Para ser perdonados, debemos perdonar. – En vista de que el perdón es un requisito absoluto para lograr la vida eterna, el hombre naturalmente reflexiona: ¿Cuál es la mejor manera de obtener ese perdón? Uno de los muchos factores fundamentales se destaca de inmediato como indispensable: Uno debe perdonar para ser perdonado 3,
- Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; “mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas” (Mateo 6:14–15).
- ¿Difícil de hacer? Claro que sí.
- El Señor nunca prometió un camino fácil, ni un Evangelio simple, ni normas ni principios rebajados.
El precio es elevado, pero lo que se obtiene a cambio vale la pena. El Señor mismo ofreció la otra mejilla; soportó sin reproche que lo abofetearan y lo azotaran; sufrió toda indignidad y, sin embargo, no dejó escapar una palabra de condenación. Y la pregunta que nos hace a todos nosotros es: “Por lo tanto, ¿qué clase de hombres habéis de ser?” Y la respuesta que nos da: “En verdad os digo, aun como yo soy” (3 Nefi 27:27) 4,
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¿Cómo perdonar según la Palabra de Dios?
Información adicional – Cómo buscar el perdón del Señor El pecado es una carga pesada. Trae la tensión de la culpa y la angustia de saber que hemos obrado en contra de la voluntad de nuestro Padre Celestial. Lo acompaña un remordimiento persistente al darnos cuenta de que debido a nuestras acciones podemos haber herido a otros y evitado recibir las bendiciones que nuestro Padre está dispuesto a darnos.
Gracias a la expiación de Jesucristo, podemos recibir el perdón de nuestros pecados mediante un arrepentimiento completo y sincero. El pecado acarrea sufrimiento y dolor, mas el perdón del Señor brinda alivio, consuelo y dicha. El Señor ha prometido: “He aquí, quien se ha arrepentido de sus pecados es perdonado; y yo, el Señor, no los recuerdo más” (D.
y C.58:42). “Si vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18). Podemos experimentar ese milagro, ya sea que tengamos que arrepentirnos de pecados graves o de debilidades cotidianas.
- Así como el Señor clamó al pueblo en la antigüedad, nos ruega hoy en día: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.
- Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas.
- Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:28–30).
“¿No os volveréis a mí ahora, y os arrepentiréis de vuestros pecados, y os convertiréis para que yo os sane? “Sí, en verdad os digo que si venís a mí, tendréis vida eterna. He aquí, mi brazo de misericordia se extiende hacia vosotros; y a cualquiera que venga, yo lo recibiré; y benditos son los que vienen a mí” (3 Nefi 9:13–14).
- Cómo perdonar a los demás Además de procurar el perdón de nuestros propios pecados, debemos estar dispuestos a perdonar a los demás.
- El Señor dijo: “Debéis perdonaros los unos a los otros; pues el que no perdona las ofensas de su hermano, queda condenado ante el Señor, porque en él permanece el mayor pecado.
Yo, el Señor, perdonaré a quien sea mi voluntad perdonar, mas a vosotros os es requerido perdonar a todos los hombres” (D. y C.64:9–10). En las circunstancias diarias de la vida, sin duda seremos agraviados por los demás, a veces de forma inocente y a veces con toda intención.
Es fácil resentirse o enojarse o volverse vengativo en esas situaciones, pero tal no es la manera del Señor. El Salvador nos aconsejó así: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mateo 5:44). Él nos dio el ejemplo perfecto de perdón cuando estaba en la cruz.
Hablando de los soldados romanos que Lo habían crucificado, oró diciendo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34; véase nota al pie de página c). Debemos orar para tener la fortaleza de perdonar a los que nos agravian, y debemos despojarnos de los sentimientos de enojo, rencor o venganza.
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¿Qué debemos hacer para que Dios nos de la fuerza de perdonar?
Debemos perdonar a todos los hombres – Por el amor perfecto que el Señor siente por nosotros, Él nos perdona de buen grado si nos arrepentimos sinceramente y nos pide que lleguemos a ser como Él. Por lo tanto, si hemos de llegar a ser como Él, debemos estar dispuestos a perdonarnos mutuamente.
Pida a un miembro de la clase que lea D. y C.64:8. ¿Por qué corrigió Cristo a sus discípulos? (Porque no se perdonaban los unos a los otros.) Pida a un miembro de la clase que lea D. y C.64:9–11. Escriba en la pizarra: A vosotros os es requerido perdonar a todos los hombres. ¿Qué quiere decir el Señor cuando dice que el pecado mayor queda en nosotros cuando no perdonamos? Jesús ilustró el principio del perdón contando la parábola del siervo malvado: Había un siervo que debía a su amo diez mil talentos, una considerable suma de dinero.
Cuando llegó la época de pagar la deuda, el siervo le rogó a su amo que tuviera paciencia porque no tenía el dinero; pero que si le daba tiempo, podría devolvérselo. El amo, sintiendo gran compasión por su siervo, le perdonó la deuda. Este mismo siervo, sin embargo, fue y exigió el pago de uno de sus consiervos, quien le debía a él una pequeña cantidad de dinero.
- Viendo que el hombre no podía pagar, el siervo lo puso en la cárcel.
- Cuando el amo se enteró de lo sucedido, se enojó con ese malvado siervo y le obligó a pagar toda su deuda.
