¿Qué dice la Biblia sobre el pacifismo? Pregunta: “¿Qué dice la Biblia sobre el pacifismo?” Responder: El pacifismo es la oposición a la guerra o la violencia como un medio para resolver disputas. Los pacifistas se niegan, por razones morales o religiosas, a portar armas o participar en cualquier tipo de resistencia física.
Creen que todas las disputas pueden y deben resolverse de manera pacífica y no violenta. Los pacifistas suelen ser objetores de conciencia en tiempos de guerra. Algunos grupos religiosos, como los cuáqueros, los menonitas y los amish, hacen del pacifismo una parte integral de su doctrina. Algunos cristianos afirman que la Biblia ordena el pacifismo.
Creen que la suma total de las enseñanzas de Jesús requiere que sus seguidores dejen las armas y promuevan la paz. Citan pasajes como el Sermón del Monte como evidencia de que el Nuevo Pacto ha hecho irrelevantes los ejemplos de la guerra justa en el Antiguo Testamento.
Los pacifistas cristianos creen que seguir a Jesús significa hacer solo lo que hizo, y Él nunca promovió matar enemigos (Mateo 5:44). Afirman que el poder del amor debe ser lo suficientemente fuerte como para desarmar al enemigo más firme y que estamos llamados a ser pacificadores, no soldados (Mateo 5: 9).
El pacifismo es un objetivo admirable, pero ¿es realista? ¿El pensamiento pacifista funciona contra grupos terroristas o dictadores fascistas? ¿Qué sucede con los pacifistas y sus familias cuando los terroristas amenazan? La multitud de la no guerra parece olvidar que su libertad para ejercer el pacifismo fue comprada con la sangre de los no pacifistas.
- Esos soldados no murieron porque amaban la guerra.
- Murieron, en parte, para que los futuros pacifistas pudieran exponer libremente sus creencias sinceras sin temor a la muerte, la tortura o el encarcelamiento de quienes se niegan a considerar la paz.
- Sin los no pacifistas, no habría pacifistas.
- A pesar de lo que los pacifistas cristianos nos harían creer, Dios no es un pacifista.
La Biblia está llena de ejemplos de Dios tomando venganza sangrienta sobre sus enemigos (Isaías 63: 3–6; 65:12; Deuteronomio 20: 16–18). Y esos ejemplos no se limitan al Antiguo Testamento. Es imposible leer el libro de Apocalipsis sin ver al Cordero de Dios en su papel de León de Judá (Apocalipsis 5: 5; 19: 11–15).
- La imagen es clara de que Jesús vencerá a sus enemigos con la guerra (Apocalipsis 19: 19-21).
- Este es el mismo Jesús citado por los pacifistas para apoyar su causa.
- En resumen, el pacifismo personal debe ser la meta, en gran medida, de todo seguidor de Cristo.
- Estamos llamados a vivir en paz, tanto como podamos hacerlo (Romanos 1:18; Hebreos 12:14).
Deberíamos estar dispuestos a poner la otra mejilla (Mateo 5:39), prestar libremente (Lucas 6:30) e incluso ser engañados si eso significa no deshonrar el nombre de Cristo (1 Corintios 6: 7). Cuando la paz es una opción, debemos perseguirla hasta donde sea posible.
Recurso recomendado: Guerra: cuatro puntos de vista cristianos por Robert G. ClouseMás información acerca de su estudio bíblico: ¡Comience a utilizar Logos Bible Software de forma gratuita! Temas relacionados:¿Quién era Gandhi?¿Qué dice la Biblia acerca de la objeción de conciencia?¿Qué quiso decir Jesús cuando nos ordenó que pusiéramos la otra mejilla?¿Qué dice la Biblia acerca de la guerra?¿Qué quiso decir Jesús cuando nos ordenó amar a nuestros enemigos?Volver a:Preguntas tópicas de la BibliaVolver a:GotQuestions.org Inicio¿Qué dice la Biblia sobre el pacifismo?
: ¿Qué dice la Biblia sobre el pacifismo?
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¿Cuál es el origen del pacifismo?
Orígenes – El movimiento pacifista tiene sus raíces en los Estados Unidos, en particular, después de guerras como la de 1812, La guerra es entonces considerada como ruinosa y contraria a los principios de la Ilustración por la burguesía representada por los comerciantes, los pastores o los funcionarios.
En 1814, el pastor estadounidense Noah Worcester publicó en Boston un textó titulado Solemn review of custom war ( Solemne revisión de la costumbre de la guerra ) que es el detonante de la fundación de una serie de sociedad pacifista en suelo estadounidense, tales como la Massachusetts Peace Society, fundada y presidida por él mismo ese mismo año, la New York Peace Society, fundada el año siguiente por David Low Dodge o la Ohio Peace Society, fundada por los cuáqueros,
Worcester, que rechazaba la idea de una guerra deseada por Dios, abogaba por una liga de naciones y por una corte de justicia internacional. Se da entonces una labor de popularización de los escritos que promovían la paz, como aquellos de Kant o de William Penn,
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¿Cuál es el significado de pacifismo?
El movimiento pacifista en el siglo XXI: nuevos principios y estrat.1 En sentido general, es frecuente entre historiadores, politólogos y científicos sociales el uso del término movimiento pacifista como equivalente a pacifismo antinuclear, considerándolo una experiencia aislada que conoció su auge en los años sesenta y ochenta del siglo veinte, analizándose su existencia como parte del pasado, y siendo mayoritariamente juzgada como una iniciativa agotada y fracasada incluso antes del final de la Guerra Fría.
La mencionada identificación entre movimiento pacifista y pacifismo antinuclear es muy común en la bibliografía y prensa anglosajonas, incluso entre autores que conocen el objeto de estudio tan profundamente como Sydney Tarrow o Paul Byrne.2 Sin embargo, puede y debe definirse el pacifismo de forma más amplia.
En primer lugar, en sentido negativo, como una respuesta social y cultural a la guerra, de múltiples repercusiones económicas y políticas. En sentido positivo, podemos entender el pacifismo como aquella doctrina que busca favorecer y estimular todas las condiciones para que la paz sea un estado y condición permanente de las relaciones humanas, tanto entre personas como entre naciones, Estados y pueblos (López 2004: 829-843).3 En concordancia con la definición anterior, propongo en este texto el uso del término movimiento pacifista más allá de las campañas antinucleares de la segunda mitad del siglo XX u otros similares, restringidos a las coordenadas espacio-temporales de la Guerra Fría y en muchos casos extinguidos a comienzos del siglo XXI.
Por tanto, mi propuesta de definición de movimiento pacifista englobaría todas aquellas formas organizadas de la sociedad civil, en cualquier momento histórico, espacio y sociedad, orientadas a conseguir un mundo más pacífico, justo y solidario.4 De este modo, el movimiento pacifista trascendería determinadas movilizaciones de más o menos larga vida para ser una constante en el tiempo, capaz de transformarse de acuerdo a las exigencias éticas y estratégicas que exigen los distintos momentos históricos.
Así, el movimiento pacifista no empezaría después de la Segunda Guerra Mundial y terminaría con el declive de sus abanderados durante la Guerra Fría, tal y como interpretan numerosos autores, sino que aquellas actividades serían tan sólo una de las expresiones del movimiento pacifista, que respondía así tanto a sus circunstancias contemporáneas como a los precedentes que las inspiraron: pacifismo liberal decimonónico, pacifismo obrero internacionalista, pacifismo del período de entreguerras y pacifismo de la noviolencia, principalmente.
Al mismo tiempo, lo que se considera su ocaso podría más bien interpretarse como un proceso de transformación y regeneración del movimiento que en la actualidad se expresaría, además de en la continuidad de formas anteriores, en otras más novedosas como el intervencionismo humanitario -sobre todo mediante ONGs-, el voluntariado por los derechos humanos, la diplomacia civil, o labores especializadas de peacemaking o peacebuilding en regulación de conflictos (López 2000: 291-357).5 En las siguientes páginas, describiremos las características y evolución del movimiento pacifista contemporáneo, desde el punto de inflexión que supuso el pacifismo antinuclear en la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días.6 El estado actual de desarrollo de la sociedad civil internacional es el resultado de una larga trayectoria cuya comprensión requiere ponerla en perspectiva.
Procederemos, a continuación, a dar algunas claves que nos permitan rastrear los cambios de mentalidad que se expresan en la sociedad civil occidental contemporánea en la que, progresivamente, los valores del pacifismo y, en general, los reivindicados por los nuevos movimientos sociales han ido cobrando una mayor importancia.7 El período de la Guerra Fría implicó un destacadísimo avance en el gradual avance de la concienciación ciudadana sobre la paz.
El post-materialista Ronald Inglehart, ya en 1971, analizaba una serie de tendencias políticas que consideraba que expresaban una revolución silenciosa en las sociedades industrializadas occidentales (Inglehart 1977 y 1999). El paso del tiempo ha ido confirmando lo acertado de su estudio, en el cual afirmaba que bajo el activismo de los años sesenta y la aparente aquiescencia de los setenta se estaba experimentando un cambio gradual, pero esencial, en la mentalidad política de los países del Norte desarrollado.
Desde aquellos años, una proporción sin precedentes de la población occidental ha crecido bajo unas excepcionales condiciones de seguridad económica. No obstante, si bien la seguridad económica y física ha continuado siendo muy valorada, su prioridad relativa ha venido siendo mucho más baja que en el pasado, implicando una evolución en los valores.
Al mismo tiempo, desde entonces se ha producido un cambio significativo en la evolución de las habilidades y capacidades políticas de la población, pues una proporción cada vez mayor de la ciudadanía ha ido demostrando un interés genuino en comprender lo que sucede en la política nacional e internacional, y en participar en las decisiones que se toman en esos ámbitos.8 El desarrollo económico y tecnológico experimentado en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial significó que las necesidades de las poblaciones occidentales quedasen, en general, más que satisfechas.
La experiencia de vida de las generaciones que crecieron en esas décadas fue muy distinta a la de sus antecesores, debido a la ausencia de guerras en sus territorios; los niveles de educación aumentaron considerablemente, conjuntamente con un desarrollo de la estructura ocupacional a favor del sector terciario; y los medios de comunicación de masas, junto al desarrollo de los transportes, acrecentaron el conocimiento de otros países.
Todo ello tuvo un impacto directo en los valores, creencias y conductas de los ciudadanos, que ampliaron sus necesidades de pertenencia, estima y realización personal. Asimismo, se potenciaron tanto sus habilidades políticas como el porcentaje de la población implicada en el desarrollo de los valores y necesidades mencionados.9 De este modo, la oposición, característica del siglo anterior, entre el control del Estado y la riqueza por parte de unas elites, y la “guerra de clases” auspiciada por la clase obrera y fundamentada en las necesidades económicas, fue siendo desplazada por exigencias ciudadanas de protección del medio ambiente, la calidad de vida, el papel de las mujeres, la redefinición de la moralidad, el deseo ciudadano vivir en paz rechazando guerras y violencias, y una mayor participación ciudadana en la toma de decisiones del Estado.
En realidad, pocas de estas demandas eran novedosas, pero sí lo era su importancia cuantitativa y cualitativa: es difícil encontrar en el pasado éxitos ciudadanos contra los intereses del Estado y de los económicamente más poderosos como los vividos desde la década de los sesenta, los que se manifestaron en legislaciones favorables a la protección del medio ambiente, la objeción de conciencia, la igualdad de género, la desaparición de las minas anti-personales, etc.10 Desde luego que la participación masiva de los ciudadanos ya había jugado un importante papel desde hace mucho más tiempo, principalmente mediante los procesos electorales.
No obstante, puede observarse una evolución desde la década de los sesenta en la que los ciudadanos comunes han demostrado una creciente capacidad para influir en política de un modo que Inglehart denomina de desafío a las elites, en oposición a las tradicionales actividades ciudadanas dirigidas por las elites, como las movilizaciones masivas de apoyo a través de organizaciones establecidas como partidos políticos, sindicatos o instituciones religiosas.
La mencionada variable de desafío a las elites y la aparición de los denominados nuevos movimientos sociales implicó acciones encaminadas a presionar a los gobiernos hacia la toma de determinadas decisiones, yendo mucho más allá de la tradicional elección entre unos partidos políticos u otros.11 En este sentido, la consolidación del movimiento pacifista desde los años sesenta fue parte de un proceso donde la música, la moda en el vestir, las nuevas estéticas artísticas, etc., tendieron a conformar una cultura alternativa.
- Especialmente las campañas pacifistas antinucleares fueron el catalizador de otras posteriores sobre varias cuestiones políticas y sociales.
- Según fue aumentando el nivel educativo de la población, el número de jóvenes que han tomado parte en distintas formas de pacifismo no ha dejado de aumentar desde la década de los sesenta.12 La espectacularidad de los eventos de 1968, especialmente plasmadas en las movilizaciones estudiantiles, sacudieron la conciencia occidental y pusieron en boga discursos como el de Herbert Marcuse o Charles Reich, cuyo mensaje, muy crítico con los valores materialistas del Norte desarrollado y con el papel adoctrinador de los medios de comunicación, sugería que Occidente estaba a las puertas de su propia Revolución Cultural.
No obstante, en 1973, aquella revoluciónya parecía más que superada, y los suplementos dominicales de prensa proclamaban no sólo que la contracultura estaba muerta, sino que había sido poco más que una moda en los campus, como engullir peces de colores o amontonar la mayor cantidad posible de gente en cabinas telefónicas.
Sin embargo, la prensa y los medios de comunicación en general estaban equivocados, y lo estaban por las mismas razones por las que habían sobredimensionado la revoluciónanteriormente: tienden a centrarse en eventos llamativos y multitudinarios, pero con escasas o nulas referencias a análisis de procesos de fondo a largo plazo.
Lo cierto es que los análisis cuantitativos y cualitativos de los valores y actitudes, más allá de crisis políticas o espectaculares movilizaciones, son los que facilitan la comprensión de los procesos sociales. Para ello, es necesario descubrir las formas de interacción ciudadana, cómo los movimientos sociales se ven influidos por tradiciones de acción colectiva anteriores, y cómo las instituciones, redes e identidades presentes facilitan o dificultan las formas de protesta.
En este sentido, el movimiento pacifista, denostado tanto en la década de los setenta como en la década de los noventa, más que una crisis puede afirmarse que experimentó períodos de fermentación y evolución dentro del contexto de la revolución silenciosa, pero con un carácter constante, anticipado por Ronald Inglehart.13 Dentro de la mencionada evolución y crecimiento de los grupos vinculados al movimiento pacifista, sin duda el pacifismo antinuclear de las décadas de los 60 y 80 contribuyó decisivamente a su progreso y ampliación.
De hecho, el multitudinario activismo de aquellos años -aún cuando muchas de sus organizaciones más destacadas hayan desaparecido, como el END, o hayan visto sensiblemente disminuida su importancia, como el caso del CND-, fue un vivero del que se nutrieron, tanto en su membresía como ideológicamente, muchas de las organizaciones posteriores que han venido configurando el movimiento pacifista, aunque con características distintas, después de la Guerra Fría.
- Dedicaremos las siguientes páginas a exponer la continuidad y evolución del legado del pacifismo antinuclear.14 Los años sesenta y setenta significaron para el movimiento pacifista un gran salto adelante.
- Además de las campañas antinucleares o contra la guerra en Vietnam, en aquellos años se consolidó la investigación para la paz como disciplina académica, iniciada formalmente con la apertura de los prestigiosos Peace Research Institute de Oslo (PRIO) por Johan Galtung en 1959 y por el Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI) en 1960.
En esos años, en los que el trabajo del irenólogo noruego cobró gran protagonismo, se inició la interacción entre las nociones de paz y desarrollo, y se empezó a popularizar el término paz positiva, relacionado con la justicia social, entonces identificada con la satisfacción de las necesidades básicas más allá de la simple ausencia de violencia directa.
La paz positiva se relacionó, a su vez, con el desarrollo de las potencialidades humanas encaminadas a la satisfacción de esas necesidades básicas. También se introdujo en aquellos años la violencia estructural como categoría de análisis contra las desigualdades, lo que implicaba reflexionar sobre las nuevas formas de imperialismo y neocolonialismo.
Asimismo, empezó a analizarse críticamente el desarrollo entendido como incremento de la dependencia de los países empobrecidos respecto a los del Norte capitalista.15 Las organizaciones, en aquellos años, comenzaron a ampliar sus análisis y posibilidades de intervención más allá del alivio de los desastres y catástrofes inmediatas para vincular la acción humanitaria con la cooperación al desarrollo más a largo plazo.
- Esto ayuda a explicar la creación de las ONGs “sin fronteras”, que además de su actividad de ayuda quieren dar testimonio de denuncia de situaciones injustas para no prolongarlas.
- Así, por ejemplo, Médicos sin Fronteras nace en Biafra en 1971, fundada por los médicos franceses que estuvieron, en esa región, atendiendo a quienes morían de hambre rodeados por el ejército de Nigeria.16 Los sesenta y setenta fueron también una época en la que se produce una gran expansión de los estudios del desarrollo armamentístico, siendo el SIPRI, por la calidad, rigor y alcance de sus trabajos, uno de los pioneros y gran referente de esta línea de investigación.
Los años ochenta fueron una etapa igualmente decisiva en la consolidación del movimiento pacifista en sus múltiples variantes. Menos académica y más ligada a los movimientos sociales, sería el surgimiento, aparte de las asociaciones y campañas que ya hemos descrito en este trabajo, de espacios de investigación, activismo y concienciación como, por ejemplo: Physicians for Social Responsibility, International Physicians for the Prevention of Nuclear War, Artists for Social Responsibility, Educators for Social Responsibility, United Campuses Against Nuclear War, Center for Teaching of International Relations de la Universidad de Denver.17 En aquellos años también se amplió el estudio de la amenaza de la guerra nuclear al problema de la intervención militar y otras formas de violencia directa, represión e injusticia; así como la búsqueda de alternativas para influir en la transformación de sistemas políticos, como sanciones no-violentas, defensa no-ofensiva o métodos de resolución de conflictos.
Autores como Gene Sharp, desde la noviolencia; Betty Reardon y Birgit Brock-Utne, desde el feminismo; y los esposos Boulding desde los estudios del poder ayudaron a consolidar las bases teóricas del conocimiento de la paz en esta etapa.18 La década de los ochenta también contempló la aparición o consolidación de ONGs como Acción Internacional contra el Hambre, Ayuda Médica Internacional, Intermón y Manos Unidas, entre otras.
Algunas de ellas, de procedencia católica, habían surgido ya en los años cincuenta y sesenta inspiradas en la Encíclica Populorum Progressio de Pablo VI y en el giro que Juan XXIII y el Congreso Vaticano II confirieron a la Iglesia Católica (Baiges 1996).
Respecto al movimiento pacifista en su manifestación de campañas, organizaciones y movilizaciones antinucleares, los ochenta sembraron importantes semillas de gran influencia para el pacifismo posterior. Así, una vez consolidadas las revoluciones de 1989, muchos de aquellos que habían tomado parte en el diálogo ciudadano abierto por el END decidieron formar una organización permanente que tuviese el objetivo de promover un movimiento de toda la sociedad civil europea por la paz, la democracia y los derechos humanos.
Como resultado de lo anterior, se fundó en Praga la Asamblea de Ciudadanos de Helsinki (ACH) en Octubre de 1990, en un encuentro en el que más de mil representantes de países de toda Europa pudieron reunirse por primera vez en cincuenta años sin restricciones de ningún tipo.
Desde entonces, la organización ha ido creciendo hasta contar con presencia permanente en más de cuarenta países, mostrándose especialmente activa en áreas de conflicto como Turquía, la antigua URSS y la ex Yugoslavia.19 En las distintas etapas de la crisis de los Balcanes, resulta muy interesante constatar que los únicos que mantuvieron su credibilidad intacta fueron el conjunto de individuos y organizaciones que -siendo en casi todos los casos herederos del pacifismo de la década anterior, y guardando cierto paralelismo con los movimientos pacifistas independientes de ambos bloques durante la Guerra Fría-, rechazaron cualquier compromiso con los nacionalistas violentos, trataron en todo momento de promover la convivencia interétnica, y mostraron una intachable actitud frente a la desastrosa gestión de la comunidad internacional.
Claros ejemplos en este sentido fueron su labor en las ciudades de Tuzla y Sarajevo, donde los distintos grupos nacionales supieron mantenerse unidos; la presión a la ONU para el establecimiento de zonas seguras y corredores humanitarios; o la presión para que se aprobase un Tribunal Penal ad hoc y un Comisionado Especial sobre la situación de los Derechos humanos en el antiguo territorio de Yugoslavia, labor que realizaron, en distintos momentos, Jiri Dienstbier y Tadeus Mazowiecki, personalidades muy cercanas al pacifismo y al END en la década de los ochenta.
Todo ello contó con el apoyo y constante presencia de la ACH (ACH 1992 y Nowak 2000). Su actuación destacó por su activa, comprometida e independiente labor por los derechos humanos, lo que les originó no pocos problemas (incluyendo la dimisión de Mazowiecki como Comisionado) debido al contraste y tensiones de su trabajo respecto a la permisividad frente al comercio de armas; los acuerdos con grupos nacionalistas violentos, y la lentitud y torpeza en los tardíos planes Vance-Owen o el finalmente aprobado en Dayton, que caracterizaron la tarea de la comunidad internacional oficial.20 La ACH, que estableció su sede en Praga, se mantuvo fiel a su nuevo rol de promotor de la paz, los derechos humanos y la solidaridad dentro de otros escenarios de guerra como Chechenia, Azerbaiyán, Kurdistán, Palestina-Israel, Pakistán-India y Argelia, y colaborando con minorías marginadas como los gitanos centroeuropeos.
