
Esta presencia tiene efectos que pueden apreciarse en dos órdenes distintos: el espiritual y el temporal.2 La premisa anterior conduce a una interrogante que resulta imprescindible para comprender las acciones de la institución eclesiástica: ¿cómo se construye su relación con el entorno? No cabe duda de que esta pregunta ha sido formulada en más de una ocasión por los científicos sociales, que han buscado responderla a partir de perspectivas muy diversas.
En este artículo se sugiere que para el caso específico del México contemporáneo dichas aportaciones pueden clasificarse en tres categorías: a) Estudios de base racionalista, en los que la Iglesia se concibe como un actor que se conduce conforme a una racionalidad propia; 3 b) Estudios en los que la institución se considera pasiva, entendiéndose más bien como una reproducción del acontecer en el sistema político y en el sistema social; 4 y c) Estudios institucionalistas, en los que se propone que dichos sistemas influyen notoriamente en la racionalidad de la Iglesia, y por lo tanto en su forma de conducirse frente a ambos.5 El presente análisis se ubica en la tercera categoría.
- Desde esta perspectiva el ambiente influye notoriamente en la Iglesia Católica, puesto que le obliga a adecuarse a las condiciones del entorno y de la época en las que se inserta.
- Sin embargo, ésta se concibe también como una institución con objetivos claros en torno a su supervivencia y a su reproducción.
Así, en este artículo se plantea que la Iglesia posee dos facetas: una reactiva, que surge frente a los estímulos externos; y la otra proactiva, que resulta de las acciones planeadas y controladas por sus miembros para producir un efecto determinado.
De aquí deriva que la Iglesia puede pensarse como una institución influida por su entorno político y social, que sin embargo mantiene objetivos claros y actúa conforme a su propia racionalidad.6 Pero si se acepta esta premisa, todavía cabe cuestionar cómo se construye y cómo se manifiesta esa racionalidad.
Por su carácter religioso, las acciones de la institución eclesiástica parecen combinar criterios puramente instrumentales con principios que derivan de la sacralidad. Esto la convierte en un objeto de estudio difícilmente aprehensible por las ciencias sociales.
- Para resolver la aparente contradicción entre lo racional y lo sacro, aquí se sugiere entender a la Iglesia católica como un actor que posee una naturaleza dual: 1.
- Por un lado, ésta se define a sí misma como el cuerpo y como la esposa de Cristo, y en ese sentido se asume como un elemento indispensable para difundir la palabra de Dios y la fe que de ella emana.7 La misión de la Iglesia es salvífica, por lo tanto se inscribe en el orden espiritual.2.
A ello se suma una dimensión institucional, ligada con sus acciones en el orden temporal. En su calidad de institución, la Iglesia mantiene una estructura interna cuyos miembros asumen roles diferenciados e interdependientes, todos ellos definidos a partir de normas que regulan su eficacia y vinculados en virtud de su contribución a los objetivos de la institución eclesiástica.8 Como se ha indicado, en este texto se sostiene que el objetivo primordial de la Iglesia católica consiste en asegurar su reproducción.
Pero el afán por reproducirse no debe entenderse como una mera estrategia de supervivencia, sino como una vía para mantener su posición privilegiada. Para ello, la institución procura mantenerse activa en dos planos del orden temporal: a) En el tejido social, la Iglesia pugna por su reconocimiento como una autoridad moral orientada a promover valores que conducen a un orden más adecuado para el ser humano, así como por extender sus bases de apoyo.
b) En el sistema político procura una incidencia indirecta en la esfera pública, en la que los laicos 9 desempeñan un papel fundamental. La perspectiva de análisis aquí expuesta permite estudiar a la Iglesia como una institución con objetivos claros y con un poder difícilmente equiparable al de sus interlocutores, en la medida en que ésta difunde una doctrina religiosa y moral de la cual se desprenden las creencias y las actitudes de sus miembros.
Debe reconocerse, sin embargo, que dicho enfoque pone énfasis en aspectos de carácter estructural y por lo tanto no permite enfocarse en los sujetos o en los significados que éstos le otorgan a los procesos aquí descritos. No se detiene tampoco en descripciones exhaustivas que reflejen la riqueza histórica de los acontecimientos que marcaron esos procesos.
La propuesta se orienta más bien a explicar el desarrollo de una serie de transformaciones “desde arriba”; es decir, desde los estratos más altos de la jerarquía, que influyeron en el comportamiento de sus miembros no como individuos, sino como parte de la propia estructura institucional.