- Véase Mateo 18:21–34.) Jesús termina la parábola enseñando a la gente: “Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas” (Mateo 18:35).
¿Cómo nos asemejamos al siervo a quien se le había perdonado la deuda grande? Si no perdonamos a otros, ¿cómo nos asemejamos al siervo malvado? El máximo ejemplo del perdón viene de la vida del Salvador. Mientras colgaba en la cruz en agonía, oró para que el Padre perdonara a los soldados que lo crucificaban, diciendo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34).
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¿Qué se necesita para perdonar de corazón?
¿Qué es el perdón? – Perdonar significa diferentes cosas para diferentes personas. Pero generalmente implica una decisión de dejar atrás el rencor y los pensamientos sobre venganza. Quizás siempre recuerdes el acto que te hirió o te ofendió, pero el perdón puede disminuir el poder que tiene sobre ti y ayudar a que te liberes del control de la persona que te hirió.
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¿Qué es lo que hace más difícil perdonar?
¿Por qué cuesta tanto perdonar a alguien? – Perdonar es humano, y, de hecho, según un estudio llevado a cabo por la Universidad de Yale por el grupo de Molly J. Crockett, todos nacemos con esta capacidad. Sin embargo, a medida que vamos creciendo, nos cuesta cada vez más perdonar, ya sea porque tenemos miedo de que nos vuelvan a hacer daño o porque nuestra personalidad es la de personas con baja tolerancia a las traiciones.
- Sea como sea, el no perdonar se vuelve en un mecanismo de defensa, el cual, a veces, puede ser perjudicial para nuestra correcta socialización.
- Hay que entender que el perdón no es simplemente un conjunto de comportamientos hacia una persona que nos ha hecho algo desagradable, sino más bien una actitud para con uno mismo.
Se trata de no permitir que unas circunstancias que nos han resultado dolorosas se vuelvan algo que afecte a nuestra forma de ser y contaminen nuestra vida. Con el perdón se crece emocionalmente. Uno de los motivos por los que cuesta tanto perdonar es que es visto como un sinónimo de debilidad,
Se suele pensar que, al perdonar a quien nos ha hecho daño, estamos dándole vía libre para que vuelva a hacer lo que nos hizo, además de no hacerle ver qué hizo mal. Realmente, esto no es así. Perdonar no significa que aceptemos lo que nos hizo, sino que es una forma de permitirnos a nosotros mismos avanzar.
Perdonar no es un acto ni de caridad ni de sumisión, ni tampoco humillarse o permitir abusos, sino aceptar que esa persona se equivocó y, si es consciente del daño que hizo, le permitimos que evolucione como persona. Lo que nos hiciera debe ser tenido en cuenta en tanto a cuando se hizo, no generalizarlo a la forma de ser de la persona.
Esto puede ser difícil, porque ya sea por estar enfadado o estando triste, a veces no es posible separar el hecho negativo de cómo es la persona quien lo llevó a cabo. El perdón es como si fuera un regalo, no para quien lo recibe, sino para quien lo da, No es que se transforme en un acto de tolerar el daño recibido, sino más bien aceptar qué ha pasado y tratar de superar los sentimientos negativos.
No se debe esperar nada del otro, especialmente si ha existido el precedente repetido de haber hecho daño. El objetivo del perdón es aprender que uno mismo es más importante y a gestionar el dolor. Otro de los motivos que nos impiden perdonar a los demás es el dolor que todavía estamos sintiendo a causa del daño que nos han hecho.
- Esto es especialmente visible cuando el acto en cuestión es muy grave o quien nos lo ha hecho es alguien en quien confiábamos casi de forma ciega.
- Suele ser muy difícil perdonar traiciones de la familia, la pareja y los amigos, haciendo que la confianza que se tenía en ellos se vea muy debilitada.
- Al amar con intensidad a esas personas, el que nos hagan daño nos resulta algo verdaderamente muy doloroso.
Ante este tipo de situaciones, la decepción vivida es muy profunda, dado que nos habíamos formado unas expectativas en relación con los otros, Cuando se da el choque entre nuestras expectativas y la realidad es cuando aparece la decepción, emoción surgida al ver que las cosas no son como nos las esperábamos.
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¿Cómo perdonar de corazón según la Biblia?
Para ser perdonados, debemos perdonar. – En vista de que el perdón es un requisito absoluto para lograr la vida eterna, el hombre naturalmente reflexiona: ¿Cuál es la mejor manera de obtener ese perdón? Uno de los muchos factores fundamentales se destaca de inmediato como indispensable: Uno debe perdonar para ser perdonado 3,
“Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; “mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas” (Mateo 6:14–15). ¿Difícil de hacer? Claro que sí. El Señor nunca prometió un camino fácil, ni un Evangelio simple, ni normas ni principios rebajados.
El precio es elevado, pero lo que se obtiene a cambio vale la pena. El Señor mismo ofreció la otra mejilla; soportó sin reproche que lo abofetearan y lo azotaran; sufrió toda indignidad y, sin embargo, no dejó escapar una palabra de condenación. Y la pregunta que nos hace a todos nosotros es: “Por lo tanto, ¿qué clase de hombres habéis de ser?” Y la respuesta que nos da: “En verdad os digo, aun como yo soy” (3 Nefi 27:27) 4,
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¿Qué es el perdón de corazón?