En todos aquellos casos, la comunidad internacional, había dejado indefensos a miles de civiles víctimas de los conflictos, al igual que frente a los ultranacionalistas serbios y croatas, con su inicial política de no intervención, (Mendiluce 1999 y Art 1997).
En las áreas donde trabaja, la ACH ha apoyado a organizaciones locales ayudando en procesos de reconstrucción post-bélicas (creando y dotando bibliotecas, fomentando donaciones de materiales a zonas necesitadas, etc.), llevando a cabo misiones de protección de civiles y organizando congresos y cursos para el fomento de los derechos humanos.
La ACH fundamenta sus esfuerzos de educación en derechos humanos en la promoción de diálogos y debates, de la escucha al otro, de la teoría y práctica de la noviolencia, de talleres creativos, del desarrollo de proyectos por la paz y convivencia en la tolerancia, y de la lucha contra los prejuicios y los estereotipos.
En todos los casos, se orientan estas actividades de formación con el objetivo de que sus beneficiarios puedan realizar un efecto multiplicador de sus experiencias y conocimientos.21 Así, tras pasar la “prueba de fuego” en la década de los ochenta, y perfeccionando los métodos de acción y conciliación desarrollados entonces, la ACH optaría por un nuevo pacifismo geopolítico frente a la indeferencia de la comunidad internacional frente a situaciones de gran violencia, siendo sus grandes desafíos los nacionalismos, las guerras por motivos económicos alimentadas por el neoliberalismo, y el imperialismo estadounidense, más agresivo tras los atentados contra el World Trade Centre el 11 de Septiembre de 2001 (Belge 2000).22 Por su parte, el CND nunca dejó de trabajar muy activamente en Gran Bretaña, aún después de la caída del Muro de Berlín.
Desde 1990 ha continuado organizando la marcha anual desde Londres a la base militar de Aldermaston, y ha perseverado en sus campañas contra los misiles Trident, la pertenencia británica a la OTAN, el comercio de plutonio y los planes estadounidenses de recuperar la Iniciativa de Defensa Estratégica, popularmente conocida como Guerra de las Galaxias.
Su éxito más destacado, desde el final de la Guerra Fría, fue su capacidad de convocatoria en oposición a la intervención militar en Irak en 2003, que contaba con el apoyo incondicional del primer ministro Tony Blair. El CND volvió con fuerza a la actualidad informativa no sólo por reunir en las calles (otra vez) a cientos de miles de ciudadanos contra la guerra sino porque, además, con gran imaginación, cursó una demanda en los tribunales británicos contra el gobierno por forzar una guerra ilegal en Irak.
El CND alegaba que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas debía aprobar específicamente una intervención bélica contra el régimen de Saddam Hussein antes de que Gran Bretaña participase en aquella campaña militar. La denuncia fue cursada contra el Primer Ministro Tony Blair, el Ministro de Asuntos Exteriores Jack Straw y el Ministro de Defensa, Geoff Hoon.
El CND afirmó no dudar de la buena fe del gobierno, pero, a la vez, que era de gran interés público el que existiera la certeza de la legalidad de la guerra bajo garantías jurídicas según el derecho internacional, antes de embarcar al país en las hostilidades.23 El caso haría historia en los tribunales cuando no sólo se aceptó la demanda, sino que los jueces establecieron un límite de 25.000 libras a los costes legales que el proceso podía originar al CND si perdía, debido a la excepcional naturaleza del caso, algo nunca visto antes.
Finalmente, los tres jueces designados se declararon no competentes para interpretar el significado exacto de la resolución 1.441 de la ONU, que nunca había sido incorporada a la legislación nacional, y a la que se aferraban el gobierno y, especialmente, sus aliados estadounidenses.
La decisión de los jueces no admitía ningún tipo de recurso o apelación.24 Los hechos, como hizo notar el CND mediante su presidenta Carol Naughton, eran que Irak no había atacado al Reino Unido ni a ninguno de sus aliados; nada hacía pensar que ello fuera a producirse inminentemente y que la única forma de evitarlo fuese una acción militar inmediata; y el Consejo de Seguridad de la OTAN no había autorizado explícitamente el uso de la fuerza, por lo que la legalidad de la invasión a Irak parecía injustificable desde el prisma del derecho internacional.25 El juez Lord Simon Brown, que junto a sus colegas los magistrados Kay y Richards examinaron el caso, afirmó que se trataba de una demanda “novedosa y ambiciosa”, siendo la primera vez que un gobierno británico se enfrentaba a un desafío legal sobre su capacidad para declarar la guerra.
El proceso profundizó aún más el debate público y político -el ministro de exteriores Robin Cook dimitió y 44 parlamentarios laboristas votaron contra la intervención militar- que cuestionaba la guerra y la legitimidad de ésta como medio de solucionar conflictos, controversia muy viva en aquellos días tanto en Gran Bretaña como en general en la comunidad internacional.26 Así, contra la opinión de la mayoría de los medios de comunicación y de sus líderes políticos, el debate suscitado por el movimiento pacifista haría que una creciente proporción de la opinión pública británica fuese percibiendo en los meses sucesivos que aquella guerra, de dudosa legitimidad, no gozaba de respaldo legal alguno.
En el resto de países de la OTAN la evolución de la percepción ciudadana de aquella guerra seguiría un camino paralelo.27 Aparte de estas formas de pervivencia directa de los grupos pacifistas antinucleares de la década de los ochenta, simbolizados por el CND y el END a través de la ACH, ellos fueron el principal vivero de otras organizaciones y campañas que continúan trabajando y extendiendo el movimiento pacifista.
Entre ellas cabe destacar: (a) “http://www.j-n-v.org/” Active Resistance to the Roots of War (Resistencia Activa contra las Raíces de la Guerra), grupo de acción directa noviolenta fundado en 1990; (b) Campaing Against Arms Trade (Campaña contra el Comercio de Armas), que trabaja por la disminución y eliminación del comercio de armas como negocio como paso hacia la desmilitarización internacional; (c) Campaing for the Accountability of the American Bases (Campaña por el control de las Bases estadounidenses), que aboga por el control de las bases militares estadounidenses en el Reino Unido, en las cuales existen armas de destrucción masiva pero no hay información ni control público conocidos, siendo su estatus legal muy difuso, ya que el secretismo que las rodea permite violar fácilmente las leyes británicas sin posibilidad de conocer los hechos-;y (d) Labour Against the War (Laborismo contra la Guerra), que reúne a miembros del Partido Laborista y a sindicalistas que se oponen a las diversas campañas militares efectuadas tras el 11 de Septiembre de 2001 en una “guerra contra el terrorismo” que, considera, oculta otros intereses.28 Puede agregarse a estas organizaciones otras más antiguas como OXFAM (1942); la cuáquera Peace and Change, de la Sociedad de Amigos (que trabaja desde el siglo XVII); Peace Pledge Union (1934); Network for Peace, heredera de la centenaria National Peace Council (1908); y War on Want (1952), desde donde se sostiene que la única guerra que debe librarse es contra la pobreza.
Todas ellas, a quienes ya nos referimos en el capítulo segundo de este trabajo, también nutrieron sus bases de miembros, colaboradores y simpatizantes procedentes del pacifismo antinuclear durante la Guerra Fría (Welling Hall 1984: 12-31).29 Asimismo, ONGs como Amnistía Internacional (fundada en 1961) y Human Rights Watch (fundada en 1988) -las más destacadas organizaciones del mundo por los derechos humanos, y las cuales en sus inicios trabajaban a favor de unos derechos humanos muy concretos contenidos en el derecho internacional-, han estrechado progresivamente sus vínculos con el movimiento pacifista, extendiendo sus labores a favor de la paz.
Así, en consonancia con el movimiento pacifista, han ido más allá de la violencia directa para reivindicar una paz positiva integral, Amnistía Internacional ha ampliado expresamente su mandato no sólo contra la tortura y la existencia de presos de conciencia, sino contra la discriminación, los niños soldado, el tráfico de armas, la falta de acceso a educación, etc.
Por otra parte, Human Rights Watch también ha extendido su mandato a combatir el tráfico de armas y, desde las guerras en Kosovo y Chechenia (ambas en 1999) a denunciar las causas de las guerras y las respuestas por parte de la comunidad internacional.30 Lo anterior se enmarca en un proceso de evolución en el que las alternativas del movimiento pacifista van más allá de las simples transformaciones puntuales, debido a la convicción de que es necesario construir nuevas maneras de cultivar las relaciones humanas.
Para ello, se plantea la construcción de nuevas culturas para la paz que promuevan diálogos culturales y permitan analizar las raíces de las relaciones humanas basadas en la violencia, la guerra, la marginación y la exclusión como si fueran naturales e inevitables.31 El movimiento pacifista se mostró activo, pero dubitativo y muy limitado en muchas de sus iniciativas tras la caída del muro de Berlín, la Guerra del Golfo de 1991 y la de Kosovo en 1999.
Por ejemplo, su apoyo mostrado a las funciones diplomáticas de la ONU fue siempre muy restringido y, en todo caso, aunque la opinión pública se mostró descontenta con unas acciones militares escandalosamente manipuladas por los medios de comunicación mayoritarios y de dudosa racionalidad y objetivos, el movimiento pacifista nunca consiguió movilizar las masas ciudadanas de la década de los sesenta y especialmente de los ochenta.
Todo ello hizo que se cuestionara si una conciencia pacifista realmente había calado y pervivido entre la población occidental, cuya herencia muchos parecieron dar por muerta.32 Sin embargo, aquellos análisis tan pesimistas respecto al impacto del pacifismo en la ciudadanía internacional fueron desmentidos en 2003.
Ese año, a propósito de la invasión estadounidense de Irak, tuvieron lugar unas 600 manifestaciones en el mundo el domingo 16 de febrero, en las que participaron unos 30 millones de personas, destacando las 400.000 de Nueva York, quienes desafiaron una orden judicial que prohibía la marcha; las 500.000 de Londres, recordando los años dorados del CND; las 250.000 de Sydney, en la mayor concentración de la historia de Australia; las 500.000 de Berlín, donde se contó con la participación de tres ministros que desafiaron los deseos expresos del Canciller Schöeder; Italia, donde hubo un fuerte debate sobre el número de participantes de la manifestación pacifista de Roma: de los tres millones que afirmaban los participantes hasta los 650.000 reconocidos por las fuerzas policiales que admitieron su incapacidad para realizar estimaciones válidas; y España, que fue uno de los países donde más destacaron las protestas contra la guerra, estimándose un millón de participantes tanto en Madrid como en Barcelona para aproximadamente 3 millones y medio de manifestantes en todo el país, donde el “No a la guerra” se convirtió en uno de los lemas más populares y visibles en multitud de espacios durante un año (Chrisafis A., Fickling.D.
y Henley, J. et alli 2003).33 Respecto de dichas manifestaciones contra la guerra en 2003, resulta fundamental observar la evolución y madurez de la conciencia ciudadana por la paz respecto a los precedentes de la segunda mitad del siglo XX. A diferencia de las multitudinarias marchas antinucleares de los sesenta y los ochenta, no existía ningún tipo de amenaza directa para los manifestantes, a diferencia de décadas anteriores donde temían ser víctimas directas de una guerra nuclear total que veían posible.
Mientras en las protestas contra la guerra en Vietnam que despertó una gran corriente pacifista entre la ciudadanía, la principal motivación de los manifestantes era el temor a perder la vida de jóvenes compatriotas en una guerra incierta, en 2003 primaba la solidaridad con las previsibles víctimas iraquíes, el rechazo a lo que percibían como política unilateral y neoimperialista estadounidense y, por último, expresar el deseo de que se abordara por medios pacíficos el publicitado choque de civilizaciones, reavivado tras el 11 de septiembre de 2001.34 Más allá del hecho de que nunca antes en la historia un número tan elevado de personas se hubiera manifestado simultáneamente por la paz como aquel 16 de febrero, cabe destacar que tanto en las pancartas presentes en las manifestaciones como en la publicidad y comunicados distribuidos por los cientos de organizaciones que participaron en aquella campaña de protesta, no se trató sólo de una denuncia de gran parte de la sociedad contra dicha guerra, sino contra la propia idea de la guerra como mecanismo válido para resolver conflictos, contra la falta de democracia que significó la manipulación informativa que trataba de justificar el conflicto armado -las encuestas de España y Reino Unido, países que apoyaron incondicionalmente la invasión, mostraron un rechazo ciudadano a la invasión de Irak abrumador-, y contra el dominio de las fuentes petrolíferas iraquíes por parte de potencias extranjeras.35 En definitiva, sería de ilusos sostener que aquella firme toma de postura de millones de ciudadanos en todo el mundo, desafiando a gobiernos y medios de comunicación de masas, tuvo lugar en el vacío y fue espontánea.
Es el movimiento pacifista, como parte protagonista de esa revolución silenciosaque Inglehart afirma está teniendo lugar, el que ha contribuido lenta pero notablemente en la formación de una mucho mayor conciencia social de denuncia y crítica de las lacras y causas que motivan los conflictos y la violencia –más allá de las simples guerras-, que implican cuestiones de violencia estructural: subdesarrollo, hambre, pandemias, armamentismo, imperialismo, miseria, dependencia, manipulación informativa, etc.
Uno de los grandes logros del pacifismo de las décadas de los sesenta y ochenta, ha sido la influencia alcanzada en la cultura y mentalidad ciudadanas contemporáneas, pues como podemos observar en perspectiva, representaron un importante avance en una tendencia de larga y compleja trayectoria de concienciación y acción ciudadanas por la paz.
De este vasto fermento han resurgido viejos valores históricos europeos fundamentados en la tolerancia, la justicia y las libertades, y han prosperado nuevos valores internacionalistas enmarcados en la cultura de los derechos humanos, la paz y la ciudadanía universal (López 2003: 289-309).
Para valorarlo en su justa medida, resulta fundamental tener en cuenta que el movimiento pacifista no es una herramienta política orientada a forzar acontecimientos a corto plazo, aunque no se renuncie, obviamente, a esa posibilidad. Más bien, es un método de acción a largo plazo fundamentado en principios éticos.
Desde la caída del muro de Berlín, los esfuerzos de la sociedad civil por la paz en Europa y en el mundo presentan resultados ambivalentes, pero sin duda han enriquecido el contenido político de la idea de paz no sólo como ausencia de violencia directa, sino como justicia social, igualdad de género, democracia, derecho a un medio ambiente sano, etc.; y han demostrado que la sociedad civil puede convertirse en un actor de relevancia en el devenir de la historia.36 Por tanto, contrariamente a la percepción de numerosos analistas, periodistas e intelectuales que consideraron que el movimiento pacifista había entrado en una crisis casi terminal después de 1989, lo cierto es que encontramos un hecho incontestable: nunca antes ha habido un número tan elevado de ciudadanos que, de una u otra forma, dediquen parte de su tiempo y recursos al movimiento pacifista en cualquiera de sus múltiples variables como a comienzos del siglo XXI.
Esto ha contribuido notablemente a la gradual conformación de una urdiembre que, beneficiada por el acceso a las modernas tecnologías de información y comunicación, facilita nuevas dimensiones y posibilidades para los actores sociales que apuestan por formas más racionales y éticas de acción mediante el fomento de la cultura de paz; las actividades de consulta y vigilancia de escenarios de reconstrucción de paz en antiguas zonas de conflicto armado; la militancia en organizaciones por la paz; la prestación de servicios de voluntariado; la ayuda a la financiación de ONGs solidarias; etc.
En este sentido prospectivo, lejos de las opiniones más agoreras respecto al presente y futuro del pacifismo, los autores más optimistas llegan a hablar de la existencia de una superpotencia de la paz (Wasserman 2003 y Cortright 2004).37 Organizaciones como Cruz Roja Internacional, Voluntarios de Naciones Unidas, Amnistía Internacional, Human Rights Watch, la Asociación de Organizaciones de Servicio Voluntario (AVSO), Acción Sin Fronteras, Balkan Sunflowers, Global Volunteers, International Medical Volunteers Association, International Conference Volunteers, Volunteers for Peace (VFP), Volontariat International, y NIG (“Nordeutsche Jugend im internationalen Gemeinschaftsdienst”), entre otros, han incorporado a millones de ciudadanos en sus programas en todo el mundo.
Esta realidad nace del compromiso de una parte muy importante de la sociedad civil que siente la necesidad de implicarse activamente apoyando programas concretos, con frecuencia en acciones “micro”, pero colaborando desde sus posibilidades y ámbito de acción en la construcción de una sociedad más pacífica y solidaria.38 De este modo, podemos observar dos hechos.
Por una parte, que los derechos humanos cada vez se identifican más con la justicia social, equivalente a la paz positiva por la que ha ido abogando, progresivamente, el movimiento pacifista a través de la historia. Por otra parte, la concepción del ser humano como agente histórico con libertad y competencia suficientes para ejercer un impacto significativo en la evolución de la política, la sociedad y el pensamiento mediante su acción consciente.
Ello revela la transformación del pensamiento de una gran parte de la sociedad en una dirección en la que cada vez más ciudadanos trabajan activamente por la paz y los derechos humanos con unos objetivos mejor definidos.39 Sin renunciar a las movilizaciones masivas que caracterizaron al pacifismo antinuclear de los sesenta y los ochenta -como se comprobó en 2003 a propósito de la invasión de Irak-, puede apreciarse cómo el movimiento pacifista actual, con la amplia agenda de sensibilidades e ideas que implica, ha evolucionado y ha potenciado su eficacia después de la caída del muro de Berlín.40 Una cuestión muy importante respecto al movimiento pacifista posterior a la Guerra Fría ha sido la disminución de la membresía en las organizaciones más destacadas del pacifismo antinuclear, a menudo identificado erróneamente, como ya hemos comentado, con el movimiento pacifista.
Así, casos como la desaparición del END y la fortísima disminución de la importancia del CND evidenció, a ojos de muchos analistas -algunos de ellos incluso simpatizantes del movimiento pacifista-, una evidente decadencia del mismo. Sin embargo, un análisis y seguimiento más profundos de su evolución demuestra que el declive de la militancia masiva en organizaciones característica desde finales de la década de los ochenta no implica necesariamente la existencia una crisis del movimiento social pacifista.
- Más bien, el hecho refleja una crisis de las formas de organización tradicionales.
- Y es que, a la vez que ha ido descendiendo el número de miembros oficiales de las agrupaciones estrictamente pacifistas, han proliferado los grupos de ayuda mutua, las organizaciones humanitarias, los proyectos solidarios, etc., especialmente mediante ONGs.
Si bien los ciclos de protesta reviven en gran medida a las organizaciones de masas (éste es el caso del CND en 2003 contra la guerra en Irak), éstas pronto demuestran su inestabilidad, fraccionándose de nuevo su membresía en múltiples direcciones, aunque sin abandonar su vocación solidaria y pacifista.
De hecho, se ha hecho frecuente el alejamiento del impulso pacifista de la acción política en beneficio de formas de acción social de mayor participación directa buscando, además, el desarrollo individual de los activistas.41 Estos grupos y actividades, si bien no están directamente orientados a la movilización social (de hecho, se perciben frecuentemente como alternativa a ella), sí que mantienen un sólido consenso acerca de los valores característicos del movimiento pacifista, a la vez que facilitan servicios y oportunidades para el desarrollo de los menos favorecidos y para combatir la violencia en todas sus formas.
Por todo ello, quienes buscaban modos organizativos pacifistas tradicionales “puros” han observado una crisis terminal en el movimiento pacifista (Tarrow 1997: 205-206). Aquéllos, pese a su menor importancia relativa, se mantienen como fuente de experiencia y conocimiento, medio de difundir y centralizar información, y foro de diálogo y comunicación para simpatizantes y para grupos militantes menores incapaces de un alto desarrollo organizativo propio, siendo el CND un claro ejemplo en este sentido.
Sobre todo en las etapas intermedias entre ciclos de protesta, ayudan a mantener vivos los objetivos y temas sobre los que trabajan y aportan sus saberes y recursos a sus amigos.42 En un creciente número de países, organizaciones similares por su modesto tamaño y bajo coste de mantenimiento, pero altamente profesionalizadas, caracterizan a los componentes de las redes transnacionales de los movimientos sociales de comienzos del siglo XXI.
Los trabajos de Margaret Keck y Kathryn Sikknik muestran el perfil característico de estas organizaciones: centran su labor en alguna cuestión concreta, sean los derechos humanos, la protección del medio ambiente, la oposición al tráfico de armas, los derechos de las mujeres o los de los pueblos indígenas.
Su nivel organizativo es endeble, pero sus acciones y capacidad de convocatoria pueden resultar tremendamente efectivas en campañas específicas debido a sus vínculos con donantes, fundaciones y otros grupos activistas que puedan prestarles su apoyo (Keck y Sikknik 1998).43 De este modo, parece estar surgiendo un modelo organizativo común a los movimientos sociales a nivel internacional, resultante de la combinación entre pequeños líderes profesionales, amplias redes de simpatizantes no permanentemente activos y redes transnacionales solidarias.
Los miembros de estas organizaciones pueden comunicarse a bajo coste por correo, fax o e-mail; participan de acciones masivas aunque poco habituales; difunden información sobre algunas actividades de los demás grupos; y realizan puntualmente actividades de solidaridad con la lucha paralela de organizaciones ajenas como charlas, minutos de silencio, mesas redondas, etc.
El prototipo de este modelo es Greenpeace, que afirma incluir a millones de miembros, pero en realidad la mayoría se limita a realizar una aportación económica y la ONG depende de un limitado número de militantes profesionales, con la ayuda de voluntarios, en algunas ocasiones, para desarrollar sus llamativas acciones.44 Para subsanar los problemas originados por la lógica dificultad de contar con amplias redes de apoyo ciudadano sin construir una gran organización, varios movimientos sociales han desarrollado franquicias en forma de organizaciones locales a menudo preexistentes.