A partir de las aclaraciones anteriores puede deducirse que lo que aquí se pretende no es discutir los fundamentos teológicos de la misión eclesiástica ni la forma en la que los católicos experimentan su fe, sino el modo en el que el autodenominado cuerpo de Cristo se desenvuelve en el orden temporal para satisfacer una misión que sin embargo emana del orden espiritual.
LA DIFÍCIL RELACIÓN ENTRE LA ESPOSA DE CRISTO Y EL PODER CIVIL EN MÉXICO A PARTIR DEL SIGLO XIX El catolicismo ejerció prácticamente un monopolio en el ámbito de las creencias en México desde su creación hasta la década de 1980, cuando otras doctrinas comenzaron a expandirse de forma acelerada especialmente en los estados fronterizos del norte y del sureste.10 Ese predominio estuvo sustentado además por una Iglesia profundamente activa, cuya importancia en las distintas etapas de desarrollo de nuestro país se ha explorado ya a través de la historiografía: la evangelización misionera fue un punto neurálgico de la conquista española sobre los pueblos prehispánicos, y durante el virreinato fungió como un lazo de unión entre los miembros de una sociedad diversa y difícilmente integrada.
- Posteriormente, la distinción de la Virgen de Guadalupe como patrona del movimiento insurgente y el esbozo de los primeros proyectos nacionales para el México independiente demostraron con claridad que no podía pensarse en un país en el que el catolicismo no estuviera presente.
- Estos ejemplos parecen significativos para ilustrar que el predominio de la Iglesia católica nunca se restringió al ámbito religioso.
De hecho, históricamente se ha traducido también en una serie de facultades para intervenir en diversas esferas del mundo temporal. El argumento es el siguiente: para satisfacer su misión divina, la Iglesia plantea un proyecto social congruente con los valores morales que emanan de su doctrina religiosa y que, cuando menos desde su perspectiva, constituyen una sociedad ideal en la que los hijos de Dios permanecen integrados y marchan hacia la salvación.
- De ello se deriva que las instituciones que sustentan el poder civil habrían de salvaguardar ese modelo social, en tanto que su responsabilidad consiste precisamente en asegurar el bienestar de los connacionales.
- Esta idea persistió, en mayor o menor medida, hasta el gobierno de Benito Juárez, de ideología liberal y abiertamente anticlerical.
Para consolidar el apoyo de los puros y de la clase empresarial, tan interesada en los bienes del clero, Juárez y su gabinete de puros optaron por consolidar la reforma y el 12 de julio de 1859 empezaron a promulgar las Leyes de Reforma: nacionalización de bienes del clero, separación de la Iglesia y el Estado, supresión de órdenes religiosas (cofradías, congregaciones y hermandades), matrimonio y registros civiles, secularización de cementerios y, finalmente, libertad de cultos.11 Con independencia de la posición que Josefina Zoraida sostiene respecto de dichas transformaciones, puede sustentarse que el gobierno juarista marcó un hito en la historia de México y que sentó las bases para el desarrollo del Estado moderno.
La separación entre las instituciones políticas y las religiosas limitó precisamente las facultades que la Iglesia católica (casi única en esa época) ejercía en el orden temporal. Así pues, el siglo XIX constituye el punto de partida para un proceso de laicización 12 del Estado, pero también para la secularización.13 Pero sería erróneo afirmar que ambos procesos han llegado a su fin.
La influencia de la institución eclesiástica sobrevivió al anticlericalismo de Constitución de 1857 y, después de los beneficios otorgados por el gobierno de Porfirio Díaz, a la persecución durante los primeros años del Estado revolucionario. Hasta entonces, no quedaba claro si debía renunciarse a lo que Emile Poulat denomina el integrismo católico; es decir, si los miembros de la estructura eclesiástica y sus partidarios habían de renunciar a su convicción de hacer compatibles las instituciones civiles con los valores de sus creencias religiosas.14 Los movimientos revolucionarios se habían gestado para crear un orden diferente al del porfiriato, y la Constitución de 1917 probó que en esa lógica la Iglesia católica ya no formaba parte del espacio público.
Para las autoridades civiles el establecimiento de un límite a la incidencia del cuerpo eclesiástico en asuntos públicos resultaba necesario; además, la restricción de las actividades religiosas a la esfera privada estaba suficientemente clara. Pero para los católicos esta distinción no sólo era aberrante sino incluso artificial, en tanto que la misión de la Iglesia consiste precisamente en promover un orden político y social acorde con su doctrina.