QUÉ ES Y QUÉ NO EL PERDÓN – Empezamos viendo qué no es perdonar para delimitar conceptos. En este caso, la definición por medio de lo que no es, es muy necesaria e interesante. Perdonar no es:
- Dar la razón; perdono, pero eso no significa que comparta tus motivos o las razones que te llevaron a ello; perdono, pero no estoy de acuerdo.
- Otorgar clemencia. La clemencia, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua es: «compasión, moderación al aplicar la justicia». Podemos ser compasivos, es cierto, pero no hasta el punto de solidarizarnos emocionalmente con el agresor.
- Renunciar a la justicia. El culpable, debe pagar. Es, más bien, ejercer la justicia sin rencor, sin ira. Exijo justicia por principios. Perdonar no es dar una amnistía.
- Reconciliación con el agresor. No tiene por qué ser así. Perdonar no significa entablar de nuevo una relación. Perdono lo que has hecho, pero no podemos empezar como si no hubiera pasado nada. La reconciliación, además, es un sentimiento que implica a dos.
- Dejar de sentir. Perdonar no implica directamente dejar de sentir el dolor que nos han causado implica dejar de querer seguir en ese dolor. Nada hace que dejemos de sentir, quizá sólo el paso del tiempo, pero la decisión de perdonar tiene que ver con no dejar que el sentimiento se apodere de la vida.
- Olvidar. El olvido es un proceso involuntario que se dará o no en el tiempo. El olvido no se puede forzar, llega o no, pero sin obligarse a ello. La gente suele comentar, en una frase hecha, «perdono, pero no olvido». En muchas ocasiones es mejor que sea así, porque si olvidamos es posible que caigamos otra vez en lo mismo, que nos descuidemos y no estemos preparados para hacer frente a situaciones similares. El perdón empieza por querer que el tema en cuestión no inunde la vida, sino que ocupe su justo lugar en nuestra historia. El olvido, ya llegara. No es adaptativo borrar de nuestra base de datos al infractor y quedar en riesgo. Un golpe en la cabeza, por ejemplo, puede provocar el olvido, pero no el perdón. Si perdonas, el recuerdo sigue, pero no hace daño. El olvido tiene varias facetas: el olvido emocional, donde ha desaparecido el odio o rencor; el olvido afectivo, que permite recuperar la situación afectiva previa a la ofensa y, por último, el perdón conductual, que lleva a tratar al otro como si no hubiera existido la ofensa. De forma realista, somos conscientes de que llegar a los tres niveles es complicado. Tampoco existe la necesidad de llegar al máximo. Dar tiempo al tiempo.
- Justificar la ofensa o minimizarla. No hay que quitar hierro a lo que nos ha ocurrido ni justificarlo. Nadie merece por situaciones similares a las que hemos vivido. No se trata de esto, sino de reconocer el dolor y reconocer al causante. No tiene excusa. Y aceptamos el dolor en toda su intensidad, sin intentar convertirlo en una nimiedad.
- Hacer como que todo va bien. Es una negación que puede funcionar en un primer momento pero no ha de ser lo definitivo. No. No todo va bien. Si fuera bien, no haría falta el perdón. Y es necesario.
- Perdonar no es vencer. Hemos de introducir una lógica distinta, una que no es de odio ni de reivindicación y que aspira a cambiar al otro, no a vencerle.
¿Cómo se siente una persona que no perdona?
Las consecuencias de no saber perdonar – Cuando albergamos rencor y resentimiento causado por hechos que ocurrieron en el pasado y rumiamos esos hechos recordándolos es como si en nuestro cerebro siguiera actualizando todo el dolor sufrido. Además, las consecuencias de no saber perdonar no sólo son a nivel emocional, sino que la rabia también nos afecta a nivel físico.
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¿Cómo se le dice a una persona que no sabe perdonar?
9. La vida es un drama para ellos – Cuando guardamos el rencor en el corazón la vida no es un lugar agradable, porque recuerdas constantemente lo que te han hecho y, en vez de superarlo, te recreas en ello. Las personas rencorosas suelen ser rencorosas con más de una persona y, por tanto, convierten su vida en un drama,
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¿Cuáles son los beneficios de perdonar a alguien?
Perdonar siempre es positivo, es una fortaleza y para nada se trata de un acto de debilidad, ni de inferioridad, al contrario, perdonar es un proceso de cambio personalizado e individual, es un acto de generosidad, te hace crecer, te hace ser más grande, más fuerte y mejor persona.
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¿Cómo hacer la terapia del perdón?
Los 4 pasos de la terapia del perdón – Cuando no somos capaces de perdonar un hecho negativo que nos ha ocurrido, comenzamos a alimentar sentimientos de venganza, rabia y, A menudo se desencadena un proceso de victimización unido a pensamientos rumiativos respecto del suceso. La terapia del perdón intenta detener ese proceso nocivo.
Expresar las emociones. Sea cual sea el daño que te han infringido, debes saber que es perfectamente comprensible y normal que te sientas mal. Puedes experimentar diferentes sentimientos, desde ira hasta tristeza o dolor. No es conveniente que intentes reprimir y esconder esos sentimientos sino que los expreses. Lo que se reprime continúa afectándote desde el inconsciente, generando más sufrimiento e ira.