Éstas continúan siendo independientes, pero utilizan el nombre de la organización nacional o internacional, recibiendo además su publicidad y algunos materiales a cambio de contribuciones económicas y cooperación en campañas conjuntas (McCarthy y Wolfson 1991: 273-297).
El sistema de franquicias permite a pequeñas organizaciones nodriza coordinar las actividades de una base muy amplia sin agotar sus a menudo escasos recursos en mantener las estructuras formales características de grandes organizaciones de masas al modo de los partidos políticos. Precisamente un ejemplo de éxito espectacular de las franquicias fue el modelo auspiciado por el CND en Gran Bretaña en la década de los ochenta (Maguire 1990).45 Aparte de las franquicias, los movimientos sociales actuales en general, y el movimiento pacifista en particular, se apoyan en los recursos de organizaciones y asociaciones aliadas no orientadas, en principio, hacia la acción colectiva.
Esto les permite tanto usar sus más estables infraestructuras y movilizar, por períodos breves, a ciudadanos no interesados en un activismo permanente. El papel de las iglesias en las campañas pacifistas antinucleares holandesas de la década de los ochenta, o en el Sur de los EEUU en la década de los sesenta durante las campañas por los derechos civiles son un claro ejemplo de cómo un movimiento puede acceder a los recursos de grandes instituciones no activistas, tendencia que ha continuado su desarrollo de forma constante hasta la actualidad (Klandermans 1997).46 En fin, puede observase una evolución en el movimiento pacifista hacia formas de trabajo más democráticas, flexibles, conocedoras y experimentadas, así como generadoras de redes de conexión informativa, solidaria, etc., por lo que pueden divulgar más y mejor información, llegar con mayor prontitud a zonas necesitadas, y actuar con cada vez más eficacia.47 La gran debilidad de este tipo de movimientos sociales es su falta de una base social permanentemente activa.
Ello contribuye a explicar su acercamiento a grupos y organizaciones simpatizantes que ayuden a movilizar a gran cantidad de personas en momentos concretos para apoyar alguna causa determinada. El movimiento pacifista antinuclear desarrolló y perfeccionó esta técnica de campañas en coalición con gran éxito, empezando a ensayarla antes de la década de los sesenta debido a su debilidad numérica (Kleidman 1992).
En la década de los setenta, tanto en Europa como en los Estados Unidos, la mayoría de las campañas eran federaciones de organizaciones preexistentes más pequeñas, unidas para beneficiarse con este modo de nuevas posibilidades de movilización, algo que alcanzaría su máxima expresión a finales de la década de los ochenta en el movimiento Freeze estadounidense (Rochon y Meyer 1997).
En todos los casos se organizaban actividades conjuntas en las que, no obstante, cada grupo podía expresar sus intereses particulares, no sintiéndose perdido entre una multitud ni limitado por directrices severas. Al finalizar la campaña o la actividad, no quedaba ninguna organización sólida con carácter permanente.
Lo informal de las alianzas y lo esporádico de sus grandes actividades de protesta conjuntas explica que, por una parte, el movimiento parezca invisible por períodos de tiempo más o menos largos, a la espera de que la estructura de oportunidad política sea propicia y, por otra parte, que las redes sociales estén permanentemente abiertas y con posibilidad de ensanchar sus bases de apoyo entre cada vez más grupos sin una exigencia inmediata de activismo (Diani, 1995).
Esta práctica se hizo tan común que Jürgen Gerhards y Dieter Rucht acuñaron el término mesomovilización para describirla (Gerhards y Rucht 1992: 555-595).48 Puede afirmarse, por tanto, que el movimiento pacifista ha adaptado sus formas a los cambios experimentados por el conjunto de la sociedad mediante el desarrollo de redes activistas más descentralizadas, capaces, no obstante, de organizar coaliciones en campañas concretas y exigir determinadas actuaciones por parte de las autoridades.
Curiosamente, pese a abogar por una ideología favorable a la espontaneidad en sus movilizaciones y por una política más centrada en el trabajo de campo, el núcleo de estas organizaciones suele estar altamente profesionalizado. No son partidos de masas ni estructuras burocráticas de movilización social, pero forman una tupida red de grupos capaces de unirse en campañas concretas movilizando a un número de ciudadanos esporádicamente activos aún mayor.
Además, respecto a sus predecesores más convencionales en el terreno de los movimientos sociales, estas organizaciones cuentan con muchos más recursos, disfrutan de un acceso más fácil a medios de comunicación (no en vano, internet es una de sus principales herramientas), una capacidad de movilidad geográfica más rápida y económica, mayor interacción cultural, y más capacidad de convocatoria y trabajo en equipo entre organizaciones afines.
De este modo, desde la sociedad civil global se ha roto en gran medida el trinomio Estado-nación-seguridad-soberanía y se plantea incluso una nueva relación con la Tierra.49 Considerando la nueva orientación del pacifismo como movimiento social, el declive de las organizaciones y movilizaciones de masas tradicionales más centralizadas ha supuesto un beneficio, más que un coste, para el movimiento pacifista en su conjunto.
Es, por tanto, comprensible que tras la aparente quietud de la década de los noventa, el movimiento pacifista resurgiera de forma tan llamativa en 2003 contra la invasión de Irak: la inactividad era sólo aparente, y la tupida red de organizaciones pacifistas, que nunca había dejado de trabajar, encontró un punto de confluencia que las hizo muy visibles al gran público, alcanzando cifras desconocidas de participación y apoyo ciudadanos.50 En su evolución desde 1989, pues, el movimiento pacifista ha venido derivando hacia nuevas expresiones y formas organizativas, trascendiendo, además, el ámbito de la oposición a la violencia directa que en su momento protagonizó y simbolizó el pacifismo antinuclear, y reforzándose otras manifestaciones del movimiento ya existentes y surgiendo otras nuevas, de carácter preventivo y humanitario, que las hizo cualitativamente más evolucionadas.
Esto ayuda a explicar el aumento de activistas y colaboradores en el movimiento pacifista a lo largo de los noventa y en los primeros años del siglo XXI.51 En este sentido, cabe mencionar la expansión del voluntariado, en el que ciudadanos corrientes dedican parte de su tiempo y recursos a realizar labores solidarias.
El trabajo voluntario permite colaborar a muchos niveles y no exige ningún tipo de adhesión ideológica. Muchos de los programas de ayuda contra el hambre, de vacunaciones masivas, de ayuda al desarrollo, de políticas para la igualdad de las mujeres, de apoyo a refugiados y desplazados, etc., serían imposibles de realizar sin el respaldo humano y material de los voluntarios que trabajan para ONGs.
Otro tanto sucede con los activistas y voluntarios que trabajan en el terreno de la enseñanza y la cultura de paz, para su difusión y cimentación (UNESCO 1996). Este nuevo y numeroso voluntariado, extendido por todo el mundo, y las organizaciones alrededor de las que se agrupan, como Peace Corps, Protección Civil, voluntarios de Naciones Unidas, etc.
van en general mejorando sensiblemente la calidad de su trabajo mediante acciones de formación, capacitación, y especialización de personal para adecuarlo a necesidades concretas en una labor constante y comprometida.52 Otra destacada manifestación del movimiento pacifista que ha conocido un gran desarrollo tras la Guerra Fría es el intervencionismo humanitario, una forma muy efectiva de acción directa en los lugares donde se producen conflictos armados.
La acción humanitaria tiene sus precedentes en la caridad cristiana de las órdenes monásticas medievales; en la mezcla de monjes y soldados (la espada y la cruz) de las órdenes hospitalarias; en la secularización de esas labores en el humanitarismo ilustrado; y en la misión “civilizadora” de la colonización y el desarrollo de la medicina colonial (Ferré 1997).
- Más tarde, en el siglo XIX destacaron Florence Nightingale y, finalmente, Henry Dunant (fundador de Cruz Roja en 1863) y la convención de Ginebra de 1864.
- Las dos Guerras Mundiales y los totalitarismos nazi y soviético darían pie al apogeo de la Cruz Roja y la Media Luna Roja.
- Entre 1934 y 1945 surgieron en Estados Unidoos las primeras organizaciones humanitarias privadas que más tarde se denominarán Organizaciones No Gubernamentales (ONGs), para distinguirlas de las gubernamentales y de las intergubernamentales de ONU.
En 1942 se creó en Europa el Oxford Famine Relief Committee o Comité para el Alivio de la Hambruna (OXFAM) para socorrer a la población griega de la hambruna que sufría. El tipo de intervencionismo humanitario que llevaban a cabo expresaba la manera occidental, moderna, blanca y masculina de entender la ciencia y la sociedad, siendo heredera de la noción de “objetividad,” defendiendo la neutralidad e independencia en sus actuaciones, respetando la soberanía de los Estados-nación y no comprometidos más allá de sus labores paliativas (Almansa 1999 y Médicos sin fronteras 1999).53 Organizaciones como Cruz Roja, Médicos sin Fronteras y OXFAM, con su labor de ayuda en situaciones de emergencia humanitaria, han venido ejerciendo un papel de enorme utilidad social en escenarios donde los Estados y la comunidad internacional oficial han sido incapaces de auxiliar a civiles víctimas de desplazamientos, ep-Idemias, hambrunas, etc.
Además, sin perder su status apolítico y neutral, facilitaron, mediante sus programas de voluntariado, campañas de información, etc., el surgimiento de otras organizaciones posteriores comprometidas además con valores como la democracia, los derechos humanos, la paz y la justicia social (Human Rights Watch, Amnistía Internacional, las diversas ONGs sin fronteras, etc.), cuyo compromiso con esos valores dejaba atrás el apoliticismo y neutralidad del intervencionismo humanitario tradicional.54 De este modo, la acción humanitaria afronta sus retos con nuevas formas de entender la independencia y la neutralidad, la relación entre la urgencia de la intervención y la teoría y el compromiso con el desarrollo a largo plazo, reforzando el papel del testimonio y la denuncia en lo que entienden como sus obligaciones con los más débiles, y reconociendo el papel de interlocutores de las víctimas de la exclusión y las catástrofes (Unidad de estudios humanitarios 1999).55 Otro ámbito en el que el movimiento pacifista se ha desarrollado considerablemente en los últimos años es el desarrollo de la diplomacia civil noviolenta, ya ensayada por el END durante la Guerra Fría.
La diplomacia civil noviolenta ofrece un rostro diferente a la diplomacia convencional, apostando por el acercamiento solidario entre los pueblos y las gentes. No sólo pone en marcha medidas paliativas ni previene conflictos potenciales, sino que se constituye en agente difusor de denuncia de sistemas injustos y corruptos; de crítica de la violencia directa, cultural y estructural; de ayuda para encauzar las acciones de las poblaciones mermadas o asoladas por un conflicto, dándoles más confianza en sí mismas; de reconciliación entre partes enfrentadas; y de presión a los Estados para legislar o adoptar medidas concretas a favor de una paz positiva (Ruiz Jiménez 2004: 81-111).
Así, la influencia política y diplomática de la presión coordinada de redes ciudadanas unitarias hizo posible la campaña contra las minas antipersonales, que logró el histórico Tratado de Ottawa de 1997 contra su fabricación y comercio -pese a la inicial oposición de la mayoría los Estados finalmente signatarios-;el fracaso del Acuerdo Multilateral sobre Inversiones;las limitaciones y mayor transparencia en la fabricación y comercialización de armas ligeras gracias a la red IANSA;y, en gran medida, el establecimiento del Tribunal Penal Internacional.
En definitiva, se trata de generar redes, complicidades y solidaridades permanentes que doten de mayor influencia, legitimidad y eficacia a las muchas iniciativas que estas organizaciones llevan a cabo para modificar legislaciones y comportamientos de los Estados.
Las mencionadas campañas apuntan al cambio de estructura en la tradicional concepción de los Estados como únicos protagonistas de las relaciones internacionales, pues tanto poderes supraestatales (OTAN, UE, FMI, BM, etc.) como empresas multinacionales ejercen una influencia decisiva en las actuaciones de los Estados, lo que también aspira a conseguir la sociedad civil organizada a favor de la paz y los derechos humanos.56 En definitiva, ha sido la propia ciudadanía internacional organizada quien, con su trabajo cívico, informativo, educativo, diplomático, paliativo, mediador y reconciliador, ha reactivado las agendas y las acciones del movimiento pacifista.
Además, la legitimidad y reconocimiento de su labor se ha visto reflejada por la incorporación de representantes de destacadas ONGs que dan voz a la sociedad civil en el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas. En este marco de actuación se ha hecho asimismo posible la consolidación de especialistas en el campo del peacemaking, peacebuilding y procesos de reconciliación, algo desconocidos hace muy pocas décadas.
(Lederach 1998, Galtung 1998 y López 2000b).57 En conclusión, las modernas formas de organización, de redes transnacionales, de metodologías de acción, de difusión de la idea de paz y del trabajo para su construcción a que nos hemos venido refiriendo, suponen un salto importante en la consolidación del movimiento pacifista como una de las manifestaciones más destacadas de la acción de la sociedad civil internacional.
La capacidad de adaptación que el movimiento pacifista ha venido mostrando, especialmente a través de los dos últimos siglos, continúa, pues, evidenciándose al adaptar los fundamentos solidarios, humanitarios, universalistas y de permanente insatisfacción con la realidad característicos de su pensamiento ante nuevos retos y realidades, todo ello en pos de reivindicaciones comunes y deseables: una auténtica y constante construcción de la paz, la democracia, la justicia, la equidad y el desarrollo sostenible.
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¿Qué cultura se considera una cultura pacifista?
Historia – El pacifismo es una doctrina que ha estado presente en varias culturas del mundo principalmente en la tradición oriental con corrientes como la filosofía china o el hinduismo y en la occidental con la tradición judeocristiana, En la filosofía china quizás sus principales exponentes son Confucio que entiende el pacifismo como el amor a la vida y todas sus expresiones incluyendo al ser humano y Lao-Tsé que nos devuelve a la naturaleza, entendiendo el pacifismo como el autocontrol y la conciencia de nuestros actos violentos.
En el hinduismo aparece con el concepto áhimsa que es el respeto a todas las formas de vida y la negación a toda violencia, esta es la que Mahatma Gandhi entiende y transforma en acción tanto personal como colectiva, este concepto más que englobar una virtud es más bien entendida como modo de conducta.
La aparición del pacifismo en occidente se remontará a cuando los primeros cristianos se negaron a tomar armas y ejercer la violencia, para lo que utilizaron una frase del Sermón de la montaña : “No resistáis a la violencia con la fuerza”. Pasándose los siglos, varios grupos cristianos enseñaron el pacifismo (o sea “la no resistencia”), como los valdenses, la hermandad de Moravia, los anabaptistas, los cuáqueros, los primeros metodistas y otros grupos menores.
Leibniz (1646-1716), aparte de filósofo fue matemático, historiador, teólogo y diplomático. Recorrió toda Europa estableciendo contactos con mucha gente distinta. Esto lo hizo para intentar conseguir el entendimiento y la comprensión, ya que su propósito era crear una lengua exacta y universal. François Marie Voltaire (1694-1778) filósofo francés y gran defensor de la convivencia pacífica entre personas de distintas creencias y religiones. Rousseau (1712-1778), filósofo y escritor francés, destacó por atacar al gobierno, al sistema de enseñanza y a la iglesia católica, Durante la Revolución francesa se pretendió conseguir las libertades individuales y los derechos humanos que Rousseau mencionaba, Bentham (1748-1832), jurista y economista inglés, ideó que el bien era placer y el mal era dolor. Intentó crear un sistema moral en el que cada persona escogiese el placer que más felicidad le diese, según su interés, consiguiendo así el beneficio de los demás. Saint-Simon (1760-1825) era un sociólogo francés que creó un sistema industrial en el que los cristianos intentaban mejorar la situación de los pobres a través de métodos no violentos. Leon Tolstói (1828-1910) Escritor ruso cuyas ideas sobre la « no violencia activa », expresadas en libros tuvieron un profundo impacto en grandes personajes como Gandhi y Martin Luther King. Jean Jaurès (1859-1914) Político socialista francés que se opuso firmemente a la Primera Guerra Mundial, Su toma de postura en pro del pacifismo, poco antes del desencadenamiento de la misma, terminó con su asesinato tres días después del inicio de esta guerra. H.G. Wells (1866-1946) Escritor inglés y pacifista, pionero al cuestionar en sus obras los límites éticos de la ciencia y la tecnología.
¿Qué defienden los pacifistas?
El pacifismo es la corriente de pensamiento que defiende que los conflictos, ya sea entre personas o grupos, han de resolverse de forma pacífica; sin recurrir a la violencia, y a la violencia armada, en ningún caso. El pacifismo promueve las relaciones de paz.
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¿Cómo se llaman las personas pacifistas?
Los grandes pacifistas LOS GRANDES PACIFISTAS Son personajes conocidos en la historia de la humanidad y tienen todos algo en común. Teresa de Calcuta, y el, Martín Luter king entre otros, han desempeñado todos un destacado papel humanitario. El “Padre” del pueblo hindú, Mahatma Gandhi -que significa “Alma Grande” (Mahatma) y “Padre” (Gandhi)- se conv irtió en uno de los líderes espirituales más respetados, ayudó a la liberación del pueblo hindú del Imperio británico a través de la resistencia pacífica y es honrado aún hoy en día (58 años después de su muerte, el 30 de enero de 1948) por su gente como el Padre de la Nación India. Seguramente muchos de nosotros recordemos el año de la muerte por un paro cardíaco de la Madre Teresa de Calcuta porque fue en ese mismo año (1997) cuando murió la princesa de Gales. Pero, en definitiva, Teresa de Calcuta fue mucho más que una celebridad; fue una mujer, misionera, religiosa, que ayudó a los más pobres ofreciéndoles un hogar donde pudieran morir en paz y con dignidad.
- Hoy en día, las Hermanas de la Caridad, orden fundada por ella, son casi 4.000 repartidas en 424 casas establecidas en 95 países en todo el mundo.
- Sus objetivos principales son defender los derechos de los pobres, y luchar en contra del aborto y de la eutanasia.
- Por todos son conocidos los principios de coraje, de la no-violencia y de la verdad pura (satyagraha, ‘abrazo de la verdad’ en sánscrito) de Mahatma Gandhi (1869-1948).
Un 30 de enero como hoy (30 de enero de 1948), Mahatma Gandhi fue asesinado por un miembro de un grupo extremista hindú, mientras se dirigía a su habitual rezo de la tarde. Su muerte fue considerada como una catástrofe internacional. El gran físico Albert Einstein dijo de él: “Las generaciones del porvenir apenas creerán que un hombre como éste caminó la tierra en carne y hueso.” Los Dalai Lamas son la reencarnación del Buda de la Compasión y tienen como objetivo principal servir a la humanidad. El décimo cuarto Dalai Lama, Tenzin Gyatzo, fue reconocido a la edad de dos años como la reencarnación de su predecesor. Defensor ardiente de la paz y la pluralidad ideológica, el Dalai Lama (que significa “Océano de Sabiduría”) está a favor de la bondad y la compasión, el respeto al medio ambiente y, por encima de todo, la paz mundial.
Líder norteamericano pacifista de los Derechos Civiles. Premio Nóbel de la Paz en 1964. Dedicó su vida a la integración racial en EEUU, pero su carisma y mensaje de unidad es un emblema universal de la vida en paz y en comunidad para toda la humanidad.
Entre 1960 y 1965 la influencia de King como líder de los derechos civiles había alcanzado su zenit. Las tácticas de no-violencia activa (sentadas, marchas de protesta), pusieron el tema en la agenda nacional de los EEUU Luther King nació en Atlanta (Georgia), el 15 de enero de 1929, hijo mayor de un ministro baptista.
Ingresó en el Morehouse College a los 15 años y fue ordenado ministro baptista a los 17. Tanto su padre como su abuelo habían sido predicadores Bautistas. Graduado en el Crozer Theological Seminary en 1951, realizó su trabajo de posgrado en la Universidad de Boston. Fue testigo del asesinato de su hermano de 16 años, víctima de los terratenientes que querían despojar a los indígenas de sus tierras. Su padre, Vicente Menchú, se lanzó a una activa labor de concienciación de sus vecinos, lo cual produjo un impacto en Rigoberta, que empezó así a elaborar su pensamiento social.
Fue empleada doméstica en la ciudad, donde conoció la injusticia, la discriminación y la miseria que aflige a los indígenas de Guatemala. El 31 de enero de 1980 su padre murió quemado en la embajada de España en Guatemala, donde se había encerrado junto con 38 personas, en su mayoría campesinos, para protestar por la situación indígena, durante el asalto que realizó la policía.
Poco después, Rigoberta perdió también a su madre, víctima de secuestro, tortura y asesinato por parte de grupos paramilitares. Rigoberta Menchu” es la primera mujer de raza indígena que recibe el Premio Nobel de la Paz por sus continuados esfuerzos en pro de sus hermanos sometidos.
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¿Qué logro el pacifismo?
El movimiento pacifista en el siglo XXI: nuevos principios y estrat.1 En sentido general, es frecuente entre historiadores, politólogos y científicos sociales el uso del término movimiento pacifista como equivalente a pacifismo antinuclear, considerándolo una experiencia aislada que conoció su auge en los años sesenta y ochenta del siglo veinte, analizándose su existencia como parte del pasado, y siendo mayoritariamente juzgada como una iniciativa agotada y fracasada incluso antes del final de la Guerra Fría.
La mencionada identificación entre movimiento pacifista y pacifismo antinuclear es muy común en la bibliografía y prensa anglosajonas, incluso entre autores que conocen el objeto de estudio tan profundamente como Sydney Tarrow o Paul Byrne.2 Sin embargo, puede y debe definirse el pacifismo de forma más amplia.