Esto puede probarse a través de la Guerra Cristera, en la que buena parte de los integristas católicos se enfrentaron a un gobierno que no permitía la injerencia de la Iglesia más allá de la esfera privada. La pugna se desarrolló por la vía armada, y duró alrededor de tres años.
Este movimiento puede pensarse como una reacción de la institución religiosa ante las políticas gubernamentales. Empero, la Iglesia no fue en ningún momento un receptor pasivo. A pesar de que no tenían la fuerza suficiente para derrocar al gobierno, era evidente que los guerrilleros cristeros tampoco serían fácilmente derrotados, por lo que su lucha provocaría una inestabilidad endémica.
Por ello el gobierno accedió a negociar con los jerarcas de la Iglesia católica: éstos acatarían la autoridad gubernamental y se abstendrían de actuar en política abiertamente, y aquél aceptó que no intentaría poner en vigor los elementos más jacobinos de la Constitución de 1917.15 La rebelión de los cristeros dejó en claro la fuerza de movilización de la estructura eclesiástica.
- Pero también demostró que ésta era insuficiente frente al poder estatal, que le puso un alto al conflicto a través del modus vivendi, un pacto que indudablemente le favorecía.
- La negociación con el Estado fue entonces la solución más viable a un conflicto que había cobrado ya muchas vidas.
- La jerarquía se pronunció en contra de los movimientos integristas recalcitrantes, sellando con ello el acuerdo.
Durante las siguientes décadas los espacios de acción de la Iglesia en el mundo temporal evolucionaron en uno y otro sentido, en virtud de la cambiante relación entre la institución y el poder civil. El gobierno de Lázaro Cárdenas, por ejemplo, impulsó una reforma educativa de corte socialista a la que la Iglesia se opuso.
Pero su vínculo con las autoridades civiles se modificó significativamente durante el sexenio de Ávila Camacho, quien hizo una declaración pública de su fe.16 Este hecho significó el reconocimiento de la Iglesia como un actor que habría de tomarse en cuenta para mantener el orden, en virtud de la influencia que conservaba en la sociedad mexicana.
En los siguientes sexenios el reconocimiento persistió, pero no se tradujo en un aumento de sus espacios de acción en el orden temporal. Tampoco puede decirse que los miembros de la jerarquía intentaran recuperarlos; el ambiente no les era favorable y no valía la pena arriesgarse.
Por este motivo la Iglesia asumió una postura más reactiva que proactiva. Esta situación comenzó a modificarse en la década de 1950, cuando la inestabilidad política y económica evidenció la imposibilidad de sostener el modelo de partido hegemónico. En la misma coyuntura, “el episcopado mexicano se dio cuenta de que era necesario lograr una separación ideológica más nítida de las tesis sociales revolucionarias para poder dar un nuevo impulso al proyecto social católico”.17 El discurso de la jerarquía se concentró entonces en los desequilibrios generados por la modernidad; la individualización extrema procedente del capitalismo y las pretensiones comunistas de eliminar la fe ocuparon buena parte de las manifestaciones episcopales, en las que se externaba la intención de la Iglesia por asumir una actitud proactiva.
La jerarquía mexicana modificó su modo de proceder de manera definitiva en virtud de un fenómeno que permeó a toda la institución: en la década de 1960 la Iglesia católica reconoció, a través del Concilio Vaticano II, la aparente irreversibilidad de un proceso de secularización que se extendía en todo el mundo.
Pero esto no significaba una renuncia a su participación en el espacio público, sino un cambio cualitativo en su estructura y en la forma de hacerse presente: Por esta razón, mientras la sociedad humana aparece profundamente cambiada, también la Iglesia católica se ofrece ante nuestros ojos muy transformada y revestida de una forma más perfecta, es decir, más fortalecida en su unidad social, intelectualmente más vigorosa con la ayuda de una doctrina más fecunda e interiormente purificada, de modo que en la actualidad parece completamente preparada para emprender los sagrados combates de la fe.18 El Concilio Vaticano II y su posterior adaptación al entorno latinoamericano a través del CELAM 19 llegaron en un momento en el que la efervescencia política y social en México resultaba evidente.
El modelo hegemónico ya no lograba satisfacer las necesidades de los connacionales, y atravesó por una crisis de ilegitimidad que la Iglesia católica aprovechó para recuperar sus espacios de injerencia en el orden temporal. La coyuntura del movimiento estudiantil de 1968 propició un vínculo mucho más cercano entre el régimen priísta y el ala tradicional de la Iglesia, que virtualmente suprimió a los grupos alineados con la teología de la liberación.20 Esta fue una forma de afianzar las posibilidades de negociación con las autoridades civiles, con las que se compartía una auténtica preocupación por el creciente avance de ideas socialistas entre grupos de jóvenes.