La técnica de la silla vacía es una excelente herramienta para sacar fuera todas esas emociones. Consiste en sentarte delante de una silla vacía e imaginar que la persona que te ha hecho daño está ahí. Dile todo lo que deseas, desde el daño que te ha causado y por qué hasta cómo te sientes por ello.
Comprender el por qué. El cerebro es un maniático del control, por lo que cuando nos hacen daño, siempre intentamos darle una explicación. El problema es que, en muchos casos, siguiendo nuestro razonamiento no lo entenderemos. A veces esa búsqueda de explicación puede convertirse en un proceso malsano que se vuelva en nuestra contra.
En muchos casos, simplemente debemos aceptar que no hay una explicación más allá del azar. Hay eventos terribles que ocurren porque estábamos en el momento incorrecto en el peor lugar posible. Aceptar esa explicación es el primer paso para lograr cerrar ese capítulo oscuro de nuestra vida.
- Reconstruir la seguridad. Para perdonar es imprescindible tener una cantidad razonable de seguridad, lo cual significa saber que ese acto no volverá a ocurrir. Por supuesto, nunca podremos estar seguros al 100% pero si albergamos demasiado miedo, nos resultará imposible perdonar. En ocasiones reconstruir la seguridad no es un proceso que dependa de las condiciones externas sino de nosotros mismos, y depende de la reconstrucción de nuestra autoconfianza.
- Dejar ir. Este suele ser el paso más difícil. Se trata de una decisión que se debe tomar conscientemente y que, de cierta forma, implica prometerse a sí mismos que no guardaremos rencor por lo ocurrido. Ese dejar ir significa también abandonar el papel de víctima y recuperar la fuerza. Para ello, es fundamental dejar ir la ira que siempre guardamos, impedir que ese enojo siga ejerciendo una influencia nociva en nuestra vida.
¿Por qué el ego no nos permite perdonar?
Pedir perdón y saber perdonar: una forma de trabajar el ego “Si el que está confundido es él, a mí por qué me toca pasar por todo este proceso tan doloroso de separarnos y además estar lejos de mis hijos. El problema es de él, ¡pues que él lo resuelva!”.
- Me dijo una mujer después de haber aceptado la decisión de su esposo de separarse temporalmente.
- Habían empezado una terapia de pareja por los conflictos que estaban teniendo, y cuando se decidió hacer una separación temporal se generó en ella una inmensa rabia.
- No solo porque le parecía injusto que tuviera que desacomodarse por una confusión de su marido, sino también porque sentía que él estaba siendo muy egoísta porque no estaba teniendo en cuenta lo que ella quería.
Esto le estaba generando dolor, tanto, que decidió buscar ayuda individual: “Él me ha pedido perdón de todas las maneras y sé que es sincero, pero no puedo perdonarlo porque me siento ofendida. Reconozco que me dio en el ego y no he logrado soltar”. Todos tenemos ego.
Sin importar la raza, las creencias religiosas, la edad, el género, la nacionalidad, el estrato social, etc., todos tenemos que convivir diariamente con nuestro ego. Esta es la principal fuente de sufrimiento y, por lo mismo, nuestro maestro potencial más valioso. El ego sale a flote cuando las cosas no resultan como queríamos, cuando consideramos que no nos pagan el salario que ‘nos merecemos’, o no nos reconocen y elogian por lo que logramos; es la rabia que sentimos porque alguien hizo o dejó de hacer alguna cosa que nos dolió y no logramos perdonar.
Este mismo orgullo es el que nos incapacita para pedir perdón cuando herimos a otra persona; preferimos ‘argumentar’ que lo que hicimos no fue tan grave, o que por el hecho de no haber querido herir, no hay que pedir perdón. En ese sentido, el ego puede ser nuestro principal maestro porque nos muestra constantemente en qué podemos mejorar y qué nos falta pulir.
Todos somos como piedras que al pulirlas, encontramos un diamante; la dificultad reside en que el proceso de pulir la piedra es exigente, desgastante y muchas veces doloroso. Por eso muchas personas prefieren quedarse en la rabia, consentir su orgullo y aguantar la amargura que esto conlleva. El trabajo que ha hecho esta mujer con su ego ha sido exigente, pero también muy satisfactorio.
Entre muchas otras cosas, empezó a reconocer que la relación no se había deteriorado solamente ‘por culpa’ de su esposo, que también ella era responsable. Empezó a reconocer que llevaba varios meses trabajando demasiado, llegando a la casa tarde entre semana y yendo a la oficina los fines de semana, cosa que su esposo en varias ocasiones le había pedido que revisara; cuando tenía tiempo libre, con mucha frecuencia salía con las amigas a tomarse algo en lugar de aprovechar para estar con él y con sus hijos; las relaciones sexuales habían disminuido bastante debido a su cansancio por el exceso de trabajo; y cuando estaba con su esposo se desesperaba con todo lo que él decía, le respondía de manera agresiva, antipática, muchas veces displicente; y esto último él se lo había mencionado en varias ocasiones y ella, en lugar de escucharlo, le decía que él estaba demasiado sensible y que tenía que entender que ella estuviera así por todo el trabajo que tenía.
