“Cercano está Jehová a todos los que le invocan,a todos los que le invocan de veras” Salmo 145:18
febrero 22, 2016 § Deja un comentario
Esta verdad se aplica principalmente a los creyentes, a quienes Dios de manera privilegiada, les invita a acercarse a Él prometiéndoles que será propicio a sus oraciones. Sin duda alguna, la fe se debilita y aún muere sin la oración, en la cual el espíritu de adopción se manifiesta y pone en acción. A través de la oración comprobamos que las promesas de Dios son firmes y seguras.
La inapreciable gracia de Dios hacia los creyentes se muestra, en resumen, en que Él se nos presenta como nuestro Padre. Aunque la duda nos ataque al orar a Dios y nos acerquemos a Él temblando o desalentados, David declara que, sin excepción, Dios escucha a todo aquél que le invoca.
Al mismo tiempo, afirma que la forma aceptable de invocar a Dios, es hacerlo de veras. Muchos hombres recurren a Dios con una actitud frívola y en ocasiones pretenden discutir con Él, con corazones llenos de orgullo o enojo. Su indignación, quejas y disgusto llegan a su límite cuando tales oraciones no son contestadas. Aunque todos los hombres invocan a Dios en tiempo de necesidad, son pocos los que lo hacen con arrepentimiento y fe.
Existen entonces muy importantes razones por las que nuestras oraciones deben hacerse en verdad, desde un corazón sincero. La falsedad, contraria la verdad, se manifiesta de muchas maneras: Infidelidad, vacilación, impaciencia, murmuración, fingida humildad; en resumen, en actitudes e inclinaciones pecaminosas. Invocar a Dios en verdad tiene una promesa. El texto sigue diciendo:
“Cumplirá el deseo de los que le temen; oirá asimismo el clamor de ellos y los salvará.”
¿Cómo es que Dios habría de ajustarse a los deseos del hombre cuando, más bien, nos corresponde contemplar su exaltada grandeza y humildemente sujetarnos a su voluntad?
El apóstol Juan escribió: “Y esta es la confianza que tenemos en Él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, Él nos oye.” Por esta razón Jesús Cristo nos enseñó a orar diciendo: “Hágase tu voluntad.”
Juan Calvino
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