- Como afirma María Martha Pacheco, en esa época de efervescencia política ambos actores se unieron en contra de lo que consideraron no sólo una amenaza ideológica, sino un peligro para el orden social.
- En dicha coyuntura, la estructura eclesiástica volvió a mostrar una postura proactiva que se reflejó en su capacidad de movilización: La Iglesia católica lanzó una campaña anticomunista en la que tuvieron una actuación muy importante los movimientos laicos católicos.
Esta campaña tuvo un éxito considerable: se organizaron concentraciones masivas de repudio al comunismo, en el que los oradores se sucedían de forma ininterrumpida para hablar de los horrores de ese sistema; la leyenda “Cristianismo sí, comunismo no” inundaba las calles, las parroquias y las ventanas de casas y automóviles; se publicaron documentos al por mayor de repudio a la doctrina comunista.21 La campaña anticomunista de la jerarquía católica mexicana respondía a las directrices del Concilio Vaticano II.
- La Iglesia habría de adecuarse al mundo contemporáneo, asumiendo un papel mucho más activo en el orden temporal.
- Esa actividad tenía como base el propósito de contribuir en la creación de un orden congruente con los valores morales que derivan de las creencias católicas.
- La difusión de la ideología comunista es contraria a la de la Iglesia en tanto que niega la preponderancia de las doctrinas religiosas; además, mantiene una visión materialista radicalmente opuesta a la composición bipartita del mundo cristiano, en el que se aprecian una dimensión temporal y una espiritual.
La oposición al comunismo se desarrolló también en el seno de las autoridades civiles, como lo demostrarían los acontecimientos del 2 de octubre de 1968. Si bien Estado e Iglesia compartieron su repudio hacia dicha doctrina, esta última dejó en claro que su participación en el orden temporal no estaría determinada por aquél.
- La estructura eclesiástica adaptaba su discurso a las necesidades de la época, señalando incluso las fallas del sistema político: En toda sociedad democrática deberían existir mecanismos de diálogo.
- Muchas veces los conflictos son reveladores de su ausencia o de su mal funcionamiento.
- Pero aun cuando ya ha estallado el conflicto, todavía hay que creer en el diálogo, de lo contrario sólo queda la violencia.
La violencia es contra algo o contra alguien, no es camino del progreso hacia algo.22 No debe pensarse que estas palabras marcaron un alejamiento entre la Iglesia y las autoridades civiles. Su difusión fue relativamente escasa entre quienes no formaban parte del clero.
Además, a partir del siguiente sexenio el acercamiento entre ambos actores puede rastrearse con relativa facilidad: en 1974, el gobierno de Luis Echeverría Álvarez anunció la construcción de la nueva Basílica de Guadalupe, que requirió de la participación de Estado, Iglesia e iniciativa privada. En términos prácticos, para la institución religiosa la inclusión de los tres sectores significó la posibilidad de establecer una dinámica distinta en el orden temporal.
Cinco años más tarde, José López Portillo recibía al papa Juan Pablo II. Estaba claro que la cooperación se extendía más allá de la jerarquía mexicana. A diferencia de otras coyunturas históricas, esta vez la balanza de poder favorecía a la Iglesia. Su legitimidad permanecía incólume en comparación con la ya desgastada estructura gubernamental y política.23 La actitud de la Iglesia se tornó mucho más abierta en los sexenios posteriores, en los que la Conferencia del Episcopado Mexicano llegó incluso a afirmar que la corrupción era un pecado tan grave como el aborto y el robo.24 La Iglesia católica apelaba a los valores del catolicismo para tomar una postura frente al régimen que había imperado desde la década de 1920, y que desde entonces le había negado su participación como autoridad rectora fuera de la esfera privada.
- LA RECUPERACION DE ESPACIOS DE INFLUENDA.
- REFORMAS CONSTITUCIONALES, PLURALISMO RELIGIOSO Y ADECUACIÓN INSTITUCIONAL Desde su ascenso al poder, quedó claro que Carlos Salinas de Gortari estaba dispuesto a reconfigurar la relación entre la autoridad civil y la estructura eclesiástica.
- El año de 1990 marcó una diferencia notable respecto de otras administraciones que, aunque se habían acercado a la Iglesia, no lo habían hecho de forma oficial.