En primer lugar, en sentido negativo, como una respuesta social y cultural a la guerra, de múltiples repercusiones económicas y políticas. En sentido positivo, podemos entender el pacifismo como aquella doctrina que busca favorecer y estimular todas las condiciones para que la paz sea un estado y condición permanente de las relaciones humanas, tanto entre personas como entre naciones, Estados y pueblos (López 2004: 829-843).3 En concordancia con la definición anterior, propongo en este texto el uso del término movimiento pacifista más allá de las campañas antinucleares de la segunda mitad del siglo XX u otros similares, restringidos a las coordenadas espacio-temporales de la Guerra Fría y en muchos casos extinguidos a comienzos del siglo XXI.
Por tanto, mi propuesta de definición de movimiento pacifista englobaría todas aquellas formas organizadas de la sociedad civil, en cualquier momento histórico, espacio y sociedad, orientadas a conseguir un mundo más pacífico, justo y solidario.4 De este modo, el movimiento pacifista trascendería determinadas movilizaciones de más o menos larga vida para ser una constante en el tiempo, capaz de transformarse de acuerdo a las exigencias éticas y estratégicas que exigen los distintos momentos históricos.
Así, el movimiento pacifista no empezaría después de la Segunda Guerra Mundial y terminaría con el declive de sus abanderados durante la Guerra Fría, tal y como interpretan numerosos autores, sino que aquellas actividades serían tan sólo una de las expresiones del movimiento pacifista, que respondía así tanto a sus circunstancias contemporáneas como a los precedentes que las inspiraron: pacifismo liberal decimonónico, pacifismo obrero internacionalista, pacifismo del período de entreguerras y pacifismo de la noviolencia, principalmente.
Al mismo tiempo, lo que se considera su ocaso podría más bien interpretarse como un proceso de transformación y regeneración del movimiento que en la actualidad se expresaría, además de en la continuidad de formas anteriores, en otras más novedosas como el intervencionismo humanitario -sobre todo mediante ONGs-, el voluntariado por los derechos humanos, la diplomacia civil, o labores especializadas de peacemaking o peacebuilding en regulación de conflictos (López 2000: 291-357).5 En las siguientes páginas, describiremos las características y evolución del movimiento pacifista contemporáneo, desde el punto de inflexión que supuso el pacifismo antinuclear en la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días.6 El estado actual de desarrollo de la sociedad civil internacional es el resultado de una larga trayectoria cuya comprensión requiere ponerla en perspectiva.
Procederemos, a continuación, a dar algunas claves que nos permitan rastrear los cambios de mentalidad que se expresan en la sociedad civil occidental contemporánea en la que, progresivamente, los valores del pacifismo y, en general, los reivindicados por los nuevos movimientos sociales han ido cobrando una mayor importancia.7 El período de la Guerra Fría implicó un destacadísimo avance en el gradual avance de la concienciación ciudadana sobre la paz.
El post-materialista Ronald Inglehart, ya en 1971, analizaba una serie de tendencias políticas que consideraba que expresaban una revolución silenciosa en las sociedades industrializadas occidentales (Inglehart 1977 y 1999). El paso del tiempo ha ido confirmando lo acertado de su estudio, en el cual afirmaba que bajo el activismo de los años sesenta y la aparente aquiescencia de los setenta se estaba experimentando un cambio gradual, pero esencial, en la mentalidad política de los países del Norte desarrollado.
Desde aquellos años, una proporción sin precedentes de la población occidental ha crecido bajo unas excepcionales condiciones de seguridad económica. No obstante, si bien la seguridad económica y física ha continuado siendo muy valorada, su prioridad relativa ha venido siendo mucho más baja que en el pasado, implicando una evolución en los valores.
Al mismo tiempo, desde entonces se ha producido un cambio significativo en la evolución de las habilidades y capacidades políticas de la población, pues una proporción cada vez mayor de la ciudadanía ha ido demostrando un interés genuino en comprender lo que sucede en la política nacional e internacional, y en participar en las decisiones que se toman en esos ámbitos.8 El desarrollo económico y tecnológico experimentado en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial significó que las necesidades de las poblaciones occidentales quedasen, en general, más que satisfechas.
La experiencia de vida de las generaciones que crecieron en esas décadas fue muy distinta a la de sus antecesores, debido a la ausencia de guerras en sus territorios; los niveles de educación aumentaron considerablemente, conjuntamente con un desarrollo de la estructura ocupacional a favor del sector terciario; y los medios de comunicación de masas, junto al desarrollo de los transportes, acrecentaron el conocimiento de otros países.
Todo ello tuvo un impacto directo en los valores, creencias y conductas de los ciudadanos, que ampliaron sus necesidades de pertenencia, estima y realización personal. Asimismo, se potenciaron tanto sus habilidades políticas como el porcentaje de la población implicada en el desarrollo de los valores y necesidades mencionados.9 De este modo, la oposición, característica del siglo anterior, entre el control del Estado y la riqueza por parte de unas elites, y la “guerra de clases” auspiciada por la clase obrera y fundamentada en las necesidades económicas, fue siendo desplazada por exigencias ciudadanas de protección del medio ambiente, la calidad de vida, el papel de las mujeres, la redefinición de la moralidad, el deseo ciudadano vivir en paz rechazando guerras y violencias, y una mayor participación ciudadana en la toma de decisiones del Estado.
En realidad, pocas de estas demandas eran novedosas, pero sí lo era su importancia cuantitativa y cualitativa: es difícil encontrar en el pasado éxitos ciudadanos contra los intereses del Estado y de los económicamente más poderosos como los vividos desde la década de los sesenta, los que se manifestaron en legislaciones favorables a la protección del medio ambiente, la objeción de conciencia, la igualdad de género, la desaparición de las minas anti-personales, etc.10 Desde luego que la participación masiva de los ciudadanos ya había jugado un importante papel desde hace mucho más tiempo, principalmente mediante los procesos electorales.
No obstante, puede observarse una evolución desde la década de los sesenta en la que los ciudadanos comunes han demostrado una creciente capacidad para influir en política de un modo que Inglehart denomina de desafío a las elites, en oposición a las tradicionales actividades ciudadanas dirigidas por las elites, como las movilizaciones masivas de apoyo a través de organizaciones establecidas como partidos políticos, sindicatos o instituciones religiosas.
La mencionada variable de desafío a las elites y la aparición de los denominados nuevos movimientos sociales implicó acciones encaminadas a presionar a los gobiernos hacia la toma de determinadas decisiones, yendo mucho más allá de la tradicional elección entre unos partidos políticos u otros.11 En este sentido, la consolidación del movimiento pacifista desde los años sesenta fue parte de un proceso donde la música, la moda en el vestir, las nuevas estéticas artísticas, etc., tendieron a conformar una cultura alternativa.
- Especialmente las campañas pacifistas antinucleares fueron el catalizador de otras posteriores sobre varias cuestiones políticas y sociales.
- Según fue aumentando el nivel educativo de la población, el número de jóvenes que han tomado parte en distintas formas de pacifismo no ha dejado de aumentar desde la década de los sesenta.12 La espectacularidad de los eventos de 1968, especialmente plasmadas en las movilizaciones estudiantiles, sacudieron la conciencia occidental y pusieron en boga discursos como el de Herbert Marcuse o Charles Reich, cuyo mensaje, muy crítico con los valores materialistas del Norte desarrollado y con el papel adoctrinador de los medios de comunicación, sugería que Occidente estaba a las puertas de su propia Revolución Cultural.
No obstante, en 1973, aquella revoluciónya parecía más que superada, y los suplementos dominicales de prensa proclamaban no sólo que la contracultura estaba muerta, sino que había sido poco más que una moda en los campus, como engullir peces de colores o amontonar la mayor cantidad posible de gente en cabinas telefónicas.
Sin embargo, la prensa y los medios de comunicación en general estaban equivocados, y lo estaban por las mismas razones por las que habían sobredimensionado la revoluciónanteriormente: tienden a centrarse en eventos llamativos y multitudinarios, pero con escasas o nulas referencias a análisis de procesos de fondo a largo plazo.
Lo cierto es que los análisis cuantitativos y cualitativos de los valores y actitudes, más allá de crisis políticas o espectaculares movilizaciones, son los que facilitan la comprensión de los procesos sociales. Para ello, es necesario descubrir las formas de interacción ciudadana, cómo los movimientos sociales se ven influidos por tradiciones de acción colectiva anteriores, y cómo las instituciones, redes e identidades presentes facilitan o dificultan las formas de protesta.
En este sentido, el movimiento pacifista, denostado tanto en la década de los setenta como en la década de los noventa, más que una crisis puede afirmarse que experimentó períodos de fermentación y evolución dentro del contexto de la revolución silenciosa, pero con un carácter constante, anticipado por Ronald Inglehart.13 Dentro de la mencionada evolución y crecimiento de los grupos vinculados al movimiento pacifista, sin duda el pacifismo antinuclear de las décadas de los 60 y 80 contribuyó decisivamente a su progreso y ampliación.
De hecho, el multitudinario activismo de aquellos años -aún cuando muchas de sus organizaciones más destacadas hayan desaparecido, como el END, o hayan visto sensiblemente disminuida su importancia, como el caso del CND-, fue un vivero del que se nutrieron, tanto en su membresía como ideológicamente, muchas de las organizaciones posteriores que han venido configurando el movimiento pacifista, aunque con características distintas, después de la Guerra Fría.
Dedicaremos las siguientes páginas a exponer la continuidad y evolución del legado del pacifismo antinuclear.14 Los años sesenta y setenta significaron para el movimiento pacifista un gran salto adelante. Además de las campañas antinucleares o contra la guerra en Vietnam, en aquellos años se consolidó la investigación para la paz como disciplina académica, iniciada formalmente con la apertura de los prestigiosos Peace Research Institute de Oslo (PRIO) por Johan Galtung en 1959 y por el Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI) en 1960.
En esos años, en los que el trabajo del irenólogo noruego cobró gran protagonismo, se inició la interacción entre las nociones de paz y desarrollo, y se empezó a popularizar el término paz positiva, relacionado con la justicia social, entonces identificada con la satisfacción de las necesidades básicas más allá de la simple ausencia de violencia directa.
- La paz positiva se relacionó, a su vez, con el desarrollo de las potencialidades humanas encaminadas a la satisfacción de esas necesidades básicas.
- También se introdujo en aquellos años la violencia estructural como categoría de análisis contra las desigualdades, lo que implicaba reflexionar sobre las nuevas formas de imperialismo y neocolonialismo.
Asimismo, empezó a analizarse críticamente el desarrollo entendido como incremento de la dependencia de los países empobrecidos respecto a los del Norte capitalista.15 Las organizaciones, en aquellos años, comenzaron a ampliar sus análisis y posibilidades de intervención más allá del alivio de los desastres y catástrofes inmediatas para vincular la acción humanitaria con la cooperación al desarrollo más a largo plazo.
- Esto ayuda a explicar la creación de las ONGs “sin fronteras”, que además de su actividad de ayuda quieren dar testimonio de denuncia de situaciones injustas para no prolongarlas.
- Así, por ejemplo, Médicos sin Fronteras nace en Biafra en 1971, fundada por los médicos franceses que estuvieron, en esa región, atendiendo a quienes morían de hambre rodeados por el ejército de Nigeria.16 Los sesenta y setenta fueron también una época en la que se produce una gran expansión de los estudios del desarrollo armamentístico, siendo el SIPRI, por la calidad, rigor y alcance de sus trabajos, uno de los pioneros y gran referente de esta línea de investigación.
Los años ochenta fueron una etapa igualmente decisiva en la consolidación del movimiento pacifista en sus múltiples variantes. Menos académica y más ligada a los movimientos sociales, sería el surgimiento, aparte de las asociaciones y campañas que ya hemos descrito en este trabajo, de espacios de investigación, activismo y concienciación como, por ejemplo: Physicians for Social Responsibility, International Physicians for the Prevention of Nuclear War, Artists for Social Responsibility, Educators for Social Responsibility, United Campuses Against Nuclear War, Center for Teaching of International Relations de la Universidad de Denver.17 En aquellos años también se amplió el estudio de la amenaza de la guerra nuclear al problema de la intervención militar y otras formas de violencia directa, represión e injusticia; así como la búsqueda de alternativas para influir en la transformación de sistemas políticos, como sanciones no-violentas, defensa no-ofensiva o métodos de resolución de conflictos.
Autores como Gene Sharp, desde la noviolencia; Betty Reardon y Birgit Brock-Utne, desde el feminismo; y los esposos Boulding desde los estudios del poder ayudaron a consolidar las bases teóricas del conocimiento de la paz en esta etapa.18 La década de los ochenta también contempló la aparición o consolidación de ONGs como Acción Internacional contra el Hambre, Ayuda Médica Internacional, Intermón y Manos Unidas, entre otras.
Algunas de ellas, de procedencia católica, habían surgido ya en los años cincuenta y sesenta inspiradas en la Encíclica Populorum Progressio de Pablo VI y en el giro que Juan XXIII y el Congreso Vaticano II confirieron a la Iglesia Católica (Baiges 1996).
- Respecto al movimiento pacifista en su manifestación de campañas, organizaciones y movilizaciones antinucleares, los ochenta sembraron importantes semillas de gran influencia para el pacifismo posterior.
- Así, una vez consolidadas las revoluciones de 1989, muchos de aquellos que habían tomado parte en el diálogo ciudadano abierto por el END decidieron formar una organización permanente que tuviese el objetivo de promover un movimiento de toda la sociedad civil europea por la paz, la democracia y los derechos humanos.
Como resultado de lo anterior, se fundó en Praga la Asamblea de Ciudadanos de Helsinki (ACH) en Octubre de 1990, en un encuentro en el que más de mil representantes de países de toda Europa pudieron reunirse por primera vez en cincuenta años sin restricciones de ningún tipo.
Desde entonces, la organización ha ido creciendo hasta contar con presencia permanente en más de cuarenta países, mostrándose especialmente activa en áreas de conflicto como Turquía, la antigua URSS y la ex Yugoslavia.19 En las distintas etapas de la crisis de los Balcanes, resulta muy interesante constatar que los únicos que mantuvieron su credibilidad intacta fueron el conjunto de individuos y organizaciones que -siendo en casi todos los casos herederos del pacifismo de la década anterior, y guardando cierto paralelismo con los movimientos pacifistas independientes de ambos bloques durante la Guerra Fría-, rechazaron cualquier compromiso con los nacionalistas violentos, trataron en todo momento de promover la convivencia interétnica, y mostraron una intachable actitud frente a la desastrosa gestión de la comunidad internacional.
Claros ejemplos en este sentido fueron su labor en las ciudades de Tuzla y Sarajevo, donde los distintos grupos nacionales supieron mantenerse unidos; la presión a la ONU para el establecimiento de zonas seguras y corredores humanitarios; o la presión para que se aprobase un Tribunal Penal ad hoc y un Comisionado Especial sobre la situación de los Derechos humanos en el antiguo territorio de Yugoslavia, labor que realizaron, en distintos momentos, Jiri Dienstbier y Tadeus Mazowiecki, personalidades muy cercanas al pacifismo y al END en la década de los ochenta.
- Todo ello contó con el apoyo y constante presencia de la ACH (ACH 1992 y Nowak 2000).
- Su actuación destacó por su activa, comprometida e independiente labor por los derechos humanos, lo que les originó no pocos problemas (incluyendo la dimisión de Mazowiecki como Comisionado) debido al contraste y tensiones de su trabajo respecto a la permisividad frente al comercio de armas; los acuerdos con grupos nacionalistas violentos, y la lentitud y torpeza en los tardíos planes Vance-Owen o el finalmente aprobado en Dayton, que caracterizaron la tarea de la comunidad internacional oficial.20 La ACH, que estableció su sede en Praga, se mantuvo fiel a su nuevo rol de promotor de la paz, los derechos humanos y la solidaridad dentro de otros escenarios de guerra como Chechenia, Azerbaiyán, Kurdistán, Palestina-Israel, Pakistán-India y Argelia, y colaborando con minorías marginadas como los gitanos centroeuropeos.
En todos aquellos casos, la comunidad internacional, había dejado indefensos a miles de civiles víctimas de los conflictos, al igual que frente a los ultranacionalistas serbios y croatas, con su inicial política de no intervención, (Mendiluce 1999 y Art 1997).
En las áreas donde trabaja, la ACH ha apoyado a organizaciones locales ayudando en procesos de reconstrucción post-bélicas (creando y dotando bibliotecas, fomentando donaciones de materiales a zonas necesitadas, etc.), llevando a cabo misiones de protección de civiles y organizando congresos y cursos para el fomento de los derechos humanos.
La ACH fundamenta sus esfuerzos de educación en derechos humanos en la promoción de diálogos y debates, de la escucha al otro, de la teoría y práctica de la noviolencia, de talleres creativos, del desarrollo de proyectos por la paz y convivencia en la tolerancia, y de la lucha contra los prejuicios y los estereotipos.
En todos los casos, se orientan estas actividades de formación con el objetivo de que sus beneficiarios puedan realizar un efecto multiplicador de sus experiencias y conocimientos.21 Así, tras pasar la “prueba de fuego” en la década de los ochenta, y perfeccionando los métodos de acción y conciliación desarrollados entonces, la ACH optaría por un nuevo pacifismo geopolítico frente a la indeferencia de la comunidad internacional frente a situaciones de gran violencia, siendo sus grandes desafíos los nacionalismos, las guerras por motivos económicos alimentadas por el neoliberalismo, y el imperialismo estadounidense, más agresivo tras los atentados contra el World Trade Centre el 11 de Septiembre de 2001 (Belge 2000).22 Por su parte, el CND nunca dejó de trabajar muy activamente en Gran Bretaña, aún después de la caída del Muro de Berlín.
Desde 1990 ha continuado organizando la marcha anual desde Londres a la base militar de Aldermaston, y ha perseverado en sus campañas contra los misiles Trident, la pertenencia británica a la OTAN, el comercio de plutonio y los planes estadounidenses de recuperar la Iniciativa de Defensa Estratégica, popularmente conocida como Guerra de las Galaxias.
Su éxito más destacado, desde el final de la Guerra Fría, fue su capacidad de convocatoria en oposición a la intervención militar en Irak en 2003, que contaba con el apoyo incondicional del primer ministro Tony Blair. El CND volvió con fuerza a la actualidad informativa no sólo por reunir en las calles (otra vez) a cientos de miles de ciudadanos contra la guerra sino porque, además, con gran imaginación, cursó una demanda en los tribunales británicos contra el gobierno por forzar una guerra ilegal en Irak.
El CND alegaba que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas debía aprobar específicamente una intervención bélica contra el régimen de Saddam Hussein antes de que Gran Bretaña participase en aquella campaña militar. La denuncia fue cursada contra el Primer Ministro Tony Blair, el Ministro de Asuntos Exteriores Jack Straw y el Ministro de Defensa, Geoff Hoon.
El CND afirmó no dudar de la buena fe del gobierno, pero, a la vez, que era de gran interés público el que existiera la certeza de la legalidad de la guerra bajo garantías jurídicas según el derecho internacional, antes de embarcar al país en las hostilidades.23 El caso haría historia en los tribunales cuando no sólo se aceptó la demanda, sino que los jueces establecieron un límite de 25.000 libras a los costes legales que el proceso podía originar al CND si perdía, debido a la excepcional naturaleza del caso, algo nunca visto antes.
Finalmente, los tres jueces designados se declararon no competentes para interpretar el significado exacto de la resolución 1.441 de la ONU, que nunca había sido incorporada a la legislación nacional, y a la que se aferraban el gobierno y, especialmente, sus aliados estadounidenses.
La decisión de los jueces no admitía ningún tipo de recurso o apelación.24 Los hechos, como hizo notar el CND mediante su presidenta Carol Naughton, eran que Irak no había atacado al Reino Unido ni a ninguno de sus aliados; nada hacía pensar que ello fuera a producirse inminentemente y que la única forma de evitarlo fuese una acción militar inmediata; y el Consejo de Seguridad de la OTAN no había autorizado explícitamente el uso de la fuerza, por lo que la legalidad de la invasión a Irak parecía injustificable desde el prisma del derecho internacional.25 El juez Lord Simon Brown, que junto a sus colegas los magistrados Kay y Richards examinaron el caso, afirmó que se trataba de una demanda “novedosa y ambiciosa”, siendo la primera vez que un gobierno británico se enfrentaba a un desafío legal sobre su capacidad para declarar la guerra.
El proceso profundizó aún más el debate público y político -el ministro de exteriores Robin Cook dimitió y 44 parlamentarios laboristas votaron contra la intervención militar- que cuestionaba la guerra y la legitimidad de ésta como medio de solucionar conflictos, controversia muy viva en aquellos días tanto en Gran Bretaña como en general en la comunidad internacional.26 Así, contra la opinión de la mayoría de los medios de comunicación y de sus líderes políticos, el debate suscitado por el movimiento pacifista haría que una creciente proporción de la opinión pública británica fuese percibiendo en los meses sucesivos que aquella guerra, de dudosa legitimidad, no gozaba de respaldo legal alguno.
En el resto de países de la OTAN la evolución de la percepción ciudadana de aquella guerra seguiría un camino paralelo.27 Aparte de estas formas de pervivencia directa de los grupos pacifistas antinucleares de la década de los ochenta, simbolizados por el CND y el END a través de la ACH, ellos fueron el principal vivero de otras organizaciones y campañas que continúan trabajando y extendiendo el movimiento pacifista.