Empezar a descubrir y aceptar su responsabilidad ha sido doloroso, pero al mismo tiempo ha sido ese dolor el que le ha permitido reconocer que no es una persona perfecta –y que eso no está mal-; que se equivocó en el manejo de muchas cosas y que lo que no había salido como ella esperaba no era un castigo injusto e inmerecido, sino una consecuencia de su propio comportamiento.
Por consiguiente, una valiosa oportunidad para reconocer sus errores, disculparse por ellos y comenzar a trabajar en ella misma para corregirlos. Se dio cuenta de que ni ella ni su esposo sabían pedir perdón: que para su sorpresa, muy pocas veces –si acaso una – se habían dicho algo como: “Perdóname, me equivoqué y te pido disculpas por haberte causado dolor”.
La manera de pedirse ‘perdón’ se limitaba casi siempre a darse un abrazo, invitar al otro a comer, hacer chistes hasta que el otro se riera y que así, finalmente, pasara la tensión; todas cosas importantes, pero insuficientes, porque el primer paso para trabajar en el ego debe ser captar y valorar el sufrimiento del otro, lo que sintió y pedir perdón con humildad auténtica y verdadera compasión.
Esta fue precisamente una de las primeras cosas que ella pudo hacer: pedirle un perdón sincero a su esposo por el daño que ella había causado. Es decir, hacerse cargo de su responsabilidad en la relación en lugar de culparlo a él por todo. Trabajar en el ego es una tarea para toda la vida.
- Desafortunadamente en el mundo actual los estímulos están diseñados para alimentarlo, por lo cual se induce constantemente a las personas a justificarse en lugar de inducirlas a trabajar en sí mismas, en su propia superación.
- Esto incapacita cada vez más a la gente para reconocer los propios errores, para disculparse por ellos y hacer un trabajo en sí mismos en lugar de estar siempre responsabilizando a los demás.
Saber agachar la cabeza, ser humildes y reconocer en qué se ha equivocado cada uno, son condiciones necesarias para ‘aprender’ –como le ha tocado a esta consultante-, a pedir perdón cuando hemos herido a otra persona; así como para perdonar a quien nos ha herido.
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¿Qué significa perdonar hasta setenta veces siete?
En una vida llena de obstáculos e imperfección, todos agradecemos las segundas oportunidades. Los errores forman parte de la vida. Es prácticamente imposible aprender a tocar el piano con destreza sin cometer miles de errores, aun millones de ellos. Para aprender un idioma extranjero, uno debe sufrir la vergüenza de cometer miles de errores, puede que hasta un millón.
- Ni siquiera los mejores atletas del mundo dejan de cometer errores.
- Se ha dicho que “el éxito no consiste en la ausencia del fracaso, sino en ir de fracaso en fracaso sin eliminar el entusiasmo” 1,
- Cuando Thomas Edison inventó la bombilla, supuestamente dijo: “No fracasé mil veces.
- La bombilla fue un invento en mil pasos” 2,
Charles F. Kettering llamaba a los fracasos “las señales hacia el camino del éxito” 3, Con suerte, cada error que cometemos se convierte en una lección de sabiduría, transformando los obstáculos en peldaños. La fe inquebrantable de Nefi le ayudó a ir de fracaso en fracaso hasta conseguir por fin las planchas de bronce.
Primero, el Señor sabe que “todas estas cosas servirán de experiencia, y serán para bien” 4, Segundo, para permitirnos ” lo amargo para saber apreciar lo bueno” 5, Tercero, para demostrar que “de Jehová es la batalla” 6, y que solo por Su gracia podemos llevar a cabo Su obra y llegar a ser como Él 7, Cuarto, para ayudarnos a desarrollar y pulir numerosos atributos cristianos que no se pueden refinar sino por medio de la oposición 8 y “en el horno de la aflicción” 9,
De modo que, en una vida llena de obstáculos e imperfección, todos agradecemos las segundas oportunidades. En 1970, como estudiante de primer año en BYU, me inscribí en un curso básico sobre los fundamentos de la física impartido por Jae Ballif, un destacado profesor.
Al final de cada unidad del curso nos hacía un examen. Si un alumno obtenía una C (una nota suficiente) para aprobar y deseaba mejorarla, el profesor Ballif le permitía tomar un examen modificado que abarcaba el mismo material. Si el alumno o la alumna mejoraba su calificación en el segundo intento, pero seguía sin estar conforme, podía tomar el examen una tercera vez, y una cuarta, etcétera.
Al darme tantas segundas oportunidades, él me ayudó a sobresalir y al final obtener una A (una nota sobresaliente) en su clase. Imagen Era un profesor extraordinariamente sabio que inspiraba a sus alumnos a seguir intentándolo, a tomarse el fracaso como un maestro, no como una tragedia, y a no temer al fracaso sino a aprender de él. Hace poco llamé a este gran hombre, cuarenta y siete años después de haber tomado su curso de física.
Le pregunté por qué estuvo dispuesto a permitir que los alumnos hicieran intentos ilimitados para mejorar sus calificaciones. Su respuesta: “Quería estar del mismo lado de los alumnos”. Si bien nos sentimos agradecidos por las segundas oportunidades después de nuestros errores, o fracasos intelectuales, asombro nos da la gracia del Salvador al darnos segundas oportunidades para vencer el pecado, o los fracasos del alma.
