LA BIBLIA DEL OSO
septiembre 2, 2017 § Deja un comentario
Iniciamos hoy otra serie de editoriales, también relacionados con la celebración de los 500 años de la Reforma Protestante del siglo XVI. Nos enfocaremos en esta serie en la obra de algunas personas a quienes Dios utilizó para colocar nuevamente la verdad de la Escritura en el centro de la vida de la iglesia.
Volvamos los ojos a España para encontrar a dos monjes jerónimos, de los cuales no sabemos sus verdaderos nombres; sólo los que adoptaron al tomar sus votos monásticos: El primero, nacido en Montemolín en 1520, y que adoptó el nombre de la región de la cual era oriundo, para ser conocido como Casiodoro de Reina; y el segundo que decidió llamarse Cipriano de Valera (1532), por cuanto nació en Valera la Vieja. Estos nombres nos son familiares, aparecen en las primeras páginas de nuestras biblias, por ser Casiodoro su traductor en 1569 y Cipriano, su revisor en 1602. Así hablamos de la Biblia Reina Valera. Su revisión de 1960 es la que acostumbramos leer, memorizar y es la que utilizamos en los cultos públicos.
La Biblia que tradujo Casiodoro de Reina se conoce como La Biblia del Oso, porque aparece en su portada un oso erguido comiendo miel de un panal que está en un árbol (posiblemente emblema del editor o una alusión al salmo 19 que dice que los juicios de Dios son más dulces que la miel). La revisión de Cipriano de Valera es conocida como la Biblia del Cántaro, pues está ilustrada con dos hortelanos, uno de los cuales planta un árbol y el otro lo riega con un cántaro. ¿Referencia a I Cor 3:6?
Ambos monjes era compañeros en el monasterio de San Isidoro del Campo en Sevilla, en el cual los monjes leían en español el Nuevo Testamento de Juan Pérez de Pineda y otras obras protestantes, traídas de contrabando por Julianillo Hernández. La Palabra hizo su efecto. Siendo denunciados como “un foco del luteranismo” la mayoría de los monjes (entre ellos Casiodoro y Cipriano), huyó para salvar sus vidas. La Santa Inquisición les declaró herejes y juzgados in absentia, quemaron sus efigies en un auto de fe en 1526.
Tuvieron un extenso y azaroso peregrinaje por Ginebra, Frankfurt, Londres, Amsterdam y otras ciudades europeas, pastoreando grupos de refugiados e iglesias protestantes establecidas. Su obra fue inmensa en la divulgación de la fe pero hoy les recordamos principalmente como aquellos quienes hicieron posible que la Biblia se vertiera al castellano de manera cabal, poniendo la palabra en las manos del pueblo español, tal como Lutero lo hizo entre los alemanes.
José Comblin, un sacerdote belga contemporáneo escribe: “Los mudos hablan, y en buen castellano”, refiriéndose a la influencia que la Reina Valera ha tenido entre los hispano-parlantes, a partir de que antes no tenían acceso a la Biblia y ahora expresan correctamente su fe en el evangelio. “La palabra – agrega – empieza a resucitar.”
Deja una respuesta