Entre ellas cabe destacar: (a) “http://www.j-n-v.org/” Active Resistance to the Roots of War (Resistencia Activa contra las Raíces de la Guerra), grupo de acción directa noviolenta fundado en 1990; (b) Campaing Against Arms Trade (Campaña contra el Comercio de Armas), que trabaja por la disminución y eliminación del comercio de armas como negocio como paso hacia la desmilitarización internacional; (c) Campaing for the Accountability of the American Bases (Campaña por el control de las Bases estadounidenses), que aboga por el control de las bases militares estadounidenses en el Reino Unido, en las cuales existen armas de destrucción masiva pero no hay información ni control público conocidos, siendo su estatus legal muy difuso, ya que el secretismo que las rodea permite violar fácilmente las leyes británicas sin posibilidad de conocer los hechos-;y (d) Labour Against the War (Laborismo contra la Guerra), que reúne a miembros del Partido Laborista y a sindicalistas que se oponen a las diversas campañas militares efectuadas tras el 11 de Septiembre de 2001 en una “guerra contra el terrorismo” que, considera, oculta otros intereses.28 Puede agregarse a estas organizaciones otras más antiguas como OXFAM (1942); la cuáquera Peace and Change, de la Sociedad de Amigos (que trabaja desde el siglo XVII); Peace Pledge Union (1934); Network for Peace, heredera de la centenaria National Peace Council (1908); y War on Want (1952), desde donde se sostiene que la única guerra que debe librarse es contra la pobreza.
Todas ellas, a quienes ya nos referimos en el capítulo segundo de este trabajo, también nutrieron sus bases de miembros, colaboradores y simpatizantes procedentes del pacifismo antinuclear durante la Guerra Fría (Welling Hall 1984: 12-31).29 Asimismo, ONGs como Amnistía Internacional (fundada en 1961) y Human Rights Watch (fundada en 1988) -las más destacadas organizaciones del mundo por los derechos humanos, y las cuales en sus inicios trabajaban a favor de unos derechos humanos muy concretos contenidos en el derecho internacional-, han estrechado progresivamente sus vínculos con el movimiento pacifista, extendiendo sus labores a favor de la paz.
Así, en consonancia con el movimiento pacifista, han ido más allá de la violencia directa para reivindicar una paz positiva integral, Amnistía Internacional ha ampliado expresamente su mandato no sólo contra la tortura y la existencia de presos de conciencia, sino contra la discriminación, los niños soldado, el tráfico de armas, la falta de acceso a educación, etc.
Por otra parte, Human Rights Watch también ha extendido su mandato a combatir el tráfico de armas y, desde las guerras en Kosovo y Chechenia (ambas en 1999) a denunciar las causas de las guerras y las respuestas por parte de la comunidad internacional.30 Lo anterior se enmarca en un proceso de evolución en el que las alternativas del movimiento pacifista van más allá de las simples transformaciones puntuales, debido a la convicción de que es necesario construir nuevas maneras de cultivar las relaciones humanas.
Para ello, se plantea la construcción de nuevas culturas para la paz que promuevan diálogos culturales y permitan analizar las raíces de las relaciones humanas basadas en la violencia, la guerra, la marginación y la exclusión como si fueran naturales e inevitables.31 El movimiento pacifista se mostró activo, pero dubitativo y muy limitado en muchas de sus iniciativas tras la caída del muro de Berlín, la Guerra del Golfo de 1991 y la de Kosovo en 1999.
Por ejemplo, su apoyo mostrado a las funciones diplomáticas de la ONU fue siempre muy restringido y, en todo caso, aunque la opinión pública se mostró descontenta con unas acciones militares escandalosamente manipuladas por los medios de comunicación mayoritarios y de dudosa racionalidad y objetivos, el movimiento pacifista nunca consiguió movilizar las masas ciudadanas de la década de los sesenta y especialmente de los ochenta.
Todo ello hizo que se cuestionara si una conciencia pacifista realmente había calado y pervivido entre la población occidental, cuya herencia muchos parecieron dar por muerta.32 Sin embargo, aquellos análisis tan pesimistas respecto al impacto del pacifismo en la ciudadanía internacional fueron desmentidos en 2003.
Ese año, a propósito de la invasión estadounidense de Irak, tuvieron lugar unas 600 manifestaciones en el mundo el domingo 16 de febrero, en las que participaron unos 30 millones de personas, destacando las 400.000 de Nueva York, quienes desafiaron una orden judicial que prohibía la marcha; las 500.000 de Londres, recordando los años dorados del CND; las 250.000 de Sydney, en la mayor concentración de la historia de Australia; las 500.000 de Berlín, donde se contó con la participación de tres ministros que desafiaron los deseos expresos del Canciller Schöeder; Italia, donde hubo un fuerte debate sobre el número de participantes de la manifestación pacifista de Roma: de los tres millones que afirmaban los participantes hasta los 650.000 reconocidos por las fuerzas policiales que admitieron su incapacidad para realizar estimaciones válidas; y España, que fue uno de los países donde más destacaron las protestas contra la guerra, estimándose un millón de participantes tanto en Madrid como en Barcelona para aproximadamente 3 millones y medio de manifestantes en todo el país, donde el “No a la guerra” se convirtió en uno de los lemas más populares y visibles en multitud de espacios durante un año (Chrisafis A., Fickling.D.
y Henley, J. et alli 2003).33 Respecto de dichas manifestaciones contra la guerra en 2003, resulta fundamental observar la evolución y madurez de la conciencia ciudadana por la paz respecto a los precedentes de la segunda mitad del siglo XX. A diferencia de las multitudinarias marchas antinucleares de los sesenta y los ochenta, no existía ningún tipo de amenaza directa para los manifestantes, a diferencia de décadas anteriores donde temían ser víctimas directas de una guerra nuclear total que veían posible.
Mientras en las protestas contra la guerra en Vietnam que despertó una gran corriente pacifista entre la ciudadanía, la principal motivación de los manifestantes era el temor a perder la vida de jóvenes compatriotas en una guerra incierta, en 2003 primaba la solidaridad con las previsibles víctimas iraquíes, el rechazo a lo que percibían como política unilateral y neoimperialista estadounidense y, por último, expresar el deseo de que se abordara por medios pacíficos el publicitado choque de civilizaciones, reavivado tras el 11 de septiembre de 2001.34 Más allá del hecho de que nunca antes en la historia un número tan elevado de personas se hubiera manifestado simultáneamente por la paz como aquel 16 de febrero, cabe destacar que tanto en las pancartas presentes en las manifestaciones como en la publicidad y comunicados distribuidos por los cientos de organizaciones que participaron en aquella campaña de protesta, no se trató sólo de una denuncia de gran parte de la sociedad contra dicha guerra, sino contra la propia idea de la guerra como mecanismo válido para resolver conflictos, contra la falta de democracia que significó la manipulación informativa que trataba de justificar el conflicto armado -las encuestas de España y Reino Unido, países que apoyaron incondicionalmente la invasión, mostraron un rechazo ciudadano a la invasión de Irak abrumador-, y contra el dominio de las fuentes petrolíferas iraquíes por parte de potencias extranjeras.35 En definitiva, sería de ilusos sostener que aquella firme toma de postura de millones de ciudadanos en todo el mundo, desafiando a gobiernos y medios de comunicación de masas, tuvo lugar en el vacío y fue espontánea.
Es el movimiento pacifista, como parte protagonista de esa revolución silenciosaque Inglehart afirma está teniendo lugar, el que ha contribuido lenta pero notablemente en la formación de una mucho mayor conciencia social de denuncia y crítica de las lacras y causas que motivan los conflictos y la violencia –más allá de las simples guerras-, que implican cuestiones de violencia estructural: subdesarrollo, hambre, pandemias, armamentismo, imperialismo, miseria, dependencia, manipulación informativa, etc.
Uno de los grandes logros del pacifismo de las décadas de los sesenta y ochenta, ha sido la influencia alcanzada en la cultura y mentalidad ciudadanas contemporáneas, pues como podemos observar en perspectiva, representaron un importante avance en una tendencia de larga y compleja trayectoria de concienciación y acción ciudadanas por la paz.
De este vasto fermento han resurgido viejos valores históricos europeos fundamentados en la tolerancia, la justicia y las libertades, y han prosperado nuevos valores internacionalistas enmarcados en la cultura de los derechos humanos, la paz y la ciudadanía universal (López 2003: 289-309).
Para valorarlo en su justa medida, resulta fundamental tener en cuenta que el movimiento pacifista no es una herramienta política orientada a forzar acontecimientos a corto plazo, aunque no se renuncie, obviamente, a esa posibilidad. Más bien, es un método de acción a largo plazo fundamentado en principios éticos.
Desde la caída del muro de Berlín, los esfuerzos de la sociedad civil por la paz en Europa y en el mundo presentan resultados ambivalentes, pero sin duda han enriquecido el contenido político de la idea de paz no sólo como ausencia de violencia directa, sino como justicia social, igualdad de género, democracia, derecho a un medio ambiente sano, etc.; y han demostrado que la sociedad civil puede convertirse en un actor de relevancia en el devenir de la historia.36 Por tanto, contrariamente a la percepción de numerosos analistas, periodistas e intelectuales que consideraron que el movimiento pacifista había entrado en una crisis casi terminal después de 1989, lo cierto es que encontramos un hecho incontestable: nunca antes ha habido un número tan elevado de ciudadanos que, de una u otra forma, dediquen parte de su tiempo y recursos al movimiento pacifista en cualquiera de sus múltiples variables como a comienzos del siglo XXI.
Esto ha contribuido notablemente a la gradual conformación de una urdiembre que, beneficiada por el acceso a las modernas tecnologías de información y comunicación, facilita nuevas dimensiones y posibilidades para los actores sociales que apuestan por formas más racionales y éticas de acción mediante el fomento de la cultura de paz; las actividades de consulta y vigilancia de escenarios de reconstrucción de paz en antiguas zonas de conflicto armado; la militancia en organizaciones por la paz; la prestación de servicios de voluntariado; la ayuda a la financiación de ONGs solidarias; etc.
En este sentido prospectivo, lejos de las opiniones más agoreras respecto al presente y futuro del pacifismo, los autores más optimistas llegan a hablar de la existencia de una superpotencia de la paz (Wasserman 2003 y Cortright 2004).37 Organizaciones como Cruz Roja Internacional, Voluntarios de Naciones Unidas, Amnistía Internacional, Human Rights Watch, la Asociación de Organizaciones de Servicio Voluntario (AVSO), Acción Sin Fronteras, Balkan Sunflowers, Global Volunteers, International Medical Volunteers Association, International Conference Volunteers, Volunteers for Peace (VFP), Volontariat International, y NIG (“Nordeutsche Jugend im internationalen Gemeinschaftsdienst”), entre otros, han incorporado a millones de ciudadanos en sus programas en todo el mundo.
Esta realidad nace del compromiso de una parte muy importante de la sociedad civil que siente la necesidad de implicarse activamente apoyando programas concretos, con frecuencia en acciones “micro”, pero colaborando desde sus posibilidades y ámbito de acción en la construcción de una sociedad más pacífica y solidaria.38 De este modo, podemos observar dos hechos.
Por una parte, que los derechos humanos cada vez se identifican más con la justicia social, equivalente a la paz positiva por la que ha ido abogando, progresivamente, el movimiento pacifista a través de la historia. Por otra parte, la concepción del ser humano como agente histórico con libertad y competencia suficientes para ejercer un impacto significativo en la evolución de la política, la sociedad y el pensamiento mediante su acción consciente.
Ello revela la transformación del pensamiento de una gran parte de la sociedad en una dirección en la que cada vez más ciudadanos trabajan activamente por la paz y los derechos humanos con unos objetivos mejor definidos.39 Sin renunciar a las movilizaciones masivas que caracterizaron al pacifismo antinuclear de los sesenta y los ochenta -como se comprobó en 2003 a propósito de la invasión de Irak-, puede apreciarse cómo el movimiento pacifista actual, con la amplia agenda de sensibilidades e ideas que implica, ha evolucionado y ha potenciado su eficacia después de la caída del muro de Berlín.40 Una cuestión muy importante respecto al movimiento pacifista posterior a la Guerra Fría ha sido la disminución de la membresía en las organizaciones más destacadas del pacifismo antinuclear, a menudo identificado erróneamente, como ya hemos comentado, con el movimiento pacifista.
Así, casos como la desaparición del END y la fortísima disminución de la importancia del CND evidenció, a ojos de muchos analistas -algunos de ellos incluso simpatizantes del movimiento pacifista-, una evidente decadencia del mismo. Sin embargo, un análisis y seguimiento más profundos de su evolución demuestra que el declive de la militancia masiva en organizaciones característica desde finales de la década de los ochenta no implica necesariamente la existencia una crisis del movimiento social pacifista.
Más bien, el hecho refleja una crisis de las formas de organización tradicionales. Y es que, a la vez que ha ido descendiendo el número de miembros oficiales de las agrupaciones estrictamente pacifistas, han proliferado los grupos de ayuda mutua, las organizaciones humanitarias, los proyectos solidarios, etc., especialmente mediante ONGs.
Si bien los ciclos de protesta reviven en gran medida a las organizaciones de masas (éste es el caso del CND en 2003 contra la guerra en Irak), éstas pronto demuestran su inestabilidad, fraccionándose de nuevo su membresía en múltiples direcciones, aunque sin abandonar su vocación solidaria y pacifista.
De hecho, se ha hecho frecuente el alejamiento del impulso pacifista de la acción política en beneficio de formas de acción social de mayor participación directa buscando, además, el desarrollo individual de los activistas.41 Estos grupos y actividades, si bien no están directamente orientados a la movilización social (de hecho, se perciben frecuentemente como alternativa a ella), sí que mantienen un sólido consenso acerca de los valores característicos del movimiento pacifista, a la vez que facilitan servicios y oportunidades para el desarrollo de los menos favorecidos y para combatir la violencia en todas sus formas.
Por todo ello, quienes buscaban modos organizativos pacifistas tradicionales “puros” han observado una crisis terminal en el movimiento pacifista (Tarrow 1997: 205-206). Aquéllos, pese a su menor importancia relativa, se mantienen como fuente de experiencia y conocimiento, medio de difundir y centralizar información, y foro de diálogo y comunicación para simpatizantes y para grupos militantes menores incapaces de un alto desarrollo organizativo propio, siendo el CND un claro ejemplo en este sentido.
Sobre todo en las etapas intermedias entre ciclos de protesta, ayudan a mantener vivos los objetivos y temas sobre los que trabajan y aportan sus saberes y recursos a sus amigos.42 En un creciente número de países, organizaciones similares por su modesto tamaño y bajo coste de mantenimiento, pero altamente profesionalizadas, caracterizan a los componentes de las redes transnacionales de los movimientos sociales de comienzos del siglo XXI.
Los trabajos de Margaret Keck y Kathryn Sikknik muestran el perfil característico de estas organizaciones: centran su labor en alguna cuestión concreta, sean los derechos humanos, la protección del medio ambiente, la oposición al tráfico de armas, los derechos de las mujeres o los de los pueblos indígenas.
Su nivel organizativo es endeble, pero sus acciones y capacidad de convocatoria pueden resultar tremendamente efectivas en campañas específicas debido a sus vínculos con donantes, fundaciones y otros grupos activistas que puedan prestarles su apoyo (Keck y Sikknik 1998).43 De este modo, parece estar surgiendo un modelo organizativo común a los movimientos sociales a nivel internacional, resultante de la combinación entre pequeños líderes profesionales, amplias redes de simpatizantes no permanentemente activos y redes transnacionales solidarias.
Los miembros de estas organizaciones pueden comunicarse a bajo coste por correo, fax o e-mail; participan de acciones masivas aunque poco habituales; difunden información sobre algunas actividades de los demás grupos; y realizan puntualmente actividades de solidaridad con la lucha paralela de organizaciones ajenas como charlas, minutos de silencio, mesas redondas, etc.
El prototipo de este modelo es Greenpeace, que afirma incluir a millones de miembros, pero en realidad la mayoría se limita a realizar una aportación económica y la ONG depende de un limitado número de militantes profesionales, con la ayuda de voluntarios, en algunas ocasiones, para desarrollar sus llamativas acciones.44 Para subsanar los problemas originados por la lógica dificultad de contar con amplias redes de apoyo ciudadano sin construir una gran organización, varios movimientos sociales han desarrollado franquicias en forma de organizaciones locales a menudo preexistentes.
Éstas continúan siendo independientes, pero utilizan el nombre de la organización nacional o internacional, recibiendo además su publicidad y algunos materiales a cambio de contribuciones económicas y cooperación en campañas conjuntas (McCarthy y Wolfson 1991: 273-297).
El sistema de franquicias permite a pequeñas organizaciones nodriza coordinar las actividades de una base muy amplia sin agotar sus a menudo escasos recursos en mantener las estructuras formales características de grandes organizaciones de masas al modo de los partidos políticos. Precisamente un ejemplo de éxito espectacular de las franquicias fue el modelo auspiciado por el CND en Gran Bretaña en la década de los ochenta (Maguire 1990).45 Aparte de las franquicias, los movimientos sociales actuales en general, y el movimiento pacifista en particular, se apoyan en los recursos de organizaciones y asociaciones aliadas no orientadas, en principio, hacia la acción colectiva.
Esto les permite tanto usar sus más estables infraestructuras y movilizar, por períodos breves, a ciudadanos no interesados en un activismo permanente. El papel de las iglesias en las campañas pacifistas antinucleares holandesas de la década de los ochenta, o en el Sur de los EEUU en la década de los sesenta durante las campañas por los derechos civiles son un claro ejemplo de cómo un movimiento puede acceder a los recursos de grandes instituciones no activistas, tendencia que ha continuado su desarrollo de forma constante hasta la actualidad (Klandermans 1997).46 En fin, puede observase una evolución en el movimiento pacifista hacia formas de trabajo más democráticas, flexibles, conocedoras y experimentadas, así como generadoras de redes de conexión informativa, solidaria, etc., por lo que pueden divulgar más y mejor información, llegar con mayor prontitud a zonas necesitadas, y actuar con cada vez más eficacia.47 La gran debilidad de este tipo de movimientos sociales es su falta de una base social permanentemente activa.
- Ello contribuye a explicar su acercamiento a grupos y organizaciones simpatizantes que ayuden a movilizar a gran cantidad de personas en momentos concretos para apoyar alguna causa determinada.
- El movimiento pacifista antinuclear desarrolló y perfeccionó esta técnica de campañas en coalición con gran éxito, empezando a ensayarla antes de la década de los sesenta debido a su debilidad numérica (Kleidman 1992).
En la década de los setenta, tanto en Europa como en los Estados Unidos, la mayoría de las campañas eran federaciones de organizaciones preexistentes más pequeñas, unidas para beneficiarse con este modo de nuevas posibilidades de movilización, algo que alcanzaría su máxima expresión a finales de la década de los ochenta en el movimiento Freeze estadounidense (Rochon y Meyer 1997).
- En todos los casos se organizaban actividades conjuntas en las que, no obstante, cada grupo podía expresar sus intereses particulares, no sintiéndose perdido entre una multitud ni limitado por directrices severas.
- Al finalizar la campaña o la actividad, no quedaba ninguna organización sólida con carácter permanente.
Lo informal de las alianzas y lo esporádico de sus grandes actividades de protesta conjuntas explica que, por una parte, el movimiento parezca invisible por períodos de tiempo más o menos largos, a la espera de que la estructura de oportunidad política sea propicia y, por otra parte, que las redes sociales estén permanentemente abiertas y con posibilidad de ensanchar sus bases de apoyo entre cada vez más grupos sin una exigencia inmediata de activismo (Diani, 1995).
Esta práctica se hizo tan común que Jürgen Gerhards y Dieter Rucht acuñaron el término mesomovilización para describirla (Gerhards y Rucht 1992: 555-595).48 Puede afirmarse, por tanto, que el movimiento pacifista ha adaptado sus formas a los cambios experimentados por el conjunto de la sociedad mediante el desarrollo de redes activistas más descentralizadas, capaces, no obstante, de organizar coaliciones en campañas concretas y exigir determinadas actuaciones por parte de las autoridades.
Curiosamente, pese a abogar por una ideología favorable a la espontaneidad en sus movilizaciones y por una política más centrada en el trabajo de campo, el núcleo de estas organizaciones suele estar altamente profesionalizado. No son partidos de masas ni estructuras burocráticas de movilización social, pero forman una tupida red de grupos capaces de unirse en campañas concretas movilizando a un número de ciudadanos esporádicamente activos aún mayor.
Además, respecto a sus predecesores más convencionales en el terreno de los movimientos sociales, estas organizaciones cuentan con muchos más recursos, disfrutan de un acceso más fácil a medios de comunicación (no en vano, internet es una de sus principales herramientas), una capacidad de movilidad geográfica más rápida y económica, mayor interacción cultural, y más capacidad de convocatoria y trabajo en equipo entre organizaciones afines.
De este modo, desde la sociedad civil global se ha roto en gran medida el trinomio Estado-nación-seguridad-soberanía y se plantea incluso una nueva relación con la Tierra.49 Considerando la nueva orientación del pacifismo como movimiento social, el declive de las organizaciones y movilizaciones de masas tradicionales más centralizadas ha supuesto un beneficio, más que un coste, para el movimiento pacifista en su conjunto.
Es, por tanto, comprensible que tras la aparente quietud de la década de los noventa, el movimiento pacifista resurgiera de forma tan llamativa en 2003 contra la invasión de Irak: la inactividad era sólo aparente, y la tupida red de organizaciones pacifistas, que nunca había dejado de trabajar, encontró un punto de confluencia que las hizo muy visibles al gran público, alcanzando cifras desconocidas de participación y apoyo ciudadanos.50 En su evolución desde 1989, pues, el movimiento pacifista ha venido derivando hacia nuevas expresiones y formas organizativas, trascendiendo, además, el ámbito de la oposición a la violencia directa que en su momento protagonizó y simbolizó el pacifismo antinuclear, y reforzándose otras manifestaciones del movimiento ya existentes y surgiendo otras nuevas, de carácter preventivo y humanitario, que las hizo cualitativamente más evolucionadas.