México estableció relaciones diplomáticas con el Vaticano, reconociendo con ello la importancia de la Santa Sede como actor internacional. Este hecho pudiera parecer menor en tanto que se trata únicamente de un acto formal. Sin embargo, debe señalarse que el reconocimiento a la figura de la Santa Sede implica también recibir a un representante ante el Estado.
- Girolamo Prigione fue el primero en asumir dicho cargo.25 Para efectos prácticos la presencia de un representante oficial del Vaticano en México significó la posibilidad de negociar a favor de la Iglesia católica, mayoritaria en el país aún hasta nuestros días.
- Tres años más tarde se introdujeron modificaciones a la Constitución que cambiaron por completo las posibilidades de acción de la Iglesia católica en el espacio público.26 Las transformaciones más significativas en este sentido son las siguientes: 1.
Se reconoció la personalidad jurídica de las asociaciones religiosas, y con ello su libertad interna. Esto implica que las autoridades civiles no tienen derecho de intervenir en los asuntos íntimos de las instituciones religiosas; la separación entre el Estado y las iglesias es, cuando menos en teoría, un hecho que beneficia la libertad de acción de ambas partes.2.
Se declaró la legalidad de las facultades de administración y de propiedad por parte de las asociaciones religiosas. Este punto resulta especialmente significativo si se considera que su personalidad jurídica había sido denegada por la propia Constitución. Con este cambio las iglesias adquieren derechos y responsabilidades, y por lo tanto están sujetas a la ley.3.
Se impulsó la apertura del sistema educativo, lo cual establecía la posibilidad de que las asociaciones religiosas incidieran como cualquier otro grupo social en la definición de sus contenidos. Sin duda, esta modificación es una de las más polémicas si se toma en cuenta que la Iglesia católica se había enfrentado en más de una ocasión a la autoridad civil, con motivo de los contenidos en los libros de texto gratuito.
La obligatoriedad de tales libros permea la formación básica de los mexicanos, y por lo tanto los temas que se incluyen en éstos resultan de especial interés para ambos actores.27 De lo anterior se deriva que las reformas constitucionales sentaron las bases para una reincorporación formal de la Iglesia católica a la vida pública.
Si bien los cambios significaron una mayor responsabilidad para la institución eclesiástica, los miembros de ésta se manifestaron a favor de una transformación que a fin de cuentas les otorgaba más facultades. Esto no significa, por supuesto, que la Iglesia pudiera insertarse en la vida pública sin modificar sus acciones.
Las condiciones sociales a las que ésta tendría que adaptarse eran muy distintas a las de las décadas anteriores. En efecto, durante los últimos años el sistema político ha experimentado cambios que cuando menos en el discurso favorecen la apertura democrática y el respeto a los derechos humanos. A ello se suman la inserción de México en el sistema económico mundial y el desarrollo de tecnologías que agilizan el intercambio de comunicación entre grupos.
La individualización, que en la década de 1960 parecía profunda, parece alcanzar niveles muy superiores en la actualidad. Todos estos cambios influyen en las estructuras sociales, que a los ojos de la Iglesia se encuentran cada vez más desintegradas. En este orden de ideas, la Iglesia católica asume una postura reactiva en el sentido de que responde a los estímulos generados en el exterior.
- Pero la institución no se mantiene estática; adopta también un papel proactivo a través del desarrollo de estrategias de reproducción que responden a sus necesidades en el nuevo contexto.
- En otras palabras, lo que aquí se propone es que en su calidad institucional la Iglesia pone en marcha acciones para adecuarse a la correlación de fuerzas que resulta de los cambios en el sistema político y en el propio sistema social.
Como bien apunta Roberto Blancarte: desde el momento en que los miembros de la Iglesia se percatan de la necesidad de abrir los espacios democráticos para poder aliviar las desigualdades económicas y las injusticias sociales que pretendían combatir, se inicia un proceso casi imperceptible en el que, a la par de las demandas de justicia social, se comienzan a introducir reivindicaciones de tipo puramente político.28 La estructura eclesiástica obtuvo un margen de acción mucho mayor desde que el desgaste del sistema político mexicano se evidenció; en la década de 1990, ese margen se amplió a consecuencia de las modificaciones a la Constitución.
Como un miembro más de la sociedad civil la Iglesia manifiesta sus exigencias en torno a una sociedad que habría de transformarse según sus ideales, pero también a un sistema político en el que la apertura democrática hace posible su participación. Las transformaciones en el proceder de la estructura eclesiástica no deben pensarse de ningún modo como una mera estrategia de supervivencia, y mucho menos como un abandono de sus convicciones o de sus creencias.