Nadie está más de nuestro lado que el Salvador. Él nos permite tomar y seguir tomando Sus exámenes. Llegar a ser como Él requerirá incontables segundas oportunidades en nuestras luchas diarias contra el hombre natural, como controlar los apetitos, aprender la paciencia y el perdón, vencer la pereza y evitar los pecados de omisión, solo para mencionar algunos.
- Si errar es humano, ¿cuántas veces fracasaremos hasta que nuestra naturaleza deje de ser humana y sea divina? ¿Miles? Muy probablemente un millón.
- Sabiendo que el sendero estrecho y angosto estaría lleno de pruebas y que los fracasos serían una constante diaria en nuestra vida, el Salvador pagó un precio infinito a fin de darnos tantas oportunidades como fueran necesarias para superar con éxito nuestra prueba terrenal.
La oposición que Él permite a menudo puede parecer insuperable y casi imposible de soportar, pero no nos deja sin esperanza. Para mantener nuestra esperanza resiliente en medio de las pruebas de la vida, la gracia del Señor siempre está lista y presente.
- Su gracia es “un medio divino de ayuda y fortaleza un poder habilitador que permite que los hombres y las mujeres alcancen la vida eterna y la exaltación después de haber realizado su máximo esfuerzo” 10,
- Su gracia y Su amoroso ojo están sobre nosotros durante todo el recorrido a medida que nos inspira, aligera nuestras cargas, nos fortalece, alivia, protege, sana y de otros modos ” a los de su pueblo”, aun cuando tropecemos por el sendero estrecho y angosto 11,
El arrepentimiento es un don de Dios siempre a nuestro alcance que nos permite y nos habilita para ir de fracaso en fracaso sin perder nunca el entusiasmo. El arrepentimiento no es Su plan B por si fallamos. El arrepentimiento es Su plan. Este es el Evangelio de arrepentimiento y, como señaló el presidente Russell M.
Nelson, será “un curso de estudio para toda la vida” 12, En este curso de estudio para toda la vida, la Santa Cena es la manera que el Señor ha dispuesto para proporcionar un acceso continuo a Su perdón. Si participamos con un corazón quebrantado y un espíritu contrito, Él nos provee cada semana el perdón mientras avanzamos de fracaso en fracaso a lo largo del sendero del convenio.
Porque “no obstante sus pecados, mis entrañas están llenas de compasión por ellos” 13, Pero ¿cuántas veces nos perdonará Él? ¿Cuán vasta es Su longanimidad? En una ocasión, Pedro preguntó al Salvador: “Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?” 14, Imagen Al parecer, Pedro pensaba que siete era un número lo suficientemente alto para hacer hincapié en la insensatez de perdonar tantas veces, y que la benevolencia debía tener sus límites. En respuesta, el Salvador básicamente le dijo a Pedro que no contase siquiera; que no pusiera límites al perdón.
- Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete” 15,
- Obviamente el Salvador no estaba fijando un tope de 490 veces.
- Eso habría sido lo mismo que decir que participar de la Santa Cena tiene un límite de 490 veces, y en la 491 un auditor celestial intercede y dice: “Lo siento mucho, pero su carta de arrepentimiento ha expirado; de ahora en adelante usted está solo”.
El Señor usó el cálculo de setenta veces siete como metáfora de Su expiación infinita, Su amor inagotable y Su gracia sin límites. “Sí, y cuantas veces mi pueblo se arrepienta, le perdonaré sus transgresiones contra mí” 16, Eso no significa que la Santa Cena se convierta en una licencia para pecar.
- Esa es una razón por la que el Señor incluyó esta frase en el libro de Moroni: “Mas cuantas veces se arrepentían y pedían perdón, con verdadera intención, se les perdonaba” 17,
- La verdadera intención implica verdadero esfuerzo y un cambio real.
- Cambio” es la palabra principal que la Guía para el Estudio de las Escrituras utiliza para definir arrepentimiento: “Un cambio que se efectúa en el corazón y en el modo de pensar, lo cual significa adoptar una nueva actitud en cuanto a Dios, en cuanto a uno mismo y en cuanto a la vida en general” 18,
Esa clase de cambio conduce al progreso espiritual. Así pues, nuestro éxito no consiste en ir de fracaso en fracaso, sino en progresar de fracaso en fracaso sin perder nunca el entusiasmo. En cuanto al cambio, consideren este sencillo pensamiento: “Las cosas que no cambian permanecen igual”.
- Esta verdad evidente no pretende ofender su inteligencia, pero es la profunda sabiduría del presidente Boyd K.
- Packer, que luego añadió: ” y cuando hemos acabado de cambiar, estamos acabados” 19,
- Debido a que no queremos estar acabados hasta que lleguemos a ser como nuestro Salvador, 20 debemos seguir levantándonos cada vez que caemos, con el deseo de seguir creciendo y progresando a pesar de nuestras debilidades.
En nuestra debilidad, Él nos asegura: “Te basta mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” 21, Solo mediante la fotografía secuencial o las gráficas de crecimiento podemos percatarnos de nuestro crecimiento físico. Nuestro crecimiento espiritual suele ser igualmente imperceptible si no es a través de las lentes retrospectivas del tiempo.