Esto ayuda a explicar el aumento de activistas y colaboradores en el movimiento pacifista a lo largo de los noventa y en los primeros años del siglo XXI.51 En este sentido, cabe mencionar la expansión del voluntariado, en el que ciudadanos corrientes dedican parte de su tiempo y recursos a realizar labores solidarias.
El trabajo voluntario permite colaborar a muchos niveles y no exige ningún tipo de adhesión ideológica. Muchos de los programas de ayuda contra el hambre, de vacunaciones masivas, de ayuda al desarrollo, de políticas para la igualdad de las mujeres, de apoyo a refugiados y desplazados, etc., serían imposibles de realizar sin el respaldo humano y material de los voluntarios que trabajan para ONGs.
Otro tanto sucede con los activistas y voluntarios que trabajan en el terreno de la enseñanza y la cultura de paz, para su difusión y cimentación (UNESCO 1996). Este nuevo y numeroso voluntariado, extendido por todo el mundo, y las organizaciones alrededor de las que se agrupan, como Peace Corps, Protección Civil, voluntarios de Naciones Unidas, etc.
van en general mejorando sensiblemente la calidad de su trabajo mediante acciones de formación, capacitación, y especialización de personal para adecuarlo a necesidades concretas en una labor constante y comprometida.52 Otra destacada manifestación del movimiento pacifista que ha conocido un gran desarrollo tras la Guerra Fría es el intervencionismo humanitario, una forma muy efectiva de acción directa en los lugares donde se producen conflictos armados.
La acción humanitaria tiene sus precedentes en la caridad cristiana de las órdenes monásticas medievales; en la mezcla de monjes y soldados (la espada y la cruz) de las órdenes hospitalarias; en la secularización de esas labores en el humanitarismo ilustrado; y en la misión “civilizadora” de la colonización y el desarrollo de la medicina colonial (Ferré 1997).
Más tarde, en el siglo XIX destacaron Florence Nightingale y, finalmente, Henry Dunant (fundador de Cruz Roja en 1863) y la convención de Ginebra de 1864. Las dos Guerras Mundiales y los totalitarismos nazi y soviético darían pie al apogeo de la Cruz Roja y la Media Luna Roja. Entre 1934 y 1945 surgieron en Estados Unidoos las primeras organizaciones humanitarias privadas que más tarde se denominarán Organizaciones No Gubernamentales (ONGs), para distinguirlas de las gubernamentales y de las intergubernamentales de ONU.
En 1942 se creó en Europa el Oxford Famine Relief Committee o Comité para el Alivio de la Hambruna (OXFAM) para socorrer a la población griega de la hambruna que sufría. El tipo de intervencionismo humanitario que llevaban a cabo expresaba la manera occidental, moderna, blanca y masculina de entender la ciencia y la sociedad, siendo heredera de la noción de “objetividad,” defendiendo la neutralidad e independencia en sus actuaciones, respetando la soberanía de los Estados-nación y no comprometidos más allá de sus labores paliativas (Almansa 1999 y Médicos sin fronteras 1999).53 Organizaciones como Cruz Roja, Médicos sin Fronteras y OXFAM, con su labor de ayuda en situaciones de emergencia humanitaria, han venido ejerciendo un papel de enorme utilidad social en escenarios donde los Estados y la comunidad internacional oficial han sido incapaces de auxiliar a civiles víctimas de desplazamientos, ep-Idemias, hambrunas, etc.
Además, sin perder su status apolítico y neutral, facilitaron, mediante sus programas de voluntariado, campañas de información, etc., el surgimiento de otras organizaciones posteriores comprometidas además con valores como la democracia, los derechos humanos, la paz y la justicia social (Human Rights Watch, Amnistía Internacional, las diversas ONGs sin fronteras, etc.), cuyo compromiso con esos valores dejaba atrás el apoliticismo y neutralidad del intervencionismo humanitario tradicional.54 De este modo, la acción humanitaria afronta sus retos con nuevas formas de entender la independencia y la neutralidad, la relación entre la urgencia de la intervención y la teoría y el compromiso con el desarrollo a largo plazo, reforzando el papel del testimonio y la denuncia en lo que entienden como sus obligaciones con los más débiles, y reconociendo el papel de interlocutores de las víctimas de la exclusión y las catástrofes (Unidad de estudios humanitarios 1999).55 Otro ámbito en el que el movimiento pacifista se ha desarrollado considerablemente en los últimos años es el desarrollo de la diplomacia civil noviolenta, ya ensayada por el END durante la Guerra Fría.
La diplomacia civil noviolenta ofrece un rostro diferente a la diplomacia convencional, apostando por el acercamiento solidario entre los pueblos y las gentes. No sólo pone en marcha medidas paliativas ni previene conflictos potenciales, sino que se constituye en agente difusor de denuncia de sistemas injustos y corruptos; de crítica de la violencia directa, cultural y estructural; de ayuda para encauzar las acciones de las poblaciones mermadas o asoladas por un conflicto, dándoles más confianza en sí mismas; de reconciliación entre partes enfrentadas; y de presión a los Estados para legislar o adoptar medidas concretas a favor de una paz positiva (Ruiz Jiménez 2004: 81-111).
Así, la influencia política y diplomática de la presión coordinada de redes ciudadanas unitarias hizo posible la campaña contra las minas antipersonales, que logró el histórico Tratado de Ottawa de 1997 contra su fabricación y comercio -pese a la inicial oposición de la mayoría los Estados finalmente signatarios-;el fracaso del Acuerdo Multilateral sobre Inversiones;las limitaciones y mayor transparencia en la fabricación y comercialización de armas ligeras gracias a la red IANSA;y, en gran medida, el establecimiento del Tribunal Penal Internacional.
En definitiva, se trata de generar redes, complicidades y solidaridades permanentes que doten de mayor influencia, legitimidad y eficacia a las muchas iniciativas que estas organizaciones llevan a cabo para modificar legislaciones y comportamientos de los Estados.
Las mencionadas campañas apuntan al cambio de estructura en la tradicional concepción de los Estados como únicos protagonistas de las relaciones internacionales, pues tanto poderes supraestatales (OTAN, UE, FMI, BM, etc.) como empresas multinacionales ejercen una influencia decisiva en las actuaciones de los Estados, lo que también aspira a conseguir la sociedad civil organizada a favor de la paz y los derechos humanos.56 En definitiva, ha sido la propia ciudadanía internacional organizada quien, con su trabajo cívico, informativo, educativo, diplomático, paliativo, mediador y reconciliador, ha reactivado las agendas y las acciones del movimiento pacifista.
Además, la legitimidad y reconocimiento de su labor se ha visto reflejada por la incorporación de representantes de destacadas ONGs que dan voz a la sociedad civil en el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas. En este marco de actuación se ha hecho asimismo posible la consolidación de especialistas en el campo del peacemaking, peacebuilding y procesos de reconciliación, algo desconocidos hace muy pocas décadas.
(Lederach 1998, Galtung 1998 y López 2000b).57 En conclusión, las modernas formas de organización, de redes transnacionales, de metodologías de acción, de difusión de la idea de paz y del trabajo para su construcción a que nos hemos venido refiriendo, suponen un salto importante en la consolidación del movimiento pacifista como una de las manifestaciones más destacadas de la acción de la sociedad civil internacional.
La capacidad de adaptación que el movimiento pacifista ha venido mostrando, especialmente a través de los dos últimos siglos, continúa, pues, evidenciándose al adaptar los fundamentos solidarios, humanitarios, universalistas y de permanente insatisfacción con la realidad característicos de su pensamiento ante nuevos retos y realidades, todo ello en pos de reivindicaciones comunes y deseables: una auténtica y constante construcción de la paz, la democracia, la justicia, la equidad y el desarrollo sostenible.
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¿Cuál fue el primer movimiento pacifista?
El pacifismo es el movimiento socio-político que defienden el principio de las relaciones pacíficas como medio de solucionar las controversias y se oponen al uso de la violencia y a la proliferación de las guerras, abogando por la no participación individual en las mismas.
- Existe diversas opciones o grados de pacifismo; el término no se hizo popular hasta el siglo XX.
- La primera manifestación pacifista de origen no religioso tuvo lugar en 1843, con la celebración del Congreso para preservar la paz internacional,
- A finales del siglo XIX, la escalada armamentista y la creación de grandes alizanzas militares internacionales (que culminarían en la Primera Guerra Mundial) inició el movimiento pacifista.
Tras diversas reuniones celebradas en Europa y América del Norte, se creó en Berna (Suiza), la Oficina Internacional por la Paz en 1892. El objetivo de este Oficina era lograr o mantener de la paz entre naciones a través del fomento del desarme, el uso de arbitraje internacional, la elaboración de convenios internacionales y la creación de organismos encargados de tales fines.
En este proceso tuvieron lugar las Conferencias de La Haya, la primera de las cuáles, celebrada en en 1899, entre otros acuerdos, logró la creación del Tribunal Permanente de Arbitraje, organización jurisdiccional creada en 1899 por la Convención para la Solución Pacífica de los Conflictos Internacionales, firmada por veinticuatro estados.
El Tribunal tenía el objetivo de facilitar el arbitraje de los conflictos internacionales a través de mediadores. Las organizaciones obreras reunidas en la II Internacional (1889), a principios del siglo XX propugnaron la supresión del servicio militar, el desarme de las potencias y la no participación de militantes de izquierda y sindicatos, en caso de estallar una guerra.
- El nacionalismo exhibido por las potencias en la Primera Guerra Mundial sobrepasó las pretensiones de las organizaciones obreras.
- El período de entreguerras fue una época de gran actividad diplomática en favor de asegurar las condiciones internacionales para evitar que se volviera a producir una nueva guerra mundial.
Un importante, aunque insuficiente, papel en este sentido hizo la Sociedad de Naciones, que condenó los tratados internacionales secretos y creó el Tribunal Permanente de Justicia Internacional, con sede en La Haya (Países Bajos) con la misión de resolver por medios pacíficos las controversias que pudieran surgir entre los países miembros.
- En 1920 y en 1930, el líder de la independencia india, Mahatma Gandhi (1869-1948) proclamó campañas de no cooperación y desobediencia civil en la India colonial.
- Gracias a estas campañas de resistencia civil no violenta organizada por Gandhi contra el gobierno británico de la India, el país alcanzó su independencia en 1947.
Mohandas Karamchand Gandhi, miembro de la casta de los comerciantes, llamado posteriormente Mahatma ( alma grande en sánscrito), estudió leyes en Londres. Desde el ejercicio de la abogacía y más tarde como activista político, combatió la discriminación basándose en los principios de la verdad, la no violencia y el coraje.
- Tras la Segunda Guerra Mundial el pacifismo volvió a alcanzar un notable desarrollo, por el recuerdo de los horrores recientes, pero sobre todo ante la imparable carrera de armamentos que significó la guerra fría, en especial ante el peligro que suponía la proliferación del armamento nuclear.
- La Creación de la Organización de las Naciones Unidas, con un papel más amplio y efectivo que la Sociedad de Naciones, sirvió de mecanismo de distensión entre los dos grandes bloque.
El artículo 1 de la Carta de las Naciones Unidas, documento fundacional, establece los prositos de la Orgranización: Mantener la paz y la seguridad internacionales, y con tal fin: tomar medidas colectivas eficaces para prevenir y eliminar amenazas a la paz, y para suprimir actos de agresión u otros quebrantamientos de la paz; y lograr por medios pacíficos, y de conformidad con los principios de la justicia y del derecho internacional, el ajuste o arreglo de controversias o situaciones internacionales susceptibles de conducir a quebrantamientos de la paz También desde diversos órganos del sistema de las Naciones Unidas se aboga por la paz, como desde la UNESCO, que en en el preámbulo de su Constitución dice: puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz una paz fundada exclusivamente en acuerdos políticos y económicos entre gobiernos no podría obtener el apoyo unánime, sincero y perdurable de los pueblos, y que, por consiguiente, esa paz debe basarse en la solidaridad intelectual y moral de la humanidad No obstante, las Naciones Unidas se han visto reiteradamente incapaz de frenar numerosos enfrentamientos bélicos, en especial los que estuvieron directamente relacionados con los procesos de descolonización (Indochina, Oriente Medio, África) y de enfrentamiento indirecto de las superpotencias (Corea, Cuba, Vietnam).
- Martin Luther King se erigió como líder del movimiento en favor de los derechos civiles de las minorías, tras organizar el famoso boicoteo al transporte público en Montgomery (Alabama) en 1955.
- Luchó por un trato igualitario y mejoró la situación de la comunidad negra mediante protestas pacíficas y enérgicos discursos sobre la necesidad de erradicar la desigualdad racial institucional.
En 1963 encabezó una marcha pacífica desde el Washington Monument hasta el Lincoln Memorial, donde pronunció su discurso más famoso: “Tengo un sueño”. En Estados Unidos, Martin Luther King se erigió como líder del movimiento en favor de los derechos civiles de las minorías raciales con métodos de resistencia no violentos.
Tras organizar el famoso boicoteo al transporte público en Montgomery (Alabama) en 1955. Luchó por un trato igualitario y mejoró la situación de la comunidad negra mediante protestas pacíficas y enérgicos discursos sobre la necesidad de erradicar la desigualdad racial institucional. En 1963 encabezó una marcha pacífica desde el Washington Monument hasta el Lincoln Memorial, donde pronunció su discurso más famoso: Tengo un sueño Diversas conferencias internacionales para el desarme o los tratados para limitar la proliferación de armas nucleares, auspiciados por las Naciones Unidas, tuvieron un éxito limitado.
Esto provocó que el movimiento pacifista tomara protagomismo, sumándose a él amplias capas de la población occidental, tanto en Europa como en Estados Unidos. Recientemente, la guerra contra Irak lideradas por Estados Unidos y Reino Unido han producido un renacimiento internacional del movimiento pacifista, concretado en masivas manifestaciones callejeras por todo el mundo: Europa, América, Oriente Medio, Oceanía y África.
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¿Por qué es importante el pacifismo?
Trayectoria y efectos del movimiento pacifista (article no disponible en català)) Las actividades en contra de la guerra de Irak de los meses de febrero, marzo y abril de 2003 contaron con una gran participación ciudadana. Las claves explicativas de esta gran participación son diversas, pero para comprender bien las movilizaciones contra la guerra del 2003 se ha de conocer la actividad anterior de los movimientos por la paz y antimilitaristas, así como sus impactos.
Enric Prat (juliol 2004). MientrasTanto 91-92 Las actividades en contra de la guerra de Irak de los meses de febrero, marzo y abril de 2003 contaron con una gran participación ciudadana: manifestaciones en la calle, caceroladas, festivales de música, concentraciones a la puerta de las empresas, movilizaciones estudiantiles, las protestas de los artistas, la gran cantidad de carteles contra la guerra que había en las tiendas, centros de trabajo y estudio Fue una movilización internacional, pero la respuesta en España fue particularmente fuerte.
Además, la opinión pública se mostró mayoritariamente contraria a la guerra, como lo demostraron las encuestas de opinión. Las claves explicativas de esta gran participación ciudadana y de la existencia de una opinión pública contraria a la guerra de Irak son diversas.
Una de ellas es la situación internacional creada después de los atentados del 11 de septiembre del 2001, en la que destaca una ofensiva militar de la Administración de Estados Unidos en defensa de sus intereses económicos y geoestratégicos (negocio de la venta de armas, control del petróleo, hegemonía en las relaciones internacionales), concretada en la doctrina militar de la «guerra preventiva» y en la realización práctica de la guerra en Irak, con todas las consecuencias que está comportando (muertos, heridos, torturas, más violencia y odio en la región).
Un segundo elemento fue la postura extremadamente belicista y sumisa al Imperio del Gobierno Aznar, que provocó una división entre los partidos sobre esta cuestión. Fuerzas políticas como IU, ICV, PSOE-PSC, ERC y CiU se declararon contrarios a la política del Gobierno del Partido Popular, sumándose a las movilizaciones contra la guerra.
- El tercer aspecto a considerar fue el período precedente de acciones contra la globalización capitalista, ya que las actividades contra la guerra hay que situarlas en el ciclo de protestas, a escala internacional, de los últimos años.
- Las movilizaciones de los movimientos altermundistas y las manifestaciones antiguerra que se produjeron en diversas partes del mundo, ayudaron a que las que se hicieron aquí fueran más masivas; y las que se hicieron en las ciudades de España contribuyeron a extender las movilizaciones pacifistas y altermundistas de otros países.
Un cuarto factor a resaltar es la actividad previa realizada por las Plataformas contra la guerra y los grupos que apoyaron sus movilizaciones. Estas Plataformas unitarias agruparon a centenares de entidades y organizaciones. Finalmente, hay que tener en cuenta que desde hace muchos años existe entre la población una conciencia o cultura pacifista, debida en gran parte a la larga actividad del movimiento pacifista, que se refleja regularmente en las encuestas de opinión.
Por lo tanto, para comprender bien las movilizaciones contra la guerra del 2003 se ha de conocer la actividad anterior de los movimientos por la paz y antimilitaristas, así como sus impactos. I El movimiento por la paz ha sido uno de los movimientos sociales contemporáneos más importantes de España. Sus actividades se han mantenido continuadamente durante varias décadas.
A veces con una gran visibilidad social, cuando centenares de miles de personas se han manifestado en la calle en contra de las guerras, de las armas nucleares o de los bloques militares. En cambio, en otras ocasiones las actividades pacifistas han sido impulsadas por un reducido número de personas y colectivos, aunque vistas en conjunto y con una perspectiva histórica, estas actividades no tan visibles para el conjunto de ciudadanos han tenido unos efectos sociales considerables.
El movimiento pacifista ha pasado por etapas en las ha jugado un papel de catalizador de las movilizaciones ciudadanas por la paz y en contra de la guerra, y por fases en las que su función principal ha sido la de dinamizador cultural (elaborando propuestas alternativas de defensa, impulsando la educación para la paz, etc.).
El movimiento por la paz ha desarrollado campañas y acciones en las que ha criticado las diversas dimensiones del militarismo y ha propuesto alternativas de paz y desarme. Estas actividades se pueden agrupar en tres ámbitos: en contra de las guerras y de los conflictos armados, oposición a todo lo que contribuye a la preparación de la guerra y fomento de una cultura de la paz.
- Por lo que respecta a las guerras y a las intervenciones militares, las movilizaciones más numerosas fueron las manifestaciones ciudadanas y estudiantiles en contra de las guerras del Golfo Pérsico de 1991 y de Irak del 2003.
- Pero a lo largo de la década de los años noventa y durante los últimos años, se han realizado manifestaciones y concentraciones por la paz y contra la guerra ante otros conflictos bélicos e intervenciones de los ejércitos de Estados Unidos, Inglaterra y Rusia.
En este terreno se pueden citar las respuestas del pacifismo ante guerras como las de los países de la antigua Yugoslavia, la de Chechenia, la de Timor o la de Afganistán. Una de las tareas y retos actuales del pacifismo es mantener una actividad regular sobre el conjunto de guerras que se producen en el mundo(1), empezando por dar información sobre los conflictos bélicos que son sistemáticamente ignorados por los medios de comunicación.
- Los grupos pacifistas y antimilitaristas han mantenido opiniones críticas sobre las intervenciones militares.
- Han constatado que antes de las mismas las potencias han vendido armas a los países en conflicto, no han agotado las acciones políticas, las presiones diplomáticas y las negociaciones, y la mayoría de las veces no han intervenido para defender los derechos humanos sino por razones estratégicas (asegurarse el control del petróleo y la presencia militar en zonas de interés económico y geoestratégico) o militares (excusa para reestructurar ejércitos, crear fuerzas militares de intervención rápida, fabricar armas más modernas).
Por otra parte, han indicado que la experiencia de diversas intervenciones militares ha demostrado que después de las mismas los conflictos y enfrentamientos bélicos no se han resuelto sino que, además de afectar negativamente a la sociedad (muertos, heridos) y al medio ambiente, se han generado nuevos problemas, como el aumento vertiginoso de refugiados, la violación de los derechos humanos o la instrumentalización de estas intervenciones de ejércitos extranjeros por parte de los regímenes que se pretende combatir, facilitando la represión sobre la oposición democrática interna y los disidentes.
- También han criticado la tendencia a realizar intervenciones militares sin mandato y al margen de Naciones Unidas.
- El movimiento pacifista ha rechazado de forma contundente la «guerra preventiva», catalogándola como una doctrina militar de ataque, agresiva, que puede fomentar la proliferación de armas de destrucción masiva en los países que se sientan amenazados por ella, y que vulnera la legalidad internacional, ya que la Carta de las Naciones Unidas solo contempla el uso de la fuerza en legítima defensa en el caso de que se produzca un ataque armado.
El movimiento por la paz ha dejado muy clara su opinión de que las fuerzas militares, por los instrumentos que emplean -armas- y por la instrucción que reciben -mentalidad belicista y sumisa- no son las adecuadas para contribuir a la resolución pacífica y justa de los conflictos.
El hecho de que algunos cuerpos militares que han intervenido en conflictos, incluso los que lo han hecho como «cascos azules» de las Naciones Unidas, hayan estado implicados en maltratos y agresiones a las poblaciones autóctonas, violaciones de personas, en la organización de redes de prostitución y contrabando ilegal de mercancías, han venido dando la razón a las denuncias efectuadas por las organizaciones pacifistas y a sus propuestas de que ante los conflictos bélicos se requieren expertos en mediación, organizaciones especializadas en tareas humanitarias, entidades que se dediquen a la cooperación para el desarrollo y el impulso de un diálogo intercultural real.