Si la Iglesia se adapta a las condiciones en las que se desenvuelve es precisamente porque la misión de difundir su doctrina así lo reclama. El México contemporáneo está inserto en procesos de secularización y de laicización que han sido aceptados por los miembros de la propia jerarquía.
Por este motivo, en el seno de la jerarquía católica el integrismo parece perder fuerza frente a un esquema de apertura en el que sin embargo permanecen los elementos básicos de la religión católica: la sociedad vista como una comunidad en la que se destacan los lazos solidarios, la familia como unidad social básica, y la continua referencia al carácter divino de la misión eclesiástica son ejemplos ilustrativos de esta afirmación.
Ya desde 1979, el CELAM declaraba que: El Concilio ha hecho presente cuál es la naturaleza y misión de la Iglesia. Y cómo se contribuye a su unidad profunda y a su permanente construcción por parte de quienes tienen a su cargo los ministerios de la comunidad, y han de contar con la colaboración de todo el Pueblo de Dios.29 Esto puede explicarse en virtud de la concepción que la Iglesia tiene sobre sí misma como la esposa de Cristo.
- El orden social que defiende es compatible con los valores que emanan de la moral católica.
- Así, es de esperarse que el modelo de sociedad ideal y el principio de unidad institucional sufran pocas transformaciones a pesar de los múltiples cambios que ocurren alrededor de la institución.
- Los valores católicos y el modelo social promovido por la estructura eclesiástica permanecen; lo que cambia son las formas de expresarlos y de difundirlos.
Siguiendo esta lógica, puede decirse que la permanencia de los valores católicos tradicionales como lazo de cohesión entre los feligreses (miembros o no de la estructura eclesiástica) sólo puede entenderse si se considera el replanteamiento de su papel en la sociedad actual: 1.
La incorporación de los derechos humanos y de la necesidad de participación ciudadana en el discurso eclesiástico muestran con claridad que la institución se asume como parte de un régimen democrático, en el que tiene derecho de participar como cualquier otro grupo social. Empero, se trata de un grupo social cuyos miembros se apropian de una misión divina que les corresponde defender.2.
Lo anterior sucede en un entorno en el que la confesión católica es mayoritaria, pero de ninguna manera ejerce un monopolio. La creciente adhesión a otras doctrinas le obliga a adecuarse a un pluralismo religioso al que nunca antes se había enfrentado.
- Esto implica que la Iglesia se asume como una confesión a la par de muchas otras y que, aunque su propósito sigue siendo mantener (o incrementar) su número de fieles, está dispuesta a unir fuerzas con otras instituciones religiosas para hacer valer sus derechos y su reconocimiento ante la ley.3.
- Para hacer frente a estas circunstancias la Iglesia católica ha reconocido crecientemente la labor de las organizaciones de laicos, cuyos miembros no forman parte del clero pero se asumen como agentes de la misión eclesiástica.
No es objeto de este artículo indagar hasta qué punto los laicos se organizan y actúan con independencia de la jerarquía, pero debe reconocerse que cuando menos existe una referencia continua a su responsabilidad para con la misión divina. En este acápite se han explorado una serie de cambios constitucionales que facultaron a la Iglesia católica y a otras instituciones religiosas para participar más allá de la esfera privada.
- Aquí se sostiene que tales transformaciones partieron de la apertura del Estado, pero esto no significa que la Iglesia se haya mantenido pasiva.
- Por el contrario, en los últimos años la institución ha mostrado transformaciones que contribuyen a su reinserción en la vida pública a través de reglas nuevas.
Las acciones que de aquí derivan pueden acercarle al entramado social y granjearle espacios que, cuando menos oficialmente, le estaban prohibidos. CONCLUSIONES A lo largo de este texto se ha argumentado que en México la Iglesia católica ha sido siempre un agente en la construcción de sus vínculos con el Estado laico.
Esta propuesta rechaza la concepción de la estructura eclesiástica como un mero receptor pasivo, siempre dispuesto a aceptar las condiciones impuestas por las autoridades civiles, o como un mero reflejo de las transformaciones en el sistema político y en el sistema social al paso del tiempo. Para exponer esta idea el presente artículo consta de tres secciones.
En la primera se explicó la lógica del análisis desarrollado en los siguientes acápites, en los cuales se ha seleccionado enfatizar el vínculo con el poder civil porque a través de él puede observarse la actitud que la institución eclesiástica asume para mantener (y de ser posible, extender) sus espacios de influencia en el orden temporal.