Sería prudente hacer a menudo una introspección a través de esas lentes para reconocer nuestro progreso e inspirarnos a “seguir adelante con firmeza en Cristo, teniendo un fulgor perfecto de esperanza” 22, Estoy eternamente agradecido por la amorosa bondad, la paciencia y longanimidad de Padres Celestiales y del Salvador, que nos dan innumerables segundas oportunidades en nuestro viaje de regreso a Su presencia.
En el nombre de Jesucristo. Amén.
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¿Qué dice la Biblia de perdonar y olvidar?
Cuando no quiero perdonar Recuerdo la última vez que alguien realmente me lastimó. El dolor hirió profundamente. No solo fui herida, también fui humillada. Por un tiempo, estaba perpetuamente enojada. Cada vez que esta persona llamaba, tenía algunas palabras cortantes.
Cada conversación que tuvimos estaba llena de sarcasmo y amargura. Lo admito, por un momento me hizo sentir bien. «¡Le mostraré!», pensé. Pero ese sentimiento fue fugaz. La mayoría de los días, gritaba desde el fondo de mis pulmones, luego colgaba el teléfono y lloraba porque el peso de la amargura era demasiado.
A pesar de que quería que ese peso fuera elevado, sentí que esta persona no merecía perdón. Podría perdonar, simplemente no quería. Pero no podía ignorar a Dios, y su Palabra es clara sobre este tema. Dependiendo de la traducción que leas, la palabra «perdonar» está mencionada al menos 60 veces en la Biblia.
- Estoy bastante segura de que Dios nos está diciendo algo.
- Piensa ahora en la persona que te lastimó.
- Es posible que esa persona no merezca tu perdón, pero, ¿no merecemos el perdón de Dios? Quizá no quieras perdonar, pero Dios nos manda que perdonemos.
- Y no será la última vez que perdones.
- El perdón es una elección que tenemos que hacer vez tras vez (tras vez).
Nos hace sentir dolor, pero trae libertad. Y es por eso que Dios requiere esto de nosotros, aunque sea doloroso. A continuación, hay algunos versículos que te ayudarán en el proceso de perdonar. Si hay alguien o algo que necesitas perdonar, te animo a actuar hoy.
«Sopórtense unos a otros, y perdónense si alguno tiene una queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes» Colosenses 3:13. «No juzguen a otros, y Dios no los juzgará a ustedes. No condenen a otros, y Dios no los condenará a ustedes. Perdonen, y Dios los perdonará» Lucas 6:37. «Entonces Pedro fue y preguntó a Jesús: —Señor, ¿cuántas veces deberé perdonar a mi hermano, si me hace algo malo? ¿Hasta siete? Jesús le contestó: —No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.» Mateo 18:21-22. «Y cuando estén orando, perdonen lo que tengan contra otro, para que también su Padre que está en el cielo les perdone a ustedes sus pecados» Marcos 11:25. «Pero Dios es tan misericordioso y nos amó con un amor tan grande, que nos dio vida juntamente con Cristo cuando todavía estábamos muertos a causa de nuestros pecados. Por la bondad de Dios han recibido ustedes la salvación» Efesios 2:4-5. «no nos ha dado el pago que merecen nuestras maldades y pecados» Salmos 103:10.
Originalmente publicado en inglés en el de American Bible Society el 12 de febrero de 2015. Blogs Relacionados con este Tema Cuando todo vuelva a ser «normal» A principios de esta semana me senté con un grupo de feligreses para discutir la logística de cómo volver al culto corporativo una vez que se alivien las restricciones de cierre.
- Allí nos sentamos con nuestras máscaras y sin intención de entablar,
- El Señor comenzó así el mensaje que quería comunicar por medio de Oseas: «La tierra de Israel se ha prostituido apartándose de mí.
- De la misma manera, ve tú y toma por mujer a una prostituta, y ten hijos con ella; así ellos serán hijos de una prostituta»,
¿Por qué el Cantar de los Cantares es especial? El título del libro significa «La más hermosa canción» y en algunas traducciones se le llama «El Cantar de Salomón». Este libro es parte de la sección conocida como «otros escritos» de las escrituras judías.
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¿Cuántas veces te puede perdonar Dios?
Salmo – Sal 113A,1-2.3-4.5-6 R/. Aleluya Cuando Israel salió de Egipto,los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,Judá fue su santuario, Israel fue su dominio. R/. El mar, al verlos, huyó,el Jordán se echó atrás;los montes saltaron como carneros; las colinas, como corderos.
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¿Cómo se realiza la terapia del perdón?
Los 4 pasos de la terapia del perdón – Cuando no somos capaces de perdonar un hecho negativo que nos ha ocurrido, comenzamos a alimentar sentimientos de venganza, rabia y, A menudo se desencadena un proceso de victimización unido a pensamientos rumiativos respecto del suceso. La terapia del perdón intenta detener ese proceso nocivo.
Expresar las emociones. Sea cual sea el daño que te han infringido, debes saber que es perfectamente comprensible y normal que te sientas mal. Puedes experimentar diferentes sentimientos, desde ira hasta tristeza o dolor. No es conveniente que intentes reprimir y esconder esos sentimientos sino que los expreses. Lo que se reprime continúa afectándote desde el inconsciente, generando más sufrimiento e ira.
