EDIFICANDO LA CASA
febrero 22, 2016 § Deja un comentario
“Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia”
Salmo 127:1
Este salmo de Salomón parte de una premisa esencial: La bendición providente de Dios es base para que toda actividad humana sea virtuosa y tenga éxito. La gloria es de Dios. No descalifica al esfuerzo de los hombres; simplemente nos lleva a humillarnos para reconocer que dependemos de Dios en nuestras tareas y propósitos, aun en las labores que emprendemos en Su servicio.
El mensaje es un llamado contra la soberbia o pretendida autosuficiencia en las que podemos caer. Salomón, para corregir tan perverso error, declara que nada ocurrirá de manera venturosa a menos que Dios bendiga nuestros procederes.
La palabra “casa” se refiere no sólo a una construcción, sino al orden doméstico y al gobierno de la familia; lo mismo ocurre con “ciudad”, aplicándose a su buen gobierno. Los que edifican y los que velan son figuras (sinécdoque), a través de las cuales nos enseñan que en general cualquier trabajo, previsión o habilidad que realicemos o apliquemos para mantener una casa o proteger una ciudad, carecerán de propósito a menos que Dios desde el cielo nos bendiga.
Si nos sometemos humildemente a la providencia de Dios, no hay duda de que la bendición de la que Salomón habla aquí, llenará de luz todos los aspectos de nuestra vida privada y pública.
Dicho de otra manera: Si Jehová construye la casa, nuestro trabajo no es en vano; si Jehová guarda la ciudad, los que vigilan cumplen su propósito. Este texto no es una invitación a la inactividad ni a la pereza; es más bien un llamado a hacer nuestro mejor esfuerzo de acuerdo con la voluntad de Dios, conscientes de que Él nos sostiene y bendice por Su gracia.
En contraste, el salmo habla de la futilidad del esfuerzo del hombre que no considera a Dios en lo que emprende, que madruga y se desvela, pero come “pan de dolores”. Este pan es el que se obtiene a base de intenso desgaste y ansiedad, o bien el que se come con una alma turbada y sin reposo. A su amado dará Dios el sueño.
Tenemos ante nosotros una inmensa tarea: Construir la casa y velar por la ciudad. Nos toca edificar este templo de piedras vivas y protegerlo contra las asechanzas del diablo.
Este es un trabajo y responsabilidad de todos nosotros, pero recordemos que por ser ésta una obra de Dios, debemos hacerla con todo denuedo de acuerdo con Su voluntad, descansando en Su providencia y gracia. Esta es nuestra esperanza y sabemos que nuestro trabajo no es en vano.
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