Frente a las intervenciones militares, el movimiento pacifista ha defendido la resolución de los conflictos por medios alternativos a los militares, como la prevención, la diplomacia, las acciones políticas o la suspensión de la venta de armas a los países en conflicto.
- También hay que resaltar la tarea de algunos colectivos de mujeres antimilitaristas, como la Red de grupos mujeres de negro, centrada en la crítica de las guerras desde el punto de vista de las mujeres y en dar a conocer la situación de las mismas en los conflictos bélicos, como víctimas de una violencia específica de género (agresiones sexuales, violaciones) y como protagonistas de una lucha de resistencia a la guerra y de una labor por la supervivencia de las personas y el cuidado de los enfermos y los heridos; y en la potenciación del diálogo y la solidaridad entre las mujeres de las diferentes partes enfrentadas en los conflictos armados, para que luchen conjuntamente contra la guerra y por una paz justa y sin opresión, a través de la negociación y la mediación(3),
- Tampoco se ha de olvidar las campañas de apoyo a los desertores de la guerra del Golfo Pérsico de 1991 impulsadas por diversos colectivos pacifistas y antimilitaristas, en el marco de la campaña insumisión(4).
- Finalmente, en este terreno de los conflictos violentos hay que valorar el trabajo a favor del diálogo, el acuerdo y la paz en el País Vasco realizado por los grupos Gesto por la Paz (desde su formación en 1986) y Elkarri (desde su nacimiento en 1992).
- El segundo ámbito de trabajo ha sido la oposición a todo lo que contribuye a la preparación de la guerra y amenaza la paz, es decir, las armas, los gastos militares, la investigación científica con finalidades bélicas, la industria y el comercio de armas, la permanencia de bloques y bases militares, la existencia de ejércitos numerosos(5) y las doctrinas militares agresivas.
En el movimiento por la paz hay unanimidad en el análisis de que las guerras se producen porque previamente se toman decisiones para su preparación desde diferentes ámbitos de la sociedad (gobiernos, parlamentos, fuerzas armadas, industrias de armas, partidos políticos, centros de investigación militar), como aprobar la participación en una agresión militar contra otros países, decidir el fortalecimiento de los ejércitos, aumentar los gastos militares o fabricar y vender nuevas armas.
Pero en los últimos años los grupos pacifistas y antimilitaristas también están poniendo el acento en la responsabilidad personal que tienen los ciudadanos en la preparación de la guerra, en la medida en que se desentienden de problemas como los siguientes: una parte de las aportaciones que se hacen a través del impuesto sobre la renta se destina a gastos militares; se compran acciones, se realizan planes de pensiones o se depositan ahorros en empresas vinculadas a la industria de armas; se vota a partidos políticos que apoyan acciones armadas contra otros países, aprueban gastos militares o potencian el comercio de armas.
En consecuencia, se va ampliando la conciencia de que para evitar las guerras no hemos de colaborar en su preparación. Las propuestas de actuación son diversas: no votar a los partidos políticos que sostienen el militarismo; objeción fiscal; objeción científica, es decir, la negativa de los investigadores a participar en el desarrollo de proyectos militares; objeción laboral, que consiste en negarse a realizar trabajos que tengan finalidades bélicas; objeción financiera, que opta por no invertir ni depositar ahorros en empresas vinculadas a la industria y el comercio de armas, potenciando alternativas como los bancos y los fondos éticos; apoyar, colaborar y participar en actividades, campañas y organizaciones pacifistas y antimilitaristas.
Las campañas y acciones más significativas referidas a estos temas han sido las siguientes. Sobre las armas hay que resaltar la campaña municipios desnuclearizados, desarrollada en 1983-1984, durante la cual unos 400 Ayuntamientos de España aprobaron mociones en las que declaraban su territorio libre de armas nucleares; la campaña internacional por la prohibición de la fabricación, almacenamiento y venta de minas antipersona; y la campaña «Adiós a las armas», por el control de los 500 millones de armas ligeras que circulan por el mundo (pistolas, ametralladoras, rifles, lanzagranadas, cañones), iniciada en 1999 por unas veinte ONGs y coordinada por la Càtedra Unesco sobre Pau i Drets Humans de la Universidad Autónoma de Barcelona.
Ante las diversas cuestiones implicadas en la economía de la defensa se han realizado diversas campañas. La objeción fiscal a los gastos militares, cuya primera campaña se hizo en 1983, consiste en deducir en la declaración del impuesto sobre la renta el porcentaje equivalente al que en los Presupuestos Generales del Estado se destina a financiar las fuerzas armadas, la investigación de programas militares o la compra de armas(6), y en la donación del dinero liberado a entidades que desarrollan proyectos de paz, de conservación del medio ambiente, de combate contra la pobreza y otras necesidades sociales.
- La Fundació per la Pau impulsa una campaña a favor de que los recursos destinados a la investigación militar sean utilizados en investigación orientada a fines civiles(7),
- También hay que citar las marchas contra las fábricas de armamentos y a favor de su conversión en producción civil de utilidad social realizadas en el País Vasco desde principios de la década de los años noventa, dando lugar a la formación del colectivo Gasteizkoak, que ha realizado diversas propuestas de conversión de las industrias de armas, entre ellas la de Explosivos Alaveses (EXPAL), que generó un importante debate entre los diversos sectores implicados (sindicalistas de la fábrica, grupos pacifistas, colectivos sociales).
Esta labor condujo a la constitución, en Álava, de la Plataforma Moldaketa, que agrupa a colectivos juveniles, antimilitaristas, ONGs, grupos cristianos y organizaciones internacionalistas, y plantea la conversión de la industria militar vasca.(8) La Campanya contra el comerç d’armes (C3A), que se formó en Barcelona en otoño de 1988, impulsada por Justícia i Pau, la Fundació per la Pau y la Coordinadora pel Desarmament i la Desnuclearització Totals, realizó diversas tareas de investigación y denuncia de temas vinculados a la industria y el comercio de armas, hasta que en el 2001 se transformó en el Centre d’Estudis per la Pau J.M.
- Delás, integrado en Justícia i Pau.
- Entre las actividades a favor de la transparencia y el control de la exportación de armas hay que mencionar la campaña «Hay secretos que matan», iniciada en 1994 por Amnistía Internacional, Greenpeace, Médicos sin fronteras e Intermón (Oxfam), que contó con el apoyo de más de mil entidades y asociaciones, nueve parlamentos autonómicos y unos doscientos ayuntamientos, en las que se ha reclamado que los gobiernos informen a los parlamentos y a la sociedad sobre sus exportaciones de armas y se ha reivindicado la adopción de códigos de conducta en el comercio de armas, en los que se exija a los gobiernos destinatarios de las armas el respeto a los derechos humanos, que no existan en el país conflictos bélicos internos y que no estén implicados en agresiones armadas contra otros países o pueblos.(9) Sobre los bloques y las bases militares destacan las movilizaciones contra de la pertenencia de España en la OTAN, que se iniciaron a principios de los años ochenta con una Marcha antiOTAN organizada por el GANVA (Grup d’Acció Directa No-violenta AntiOTAN), continuó con las manifestaciones convocadas por los Comités Anti-OTAN en los años 1981 y 1982, y después con las acciones a favor de la convocatoria de un referéndum claro y vinculante sobre esta cuestión, convocadas por la Coordinadora Estatal de Organizaciones Pacifistas (1983-1986).
Han sido muy significativas las acciones por la anulación del Convenio Bilateral con los Estados Unidos, el desmantelamiento de las bases militares norteamericanas y contra la presencia de barcos de la OTAN y de la Sexta Flota norteamericana en los puertos del Mediterráneo, entre las que sobresalen la campaña «Bases Fuera», que se desarrolló entre 1987 y 1989 a iniciativa de la CEOP; las Marchas a la base aeronaval de Rota, convocadas periódicamente, desde 1983 hasta la actualidad, por el ecopacifismo andaluz; las marchas a los campos de tiro de Las Bardenas, El Teleno o Anchuras en los años noventa; las denuncias realizadas por el movimiento por la paz cada vez que las bases militares se han utilizado para agredir a otros países, como fueron los casos de Libia (1986) e Irak (1991, 1998); las movilizaciones de los ciudadanos de Campo de Gibraltar en protesta por la presencia del submarino atómico británico Tireless, que permaneció durante un año, entre el 2000 y el 2001, en el muelle de Gibraltar con el reactor nuclear averiado; y las acciones que viene protagonizando, desde 1998, la coordinadora Tarragona Patrimoni de Pau, que agrupa a más de treinta entidades tarraconenses que trabajan para que el puerto de Tarragona deje de ser base logística de los barcos militares de la Alianza Atlántica y de la Sexta Flota y no recalen en sus costas buques de guerra, algunos de los cuales son de propulsión nuclear y quizás portadores de armas nucleares.
- Recientemente, Justícia i Pau está impulsando la campaña «Globalicemos la paz.
- Por una defensa europea no armada», en la que se defiende una Europa desmilitarizada, sin bloques militares, sin producción ni comercio de armas, frente a la concepción militarista de la seguridad que impera entre los dirigentes de la Unión Europea, que en los últimos años han dado pasos decisivos para contar con una fuerza militar relevante, aunque coordinada con la OTAN y en estrecha alianza con los Estados Unidos.
Las iniciativas más importantes de la Unión Europea han sido la creación de EADS (European Aerospace Defense Space Systems), un consorcio europeo para la fabricación de armas, formado por las industrias armamentistas de Alemania, Francia, Italia y España, y la Agencia Europea de Armamentos, encargada de controlar la producción y exportación de armas; el desarrollo de programas de fabricación conjunta de armamentos, como el avión de combate europeo Eurofighter, el avión de transporte militar Airbus o el helicóptero Tigre; la decisión de crear una fuerza de intervención rápida, compuesta inicialmente por unos 60.000 militares; y la voluntad manifiesta de aumentar los gastos militares en todos los países miembros de la Unión Europea(10),
Frente al Ejército hay que mencionar la larga lucha por el reconocimiento del derecho a la objeción de conciencia y por la abolición del servicio militar obligatorio, iniciada en plena dictadura franquista, cuando aparecieron los primeros objetores de conciencia, y sostenida por el Movimiento de Objeción de Conciencia (formado en 1976), los grupos antimilitaristas Mili KK (creados a partir de 1984) y la campaña insumisión (1989-2002).
Asimismo, hay que recordar las actividades en contra de la incorporación de las mujeres en las Fuerzas Armadas, impulsadas en la década de los años ochenta por los grupos de mujeres antimilitaristas. También han sido destacadas las manifestaciones en protesta por la celebración del Día de las Fuerzas Armadas, particularmente la del 20 de mayo del 2000, convocada por la Plataforma contra la desfilada militar de Barcelona, en la que participaron decenas de miles de ciudadanos.
Tampoco se ha de olvidar la tarea que desarrollaron asociaciones como la IDS (Informació per a la Defensa dels Soldats), constituida en 1990 a iniciativa del Mili KK de Barcelona, asesorando y ayudando a los soldados profesionales que padecen maltratos, agresiones, violaciones, vejaciones, sanciones injustas o abusos de poder.
Uno de los retos del antimilitarismo es la promoción de actividades dirigidas a los jóvenes, para que no ingresen voluntariamente en el ejército, así como la reivindicación del derecho a la objeción de conciencia para los soldados profesionales. Por esa razón, es de una gran importancia es la campaña «Escuelas Objetoras», iniciada en 1998 por la Fundació per la Pau, a través de la cual los centros de enseñanza (de secundaria y de primaria) se pueden declarar objetores de conciencia, comprometiéndose a educar por la paz y negándose a colaborar en las campañas del Ministerio de Defensa para fomentar el espíritu militarista en las escuelas y reclutar voluntarios para ser soldados del Ejército, no organizando charlas ni distribuyendo sus materiales de propaganda(11),
El tercer ámbito de actuación ha sido el fomento de una cultura de la paz, a partir del desarrollo de tareas como la investigación para la paz, iniciada por el Institut Víctor Seix de Polemologia, que se creó en 1968, e impulsada durante estos treinta y seis años por diversas asociaciones e instituciones (Seminario de Investigación para la Paz de Zaragoza, Universidad Internacional de la Paz de Sant Cugat del Vallés, Centro de Investigación para la Paz, Fundació per la Pau, Centre J.M.
Delàs d’Estudis per la Pau de Justicia i Pau); la educación para la paz, que incluye el fomento de valores como el diálogo, el respecto y la cooperación, comenzó sus actividades en los años setenta con las campañas contra los juguetes bélicos y sexistas, y ha seguido desarrollándose hasta la actualidad a través de los diversos grupos que se han dedicado a ella (Ensenyants per la Pau, la revista En Pie de Paz, el colectivo No-violencia y Educación, el Seminario de Educación para la Paz -Sedupaz-, el Seminario Permanente de Educadores y Educadoras para la Paz de la Facultad de Formación del Profesorado de la Universidad de Barcelona); la divulgación y análisis pacifistas realizados por diversas revistas vinculadas al movimiento por la paz, como La puça i el General, mientrastanto, En pie de Paz, El Mocador y el Diari La Pau.
En conjunto, todos estos grupos, organizaciones, revistas, campañas y plataformas han defendido unos objetivos comunes, compartidos por multitud de personas, como la oposición a las guerras, por la paz, la desvinculación de España de la OTAN, el reconocimiento del derecho a la objeción de conciencia y la abolición del servicio militar obligatorio.
Y han indicado diversos caminos y alternativas viables para construir la paz y la justicia en el mundo, como el desarme, que el dinero de los gastos militares se destine a necesidades sociales, una reducción drástica de los ejércitos, la prevención y la resolución pacífica y justa de los conflictos bélicos, la noviolencia, la desobediencia civil, la objeción fiscal, la objeción de conciencia o la educación para la paz.
II En el libro Antes muertas. Mujeres contra el peligro de guerra nuclear, coordinado por Dorothy Thompson (laSal-edicions de les dones, Barcelona, 1983), hay un poema de Janet Dubé, en el que se plantean algunos interrogantes sobre la eficacia de la lucha pacifista: ¿Si hago algo por la paz, servirá? ¿Si hago algo por la paz, me ayudará a mí o ayudará a la paz? ¿Si no hago nada, que significa? Estas mismas dudas sobre la eficacia de las acciones contra la guerra y a favor de la paz las han tenido muchos ciudadanos que han participado en las manifestaciones pacifistas y bastantes de los activistas de las organizaciones del movimiento por la paz, sobre todo cuando comprueban que a pesar de las grandes movilizaciones ciudadanas no consiguen sus objetivos.
Hay veces que hasta se preguntan si ha valido la pena participar en las actividades pacifistas o si estas han tenido algún tipo de efecto. De entrada hay que reconocer que existen grandes dificultades para plasmar las propuestas y alternativas del movimiento por la paz.
En primer lugar, sus adversarios son muy poderosos (ejércitos, partidos políticos que apoyan el militarismo, industrias de armas). Por otra parte, los gobiernos no están dispuestos a negociar su política exterior y de defensa ni su modelo de ejército. Estos temas forman parte de las políticas que son decididas por un número limitado de personas (gobierno, direcciones de los partidos políticos defensores del sistema, cúpulas militares).
También hay que señalar que la opción de las elites dominantes, normalmente, es resistir las presiones de los movimientos sociales, no hacer concesiones a corto plazo y, cuando se ven obligados a realizar modificaciones en sus políticas, no reconocen la incidencia de las movilizaciones ciudadanas en sus decisiones, ya que saben que de esta manera debilitan a los movimientos.
- Otro de los obstáculos es el carácter indirecto de la democracia existente en nuestra sociedad, en la que los representantes elegidos tienen la última palabra y la única legalmente válida en todos los niveles de decisión política.
- La Constitución española reconoce el derecho a una posible participación directa, universal y decisoria de los ciudadanos solo para la ratificación de la propia Constitución y de los Estatutos de Autonomía (art.23.1).
Las otras formas de participación directa no son de carácter decisorio, sino exclusivamente consultivo e interpelativo (petición -arts.29 y 77-, iniciativa legislativa popular -art.87.3- y referéndum -art.92-). Y aún así, en el caso de la iniciativa legislativa popular se excluyen las materias orgánicas, tributarias, internacionales o de gracia.
- Por tanto, no se contemplan canales efectivos para la participación de la población y de los movimientos sociales en la toma de decisiones.
- Por esa razón, los movimientos sociales reivindican una mayor profundización de la democracia, a partir de reformas constitucionales que incrementen el poder de la ciudadanía y las posibilidades de influencia de los movimientos sociales.
En particular, piden la articulación de mecanismos de democracia directa desde los cuales la ciudadanía pueda decidir o al menos influir de forma efectiva en los asuntos que le afectan, como el referéndum vinculante para la aprobación de presupuestos y leyes, en todos los niveles de la Administración (estatal, autonómico y municipal).
Un ejemplo de reivindicación de mecanismos de democracia directa fue el que hizo el movimiento contra la guerra de Irak en el año 2003, cuando en una de las tres preguntas de la consulta sobre la guerra se refería a la reivindicación de un referéndum vinculante para decidir la postura de España en este conflicto.
Ahora bien, a pesar de las limitaciones apuntadas, los movimientos sociales, a través de la presión que ejercen con sus acciones, influyen en las instituciones donde se concentra el poder político, económico, social y cultural de la sociedad, y demuestran tener una importante capacidad para situar nuevos temas en el debate público y en la agenda política de estas instituciones, especialmente en aquellas que están más próximas a los ciudadanos, como es el caso de los Ayuntamientos.
En algunas ocasiones los movimientos consiguen sus objetivos políticos o legislativos, aunque, a menudo, estos se plasman solo de forma parcial y el resultado final acostumbra a ser un híbrido entre lo que planteaba el movimiento y los propósitos de otros actores sociales y políticos, entre ellos los adversarios del propio movimiento.
Habitualmente los movimientos sociales no consiguen, a corto plazo, sus objetivos políticos, pero en cambio, sus ideas, valores y alternativas son aceptadas por amplios sectores de la sociedad, creándose así las bases culturales necesarias para cambios sustantivos posteriores.
Por este motivo, hay que tener en cuenta que para valorar correctamente los impactos de los movimientos sociales se necesita perspectiva histórica, ya que la gran mayoría de sus efectos acostumbran a producirse de forma lenta y acumulativa, y a visualizarse a medio y largo plazo, a veces bastante después de la acción del movimiento.
Sobre los efectos del movimiento por la paz hay un ejemplo actual muy evidente, ya que en el reciente cambio de gobierno en España y en la decisión de retirar las tropas españolas de Irak han influido mucho las movilizaciones en contra de la guerra y de la participación española en la misma decidida por el Gobierno Aznar.
Pero este no es el único impacto conseguido por el movimiento pacifista. Un análisis profundo de su historia nos indica que ha logrado otros resultados. Se consiguió la convocatoria del referéndum sobre la OTAN en marzo de 1986. También se ha de indicar que la inclusión de las tres condiciones de la pregunta del referéndum, entre ellas la prohibición de instalar armas nucleares en el territorio español y la reducción progresiva de la presencia militar de Estados Unidos en España, se hizo, en parte, por la incidencia del movimiento por la paz, ya que el gobierno sabía que no podía ganar el referéndum con una simple propuesta de permanencia en la Alianza Atlántica.
En el año 2002 se suprimió el servicio militar obligatorio, como consecuencia de la confluencia de diversos factores: la prolongada acción del movimiento antimilitarista, el vertiginoso aumento del número de objetores de conciencia(12) e insumisos(13), una opinión pública que rechazaba la mili (cerca del 65% durante los años ochenta y alrededor del 75% durante los noventa), y la tendencia a la profesionalización de los ejércitos de la OTAN tras el final de la guerra fría, derivada de una reformulación de las políticas de defensa en las que se puso el acento en el armamento tecnológicamente sofisticado, las unidades militares de intervención rápida y las tropas profesionalizadas, capaces de manejar las nuevas armas y realizar con eficacia las misiones.
Además, la persistente lucha de los objetores de conciencia, los insumisos y los grupos antimilitaristas es en parte responsable de la poca credibilidad social que tienen en la actualidad las Fuerzas Armadas y de sus dificultades para conseguir un número suficiente de voluntarios. La Unión Europea, incluida España, firmó el Tratado Internacional que prohíbe la fabricación de minas antipersona y se han aprobado algunos Códigos de Conducta sobre exportación de armas convencionales(14),
Como muestra de los avances que se han realizado hacia una mayor transparencia de las exportaciones de armas, el Congreso de los Diputados aprobó en marzo de 1997 una proposición no de ley en la que instaba al Gobierno a incorporar a la legislación española los criterios sobre transparencia y control de las exportaciones de material de defensa aprobados por la Unión Europea en 1991 y 1992, a enviar semestralmente los datos de esas exportaciones a las Comisiones de Defensa y de Asuntos Exteriores del Parlamento, y a facilitar a estas Comisiones la lista de países que están en situación de conflictividad o militarización o no respetan los derechos humanos, para someterlos a restricciones en cuanto a exportación de material de defensa.
Desde la aprobación de esta proposición no de ley se han publicado varios informes oficiales que aportan información sobre los países receptores de material de defensa y los valores absolutos de productos vendidos, aunque no informan sobre los productos que se exportan a cada país. Las nuevas formas de lucha como la insumisión y la desobediencia civil son aceptadas por un amplio sector de ciudadanos.
Las organizaciones del movimiento por la paz han sido marcos de participación política para los activistas y espacios donde se han configurado y compartido unos valores nuevos. El movimiento por la paz ha mostrado tener una gran capacidad para integrar a personas de diversas generaciones.