La técnica de la silla vacía es una excelente herramienta para sacar fuera todas esas emociones. Consiste en sentarte delante de una silla vacía e imaginar que la persona que te ha hecho daño está ahí. Dile todo lo que deseas, desde el daño que te ha causado y por qué hasta cómo te sientes por ello.
Comprender el por qué. El cerebro es un maniático del control, por lo que cuando nos hacen daño, siempre intentamos darle una explicación. El problema es que, en muchos casos, siguiendo nuestro razonamiento no lo entenderemos. A veces esa búsqueda de explicación puede convertirse en un proceso malsano que se vuelva en nuestra contra.
En muchos casos, simplemente debemos aceptar que no hay una explicación más allá del azar. Hay eventos terribles que ocurren porque estábamos en el momento incorrecto en el peor lugar posible. Aceptar esa explicación es el primer paso para lograr cerrar ese capítulo oscuro de nuestra vida.
- Reconstruir la seguridad. Para perdonar es imprescindible tener una cantidad razonable de seguridad, lo cual significa saber que ese acto no volverá a ocurrir. Por supuesto, nunca podremos estar seguros al 100% pero si albergamos demasiado miedo, nos resultará imposible perdonar. En ocasiones reconstruir la seguridad no es un proceso que dependa de las condiciones externas sino de nosotros mismos, y depende de la reconstrucción de nuestra autoconfianza.
- Dejar ir. Este suele ser el paso más difícil. Se trata de una decisión que se debe tomar conscientemente y que, de cierta forma, implica prometerse a sí mismos que no guardaremos rencor por lo ocurrido. Ese dejar ir significa también abandonar el papel de víctima y recuperar la fuerza. Para ello, es fundamental dejar ir la ira que siempre guardamos, impedir que ese enojo siga ejerciendo una influencia nociva en nuestra vida.
¿Qué es el perdón de corazón?
QUÉ ES Y QUÉ NO EL PERDÓN – Empezamos viendo qué no es perdonar para delimitar conceptos. En este caso, la definición por medio de lo que no es, es muy necesaria e interesante. Perdonar no es:
- Dar la razón; perdono, pero eso no significa que comparta tus motivos o las razones que te llevaron a ello; perdono, pero no estoy de acuerdo.
- Otorgar clemencia. La clemencia, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua es: «compasión, moderación al aplicar la justicia». Podemos ser compasivos, es cierto, pero no hasta el punto de solidarizarnos emocionalmente con el agresor.
- Renunciar a la justicia. El culpable, debe pagar. Es, más bien, ejercer la justicia sin rencor, sin ira. Exijo justicia por principios. Perdonar no es dar una amnistía.
- Reconciliación con el agresor. No tiene por qué ser así. Perdonar no significa entablar de nuevo una relación. Perdono lo que has hecho, pero no podemos empezar como si no hubiera pasado nada. La reconciliación, además, es un sentimiento que implica a dos.
- Dejar de sentir. Perdonar no implica directamente dejar de sentir el dolor que nos han causado implica dejar de querer seguir en ese dolor. Nada hace que dejemos de sentir, quizá sólo el paso del tiempo, pero la decisión de perdonar tiene que ver con no dejar que el sentimiento se apodere de la vida.
- Olvidar. El olvido es un proceso involuntario que se dará o no en el tiempo. El olvido no se puede forzar, llega o no, pero sin obligarse a ello. La gente suele comentar, en una frase hecha, «perdono, pero no olvido». En muchas ocasiones es mejor que sea así, porque si olvidamos es posible que caigamos otra vez en lo mismo, que nos descuidemos y no estemos preparados para hacer frente a situaciones similares. El perdón empieza por querer que el tema en cuestión no inunde la vida, sino que ocupe su justo lugar en nuestra historia. El olvido, ya llegara. No es adaptativo borrar de nuestra base de datos al infractor y quedar en riesgo. Un golpe en la cabeza, por ejemplo, puede provocar el olvido, pero no el perdón. Si perdonas, el recuerdo sigue, pero no hace daño. El olvido tiene varias facetas: el olvido emocional, donde ha desaparecido el odio o rencor; el olvido afectivo, que permite recuperar la situación afectiva previa a la ofensa y, por último, el perdón conductual, que lleva a tratar al otro como si no hubiera existido la ofensa. De forma realista, somos conscientes de que llegar a los tres niveles es complicado. Tampoco existe la necesidad de llegar al máximo. Dar tiempo al tiempo.
- Justificar la ofensa o minimizarla. No hay que quitar hierro a lo que nos ha ocurrido ni justificarlo. Nadie merece por situaciones similares a las que hemos vivido. No se trata de esto, sino de reconocer el dolor y reconocer al causante. No tiene excusa. Y aceptamos el dolor en toda su intensidad, sin intentar convertirlo en una nimiedad.
- Hacer como que todo va bien. Es una negación que puede funcionar en un primer momento pero no ha de ser lo definitivo. No. No todo va bien. Si fuera bien, no haría falta el perdón. Y es necesario.
- Perdonar no es vencer. Hemos de introducir una lógica distinta, una que no es de odio ni de reivindicación y que aspira a cambiar al otro, no a vencerle.