Así pues, en este artículo se han propuesto las siguientes ideas: 1. La Iglesia católica puede entenderse como un actor racional influido por su entorno, y que por lo tanto adquiere posiciones reactivas y proactivas que dependen de la correlación de fuerzas a la que se enfrenta en una coyuntura específica.
Se sugiere también que, aunque tales posturas están altamente influidas por el entorno en el que se desenvuelve la institución eclesiástica, éste no es el único factor que las define. Antes que nada, las acciones de la Iglesia pueden entenderse como una combinación entre dos espacios de influencia: a) el orden temporal, en el que ésta se define como una institución con una estructura organizacional y reglas que obedecen a propósitos más bien instrumentales; y b) el orden espiritual, en el que reside la acción primordial de la estructura eclesiástica como representante de Cristo y como difusora de su doctrina.2.
La influencia de la Iglesia en México es un hecho histórico insoslayable. Sin embargo, a partir del siglo XIX las autoridades civiles delimitaron significativamente sus espacios de acción. El cambio en las reglas del juego obligó a la institución eclesiástica a modificar sus acciones para mantener su importancia en la configuración del orden temporal, tanto en el aspecto social como en el político.
La Iglesia no renunció nunca a su papel como autoridad moral; así lo demuestra la adecuación de su proceder, tanto en las etapas que le resultaron perjudiciales como en el caso contrario. La etapa inmediatamente posterior a la consolidación del Estado revolucionario, por ejemplo, fue profundamente desfavorable para la institución eclesiástica, que en consecuencia replegó sus fuerzas y buscó una negociación con su contraparte aunque ello significara perder su presencia política.
A fines de la década de 1960, la coincidencia de intereses con las autoridades civiles le otorgó a la Iglesia una capacidad de negociación que años atrás hubiera sido impensable. La década de 1990 parece ejemplificar el caso opuesto a la coyuntura posterior a la guerra cristera: las condiciones de convivencia con el poder civil le favorecieron, por lo que ésta asumió una actitud mucho más proactiva que antes.
¿PARA QUÉ SIRVE LA RELIGIÓN?
Esa actitud es observable a partir del papel que asumió el representante del Vaticano en México y de la transformación del discurso de la Iglesia en materia temporal. La participación de sus miembros en el espacio público comenzó a definirse a través de una demanda de cambio social que además de retomar los valores católicos se inscribe en las exigencias por materializar la apertura democrática y el respeto a los derechos humanos.3.
Las reformas a la Constitución durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari abrieron la posibilidad para una mayor participación de las instituciones religiosas en el espacio público. Si bien el México contemporáneo se caracteriza por una creciente presencia de confesiones distintas del catolicismo, es innegable que la Iglesia católica es todavía mayoritaria y por lo tanto obtuvo grandes ventajas de las modificaciones constitucionales.
Para recuperar o ampliar sus espacios de influencia, la estructura eclesiástica mantiene sus principios y sus creencias tradicionales. Sin embargo, a ello se suman formas de acción que responden a los estímulos actuales del sistema político y de la propia sociedad.
- Una prueba de esto es la modificación del discurso institucional, ahora mucho más centrado en las demandas de justicia social que derivan de los derechos humanos y de la apertura democrática.
- Con base en las premisas anteriores, en este texto se propone que la Iglesia ha debido adecuarse a las nuevas condiciones de los sistemas político, social, económico y cultural que predominan en México.
Empero, esto no significa que la institución haya cambiado su esencia, sus ideales, ni sus objetivos. Si la Iglesia católica ha sobrevivido a las transformaciones en los espacios anteriormente citados, esto no se debe ni al azar ni a la buena voluntad de las autoridades civiles.
Se debe a su capacidad de mantener sus valores tradicionales al mismo tiempo que diversifica sus acciones para adecuarse a las exigencias de la sociedad contemporánea. Notas 1 En este punto cabe señalar que la Constitución estuvo planteada primordialmente para limitar los privilegios y el poder del clero católico, puesto que éste ejercía prácticamente un monopolio de las creencias religiosas durante esa época.2 La forma en la que se designa a ambos órdenes puede equipararse a la separación entre lo sagrado y lo profano.
Empero, desde la perspectiva católica esto no significa que el orden temporal escape de los principios y valores que emanan del orden espiritual.3 En este rubro se encuentra, por ejemplo, el trabajo de Manuel González, Aspectos estructurales de la Iglesia católica mexicana, México, Estudios Sociales, 1972.4 A esta categoría pertenecen trabajos como el de Patricia Arias, Alfonso Castillo y Cecilia López, Radiografía de la iglesia en México, México, Cuadernos de investigación social, Instituto de Investigaciones Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México, 1981.5 Aquí se encuentran los estudios de Ivan Vallier, The Roman Catholic Church: A transnational Actor, International Organizations, 1971; Gabriel Muro, “Iglesia y movimientos sociales en México, 1972-1987.