La mayoría de los activistas que han participado en un momento de su vida en las organizaciones pacifistas y antimilitaristas han mantenido posteriormente sus ideas pacifistas. Los análisis, propuestas y debates del movimiento pacifista han hecho reflexionar y modificar sus ideas a multitud de personas y sectores sociales y políticos (partidos, instituciones religiosas, medios de comunicación, científicos, profesores, artistas, médicos) en temas tan esenciales como la guerra, la paz, la violencia, las armas nucleares, los gastos militares, las industrias de armas, los ejércitos o los modelos de defensa.
En fin, las actividades del movimiento por la paz han generado un sedimento, sensibilidad o cultura pacifista entre la población, que se refleja regularmente en las encuestas de opinión, donde una mayoría de ciudadanos se muestra contrario a las guerras, que se expresa a menudo en un apoyo social amplio a las campañas y actividades del movimiento por la paz, y que permite que haya una extensa respuesta pacifista cuando se producen guerras o aumenta de forma alarmante el militarismo, como se ha demostrado en las recientes movilizaciones contra la guerra de Irak.
De todas formas, aunque la acción pacifista no fuera eficaz, continuaría teniendo sentido la participación en actividades pacifistas, la objeción de conciencia y la desobediencia civil frente al militarismo, para dejar un testimonio ético a favor de la paz y que todos sepan que preparan la guerra sin nuestro consentimiento y que no queremos que hagan la guerra en nuestro nombre.
En cualquier caso, la experiencia histórica ha demostrado que el militarismo, la economía de las armas y la cultura belicista han sido ineficaces en la solución de los conflictos y que se han de dar oportunidades a la paz.
- Sabadell, julio 2004
- * * * * * * *
- Notas:
» Este texto es una versión ampliada de la intervención realizada el 26 de junio de 2004 en el Diálogo «Hacia un mundo sin violencia», Forum Universal de las Culturas Barcelona 2004. Agradezco a Rafael Ajangiz, Jordi Foix y Pere Ortega las sugerencias que me hicieron a la primera versión de este artículo.1 En el año 2003 más de 30 países estaban en guerra.2 Desde su fundación hasta la actualidad, Brigadas Internacionales de Paz ha enviado acompañantes/observadores a los conflictos de Guatemala, El Salvador, Sri Lanka, Colombia, Haití, México y Timor.
BIP nació en España el año 1988.3 Por ejemplo, Dones x Dones, uno de los grupos que forma parte de la Red Internacional de mujeres de negro y de la Red de grupos mujeres de negro en España, se ha ocupado de las relaciones entre grupos de mujeres de los Balcanes, de Israel y Palestina, de Estados Unidos y Afganistán, de Chechenia y Rusia, de Marruecos y El Sahara, de Argelia y, recientemente, de Colombia.4 En Barcelona, la campaña «Deserció ara», hizo un llamamiento a la desobediencia civil y dio apoyo a dos desertores catalanes.5 Naciones Unidas calcula que hay unos 26 millones de militares profesionales en el mundo.
El modelo de Ejército profesional aprobado en 1998 por el Gobierno del Partido Popular preveía contar con unos 120.000 soldados profesionales, aunque actualmente se está lejos de esta cifra (a finales del 2003 estaba formado por unos 70.000 militares).6 En los últimos años el Ministerio de Defensa acapara el 5’6% de los Presupuestos del Estado, aunque también hay gastos militares adjudicados a otros ministerios, como es el caso de los gastos derivados de la participación de España en la construcción de un avión de combate europeo, que están contabilizados en el Ministerio de Industria.
En el año 2003 el gasto militar de España fue de 43 millones de euros al día.7 En España, el 35% del dinero público dedicado a la investigación se destina a investigación militar, que asciende anualmente a unos 220.000 millones de las antiguas pesetas.8 En España, unas 14.000 personas trabajan en industrias de armas.9 En la actualidad, unos 85 países reciben armas españolas.10 El gasto militar conjunto de los países miembros de la Unión Europea supone el 19’52% del gasto militar mundial (The Military Balance 2002-2003).11 Hasta ahora, unos 250 centros de enseñanza de Cataluña se han declarado objetores de conciencia.
Campañas similares a esta se han desarrollado en Madrid, País Valencià, Canarias, Aragón, Castilla-León, Andalucía y País Vasco.12 La suma de objetores de conciencia entre 1976 y 1988 ascendió a un total de 738.832.13 En los diez años de insumisión hubo unos 20.000 insumisos.
- 14 Estados Unidos en 1997, la Unión Europea en 1998.
- BIBLIOGRAFÍA
AJANGIZ, Rafael. «Movimiento pacifista: Una crisis que no es tal», en: Elena Grau y Pedro Ibarra (coord.). Una mirada sobre la red. Anuario movimientos sociales. Donostia/Barcelona: Gakoa/Icaria, 2000, pp.165-183. AJANGIZ, Rafael. Política militar y movimientos sociales: el fin de la conscripción en Europa.
- Leioa: Universidad del País Vasco, 2000,
- FONT, Tica (coord.).
- La paz en movimiento: campañas y experiencias de movilización (I) y (II).
- Bilbao: Cuadernos Bakeaz, núms.41 y 42, octubre y diciembre de 2000.
- OLIVERES, Arcadi.
- Contra la fam i la guerra.
- Barcelona: Angle Editorial, 2004.
- PRAT, Enric.
- «Los impactos del movimiento por la paz y antimilitarista de los años ochenta y noventa», ponencia presentada en el VI Congreso de Ciencia Política y de la Administración, Barcelona, septiembre 2003.
PRAT, Enric. «Sorgiment i desenvolupament del moviment per la pau a Catalunya, 1981-1986», en: Enric Prat (coord.). Els moviments socials a la Catalunya contemporània. Barcelona: Publicacions i Edicions de la Universitat de Barcelona, 2004, pp.155-178. PRAT, Enric.
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¿Qué dice el taoismo sobre la paz?
Dicho camino está basado en la paz que se puede lograr al situarse en armonía o consonancia con las fuerzas de la naturaleza. Tao es el fluir de la vida en armonía con el movimiento de la naturaleza.
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¿Qué pasaría si no hay paz en el mundo?
A falta de paz, será imposible dar cumplimiento a todos los demás objetivos, desde la atención prioritaria de las necesidades de los jóvenes y las mujeres hasta la respuesta al cambio climático, además de la seguridad en el suministro de agua, energía y alimentos.
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¿Cuáles son los principios y valores de la cultura de paz?
¿Qué principios y valores propician la cultura de paz? Fecha transmisión: 22 de Febrero de 2022 Valoración de la comunidad: Última Actualización: 2 de Agosto de 2022 a las 14:59 Aprendizaje esperado: valora la cultura de paz y en ella sustenta sus acciones y juicios sobre las relaciones entre las personas, los grupos y los pueblos o naciones.
- Énfasis : identificar los principios, valores y acciones que propician la cultura de paz.
- ¿Qué vamos a aprender? En esta sesión, analizarás diferentes ámbitos en los que se puede aplicar la cultura de paz.
- Para ello, profundizarás en situaciones cercanas de la vida cotidiana que te permitirán reflexionar sobre la importancia de actuar con apego a los principios y valores.
Asimismo, recordarás qué es la cultura de paz e identificarás cuáles son los principios y valores éticos que la propician y las acciones que la favorecen. ¿Qué hacemos? Inicia reflexionando sobre la siguiente situación: Imagina que se lleva a cabo una reunión para dar solución a un conflicto escolar; para ello, escucha la lectura de Monserrat, Gisela y Vayoleth, estudiantes de secundaria.
Lectura: Monserrat, Gisela y Vayoleth.
https://youtu.be/spEzfrHw2C8 Ante esta situación, analiza lo siguiente: ¿Cuál es el origen del conflicto? ¿Por qué cada participante actuó de esa forma? Se podría decir que la actuación de las y los involucrados no contribuye a la construcción de un ambiente de paz, donde los conflictos pueden solucionarse teniendo como principios el respeto a los derechos humanos y la integridad de las personas.
El reto para las y los involucrados en el conflicto y para la comunidad escolar es, buscar una solución que permita poner en práctica acciones que favorezcan los principios y valores que promueven la cultura de paz y no violencia. Para favorecer una cultura de paz y no violencia, es importante reconocer y practicar los principios y valores que nos orientan a actuar con respeto a la integridad de las personas y sus derechos; a no solucionar las diferencias por medio de la violencia; a ser personas responsables, empáticas y solidarias que actúan con apego a la legalidad y a la justicia, pues se considera que estos principios y valores son, entre otros, el sustento de una cultura de paz.
Asimismo, es pertinente destacar que los valores y principios que aprendemos de nuestros familiares los reforzamos en la escuela y en los ámbitos donde nos desarrollamos, por lo cual debemos asumir que, si desde pequeñas o pequeños actuamos conforme a los valores y principios ya dichos, estaríamos contribuyendo a generar una cultura de paz en los ámbitos de nuestra convivencia, lo que requiere un esfuerzo constante que se manifiesta en la actuación diaria de las personas en todas las etapas de la vida. La cultura de paz es el conjunto de ideas, valores, creencias, conocimientos y formas de ser que construyen los seres humanos al vivir juntos. Al nacer, nos integramos a grupos en los que ya existe una cultura. Por ejemplo, en tu familia hay valores que aprended; en tu comunidad se practican costumbres y tradiciones, se habla, se vive y se baila de cierta forma.
Las culturas son algo vivo: tú recibes parte de ellas y también ayudas a transformarlas con tus ideas, acciones y valores. Por lo tanto, una cultura de paz y no violencia tiene que ver con elegir, construir e integrar a nuestra vida aquellos valores, conocimientos y formas de ser que nos ayudan a combatir la violencia y buscar la justicia, es decir, que hacen posible la paz.
Pero ¿cuál es la finalidad de fomentar una cultura de paz y no violencia? En la Asamblea General de las Naciones Unidas, el 6 de octubre de 1999, se da a conocer la Declaración y Programa de Acción sobre una Cultura de Paz, en la que se menciona que el progreso hacia el pleno desarrollo de una cultura de paz se logra por medio de valores, actitudes, comportamientos y estilos de vida propicios para el fomento de la paz entre las personas, los grupos y las naciones.
- Destaca la necesidad de poner fin a la violencia que prolifera en el mundo, comprometiéndonos a enfrentar pacíficamente los conflictos, a eliminar la discriminación e intolerancia respetando los derechos de las personas y los pueblos.
- Enfrentar los conflictos personales y de los pueblos, sin violencia, es sólo una parte de la cultura de paz, pues también existen otros tipos de violencia que se manifiestan en la pobreza (que es una violencia estructural) o el desarrollo desigual de mujeres y hombres (que es una violencia cultural).
Algunas acciones que favorecen la cultura de paz están orientadas a la convivencia entre las personas y otras tienen que ver con la relación entre países. Esto es porque la paz en el mundo requiere que las naciones se respeten entre sí, que no usen su poder ni riqueza para someter a otras y otros, además de renunciar a la guerra o a la producción de armas como un medio para imponer su voluntad.
Asimismo, la cultura de paz implica reducir al máximo la violencia y aplicar un nivel elevado de justicia. Entonces, la paz no sólo es la ausencia de conflictos, también es aceptar las diferencias y tener la capacidad de escuchar, reconocer, respetar y apreciar a las y los demás, así como vivir de forma pacífica y unida.
Para seguir reflexionando sobre el tema, observa el siguiente video donde se resalta cuáles son las condiciones que deben existir para generar la paz, además de identificar los tipos de violencia para implementar acciones que contribuyan a propiciarla.
Las violencias en la convivencia cotidiana.
https://www.youtube.com/watch?v=T_X1xAO9SmQ Como pudieron ver y escuchar en el video, la paz se genera al cubrir necesidades como la supervivencia, el bienestar, la identidad de las personas, el ejercicio de la libertad y garantizar el equilibrio ecológico.
Cuando no se logra, trae como consecuencia la degradación humana. La violencia no sólo son golpes o balazos. Hay por lo menos, tres tipos: la violencia directa (golpes), la cultural (discriminar o excluir a personas) y la estructural (pobreza y falta de oportunidades para estudiar). Por eso, la idea de que la paz no sólo es ausencia de guerra es limitada, ya que hay muchas otras formas de ejercer violencia.
A partir de lo dicho, es importante señalar que hay otras formas de entender la paz, por ejemplo. Considerar que la paz es un ambiente en el que se logra: Menor violencia, como:
- Golpes, muertes y guerra.
- Discriminación o trato inequitativo.
- Pobreza, desigualdad e injusticia.
Mayor justicia, como:
- Derechos y respeto por igual, sin discriminar.
- Atención a las necesidades y la dignidad de todas y todos.
Oportunidades para desarrollarse plenamente.
Pero entonces, ¿cómo se manifiesta la cultura de paz? La paz existe cuando:
- Se combaten las distintas formas de violencia y se logra reducirlas. Todas las formas de violencia son igualmente dañinas, por lo que hay que combatirlas. Es necesario, por ejemplo, superar la pobreza, evitar la discriminación, combatir la inseguridad y todo aquello que genere un ambiente de temor o impida el desarrollo pleno de las personas.
- Se crean condiciones para una buena calidad de vida. Esto se relaciona con la justicia y se logra cuando se atienden las necesidades de todas las personas, hay oportunidades de desarrollo y se vive cotidianamente la igualdad y el respeto.
Estos elementos permiten considerar que la paz se expresa de varias formas: es una manera de convivir basada en el respeto y el rechazo a la violencia. También es una condición para vivir dignamente porque implica que cada persona pueda desarrollarse y recibir aquello que necesita para ejercer sus derechos dentro de una sociedad.
La humanidad busca la paz.
https://www.youtube.com/watch?v=UBvnQbFDbhQ De acuerdo con el video anterior, se puede resaltar que los valores que contribuyen a una cultura de paz favorecen los principios y acciones que orientan las acciones de cada persona, lo cual conlleva al ideal de una convivencia interpersonal pacífica y a las relaciones entre los grupos sociales, tendientes a:
- Respetar la vida. Aprender a vivir juntas y juntos.
- Rechazar la violencia. Derecho a la paz.
- Ser generosas y generosos. Compartir con las y los demás.
- Oír para comprender. Tolerancia y respeto.
- Preservar el planeta. Derecho a una vida digna y cuidado de la naturaleza.
- Redescubrir la solidaridad. Cooperación.
A partir de lo dicho, es pertinente que reflexiones en lo siguiente: ¿Cuál es la función de la educación para favorecer una cultura de paz y la no violencia? Al respecto, se debe señalar que la educación:
- Es el proceso en el que se van adquiriendo los valores, actitudes, aptitudes, conocimientos, habilidades y comportamientos para alcanzar y superar los prejuicios y estereotipos que nos separan.
- Busca construir y fortalecer valores de las y los futuros ciudadanos, permitiendo con ello una evolución del pensamiento social. La escuela ayuda a la construcción de nuevas formas de pensar.
Por ello, la escuela da pie a establecer relaciones basadas en la cooperación, desarrollar habilidades para comunicarnos libremente, fomentar los derechos humanos, enseñar y aprender las estrategias que nos permiten resolver, de forma sana y pacífica, los conflictos y fomentar la no violencia.
No sólo se deben reconocer las acciones y valores de la cultura de paz, es importante practicar todas las formas de convivencia sana y pacífica, propiciar que los conflictos se resuelvan sin violencia, desde relaciones interpersonales justas hasta la convivencia entre los pueblos, las instituciones y las naciones.
La cultura de paz rechaza la violencia y previene los conflictos, busca solucionar los problemas mediante el diálogo y la negociación entre las personas, los grupos y las naciones, teniendo en cuenta un aspecto muy importante, que son los derechos humanos.
El respeto a la vida, el fin de la violencia y la promoción y la práctica de la no violencia por medio de la educación, el diálogo y la cooperación.
El respeto pleno de los principios de soberanía, integridad territorial e independencia política de los Estados y de no injerencia en los asuntos que son, esencialmente, jurisdicción interna de los Estados.
El respeto pleno y la promoción de todos los derechos humanos y las libertades fundamentales.
El compromiso con el arreglo pacífico de los conflictos.
Los esfuerzos para satisfacer las necesidades de desarrollo y protección del medio ambiente de las generaciones presentes y futuras.
El respeto y la promoción del derecho al desarrollo.
El respeto y el fomento de la igualdad de derechos y oportunidades de mujeres y hombres.
El respeto y el fomento del derecho de todas las personas a la libertad de expresión, opinión e información.
La adhesión a los principios de libertad, justicia, democracia, tolerancia, solidaridad, cooperación, pluralismo, diversidad cultural y diálogo.
Vivir con apego a una cultura de paz y no violencia es un anhelo de la humanidad, es decir, es algo que se aprecia y que se quiere alcanzar. Esto puede hacerse realidad y lograr que forme parte de la vida cotidiana, lo cual implica que todas las personas, independientemente de la edad (niñas, niños, adolescentes, jóvenes y personas adultas), comprendan y asuman los principios y valores que ya han sido mencionados.
Valores: Montserrat, Gisela y Vayoleth.
https://youtu.be/294Pz0W74jo La no violencia y el respeto a los derechos humanos son acciones que han contribuido para generar en la sociedad una cultura de paz. Si bien predominan las injusticias, las guerras, la violencia y la violación a los derechos humanos, es necesario que en la convivencia diaria rechacemos actitudes o situaciones que atentan contra la dignidad de las personas; para ello se debe: Ser consciente de lo que se quiere y de las razones para ello.
Preguntarse por qué es necesario actuar a favor de la protección de la vida propia y la de otras y otros. Ser responsable. Comprometerse realmente con lo que se hace, sobre todo si se actúa con otras personas. La responsabilidad incluye hacerse cargo de las consecuencias. Ser congruente. Es hacer que coincida lo que decimos y lo que hacemos.
Quien se hace llamar una persona pacifista, tiene que esforzarse por actuar de ese modo, aunque sea difícil. Perseguir la justicia. La lucha no violenta es una vía para construir una paz con justicia para todas y todos. No debe responder a intereses egoístas o superficiales.
Estos ideales y principios muestran la lucha personal y social que debemos impulsar para favorecer la convivencia pacífica en los distintos espacios donde convivimos, por ejemplo: En lo personal. Actuar de manera respetuosa, solucionar las diferencias por medio del diálogo y colaborar en acciones que favorezcan el equilibrio entre las distintas facetas de la vida.
En el ámbito familiar. Propiciar un ambiente de respeto y convivencia armónica. En el entorno escolar. Promover un ambiente incluyente y participativo; favorecer la comunicación asertiva; regular las emociones y evitar la violencia. En la comunidad. Participar en la solución de problemas o situaciones que afectan los derechos humanos.
- La cultura de paz consiste en una serie de valores, actitudes y comportamientos que rechazan la violencia y previenen los conflictos solucionando los problemas mediante el diálogo y la negociación entre las personas, los grupos y las naciones.
- Los principios y valores que propician la cultura de paz en los diferentes ámbitos donde convivimos son libertad, justicia, tolerancia, igualdad, solidaridad, equidad, democracia y respeto a los derechos humanos.
- La educación busca construir y fortalecer valores de las y los futuros ciudadanos. La escuela ayuda a la construcción de nuevas formas de pensar y actuar en apego a la cultura de paz y no violencia.
- La paz debe considerarse como una cultura preventiva que garantice los mecanismos apropiados para resolver desacuerdos a partir de la comunicación, diálogo y cooperación.
Has finalizado la sesión. Consulta tu libro de texto para complementar el tema visto y comenta con tu profesora o profesor las dudas que te hayan surgido. El reto de hoy: Escucha y toma nota del reto de esta sesión que comparte Yameli García, alumna de secundaria de la ciudad de Morelia, Michoacán.
Video. Reto de hoy: Yameli
https://youtu.be/4_wL0U4pZJI ¡Buen trabajo! Gracias por tu esfuerzo. Para saber más: Lecturas https://www.conaliteg.sep.gob.mx/
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¿Quién creó a los pacifistas?
¿Quiénes son los pacifistas en One Piece? – Los pacifistas son cyborgs creadors por Vegapunk, el científico más brillante del mundo (y principal referente de Franky). A las órdenes de la Marina, Vegapunk creó estos robots como armas humanas y su primer modelo tenía la forma de Bartholomew Kuma, uno de los siete shichibukais.
Seguro que os acordáis de ellos porque protagonizaron dos de los momentos más espectaculares de One Piece antes del salto temporal. El primero se produjo en la recta final del arco de Thriller Bark. Una vez derrotado Moria, con Luffy KO y el resto de mugiwara exhaustos, el Kuma original hacía acto de aparición y ponía en jaque a toda la banda.
En ese momento Zoro daba un paso al frente y le suplicaba que se llevara su cabeza en lugar de la de Luffy, impresionando al Señor de la Guerra. El espadachín simbolizaba la devoción y fidelidad de la banda por su capitán, y Kuma prometió marcharse si éste era capaz de aguantar todas las heridas y el dolor de Luffy,
- ¿El resultado? Historia de One Piece: El segundo momento tuvo lugar en el Archipiélago Sabaody, cuando Kuma apalizó a los Sombrero de Paja y los hizo volar de un guantazo a distintos lugares del mundo.
- Separó a la banda, dejó claro que ninguno de ellos estaba listos para el Nuevo Mundo y fue uno de los motivos del entrenamiento de dos años que tuvo lugar durante el time skip.
Marineford sólo fue la constatación de que había más peligros como los pacifistas (algunos aún mayores) y de que Luffy no estaba listo para afrontarlos. Un choque de realidad que desencadenó un buen número de power ups en la banda y que nos brindó el épico regreso a Sabaody.
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¿Quién es la persona más pacifista del mundo?
Mahatma Gandhi ‘No hay camino para la paz, la paz es el camino’. Gandhi fue un activista por la liberación de la India de los británicos mediante la no violencia.
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