Los casos de Ciudad Juárez y el istmo de Tehuantepec”, tesis de doctorado, Centro de Estudios Sociológicos, El Colegio de México, 1991; Yolanda Padilla, Con la Iglesia hemos topado. Catolicismo y sociedad en Aguascalientes: un conflicto de los años 70’s, México, Instituto Cultural de Aguascalientes, 1991; Marta Eugenia García, La nueva relación Iglesia-Estado en México, México, Nueva Imagen, 1993; y Roberto Balancarte, Historia de la Iglesia Católica en México, México, Fondo de Cultura Económica, 1992.6 Esta noción es equiparable a las aportaciones de Katznelson y Weingast, que estipulan que los actores racionales modifican sus objetivos, preferencias y acciones de acuerdo con el contexto en el que se desarrollan.
Véase Ira Katznelson y Barry Weingast, Preferences and Situations: points of intersection between historical and rational choice institutionalism, Nueva York, Russel Sage Foundation, 2005.7 Al respecto cabe señalar que, al referirse a sí misma como el cuerpo de Cristo, la Iglesia católica expresa un ideal de unidad en el que la cabeza dirige al resto del cuerpo, pero no puede funcionar sin él.
En este sentido la jerarquía se asume como parte fundamental de éste, en unidad con el clero regular y los laicos.8 Como indica Miller, el éxito para obtener tales propósitos implica que los miembros de la organización interactúen o se relacionen de alguna forma con actores externos. Véase Seumas Miller, Social Institutions, Stanford Encyclopedia of Philosophy, 2007.9 Como se discutirá posteriormente en este texto, el término laicos se utiliza para referirse a los miembros de la Iglesia católica que no pertenecen al clero regular ni al secular; es decir, a los creyentes que se asumen como parte del cuerpo de la Iglesia y por lo tanto de su misión divina.10 Véase INEGI, Población según credo religioso, 2011, fecha de consulta: 2 de mayo de 2011.11 Josefina Zoraida Vázquez, “De la independencia a la consolidación republicana”, en Nueva historia mínima de México ilustrada, México, El Colegio de México, 2008, p.304.12 Para fines de este artículo, se entiende por laicización al proceso a través del cual las instituciones políticas adquieren una legitimidad propia, independiente de la religiosa.13 El concepto de secularización se refiere al proceso a través del cual la religión deja de erigirse como el centro de la actividad humana, para convertirse en una esfera independiente de otras tales como la política, la económica, la social y la cultural.14 Véase Floreal Forni, “Emile Poulat: la crisis modernista”, Sociedad y Religión, núm.3,, fecha de consulta: 18 de junio de 2011.15 Javier Garciadiego, “La Revolución”, en Nueva Historia Mínima de México Ilustrada, México, El Colegio de México, 2008, p.465.16 Véase Enrique Krauze, La Presidencia Imperial, México, Tusquets, 1997.17 Roberto Blancarte, El poder.
Salinismo e Iglesia católica, ¿una nueva convivencia?, México, Grijalbo, 1991, p.101.18 Concilio Vaticano II, Concilio Vaticano II. Documentos, México, Ediciones Dabar, 2008, p.11.19 Consejo del Episcopado Latinoamericano.20 Véase Patricia Arias, Alfonso Castillo y Cecilia López, Radiografía de la iglesia en México.
México, Cuadernos de investigación social, Instituto de Investigaciones Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México, 1981.21 Marta Pacheco, “¡Cristianismo sí, Comunismo no! Anticomunismo eclesiástico en México”, en Estudios de historia moderna y contemporánea de México, vol.24, Documento 296, México, Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, 2006, pp.143-160.22 Conferencia del Episcopado Mexicano, “Mensaje Pastoral de la Presidencia del Episcopado Nacional”, Gaceta oficial del Arzobispado de México, México, vol.
IX, núms.9 y 10, septiembre y octubre de 1968, p.17 23 Véase Roderic Ai Camp, Cruce de espadas. Política y religión en México, México, Siglo XXI Editores, 1998.24 Véase Krauze, Enrique, La presidencia imperial, México, Tusquets, 1997.25 Véase Cámara de Diputados, Comité de asuntos editoriales, México y el Vaticano.
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